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Review This Story || Author: sman2000

Espada y brujeria 01

Part 3

Emilie, con semblante furioso, alzo ambas manos hacia delante. La mayorfa de usuarios de la magia podfa realizar un solo conjuro a la vez. Emilie se inclufa en el reducidfsimo grupo de quienes eran capaces de superar esa limitaci=n. Ya sabfa que no debfa conjurar directamente contra los enemigos. Es cuanta informaci=n necesitaba. Frente a ella desat= una autTntica marea de destrucci=n. Despreciaba los conjuros de combate. La magia debfa servir a fines mßs elevados. Eso no le habfa impedido aprenderlos ni ser tan buena con ellos como con cualquier otro. En frente volaban rocas, fuego, ßcido. Su arsenal era tan variado que los enemigos no tenfan oportunidad de prepararse para el siguiente golpe. Al mismo tiempo daba a sus subordinadas la ocasi=n de organizarse a su alrededor. Costaba creerlo. Una mujer tan hermosa, un ßngel, desatando semejante infierno.




Jenna corrfa. Cuando encontraba alguna hechicera rezagada la ponfa en marcha. O la enviaba al centro para ayudar con la defensa o la hacfa acompa±arla para llegar hasta los dormitorios. Ya le acompa±aban otras cinco. Sin embargo era ella quien hacfa la mayorfa del trabajo. Giraba a un lado u otro para quitar enemigos de en medio. A·n asf los dormitorios quedaban muy lejos. En un dfa normal apenas habrfan tardado dos minutos. Moverse por un campo de batalla resultaba muy distinto. Allß donde mirase habfa n=rdicos destrozando a las suyas. Se vefa obligada a pararse para corregirlo. Quizßs su alarde de poder era mucho mßs comedido, pero se estaba convirtiendo en una autTntica pesadilla para los enemigos de la zona.




Erin despert= s·bitamente. Se habfa tumbado encima de la cama a·n vestida. Solo se proponfa cerrar los ojos un instante. Cansada como estaba qued= dormida sin darse cuenta. Los gritos la hicieron despertar. Abri= la puerta de su habitaci=n. No imaginaba ir a encontrarse el pasillo en pleno ataque. Habfa hombres muy grandes allf. Al principio del pasillo vio el cuerpo decapitado de una de sus compa±eras. Unos metros mßs hacia delante uno de esos hombres habfa pegado contra la pared a otra compa±era, una muchacha llamada Mead, morena y bajita, pero con buenas curvas. Le habfa levantado el vestido y estaba penetrßndola desde atrßs. La chica gritaba y lloraba. Ese hombre era demasiado fuerte para ella. Ademßs, no era el ·nico que empezaba a disfrutar del botfn antes de acabar el ataque. Vefa a otros entrar en habitaciones anteriores a la suya. Estaban tan confiados de haber ganado que solo unos pocos se dedicaban a combatir de verdad.


Erin, ajena a todo lo ocurrido, alz= la mano. Una peque±a esfera de luz roja se proyect= directa al violador. Se deshizo incluso antes de llegar. Su falta de efecto no evit= que llamase la atenci=n de aquellos salvajes. Se giraron en direcci=n a Erin desenvainando diversas armas, todas de aspecto alarmante. La joven escuch= mßs gritos a su espalda. Otras compa±eras estaban llegando al pasillo, como ella, y se toparon con el cruento espectßculo. Vol= alg·n proyectil mßgico mßs. Todos con el mismo efecto. Erin grit=


-íCorred!


Levant= a·n mßs la mano. Dispar= una serie de proyectiles contra el techo que acab= por derrumbarse en mitad del pasillo. Al otro lado a·n se ofa a esos indeseables. Debfan salir de allf cuanto antes. Todas las chicas empezaron a correr en direcci=n contraria. Esperaban poder encontrar una salida.




Aunque algunas de sus compa±eras habfan cafdo, Emilie consegufa aguantar bien la posici=n por sf misma. De ese modo las demßs podfan cubrir mßs terreno. A·n asf era muy complicado aguantar. Debfan lanzar sus poderosos hechizos alrededor de los enemigos en lugar de contra ellos, perdiendo potencia en el intento. Los n=rdicos una vez llegaban al cuerpo a cuerpo eran imbatibles. Necesitaban mantenerlos lejos. Debfan moverse constantemente mientras segufan apuntando en todas direcciones a la vez. Tanta acci=n significaba un sobreesfuerzo considerable. No estaban preparadas. Llevaban horas de celebraci=n encima, algo de alcohol en el cuerpo, y vestidos nada adecuados para el combate. A·n asf segufan aguantando.


Emilie levant= varias rocas del suelo, dejando agujeros considerables en el jardfn, para arrojarlas sobre sus enemigos. Funcion= bien. Sabfa que podfa repetir continuamente el mismo hechizo, pero lo evitaba. Siempre le habfa parecido una mala prßctica. Asf daba la oportunidad de aprender a defenderse. Se sentfa mucho mßs segura variando el patr=n de ataque cada vez. Lo importante era, sobretodo, que los enemigos se sentfan mucho mßs inseguros. Los peque±os grupos trataban de rodear su posici=n, dßndole asf cierta ventaja. El precio era alto. Significaba que serfan sus compa±eras quienes sufriesen el ataque enemigo. Ademßs, habfa otra cosa que no encajaba. Los n=rdicos hacfan demasiados esfuerzos por evitarla.




Jenna dej= a tres de sus compa±eras adelantarse mientras daba la vuelta. Les segufan casi quince enemigos. Se agach= apoyando ambas manos en el suelo. Bajo los pies de los norte±os la roca se convirti= en arenas movedizas. Los pobres desgraciados se hundieron hasta el pecho antes de comprender nada. Jenna los dej= asf. Incluso con bßrbaros de esa cala±a ella preferfa no matar mientras pudiese evitarlo. Jamßs saldrfan de allf por sus propios medios. Ni siquiera saldrfan remolcados por otros. +QuT necesidad tenfa de ejecutarlos?


Al darse la vuelta para seguir corriendo qued= petrificada. Una de sus compa±eras yacfa en el suelo decapitada. Otra habfa sido partida en dos por la cadera y agonizaba en el suelo. La tercera estaba ensartada por una espada negra, vieja, llena de =xido. A·n estaba en pie cuando su asesino, tras atravesarle el coraz=n, sac= la espada del pecho apoyßndole el pie.


Aquel hombre no era un n=rdico, aunque medfa casi dos metros. Su piel estaba muy bronceada por el sol. Llevaba el pelo negro recogido en una cola. Ocultaba sus rasgos faciales con una mßscara de cuero desde encima de la boca hasta mismo cuero cabelludo. Llevaba el torso desnudo, mostrando asf muchfsimos tatuajes con marcas tribales. Vestfa ·nicamente unos pantalones de cuero negros. Portaba varias armas, casi todas viejas. Jenna habfa ofdo hablar de Tl. Un autTntico demonio. Tan solo lo llamaban Nox. Un mercenario que trabajaba por autTnticas miserias, casi gratis, mientras se le dejase desatarse en el campo de batalla. Tenfa cierta fama de asesino de magos. TambiTn tenfa fama de ser uno de los mejores luchadores del mundo. Se habfa llegado a decir que era fruto de la violaci=n de un demonio. Desde luego, cuando habl= su voz son= como el mal mßs absoluto.


-Eres la ·nica rival digna por aquf.


Con esas palabras se arranc= el amuleto del cuello, el que le permitfa evitar cualquier conjuro.


Jenna no se par= a preguntar nada. No le importaban los motivos por los que aquel hombre pudiese haber renunciado a su protecci=n contra la magia. Tampoco se dej= dominar por la ira. Simplemente debfa aprovechar la situaci=n. Lanz= varios rayos directamente al asesino. Este los esquiv=. No podfa moverse mßs rßpido que la luz, claro. Sencillamente vio donde apuntaban las manos justo a tiempo. Corri= hacia delante intentando deshacer la distancia entre ambos. Ya lanzaba un tajo contra la hechicera cuando esta desapareci=, apareciendo unos metros mßs atrßs. A los pies de Nox surgieron hiedras, rama tras rama, intentando atraparle. Un rßpido tajo le devolvi= a la carrera hacia su objetivo. Jenna volvi= a desaparecer, reapareciendo a la espalda del mercenario. Lanz= una llamarada que el hombre solo pudo esquivar rodando a un lado. Se levant= sonriendo. Ambos quedaron a unos diez metros el uno del otro, mirßndose a los ojos.


-+Sabes cußl ha sido tu error? - Dijo Nox mientras sus ojos negros contemplaban de forma lasciva a Jenna. - Las hiedras. Me habfas sorprendido. Podrfas haberme matado en lugar de intentar apresarme.


Jenna respiraba hondo. No consideraba un error perdonarle la vida a alguien. A·n asf sabfa que solo podrfa vencer si mataba a aquel hombre.


-Puedo remediarlo.


No intentaba hacerse la lista ni amenazar. Detestaba pronunciar palabras semejantes. Tan solo habfa expuesto los hechos. Nox se relami= los labios.


-Mfrate - respondi= mientras apretaba la espada con fuerza. - Compasiva, bonita, con las tetas grandes. - Consigui= que Jenna se sonrojase un poco de puro enfado y pudor. - Y ademßs me das una buena pelea. Quiero que sepas - a±adi= sonriendo. - Que voy a disfrutar matßndote.




Jenna describi= un arco cruzando ambas manos frente al pecho. Surgi= un peque±o tornado que rßpidamente se encamin= rumbo a Nox. El mercenario corri= al lado derecho intentando rodear el nuevo conjuro para poder atacar. Al hacerlo se top= de frente con una nueva llamarada cortßndole el paso. Fren= mientras el tornado se cernfa sobre Tl, obligßndolo a retroceder. Justo la distancia en la que la hechicera tenfa ventaja.


La hechicera tenfa problemas manteniendo el tornado y conjurando algo mßs a la vez. A·n asf se concentr= en barrer la zona con una lluvia de rayos. El propio tornado le impedfa ver al enemigo. Fue un golpe a ciegas. Acab= algo exhausta.


Nox asom= por la izquierda corriendo a toda velocidad. Jenna no lo esperaba. Apenas tuvo tiempo de ver la espada alzarse para descender sobre su cabeza. El mercenario crey= haberla cazado, incluso algunos finos cabellos quedaron suspendidos en el aire.


Jenna volvi= a aparecer a su espalda lanzando flechas formadas por ßcido. Nox se agach= sin conseguir esquivar completamente el ataque. Una flecha le roz= el hombro dejando una fea quemadura. El ßcido penetr= mßs en la carne. Debfa doler horrores, pero Nox simplemente se dio la vuelta sin mostrar signo alguno de sufrimiento. Su ·nica reacci=n fue desenvainar uno de los cuchillos mientras volvfa a encarar a la mujer, sosteniendo la espada en la diestra y el cuchillo en la derecha.


Jenna sacudi= ambas manos creando cinco flechas mßs. En esa segunda ocasi=n las reparti= mejor. No querfa que volviese a esquivarlas apartßndose. Nox rod= a un lado. Del suelo surgi= una estalagmita que apunto estuvo de atravesar la cabeza del mercenario. Este consigui= apoyar ambas manos para impulsarse en direcci=n a la hechicera una vez mßs. El movimiento fue tan frenTtico que casi consigui= alcanzarla con un golpe circular. La joven volvi= a desaparecer para aparecer a la espalda.


-íTe tengo!


Nox grit= mientras arrojaba el cuchillo. No necesit= girarse. La habfa visto desaparecer varias veces. Cuando la hechicera podfa, siempre volvfa a materializarse a espaldas del mercenario. +l esperaba justo eso.


Jenna apenas estaba materializßndose. Vio el cuchillo e intent= echarse a un lado. No habfa tiempo para conjurar. Solo podfa intentar apartarse. Sus reflejos eran peores que los del guerrero. El cuchillo no le acert= en plena garganta, donde iba dirigido. Sin embargo se clav= en el lado izquierdo del cuello. La hechicera sinti= el dolor mßs agudo de su vida. La sangre empezaba a asomar alrededor del arma, fluyendo de forma abundante. Su reacci=n natural fue llevar ambas manos a la herida. Aunque el dolor era atroz, luch= contra el impulso de sacar el cuchillo. Sabfa que sangrarfa a·n mßs rßpido. Las piernas le temblaban por la pTrdida de sangre y la impresi=n.


Nox lleg= sin darle tiempo a reaccionar. Golpe= las corvas de su vfctima con la tibia, postrßndola de espaldas en el suelo tras un aterrizaje poco grßcil. DespuTs se puso sobre ella apoyando la rodilla contra el est=mago, impidiTndola levantarse mientras dificultaba a·n mßs la respiraci=n.




Jenna empez= a dar patadas al aire mientras aumentaba su desesperaci=n. Intent= usar la mano izquierda para apartar al mercenario mientras segufa agarrando la herida con la derecha. Carecfa de la fuerza necesaria para mover a alguien tan pesado. A·n asf le dio varias palmadas en el pecho.


Nox llev= ambas manos al cuello del vestido. Tir= con fuerza en direcciones opuestas. La tela ofreci= poca resistencia. Cuando acab= habfa rasgado la prenda por completo hasta la cadera, dejßndola abierta como si fuese una chaqueta.


Jenna not= el frfo en los pechos. Intent= agarrar el vestido con la mano izquierda, pero el mercenario simplemente tir= mßs hasta desgarrar toda la parte frontal. Los grandes senos de la hechicera quedaron al aire. Estaban algo aplastados contra el torso, pero segufan mostrßndose hermosos y apetecibles. Los coronaban dos pezones color oscuro de tama±o medio.


Nox agarr= uno de los pechos con fuerza, estrujßndolo. Como respuesta Jenna volvi= a intentar soltarse, aunque ya tenfa muy pocas fuerzas. El mercenario acerc= la cabeza a la de Jenna. La pobre tenfa parte del pelo te±ido de rojo por su propia sangre. Estaba tumbada sobre un peque±o charco con el rostro lleno de lßgrimas. El mercenario le susurr= al ofdo.


-No puedes morir sin saber esto. Voy a follarte.




Jenna se estremeci= al ver a Nox agarrando la empu±adura del cuchillo. La mujer llev= ambas manos al arma intentando mantenerla en la herida. Tir= con todas sus fuerzas, que ya eran muy pocas. Nox solo tiraba con la derecha mientras usaba la izquierda para sujetar el cuello de la vfctima en su sitio. Jenna hizo tanto como pudo, pero la fortaleza ffsica nunca fue una de sus virtudes. Tan solo pudo ralentizar un poco el proceso.


-No. No. No. No. No.


Repetfa continuamente mientras todo su cuerpo se agitaba. No solo intentaba quitarse al asesino de encima, tambiTn eran espasmos causados por el dolor. El miedo ya se habfa apoderado de ella privßndola asf de su mejor arma, la raz=n. Era incapaz de pensar en conjuros o estrategias. En el fondo sabfa c=mo iba a acabar, sin embargo sigui= intentando oponerse a la descomunal potencia ffsica del mercenario.


El cuchillo acab= saliendo por completo. Fue como descorchar una botella. La sangre sali= a borbotones. La asustada mujer intent= taparla con las manos. Arque= un poco la espalda cuando Nox le quit= la rodilla de encima. El mercenario agarr= la parte baja del vestido, arrancßndola de unos cuantos tirones para luego hacer lo mismo con la ropa interior. Asf Jenna qued= casi completamente desnuda. Solo le quedaban las mangas del vestido, los zapatos, y algunos girones de ropa. Por lo demßs el cuerpo se mostraba en todo su esplendor. Ella no era la mßs esbelta de las mujeres, pero tenfa una figura agradable con magnfficas curvas. Lucfa una mata de pelo negro, rizado, en el monte de Venus. La piel estaba muy pßlida, casi blanca, por la pTrdida de sangre.


El mercenario aprovecho para pasar las manos por los pechos, las caderas, y los muslos. Se estaba excitando al ver el cuerpo agitarse tfmidamente por el dolor acompa±ado del miedo. Tenfa tiempo para deleitarse. Aunque Jenna habfa reunido un peque±o grupo de hechiceras en la carrera hacia los dormitorios, los n=rdicos habfan estado combatiendo contra ellas mientras Nox se enfrentaba a la lfder. La mayorfa ya estaban inconscientes o atadas. Las demßs muertas. Por eso se quit= los pantalones rßpidamente, mostrando una erecci=n de tama±o considerable. DespuTs se plant= entre las piernas de la hechicera, separßndolas de varios manotazos. Iba a penetrarla cuando not= algo. Vio un peque±o resplandor dorado en la mano derecha de su vfctima.


-Un conjuro de curaci=n - se dijo


Jenna apoy= la palma de la mano en la herida. Le habfa costado horrores concentrarse en el peque±o conjuro. Estaba a punto de cerrar la herida cuando su rival la agarr= por la mu±eca. Ella intent= soltarse, solo que sus fuerzas eran escasas, ni siquiera dio la impresi=n de estar resistiendo. Tenfa los ojos abiertos, mirando al cielo. Escuch= al hombre decir "muTrete de una vez". Levant= la mano izquierda como si intentase agarrar algo que no consegufa alcanzar.


-Porà faàvor


El cuerpo sufri= un par de espasmos mßs y luego dej= de moverse. La mano izquierda se desplom= lentamente hacia el exterior. Los ojos sin vida quedaron mirando a alg·n punto en concreto del firmamento. La boca entreabierta. El cadßver tenfa manchada la mejilla izquierda, el hombro, y el pelo por el mismo lado, de sangre. De hecho habfa un charco bastante grande del lfquido rojo justo al lado. Las hermanas que lo vieron estaban horrorizadas. Jenna, una de las dos grandes hechiceras de la orden. La maestra jovial aunque algo tfmida. La que siempre encontraba un hueco en su coraz=n para mostrar compasi=n por el enemigo. La idealista que siempre habl= de la magia como un medio para ayudar a los demßs, no un poder para doblegarlos. Jenna, habfa muerto a manos de un bruto. Lo mßs inhumano estaba a punto de llegar.




Nox tenfa otros planes al principio, pero contemplar el cuerpo desnudo de Jenna le habfa dado una idea distinta al mercenario. Se coloc= sobre el torso de la joven, apoyando una rodilla a cada lado del cuerpo. De ese modo su pene qued= justo entre los generosos pechos de Jenna. Utiliz= las manos para apretarlos contra su miembro, creando un canal por el que restregarlo. Comenz= a mover las caderas follßndose las tetas de su vfctima. El cuerpo de Jenna apenas se movfa, aunque la cabeza se agitaba un poco hasta acabar con la mejilla derecha sobre el suelo, dejando a·n mßs a la vista la mortal herida del cuello. El mercenario no se lo tom= con calma. Comenz= rßpido y fue acelerando cada vez mßs. Se encontraba tan excitado que pronto estuvo al borde de la eyaculaci=n. Realizando un esfuerzo titßnico consigui= detenerse justo antes. Solt= ambos pechos para despuTs moverse hacia delante. Agarr= la melena de Jenna, levantßndole la cabeza en el proceso. Como la boca se encontraba abierta le cost= poco penetrarla oralmente. Desde luego no iba a encontrar ninguna colaboraci=n de su vfctima, ya estaba muerta. A·n asf utiliz= sus labios e incluso su lengua para seguir dßndose placer. Por unos segundos se concentr= en el rostro de la mujer. Observ= los labios dejando paso al miembro invasor. Observ= la melena agitarse por completo mientras Tl movfa la cabeza de Jenna adelante y atrßs. Fij= la vista en los grandes ojos de la hechicera, ahora con mirada perdida, sin vida. En apenas un segundo lleg= al orgasmo. El semen llen= la boca de Jenna que, evidentemente, no iba a tragar nada. Al final la boca rebos= dejando caer parte del semen por ambos lados. Cuando eyacul= hasta la ·ltima gota sac= el pene y solt= la melena, dejando al cuerpo reposar en el suelo otra vez. La parte superior del torso golpe= el suelo haciendo girar la cabeza de nuevo a la derecha. A·n mßs semen comenz= a escurrirse desde la comisura de los labios, deslizßndose por la mejilla, y llegando al suelo.




El mercenario se sent= en el suelo para descansar. Dedic= unos instantes a mirar los alrededores. Los n=rdicos tenfan la zona completamente bajo control. El ·nico foco de resistencia real se encontraba cerca del centro del complejo, en mitad del jardfn, pero quien le pagaba le habfa ordenado no acercarse allf. Por lo demßs las hermanas de la orden estaban prßcticamente reducidas. Algunas incluso estaban siendo violadas por sus captores. Otras simplemente atadas y amordazadas. Los guerreros prßcticamente celebraban la victoria. Incluso estaban ayudando a salir de las arenas movedizas al grupo que Jenna habfa atrapado. Sus compa±eros se refan de ellos. Habfan cafdo en batalla sin tener siquiera la decencia de morir luchando. Apresados todos por un mismo enemigo.


Para Nox ya no habfa incentivos. Luchar contra enemigos derrotados o inferiores le parecfa insultante. Jenna habfa sido una gran oponente. Sabfa que podfa haberle matado de ser mßs despiadada. Del resto solo la lfder, Emilie, podfa suponer un desaffo inmenso. Si tan solo le permitiesen ir a por ellaà


No era asf. Por tanto volvi= a centrar su atenci=n en el cadßver de Jenna.




Se acerc= al cuerpo. Apart= las piernas, una a cada lado, y se arrodill= entre ambas. Escuch= los gritos, la mayorfa ahogados por mordazas, de las hechiceras a·n conscientes. No querfan volver a ver como profanaba el cuerpo de su compa±era. Como respuesta solo esboz= una sonrisa de maniaco. Quienes vencfan tenfan derecho a todo. Quienes perdfan merecfan ser castigados, en vida o tras la muerte.


En lugar de tumbarse sobre Jenna para penetrarla, la agarr= por las caderas. Era suficientemente fuerte para levantarla sin mucho esfuerzo. Le cost= un poco mßs llevar el pene hasta la entrada de la vagina. Resultaba complicado al necesitar ambas manos para mantener la cadera en alto. Ademßs, penetrarla fue diffcil. Los labios estaban bien apretados. Nox no podfa saber que Jenna apenas habfa mantenido relaciones una o dos veces en su vida. Cuando lo consigui= fue una autTntica delicia. Casi como desvirgar a una jovencita. Comenz= a bombear de inmediato, empujando con las caderas mientras tiraba hacia sf mismo con los brazos.


Las piernas de Jenna colgaban desde la altura de la cadera de Nox, con ambos zapatos apoyados en el suelo. Se flexionaban adelante y atrßs respondiendo al vigor de las penetraciones. Del torso solo los hombros reposaban en el suelo. Tenfa los brazos mßs o menos abiertos en cruz. Los generosos pechos cafan hacia la barbilla, pero botaban fuertemente con cada sacudida. Cada hombre de los alrededores se preguntaba como una mujer de senos tan espectaculares podfa vestir de forma tan conservadora. Un vestido con escote le habrfa sentado de maravilla. Claro que ahora la estaban viendo desnuda, poco les importaba. El rostro, evidentemente, no se habfa alterado, aunque se movfa un poco, como si asintiese con cada embestida, ayudando asf a extender el semen un poco mßs por la mejilla.


Nox se cans= de la postura. Sostener el cuerpo de Jenna no era problema para un hombre fuerte como Tl, pero habfa posiciones mßs c=modas. Sin mßs, solt= las caderas dejando el cadßver caer al suelo de espaldas. Levant= ambas piernas hasta apoyarlas en sus hombros. De este modo tuvo fßcil acceso para volver a penetrarla con fuerza. Al hacerlo se inclin= hacia delante. Las rodillas de Jenna llegaron a tocar sus preciosos pechos. De haber estado viva, la presi=n en las articulaciones unida a la fuerza de las embestidas habrfan resultado muy dolorosas.


Aunque el mercenario se habfa corrido hace poco, no hizo ning·n esfuerzo por aguantar. Tom= a la hechicera con fuerza, cual animal en celo, forzando a agitarse todo el cuerpo. Acab= con una serie de gru±idos que precedieron a la segunda eyaculaci=n. DespuTs, tras unos segundos de pausa, se reincorpor=, dejando las piernas desplomarse hasta el suelo, y se subi= los pantalones. Era hora de buscar otra presa, aunque allf no iba a encontrar nada interesante si no podfa acercarse a Emilie.




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