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Emilie despert=. Estaba en una habitaci=n oscura, amplia, y con paredes de piedra. La reconoci= enseguida. Era la bodega donde guardaban el vino ademßs de otros licores. No quedaba un solo barril o botella. Los n=rdicos habfan estado celebrando su victoria. Victoria. El coraz=n de Emilie se descompuso solo al pensarlo. Todas las hermanas debfan haber cafdo. Serfan prisioneras o estarfan muertas, como la pobre Jenna. Entonces pens= en Erin. +La habfan matado tambiTn? Intent= moverse. Fue cuando descubri= que tenfa las manos atadas al techo. Eso explicaba porque le dolfan los hombros. A penas llegaba con los pies al suelo, eso sin contar que debfa haber estado colgando durante los dioses sabfan cuantas horas. Para remediarlo intent= apoyar los zapatos por completo. Solo consigui= sostenerse con las puntas. Hasta ese momento no se habfa dado cuenta. Segufa llevando los pendientes y los zapatos. Nada mßs. Se encontraba completamente desnuda. Los pechos, coronados por dos peque±os pezones rosados, quedaban a la vista para quien quisiese mirar. No habfa forma de cubrirlos. TambiTn era claramente visible el vello p·bico, rizado y de color rubio oscuro. Su preciosa anatomfa estaba expuesta como un trofeo. La piel suave y tersa, la melena a·n recogida en el mo±o tras la coronilla, los senos, los gl·teos, las piernas. Absolutamente todo. Consigui= reprimir las ganas de llorar.
-Ya estßs despierta.
Era la voz de Siric. Estaba allf mismo a unos metros tras su espalda. Ella intent= soltarse. Reuni= energfa mßgica dispuesta a quemar a ese malnacido. No ocurri= nada. La magia no acudi= a ella.
-Oh, intentas conjurar. - se ech= a refr. - No puedes. +No te has fijado en tu nueva joya?
Emilie miro hacia arriba, a las manos. En la mu±eca izquierda llevaba una pulsera de algo parecido al Tbano.
-Toda tu magia va directamente desde tu pulsera a la mfa.
Ella no podfa verlo, pero Siric se±al= una pulsera de color rojo sangre.
-La magia de todas las hechiceras de la orden, las que no han muerto, me estß nutriendo. +No es maravilloso? Solo con tu energfa o la de tu hermana podrfa aguantar luchando durante meses, pero tengo las vuestras y las de todas las demßs.
Emilie se puso a·n mßs nerviosa, aunque al menos sabfa que Erin segufa viva. Decidi= ocultar el miedo o el nerviosismo
-íSuTltame ahora mismo!
Siric comenz= a refr mientras rodeaba a la joven. Pronto apareci= por la derecha. Emilie necesit= verle para recordar que Tl tambiTn la vefa a ella. Estaba desnuda. No podfa hacer nada para cubrir los pechos. Lo ·nico que podfa hacer era intentar cubrir la vagina. Cruz= una pierna por delante de la otra. A·n podfa verse buena parte del monte de Venus, pero en esas circunstancias era incapaz de cubrirse mejor.
Siric al final qued= frente a ella. Contempl= cada centfmetro de cuerpo. Desde luego le gustaba lo que vefa. Emilie no tard= en sonrojarse.
-íCerdo!
El hechicero volvi= a reirse.
-Pero si no es culpa mfa. Tenfas el vestido manchado de barro. Ademßs - tap= un lado de la boca como si quisiera que solo Emilie escuchase - te habfas meado encima.
Emilie no recordaba mucho despuTs del rayo. Dolor, calor, luz. A pesar de todo se sinti= avergonzada. Imagin= a todos los asaltantes riTndose de ella. No era solo eso. Todas las hechiceras a·n vivas tambiTn la habrfan visto. Incluso Erin la habrfa visto. Intent= mantener la compostura.
-+QuT quieres de nosotras?
Siric se acerc= unos pasos mßs. Estaba evidentemente excitado. Dedic= unos segundos a explicarse. +Por quT no? Ya habfa vencido. Toda victoria era mejor cuando iba acompa±ada de alguna explicaci=n. No le bastaba con da±ar el cuerpo o con vencer. Querfa hacer da±o a sus vfctimas mßs allß de lo meramente ffsico.
-Ya te lo dije. Quiero destruir la barrera.
Emilie neg= con la cabeza.
-No puedes hacer eso. No caerß con ning·n conjuro. No hay un ritual para romperla.
-Oh, pero hay otro mTtodo, +verdad?
Emilie abri= mßs a·n los ojos. Mir= asustada, horrorizada, al hechicero.
-+QuT sabes t· de eso?
-Todo, peque±a, lo sT todo. ST tanto de la barrera como t· misma.
-No. Mientes.
Siric se acerc= a Emilie.
-+Recuerdas que pocos meses despuTs de nuestro primer encuentro tu madre desapareci= realizando una de sus misiones? Yo la capturT. Era una gran hechicera, como t·. No habrfa podido vencerlaà pero drogar su cena result= sencillo. DespuTs la torturT hasta hacerla hablar. Siento ser yo quien te diga que hasta ella disfrut= esa parte. Luego la matT.
-íMientes! Madre nunca te contarfa nada.
Siric se coloc= justo junto a ella. Agarr= uno de sus senos aunque Emilie se revolviese con todas sus fuerzas. Estaba completamente indefensa.
-T· eres a·n mßs hermosa que ella. +Quieres saber lo que le ocurri=?
Siric comenz= a relatar su historia sobre la madre de Emilie. La joven hechicera recordaba bien a Michelle. TambiTn era rubia con los ojos azules, aunque tenfa el pelo muy rizado, casi siempre con la raya en medio, largo hasta debajo de los omoplatos a excepci=n de un mech=n largufsimo que llegaba a la cadera por el lado derecho. Habfa desaparecido teniendo poco mßs de cuarenta a±os, asf que su rubio ya no era tan brillante pero tampoco mostraba canas. Era mßs alta que Emilie, de complexi=n delgada. Quizßs no tenfa tantas curvas como sus hijas, pero su porte tambiTn era muy grßcil y elegante. El rostro de rasgos finos. Los labios generalmente pintados de rojo apagado. Lo que Emilie no podfa saber, aunque si intuir, era el atuendo que vestfa Michelle cuando desapareci=. Era un vestido sencillo. La parte de arriba era una especie de estampado de flores de distintas tonalidades de verdes oscuros con algo de escoge en forma de U. Un poco por encima de la cadera empezaba la falda de color vainilla, con mucho vuelo, que llegaba hasta dejar ver unas botas de viaje verdes oscuras con el tac=n justo para no resultar inc=modas. Cubriendo los hombros y los brazos llevaba una capa gruesa de color rojo muy oscuro, casi marr=n.
Emilie tenfa muy gratos recuerdos de una madre severa pero cari±osa y comprensiva. Los recuerdos de Siric eran bien distintos. Hablaba disfrutando de cada palabra, burlßndose.
-Allf estaba ella. DespuTs de sellar unas ruinas peligrosas habfa emprendido el camino de vuelta. Par= a hacer noche en una posada. Solo me cost= un par de monedas de oro hacer que el posadero drogase la cena. Tenfas que haberla visto cuando se desplom= en la mesa. Un poco mßs y la cabeza le cae en el plato. Me ofrecf a llevarla al curandero mßs cercano. Hasta me ayudaron a cargarla en un carro de paja que acababa de robar. Buenoà no lo robT, matT a su propietario.
Emilie imagin= a la gente tratando de ayudar a una persona que perdfa el conocimiento s·bitamente. Siric parecfa disfrutar degradando cada acto de bondad con el que se topaba.
-Yo tenfa un peque±o escondrijo cerca. Nada grande. Algunos libros, comida, y una cßmara de tortura. La atT en un altar de piedra, tumbada encima, con manos y piernas bien amarrados en forma de cruz. Oh - se llev= la mano a la frente - olvidaba decirte que ya la habfa desnudado. He de decir que tenfa mßs pelo que t· en el co±o. Eso sf, un cuerpo de primera para su edad.
Emilie no querfa seguir escuchando. No necesitaba saber del sufrimiento de su madre.
-íCalla! Eres un bastardo y conocerßs el infierno por esto.
Siric agit= la mano derecha quitßndole importancia a las palabras de la joven. Desde luego estaba consiguiendo justo la reacci=n que esperaba. Para seguir consiguiTndolo debfa mostrar a·n menos empatfa, menos respeto. Si respondfa a las rabietas de su prisionera podrfa increparla menos.
-Me juzgas demasiado perversamente. Me portT como un caballero con tu madre. Verßs, la despertT con la delicadeza que merecfa. Un buen latigazo en las tetas. Al principio no grit=. Despert= sobresaltada. Mir= ambos lados. Creo que no entendfa muy bien lo que estaba ocurriendo. Para aclararle las ideas seguf dßndole latigazos. Entonces sf que empez= a gritar. Ojala la hubieses escuchado. Cada golpe, cada nuevo corte en su delicada piel, la hacfa gritar. Todo el cuerpo era sensible, pero cuando la golpeaba en las tetas o en los muslos se agitaba mßs. Luego probT a darle en el co±o. Se desmay= con solo tres latigazos allf. +Es igual de blanda toda tu familia?
Emilie ya tenfa lßgrimas en los ojos. Pasar de la imagen mental que guardaba de su madre, la de una mujer angelical, a pensar en una pobre mujer indefensa recibiendo latigazos era demasiado.
-La despertT con un cubo de agua helada. Eso sent= bien a sus pezones. Al resto del cuerpo no tanto. Parece que fui descuidado y echT algo de sal dentro. Dicen que escuece mucho en las heridas. A juzgar por los nuevos gritos y por como intentaba soltarse de las ataduras, debe ser cierto. Fue cuando le preguntT quT habfa hecho con mi varita. Respondi= porque, como sabes, la informaci=n me era in·til. Te la habfa dado a ti para que la dividieses en pedazos. A·n asf lo tomT como una buena se±al. Si habfa cedido tan rßpido quizßs fuese a darme un interrogatorio sencillo. Le preguntT por la barrera.
Siric neg= con la cabeza entonces. Segufa disfrutando de la historia. Jamßs pens= que fuese tan gratificante contßrsela a la hija de la vfctima, pero las reacciones faciales de la joven eran exquisitas.
-No hubo manera. Tu madre era terca como una mula. Le llenT el cuerpo de latigazos. DespuTs usT una daga muy fina. Le arranquT trozos de piel de la espalda, le hice cortes en los muslos. Nada. La estrangulT con las manos hasta dejarla casi inconsciente. Muy divertido, pero no soltaba prenda. ProbT a lanzarle rayos como he hecho contigo. Ella lloraba y lloraba, gritaba. Lleg= un momento en que conseguf quebrarla hasta el punto que me suplic= detenerme. Le ofrecf hacerlo. Tan solo debfa hablarme sobre la barrera. En lugar de hacerlo volvi= a guardar silencio.
Siric se encogi= de hombros. Su espectadora mientras tanto ya lloraba libremente.
-Calla de una vez.
Fue cuanto acert= a decir entre lßgrimas. Quizßs sabfa que Siric esperaba justo eso, pero el relato era demasiado desgarrador para ella. Siric sonri= antes de seguir.
-Imagino que comprenderßs mi tesitura. La familia real me expuls= de este reino hace generaciones. Yo quiero volver, usarlo como punto de inicio para tomar este mundo. La varita me es necesaria, pero ahora tendrT que combatir para conquistar el reino antes. +C=mo iba a hacerlo con la barrera? A·n asf tu madre no cedfa. Entonces pensT, +Y si me estaba equivocando de mTtodo? Tal vez existfa otro camino mejor. RebusquT entre mis cosas. Tenfa una botella entera de nTctar de ninfa. Verßs, t· no lo conoces, tu magia es demasiado blanca para estas cosas. Es muy diffcil de conseguir. Necesitas capturar una ninfa y desangrarla. Cuando muere debes quemar su cadßver, triturarlo, y mezclarlo con la sangre. Un solo trago hace que cualquier persona tenga ganas de follar durante horas. Como tu madre era una mujer de gran fuerza de voluntad, le hice beber la botella entera. Imagino que de haber tenido su magia habrfa hecho algo, pero tambiTn llevaba puesta una de mis pulseras.
Agarr= a Emilie por la mandfbula forzßndola a mirarle a los ojos.
-Ojalß tuviese mßs para ti. Las cosas que ibas a suplicarme hacerte. Me encantarfa ver tu rostro desquiciado por el placer y el deseo.
Emilie aprovech= para escupirle. Siric se limpi= con la otra mano antes de soltar la mandfbula.
-No seas mal educada.
Suspir= mientras intentaba recordar por donde habfa dejado el relato.
-Al principio tu madre no se movi=. No sT si pretendfa mantener la dignidad, pero sus pezones se pusieron tan duros que temfa cortarme si los tocaba. Ah, y su co±o se moj= mßs rßpido de lo que jamßs he visto hacerlo nunca. Ella segufa allf callada. Se sonroj=. Empez= a morderse el labio inferior. Luego las piernas. Movfa las dos intentando estimularse el co±o, pero atada como estaba no podfa. Tembl= ansiosa. Como me dio pena decidf ayudarla un poco. EmpecT a meterle la mano en el co±o. Quise empezar suave, pero ella movfa las caderas como una loca. No sT si yo le hice un dedo o si ella se foll= mi mano. No dejaba de gemir y gritar "Si, si, si, si". ParT cuando me pareci= que iba a correrse, y crTeme, apenas fueron unos segundos. Le dio igual. Sigui= moviendo las caderas en el aire intentando encontrar una satisfacci=n que yo no iba a darle. Me mir= desesperada. +Te lo imaginas?, +te imaginas a tu madre como una puta en celo? Yo le acaricie los pechos. Me encaramT al altar y me bajT los pantalones. Cuando le llevT la polla a la boca no lo dud=. Empez= a chuparla como una profesional. Lloraba, imagino que avergonzada, pero debfa creer que si me complacfa a mf, yo harfa lo mismo con ella. Me hizo correrme en seguida, y se lo trag= todo.
Emilie no podfa concebirlo. Su madre rebajada a sus mßs bajos instintos. No la culpaba ni se avergonzaba de ella. Imaginaba lo humillada que debfa haberse sentido.
-Empez= a pedirme que se la metiera. Que la dejase correrse. Yo volvf a hacerle un dedo. Me dio pena y la deje correrse un par de veces. Ella no sabfa que con cada orgasmo los efectos del nTctar son mßs fuertes. Necesitaba correrse mßs y mßs, pero no seguf tocßndola. Ella suplicaba mi polla dentro de su co±o. Yo me encaramT en el altar otra vez. Le puse la punta en la entrada. Intent= que la penetrase, pero no la dejT. Si querfa follar tenfa que darme informaci=n. En su estado me sorprendi= que resistiese. Trat= de convencerse. Se dijo que la informaci=n no me ayudarfa porque de todos modos no podrfa atravesar la barrera nunca. Segufa sin ceder. La masturbT otra vez con mucho cuidado. La dejT apunto. Entonces habl=. Llorando, maldiciTndose a sf misma, pero habl=.
La informaci=n que Siric repiti= era cierta. Cada novicia, al convertirse en hermana de pleno derecho, realizaba el mismo ritual de Erin la noche anterior. Alimentaban la barrera con su magia durante toda la vida. No habfa un mTtodo para romperla pero algo era evidente. Si nadie alimentaba la barrera esta se desharfa sin mßs. Quizßs para eso eran las pulseras que drenaban el poder mßgico.
-Cuando acab= se la metf. Imagino que su co±o no estaba mal para haber tenido dos hijas. Ella empujaba con las caderas. Se corrfa una vez tras otra. Arqueaba la espalda como si quisiera ense±arme mßs las tetas. Entre gemidos no dejaba de preguntarse "+quT he hecho?" y pedfa perd=n. Ah, y tambiTn lloraba. Un tanto patTtico mientras estaba exprimiTndome la polla con todas sus ganas. Supongo que no se puede esperar mucha dignidad de quien vende a su gente por un polvo. Cuando yo me corrf ella casi habfa perdido el sentido. Con tantos orgasmos no sabfa si le quedaba algo dentro de los sesos. Se despert= pasada una hora. Ya no estaba tan excitada pero segufa llorando y pidiendo perd=n. Me cansT de sus quejas. EncantT las ataduras para que tirasen con fuerza de sus extremidades. Los gritos volvieron a ser de dolor. La verdad, yo esperaba que le arrancasen un brazo o una pierna primero, pero no, acabaron partiTndola en dos. Tal vez mi encantamiento tuvo que ver. Deberfa probarlo de nuevo alguna vez. En cualquier caso, sus tripas se desparramaron en el altar. Creo que tampoco lleg= a comprender aquello. Mir= incrTdula al siti= por donde se habfa partido. Parecfa intentar mover las piernas o algo asf. Ya no dur= mucho mßs. Intent= decirme algo, unas ·ltimas palabras, pero le tapT la boca con la mano. No me apetecfa ofrla. Solo querfa mirarle a los ojos, ver su miedo. Oh, su mirada fue tan desgarradora, reflej= tanto dolor, tanto terror, que me empalmT de nuevo. Imagfnalo. Ella allf tratando de hablar, con la boca bajo mi mano, mirando a los ojos a su asesino, sabiendo que habfa traicionado a sus seres mßs queridos. Tengo magnfficos recuerdos de aquel dfa. En fin. El pasado, pasado estß. Ahora es contigo con quien quiero negociar.