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Review This Story || Author: sman2000

Espada y brujeria 01

Part 4

Emilie habfa conseguido hacer retroceder al contingente principal de los n=rdicos. Incluso si eran valientes de forma casi est·pida, todos estaban viendo lo absurdo de seguir atacßndola. Aquella joven era peor que una estampida. A su alrededor solo habfa destrucci=n. Muchos se preguntaban c=mo era posible mantener alejado a Nox de esa zona. Claro que era el plan del jefe.


Una vez despejada la zona, la hechicera respir= hondo un par de veces. A pesar de su enorme poder mßgico se cansaba como todo el mundo. El sudor comenzaba a perlar su frente. Necesitaba hacer unos cuantos esfuerzos mßs. Dio la vuelta para observar el campo de batalla. Algunos flancos, los cercanos a ella, se mantenfan bien. Los demßs no. La mayorfa de las hechiceras no era capaz de combatir sin conjurar directamente contra el enemigo. Ademßs, buena parte de ellas tampoco debfa haber recibido advertencia alguna. Mir= la mansi=n, donde estaban los dormitorios. Salfa humo de algunas ventanas. Los n=rdicos habfan llegado. Jenna habfa ido en esa direcci=n pero en el lugar no se vefa ning·n indicio de batalla seria. Debfa haber ocurrido algo. Recorri= visualmente todo el camino desde el punto donde se habfan separado hasta los dormitorios. Tal vez su amiga hubiese encontrado alg·n foco de resistencia u otro problema inesperado. Acab= viendo el cuerpo de Jenna, prßcticamente desnudo, en el suelo. Aunque no lo sabfa, tuvo la fortuna de no mirar unos minutos antes, cuando Nox estaba abusando del cadßver. Tenfa ganas de llorar. Sus compa±eras estaban siendo apresadas o asesinadas. Debfa volver. No importaba si era una batalla que debfa ganar ella en solitario. Acababa de perder a Jenna, su mejor amiga desde siempre, y ni siquiera disponfa tiempo de lamentarlo. Apretando los pu±os, con lßgrimas en los ojos, dio la vuelta.


El vendaval de destrucci=n desencadenado por Emilie fue incluso superior al anterior. Descarg= conjuros con tanta potencia que el flanco norte del perfmetro qued= completamente libre de enemigos. La joven volvi= a darse una peque±a pausa. Necesitaba recobrar el aliento. Cuando lo consigui= se encamin= a los dormitorios. Las novicias y su propia hermana estaban allf. Salvarlas debfa seguir siendo la prioridad absoluta. Comenz= a andar cuando una esfera de medio metro de dißmetro, compuesta completamente por fuego, explot= en su costado. Las llamas devoraron casi diez metros en los alrededores. Cuando se consumieron, cuando el humo de los escombros se asent=, pudo verse la destrucci=n. Hierba y arbustos habfan quedado reducidos a cenizas. El suelo se habfa revuelto. Todo excepto la zona inmediatamente alrededor de Emilie. Habfa tenido el tiempo justo para alzar un escudo. No esperaba un mago entre los agresores. En el norte tenfan mßs bien pocos. Busco rßpidamente hasta dar con el nuevo enemigo. El hallazgo le resulto de lo mßs desagradable.


-íSiric!




El hombre, poco mßs alto que Emilie, a·n estaba apuntßndole con la mano derecha. Era completamente calvo, sin pelo siquiera en las cejas. Vestfa una t·nica negra con hombreras doradas. TambiTn llevaba colgando el maldito amuleto que protegfa a los atacantes de la magia. Aparentaba tener alrededor de cincuenta a±os, pero habfa prolongado su vida de forma antinatural. Se sabfa que contaba al menos con doscientos inviernos. No era desde luego un desconocido. Emilie se lo habfa encontrado en su primera misi=n para la orden. En aquella Tpoca a·n era Michelle, su madre, quien la dirigfa. En principio debfa haber sido una misi=n sencilla, de aprendizaje. Michelle debfa evaluar cierto artefacto recientemente descubierto en las ruinas junto a un peque±o pueblo. Una vez allf se encontraron con Siric, uno de los hechiceros mßs buscados del mundo. El artefacto result= ser una especie de varita que abrfa un portal al inframundo. Un portal que, dadas las oscuras artes de Siric, le habrfa permitido organizar una invasi=n a gran escala. Un autTntico megal=mano. La batalla habfa empezado bien para Tl. Su peque±a mirfada de ac=litos habfa conseguido dejar sin sentido a Michelle, aunque no sin antes caer hasta el ·ltimo de ellos. Emilie habfa quedado sola para combatir contra Siric. Una chiquilla. Una novata. Un autTntico prodigio. Habfa conseguido poner a Siric en retirada tras un largo combate. Ahora debfa repelerlo otra vez.




-+Me echabas de menos?


Tras esas palabras volaron decenas de flechas ßcidas en direcci=n a Emilie. La hechicera desvi= todas con un golpe de viento que proyect= a Siric hacia atrßs. El amuleto habfa deshecho el conjuro, pero sus efectos habfan sido lo bastante fuertes para tumbarle.


-+T· has organizado esto? - Emilie apret= los pu±os -+T· le has hecho eso a Jenna?


Siric se levant= de forma ßgil para su edad.


-+No te gusta mi peque±a fiesta? He tardado a±os en prepararla. Primero buscar una tribu de driadas entera. Necesitaba sus corazones para hacer pasar la barrera a mis hombres, y no me bastaban con un par. Claro estß, primero debfa contratar gente capaz de hacer el trabajo, porque gracias a ti ya no consigo ning·n aprendiz. Mi reputaci=n no es lo que era. Cuando conseguf a los hombres necesitaba una mano derecha para evitar problemas. Convencer a Nox fue bastante diffcil.


Emilie habfa ofdo hablar de Nox. Si no habfa sido Siric el encargado de luchar con Jenna, debfa haber sido ese otro malnacido.


-+Y todo por venganza?


-No. Quiero reclamar Sharm para mf. Sois una pieza clave para invadir el resto de este continente. Resultßis molestos, enviando refuerzos a otros reinos, bloqueando pasos, organizando alianzas. Eso sin contar que t· escondiste el cetro que me permitirfa obtener un peque±o ejTrcito de demonios. Asf que voy a vengarme de la humillaci=n, no te quepa la menor duda, pero lo mßs importante es destruir la maldita barrera.




Erin corrfa por el pasillo. Bloquear la entrada con escombros les habfa dado a ella y a sus compa±eras una oportunidad de escapar, pero segufa sin ser un camino de rosas. Los invasores entraban por las ventanas. El grupo habfa empezado siendo una treintena, pero ya habfan perdido a diez. Esos n=rdicos aparecfan de pronto y las atrapaban. El grupo habfa tratado de reaccionar las primeras veces lanzando sus conjuros contra aquellos bßrbaros. De nada servfa. Cada hechizo se disolvfa en el aire sin llegar a funcionar.


Erin conocfa bien los pasillos. Abrfa la marcha. Habfa decidido evitar las paredes que daban al exterior. En lugar de eso recorrfan el interior en direcci=n a la salida trasera. Al doblar una esquina encontraron a otros cinco n=rdicos. Se abalanzaron sobre ellas de inmediato. Las j=venes intentaron escapar desordenadamente. Chocaron entre ellas mientras se cortaban la retirada unas a otras. Cuando quisieron darse cuenta ya habfan cafdo prisioneras cinco mßs. Una sexta intent= golpear al primero de los agresores. Ocurri= lo que suele ocurrir cuando una persona normal ataca a un profesional. Una espada la atraves= a la altura del est=mago. No se molestaron en rematarla, dejaron que se retorciese de dolor en el suelo mientras las demßs corrfan.


Llegaron a la cocina. A·n habfa bandejas de comida en las mesas. Por desgracia tambiTn habfa un par de guerreros allf. Cuando vieron a las chicas desenvainaron las armas. Erin lanz= una llamarada contra ellos. Como siempre el fuego se deshizo en el aire. Uno de los guerreros plac= a la novicia mßs cercana. El siguiente se puso en la puerta de salida. Erin pens= rßpido. Apunt= con las manos a la cuberterfa. Utiliz= uno de sus conjuros para levantar cuchillos y cucharas y arrojarlos contra el enemigo. El hechizo tambiTn se disip=, pero los improvisados proyectiles ya llevaban todo el impulso necesario. El hombret=n acab= con cerca de una veintena de objetos clavados en el torso. Las chicas echaron a correr. Erin dio la vuelta para intentar liberar a la que habfa sido atrapada por el otro guerrero. No tuvo tiempo, otros asaltantes ya las persegufan. Con lßgrimas en los ojos necesit= decidir. Sigui= a sus compa±eras derribando nuevamente el techo tras ella.


Mientras corrfan escuchaban gritos de batalla en el exterior. Todas las novicias estaban aterradas. Incluso Erin, ya una miembro de pleno derecho de la orden, tenfa miedo. Carecfan de experiencia en combate. Tan solo sabfan utilizar sus hechizos, muchos de ellos in·tiles en combate. De haber sido las cosas distintas, a partir de los pr=ximos dfas Erin habrfa comenzado a realizar peque±as misiones acompa±ada de alguna veterana. Asf poco a poco se habrfa ido curtiendo. Ya no tenfa esa ocasi=n. Debfan encontrar la forma de salir de ese infierno.


Finalmente llegaron a la puerta de atrßs. Estaba mßs o menos despejada, pero a unos veinte metros en el exterior habfan varias patrullas n=rdicas. En los alrededores la mayorfa de hechiceras habfa sido apresada. Otras cuantas yacfan muertas atravesadas por flechas o con cortes de espada o hacha. Cada vez eran menos las que segufan combatiendo.


-Sin magia estamos perdidas.


Erin habfa procurado susurrar solo para sf misma, aunque la escucharon todas. Daba igual dejarse capturar en el interior del edificio o fuera en campo abierto. Necesitaban hacer algo rßpido. Antes o despuTs los asaltantes encontrarfan otro camino a travTs del edificio, o quitarfan los escombros, o alguna de esas patrullas se acercarfa tambiTn a la puerta trasera. No podfan salir y combatir, supondrfan un estorbo para sus ya desbordadas compa±eras. Tampoco podfan escapar. En cuanto las viesen se les echarfan encima.


-En cuanto nos vean se nos echaran encimaà


Erin hablaba para sf misma. Podfa hacerse invisible. Sus compa±eras no. Era un conjuro propio de ilusionistas, un estilo bastante distinto al de la orden. Ella solo lo conocfa por la pasi=n con la que siempre se habfa dedicado a la magia. Se sinti= tentada de desaparecer, escapar del horror. Hacerlo significaba abandonar a las demßs a su suerte. Debfa recordar que ahora ella debfa cuidar a las novicias. Era su responsabilidad aunque algunas fuesen incluso unos meses mayores que ella. Su responsabilidad.


-En cuanto me sigan, corred hacia el bosque.


Las chicas iban a intentar protestar, pero Erin no les dio tiempo. Sali= corriendo a mitad del jardfn. Extendi= ambas manos hacia grupos de n=rdicos distintos. De las palmas surgieron esferas de fuego que volaron hasta impactar en el suelo a pocos metros de los hombres. La joven habfa aprendido algo en el interior del edificio. Los conjuros se deshacfan al impactar en aquellos hombres, pero podfa utilizar algunos efectos secundarios como escombros u objetos que saliesen volando. El grupo mßs cercano cay= derribado por la violencia de la explosi=n. El otro grupo tuvo tiempo para protegerse con sus peque±os escudos. Hubo heridos a ambos lados. Desde luego habfa llamado la atenci=n de los invasores.


Erin les vio se±alarla. No paraban de gritar instrucciones. Se asust=. Comenz= a correr bordeando el edificio principal hacia el jardfn donde hace poco habfan estado celebrando su fiesta. Parecfan haber pasado a±os desde entonces. Cuando quiso darse cuenta tenfa varias docenas de perseguidores, todos mßs rßpidos y mßs fuertes que ella. Se daba la vuelta para arrojarles golpes de viento. Convertfa el suelo en arenas movedizas. Invocaba enredaderas para atraparlos. Con gran esfuerzo consegufa mantenerlos a cierta distancia. No era suficiente para despistarlos. A·n asf consigui= darle una oportunidad al grupo de novicias que le habfa seguido. Con suerte llegarfan a los ßrboles para luego conseguir escapar. Ella buscarfa alg·n foco de resistencia para unirse al combate.




Emilie y Siric ya estaban enzarzados en un combate demasiado peligroso para que nadie osase siquiera acercarse. Siric no dejaba de apuntar con las manos hacia la joven lanzando rayo tras rayo. Era el conjuro mßs rßpido que conocfa. Emilie mantenfa la mano izquierda alzada, creando escudos mßgicos que absorbfan los ataques de su enemigo. Asf tenfa tiempo para preparar su contragolpe. Ya habfa probado a lanzar proyectiles de energfa. Eran in·tiles. Siric ni siquiera hacfa por defenderse. El amuleto que llevaba al cuello los volvfa inofensivos juegos de luces. Prob= un enfoque mßs destructivo. Alz= la mano derecha cerrando el pu±o de golpe. Alrededor de Siric las rocas se levantaron en dos grandes bloques dirigidos el uno contra el otro. Ambas rocas iban a golpear aplastando al hechicero. Este reaccion= alzando ambas manos hacia los lados. Las rocas explotaron mandando escombros por todos los alrededores.


Emilie hizo un gesto circular con el dedo fndice. Desde el suelo salieron multitud de enredaderas que se enrollaron primero en las piernas de Siric para seguir ascendiendo como si quisieran envolverle por completo. El hechicero chasqueo los dedos prendiendo en llamas las plantas. Sufri= algunas quemaduras menores al hacerlo, pero Tl tambiTn estaba acostumbrado a combatir. Apunto ambas manos hacia Emilie mientras no dejaba de chasquear.


Emilie alz= un escudo rodeßndose por completo. Fue justo a tiempo porque las llamas llegaron a ella en todas direcciones. La envolvieron. El escudo aguantaba pero no impedfa que la temperatura subiese. No podfa quedarse allf.


Siric presinti= que algo fallaba. Detuvo las llamas. Dentro no habfa nada. Se dio la vuelta. Las hechiceras de la orden de la nieve solfan desmaterializarse para aparecer a la espalda y atacar. Allf tampoco habfa nadie.


Emilie se materializ= encima de Siric. Cre= una lanza de piedra que simplemente dej= caer sobre la cabeza de su enemigo. Siric lo percibi= en el ·ltimo momento. Levant= las dos manos creando un escudo invisible. La lanza result= mßs grande de lo esperado, requiri= de mucha energfa para no aplastarse contra el suelo. Emilie se materializ= entonces delante. Con la mano izquierda hizo un gesto ascendente levantando otra gran roca a unos dos metros. Con la mano derecha dio una especie de pu±etazo al aire. Consigui= crear un golpe de viento de enorme potencia que, a pesar de disiparse, golpe= de lleno a Siric. El hechicero sali= volando disparado contra la roca que la joven habfa creado a su espalda. Fue un impacto doloroso que habrfa resultado mortal de no conseguir Siric crear su propio golpe de viento para frenar el golpe. A·n asf se estamp= de espaldas escupiendo algo de sangre por la violencia del impacto.


Siric empez= a gesticular con ambas manos de forma decidida y furiosa. Emilie vio la tierra revolverse hasta que apareci= un sin fin de cadenas oscuras desde todas direcciones. Cada cadena sali= disparada hacia ella. La joven conjur= varios escudos intentando defenderse. Las cadenas se movfan como serpientes de forma rßpida y ca=tica. Costaba mucho seguir sus trayectorias. Apenas daba abasto para protegerse. Los escudos recibfan tantos impactos que acababan por resquebrajarse. Necesit= volver a desmaterializarse una vez tras otra. Cuando aparecfa Siric aprovechaba para lanzarle un rayo. En ese momento requerfa conjurar nuevos escudos contra los que las cadenas se estrellaban continuamente y necesitaba volver a desaparecer para repetir el ciclo otra vez.


Siric estaba tan impresionado como molesto. La reserva de magia de su oponente parecfa no tener fin. Cada desmaterializaci=n, cada escudo, cada conjuro realizado anteriormente, cada n=rdico abatidoà todo requerfa magia. A·n asf segufa luchando sin descanso.


Emilie habfa estado acumulando mßs magia desde el principio. Poco a poco. Tenfa que aprovechar cada ßpice para seguir conjurando. Sus reservas estaban lejos de agotarse, pero acumularlas para realizar sus hechizos requerfa precisi=n. Si querfa acumular un poco mßs de la cuenta para contraatacar necesitaba calcular a la perfecci=n cada peque±o esfuerzo. Al final se sinti= preparada. Apareci= de nuevo abriendo de golpe ambos brazos en cruz. Todos los alrededores se inundaron de fuego lo suficientemente caliente para fundir todas las cadenas a la vez. Ademßs Siric era incapaz de ver nada a travTs del fuego, no sabfa d=nde se encontraba su enemiga. No lo supo hasta ver una lluvia de piedras y escombros cayendo sobre su cabeza. No podfa creerlo. Una joven con apariencia de princesita le estaba ganando. La chica ni siquiera podfa conjurar directamente contra Tl y a·n asf le estaba derrotando con cierta claridad. En aquella ocasi=n fue Tl quien se desvaneci=.


Emilie par= para retomar el aliento. Miro alrededor. Era imposible saber donde debfa haber ido aquel bastardo. No podfa hacer nada a parte de esperar y permanecer alerta. Antes o despuTs recibirfa un ataque. Entonces tendrfa la ocasi=n de contraatacar. Mientras tanto permanecerfa alerta y seguirfa despachando al resto de asaltantes. Busc= con la mirada el sitio donde mßs podfan necesitarla. Se sobresalt= de inmediato.


-íErin!




Erin habfa seguido corriendo hasta aparecer en la fachada frontal del edificio. Una vez allf se habfa visto rodeada. Tenfa enemigos en todas direcciones. Corriese hacia donde corriese darfa de frente contra ellos. Se asust=. Retrocedi= hasta apoyar la pared contra el edificio. Mir= de un lado a otro nerviosamente. Aterrorizada levant= ambos brazos. Comenz= a lanzar mßs bolas de fuego en todas direcciones. Desencaden= un peque±o infierno en los alrededores. Algunos de los proyectiles explosivos iban directos contra sus agresores, deshaciTndose antes de impactar. Otros muchos se estrellaban en el suelo, en los ßrboles, incluso en las paredes. Los escombros resultantes se convertfan en metralla que herfa a varios enemigos. Guerreros curtidos como ellos no eran capaces de acercarse con ciertas garantfas a una muchachita.


-íDejadme a mf!


Nox se abri= paso entre la multitud. Erin mir= al desconocido. No sabfa quiTn era. Solo sabfa que era el mßs amenazante del grupo. TambiTn se fij= en algo mßs. Era el ·nico que no llevaba ninguna clase de amuleto encima. Se le ocurri= pensar


-+Y si la magia funciona con Tl?


Le lanz= un peque±o proyectil mßgico con forma de pelotita roja. El guerrero lo esquiv= como si realmente fuese peligroso. Eso le dio algo de esperanza. Lanz= otra bola de fuego. Nox corri= hacia Erin. Con la carrerilla le fue sencillo saltar el proyectil por encima. Erin se puso mßs nerviosa al verlo cerca. Quiso conjurar algo mßs. Una bola de fuego. Un proyectil. Una flecha. -cido. Fuego. Tenfa tantos hechizos en mente que no sabfa cual escoger. Al final decidi= crear una gran llamarada delante. Para entonces Nox ya estaba cerca. Apart= los dos brazos de la muchacha con un solo manotazo. Estando tan cerca le dio un rodillazo en el est=mago. Erin jamßs habfa recibido un golpe en su vida. No sabfa que debfa expulsar el aire antes de recibirlo. Como resultado, ademßs de un dolor tremendo que se extendi= por todo el vientre, se qued= sin respiraci=n. Cay= de rodillas al suelo con una mano en el est=mago y la otra ayudßndole a mantener el equilibrio. Tenfa los ojos como platos con las primeras lßgrimas empezando a caer. Abri= la boca tratando de respirar.


Nox le dio una segunda patada en el est=mago. Fue tal la fuerza que durante un momento la chica estuvo a punto de levantarse del suelo lo suficiente para quedar en pie.


Erin se dej= caer del todo. Dio la vuelta para quedar boca arriba. Vio el rostro de Nox. Levant= la mano pidiendo que se detuviese. Aunque era incapaz de hablar movfa la cabeza de un lado a otro en claro signo de negaci=n.


El mercenario sinti= irß. Al escuchar los gritos de sus compa±eros habfa pensado que a·n quedaba una rival digna. Ahora vefa su error. Aquella muchacha tenfa un poder inmenso pero carecfa de formaci=n en combate.


-íMaldita zorra!


Levant= la espada para atravesar el coraz=n de la chica. Entonces todos escucharon el grito de Emilie.




Emilie habfa visto a su hermana rodeada y golpeada. No habfa forma en que Erin saliese de esa por sus medios. íEra tan joven!, jamßs habfa tomado parte en batalla alguna. Sin embargo quien la habfa derribado estaba a punto de rematarla. Emilie perdi= la objetividad en aquel mismo instante. Debfa salvar a su hermana. Alzo ambas manos en direcci=n a ella.


Alrededor de Erin surgi= un peque±o tornado que lanz= a Nox contra la pared. Luego fue creciendo para alejar tambiTn a todos los demßs. Aunque los amuletos deshacfan el conjuro cuando lo tenfan cerca, Emilie lo rehacfa como si no hubiese ocurrido nada. Mientras tanto corrfa hacia ellos.


Siric apareci= delante de Emilie con los dedos apuntßndola. La hechicera no tuvo tiempo de detenerse o de conjurar. Siric lanz= un rayo directo contra ella.


Emilie recibi= el conjuro de lleno. Sin escudos, sin defensas. Sinti= la electricidad recorrer todo el cuerpo. Los brazos se agitaron descontroladamente mientras el resto de su anatomfa tambiTn temblaba. Arque= la espalda a la vez que empezaba a gritar. Ella si habfa participado en otras batallas, pero jamßs la habfan electrocutado. Jamßs habfa registrado dolor en cada uno de sus nervios a la vez. Jamßs habfa perdido el control de todos sus m·sculos a la vez.


Siric control= bien la intensidad. No querfa detener el coraz=n ni causar quemaduras serias, pero si una gran agonfa. Mantuvo el rayo constantemente durante un interminable minuto. Era el mejor mTtodo para reducir a Emilie. Por un lado el dolor la impedfa pensar. Si no podfa pensar no podfa conjurar. Por otro lado la descarga tampoco la dejaba moverse en modo alguno. El hecho de hacerla sufrir era solo un afortunado extra.


La descarga par=. Emilie se tambaleaba en pie. La ropa echaba algo de humo. Sus m·sculos segufan sufriendo espasmos de forma errßtica. Tenfa la boca abierta con saliva escurriTndose por ambos lados. De pronto comenz= a aparecer una mancha de orina en la falda del vestido. El lfquido se desliz= hacia abajo manchando tambiTn las medias hasta acabar en el suelo. La joven sufri= un par de fuertes espasmos mßs antes de caer al suelo. Primero de rodillas, luego se inclin= atrßs hasta quedar encima de sus propios talones. Intent= mover las manos pero le temblaban demasiado.


-Ahhhhh


Gir= la cabeza de un lado a otro mientras no dejaba de agitarse en el suelo. Siric lleg= a su lado y se agazap=. Extendi= la mano para cubrir el rostro de la joven.


-Duerme.


Ella no querfa dormirse, pero tampoco pudo resistir el hechizo.




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