Previous Chapter Back to Content & Review of this story Next Chapter Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home

Review This Story || Author: sman2000

Lauryn tras la pista

Part 5

Rebbeca aparcó el coche delante de casa. Ya estaba bien entrada la madrugada. El día de trabajo había sido tan desagradable como siempre y, después, sus indagaciones a petición de Lauryn. Tenía ganas de subir a su piso, quitarse unos pantalones vaqueros ajustados pero cómodos. Arrojar las botas marrones, casi sin tacón, al suelo para dar un pequeño descanso a los pies. Colgar la chaqueta de cuero color piel de la silla, y deshacerse del jersey verde oscuro. No tenía demasiado claro si prepararse un largo baño de espuma, ya que apenas iba a dormir, o intentar conciliar el sueño durante unas pocas horas.


Sabía que olvidaba algo. Había enviado sus pruebas a Christopher Valley, de asuntos internos. Había leído los mensajes de Lauryn. La muy lista se había quedado encerrada en un armario mientras investigaba a Lacroix. No era su peor situación. Además, la propia periodista había dicho que saldría por sus medios, así no metía en líos a nadie. En realidad debía haber escrito solo para matar el tiempo. Definitivamente el repaso mental no fue nada fructífero. Solo cuando salió de vehículo, un challenger, hizo memoria. Vio aparcada la vieja chatarra de Emma. La chiquilla estaba tan emocionada de participar en un caso que ni siquiera habría dormido. No estaba dentro del coche. Habría subido a esperarla en el piso. Con pocas ganas se encaminó hacia las escaleras. Al parecer la noche aún iba a ser más larga.




Emma no estaba en el portal del edificio ni en la propia puerta del piso de Rebecca.


-¿Quién sabe? - pensó - llevará horas aquí y habrá ido a dar una vuelta.


A diferencia de muchos insensatos, ella no guardaba la llave bajo el felpudo, así que la joven no podía haber entrado. Rebecca, sin embargo, si podía hacerlo, y no espero más. Tampoco notó que la puerta estaba forzada, pues no lo estaba. Quien la esperaba dentro era un profesional y sabía cómo podía y cómo no podía engañar a un policía, hombre o mujer. Ninguno entraría con la guardia baja en un piso con la puerta forzada. En lugar de eso habían dejado fuera de combate al casero y le habían robado las llaves a él. Mucho más sencillo.


Rebecca entró sin percibir el peligro. Dejó las llaves, junto al móvil, en la mesilla de la entrada. Encendió la luz del salón. Entonces vio un juego de cámaras apuntando justo hacia la entrada. No eran suyas. Jamás las había visto antes. Notó un hilo, tal vez de pesca, enrollarse en su cuello. Apretaba hasta cortarle la respiración. La detective no tuvo reflejos para agarrar el cable a tiempo. Un segundo hombre se colocó frente a ella, sonriendo.


-Muy bien, rubita. A esto se juega así. Nosotros te hacemos preguntas y, si nos gusta lo que…


No terminó la frase. Rebecca lanzó una patada directa al estómago de aquel mal nacido. Quien la sujetaba desde atrás apretó más el garrote, pero se encontró con el codo hundiéndose en las costillas. Una debió romperse. El dolor fue suficiente para hacerle aflojar un poco y permitir a la detective agacharse, sosteniendo con ambas manos uno de los antebrazos. Consiguió proyectarlo por encima de su cabeza. A continuación intentó desenfundar la pistola. El agresor que intentaba interrogarla se reponía. Agarró la pistola intentando quitársela de las manos. Rebecca barrió la pierna con la suya propia, tirándolo de nuevo de espaldas al suelo. El segundo se levantaba buscando desenfundar su pistola. La detective tuvo el tiempo justo para arrebatarle su arma al primero e intentar disparar. Un impacto en el hombro. Había faltado tiempo para más. El interrogador consiguió dar una patada desde el suelo, también en el estómago, que hizo a Rebecca trastabillar hasta chocar con la mesilla y volcarla. Los dos individuos se incorporaron como pudieron a tiempo para salir corriendo por la puerta.


Rebecca no dudó. Se levantó enfadada. Salió corriendo tras ellos tan aprisa que no recordó coger las llaves o el móvil. Solo sabía que no debía dejarles escapar.




La detective llegó a bajo a la carrera. Le faltaba el aire. A sus atacantes también debía faltarles. Uno de ellos estaba abriendo la puerta del coche de Emma mientras el otro se subía a un todo terreno negro conducido por un tercero. Disparó contra el que intentaba robar el vehículo de su amiga. El primer disparo rompió la ventanilla. El hombre desistió, saltando por encima del capó, y alcanzando el todoterreno de sus compañeros. Rebecca siguió disparando sin conseguir otro blanco certero. No era tan fácil como en las películas.


Debía perseguirlos. Buscó las llaves en el bolsillo de su chaqueta. No estaban allí. Si subía los perdería de vista. Vio que el indeseable había dejado puestas las llaves del coche de Emma. Para ella, eso solo podía significar que la estaban reteniendo. El vehículo era una auténtica cafetera con ruedas. Distaba mucho de ser el ideal para un persecución. Claro que esos tipos huían en un todo terreno resultaba igual de inútil para huír, al menos en una carretera bien asfaltada. Sin importar la potencia, necesitarían frenar mucho antes de cada curva o volcarían. Subió al coche sin saber que el cadáver de su joven amiga se encontraba en el maletero. Notó el asiento mojado, aunque tenía demasiadas cosas en mente para darle importancia. No iba a dejarles ir. Nada de eso.




Brenda aún estaba levantada. El dolor de la pérdida le dificultaba conciliar el sueño. Haber encontrado anomalías en la agenda de su padre tampoco ayudaba demasiado. Estaba nerviosa. Inquieta. Pensar que su hermana pequeña podía haber sido asesinada solo para dañar las aspiraciones políticas de alguien… carecía de sentido.


Ni siquiera se había cambiado aún. Llevaba la misma camisa negra conjuntada con una falda que llegaba hasta debajo de las rodillas. En las piernas, además de los zapatos negros de rigor, con unos centímetros de tacón, llevaba medias de color oscuro. En realidad vestía de luto, pero una mujer tan hermosa como ella habría estado sexi con cualquier ropa, y esa, sin ser ajustada, marcaba bien sus generosos pechos, algo más pequeños que los de Kate, y un espléndido trasero.


Alguien llamó a la puerta del ático. Era extraño, ¿Quién iba a llamar a esas horas? Se acercó para mirar por la mirilla. Reconoció al hombre. Era el jefe de seguridad de su padre. No recordaba si se llamaba James, Johnes, o algo así. Su padre debía haberlo enviado. Si es cierto que lo chantajeaban, no querría correr riesgos.


Brenda quitó la cadena de la puerta. Abrió dispuesta a decirle que no necesitaba escolta. Cuando sus labios se separaron para hablar, el hombre le puso un pañuelo en el rostro cubriendo nariz y boca a la vez. La empujó hacia atrás hasta retenerla contra una pared. En todo ese tiempo Brenda forcejeó. Intentó quitar el pañuelo de la cara. Intentó empujar o golpear a su agresor. Todo eran esfuerzos erráticos. No estaba preparada para defenderse. Además, el cloroformo empezaba a hacer efecto. Intentó mantener los ojos abiertos, sostenerse en pie. Fue resbalando por la pared hasta caer sentada al suelo. Transcurrieron pocos segundos hasta dejarla inconsciente.




Lauryn observó a Lacroix, por fin levantarse de la cómoda silla frente al ordenador. Fue directo al servicio. Comenzó a escucharse el agua de la ducha. Esta era su ocasión para escapar. Salió despacio del armario. Se quitó los zapatos para no hacer ruido. Solo necesitaba recorrer unos pasos hacia la puerta. Se detuvo a mirar el ordenador. Aquello no podía ser solo porno, nadie lo ocultaría así. Tenía que ser más comprometedor. Ya llevaba uno de los DVDs en el bolsillo, pero allí tenía uno puesto. Se acercó hasta el monitor. Pulso el botón de "play" en el programa de reproducción. El video no tenía créditos. Tampoco era porno amateur, la imagen era de alta calidad, nítida, cómo la de varias cámaras profesionales. La película empezaba con tres chicas jóvenes arrodilladas en un césped. Las reconoció. Eran Kate y sus dos amigas, Jamie y Alex. Jamás hubiera imaginado lo que estaba a punto de ver.




UNOS DÍAS ATRÁS




Kate y Alex no sabían que Jaimie ya había muerto. Tenían sus propios problemas. Kate yacía sobre uno de los hombres, cabalgándolo contra su voluntad, mientras otro la penetraba salvajemente por el ano. Un tercero le hacía chupársela. Sus grandes senos se estrujaban contra el pecho del primer agresor. Desbordaban por ambos lados. Ya era bastante doloroso ser violada, y bastante humillante que la obligasen a hacer el trabajo. Cualquiera de las dos cosas habría bastado para hacerla llorar. Y lloraba, claro que lloraba, pero además sentía como estaban destrozando su culo. Gritaba cada vez que el pene en la boca le dejaba espacio. No se atrevía a morder. Sentía demasiado miedo. Solo quería que todo acabase pronto.




Al lado, Alex ya no protestaba. Estaba tumbada en el suelo, de costado, apoyando una pierna en el césped mientras la otra se encontraba casi sobre el hombro de su violador, que seguía follándosela a pesar de haber eyaculado algunas veces. Se agitaba de adelante a atrás, con las manos atadas a la espalda. Tenía una mueca de dolor constante, pero la mirada perdida. De vez en cuando se escuchaba algún rezo por su parte, pero eso era todo. Se dejaba hacer. No reparó en la llegada de otro hombre, quien había ido hacia el jacuzzi arrastrando a Jamie con él.


-Esta puta se va a dormir- Dijo el recién llegado.


-Pues tengo una idea para despertarla- Respondió el otro tras correrse una vez más - Ayúdame a ponerla a cuatro patas.


Alex lo escuchó. Forcejeó un poco sin demasiado entusiasmo. Creía que ya no podían dañarla más. Se sentía sucia, dolorida. Por supuesto no podía ponerse a cuatro patas, no con las manos atadas a la espalda. Apoyó las rodillas en el suelo. El rostro, aún de medio lado, soportó el resto del peso. Sus pechos, también grandes y firmes, tocaban el césped hasta reposar parte del peso en él.




Kate sintió un vacío en el trasero. Pensaba que dejaría de dolerle cuando le sacaran el miembro del ano, pero fue tan rápido que incluso su violador debió sufrir un poco. Había sido el último en correrse. Tenía la vagina y el ano llenas del semen de esos indeseables. El que forzó su linda boquita le había obligado a tragar sin dejar caer ni gota. Sentía arcadas. Esperaba un descanso que nunca llegó. Intentaba gatear lejos cuando uno de ellos apoyó el pie en el costado y empujó con fuerza, haciéndola caer al suelo. Entre todos la giraron para quedar boca arriba. Durante un momento la contemplaron. Un ángel rubio de pechos casi perfectos, de mirada inocente, de rostro amable. Tardó unos segundos en reparar en su propia desnudez. Era un poco absurdo a esas alturas, pero agarró una teta con cada mano, intentando cubrirlas, y cruzó las piernas para no dejar a la vista la vagina. Un pequeño charco de semen bajo ella la delataba.


Incluso en su estado, llorosa, sin fuerzas, pedía que las dejasen ir. Pedía que dejasen en paz a Alex. Preguntaba donde habían llevado a Jaimie. Solo conseguía hacer sonreír de forma maliciosa. Por toda respuesta, los violadores acercaron una de las cámaras para capturarla bien. Después se posicionaron alrededor. Comenzaron a masturbarse apuntando sus pollas hacia ella.




Alex gritó súbitamente. Intentó alejarse empujando con ambas piernas, pero uno de aquellos dos hombretones la sujetaba. El otro forzaba la mano entera en la vagina. La chica jamás había imaginado que tanto dolor fuese posible. Gritaba con fuerza hasta hacerse daño en la garganta.


La mano, una vez dentro, fue tomando la forma de puño. El violador comenzó a moverla adelante y atrás, con poco recorrido, pero haciendo tanta fuerza en la embestida que parecía estar intentando golpearla.


Alex ni siquiera parpadeaba. Estaba allí, con la boca abierta, derramando saliva y lágrimas, No se veía capaz de aguantar ese suplicio un segundo más, pero seguía y seguía.




Kate se incorporó al escuchar los gritos de su amiga.


-¡Alex!


Uno de los hombres apoyó el pie en el hombro obligándola a tumbarse de nuevo. Ya estaban comenzando a correrse. Le salpicaban en todo el torso y en el rostro. Intento cubrirse la cara por reflejo, dejando libres así los senos. También comenzaron a recibir lo suyo.




Alex levantó la vista. ¿Por qué no podía al menos desmayarse? Miró entonces hacia el jacuzzi. Vio las piernas de Jaimie colgando del bordillo, pero tenía el torso sumergido. No se movía.


-¡Jaimie!- Giró el rostro hacia donde ultrajaban a Kate. -¡Kate!


Sintió algo frío y afilado en el cuello. Un gran dolor de un lado a otro. Miró hacia el suelo. Un líquido rojizo empezaba a encharcar el césped. Notó un sabor extraño en la boca. Al escupir cayó más de ese líquido rojo. Escuchó a Kate gritando su nombre. El dolor del cuello creció hasta hacer olvidar el fisting al que aún la sometían. Ya no había nada más en el mundo. Volvió a desplomarse en el suelo, boqueando como un pez. Tras unos espasmos sus ojos se apagaron. Seguían abiertos, pero ya no mirarían nada más.




-¡Alex!, ¡Cabrones!, ¡Alex!


Kate gritaba sin dar crédito a sus ojos. Su amiga se estaba desangrando como un cerdo en el matadero. ¿Por qué? Entonces se dio cuenta de la prolongada ausencia de Jaimie. No la encontró por ningún lado. Supo que era la última. Iban a matarla allí. Dejarían su cuerpo, mancillado y lleno de semen, allí tirado. Como basura en la acera. Intentó revolverse. La agarraron por los brazos, abriéndolos en cruz. Ella temblaba de miedo. Daba patadas al aire


-No. ¡Por favor!, ¡no me matéis!, ¡No, no, no, no!


Uno de los hombres se arrodilló frente a ella y clavó un cuchillo en el estómago. Lo retorció antes de sacarlo. No arrebató las fuerzas de Kate, pero los tres siguientes la dejaron tan dolorida que ya no podía moverse. Por fin le soltaron los brazos. Intentó agarrarse las heridas, mantener la sangre y las tripas dentro. Mientras tanto los cinco la rodearon. Algunos siguieron masturbándose, los más saciados incluso comenzaron a orinar en el rostro y las tetas. Kate negaba con la cabeza. Pocos segundos después dejó de hacerlo, dejó de temblar. Fue el momento en que acabó el vídeo.




UNOS DÍAS DESPUÉS




Lauryn estaba conmocionada. Solo debía haber echado un vistazo e irse, pero se encontró tan sorprendida que no pudo moverse. No podía creer lo que acababa de ver. Iba a llamar a la policía en ese mismo instante. Escuchó pasos salir del baño. Lacroix estaba desnudo. La miró sorprendido.


-¿Quien?


Lauryn no esperó más. Salió corriendo hacia la puerta. Lacroix corrió hacia el teléfono.


-Una intrusa. No puede salir de aquí.




Review This Story || Author: sman2000
Previous Chapter Back to Content & Review of this story Next Chapter Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home