Historia de Angélica
Nuestra protagonista se llama Angélica. Es rubia, de ojos azules y bellas formas. Su estatura es 1,65 m. y su piel es sensualmente pálida.
Acababa de salir del convento de "Las hermanas de la Humildad", contando a la sazón 17 años. En el convento había sido educada bajo la mas férrea disciplina.
Había ingresado en el convento a la edad de 8 años, cuando sus padres habían perecido y sus parientes mas próximos se habían desentendido de ella.
La vida en el convento fue muy dura al principio, pero poco a poco, fue educada en la humildad y el amor al prójimo.
Hasta el momento presente, no había conocido varón. Además su aislamiento del mundo exterior la presentaba, ahora, enormes problemas a la hora de tomar una decisión.
El mundo exterior era distinto de lo que la habían enseñado, pero se sentía dispuesta a intentarlo todo.
Una de las hermanas tutoras la dejó en una apartada villa, lejos del convento. La indicó el primer camino a seguir y se despidió de ella algo apesadumbrada y llorosa.
Angélica, pensó que lo primero era encontrar una pensión. Tenía poco dinero y sus ropas eran pobres, aunque bien cuidadas.
Ya buscaría trabajo a la mañana siguiente. Esa noche debía pasarla ausente del mundo, una vez más.
Encontró cobijo en una posada, en la que sus ahorros la permitirían permanecer unas dos semanas, teniendo cubierta la manutención. Parecía un plazo de tiempo más que razonable para encontrar una colocación.
Durante el recorrido por la pequeña ciudad había conseguido descubrir varias colocaciones.
A la mañana siguiente, se levantó temprano y tras almorzar y asearse, salió al exterior a enfrentarse con el mundo.
Llegó ante una mansión en la que solicitaban jovencitas para el servicio. La oferta era mas que generosa por lo que había podido averiguar.
Pulsó el timbre de la puerta de servicio y a los pocos segundos un ama de llaves abrió la puerta y la hizo pasar. La ofreció vituallas y un asiento en donde esperar hasta que apareciera el señor. Se trataba de un Barón con altos cargos en el país.
Cuando el Barón apareció, Angélica se puso en pie y saludó con una inclinación de cabeza. El Barón sonrió y la indicó que se sentara, haciendo él otro tanto.
Indagó que era lo que la traía hasta su casa y Angélica tras relatarle su crítica situación, le espetó la necesidad de encontrar una colocación y toda ayuda y orientación posible.
El Barón le respondió, que en efecto estaba necesitado de servicio, pero no era para esta casa, sino para otra mansión que tenía en otras tierras.
Angélica le expuso que realmente no pertenecía a esta ciudad, por lo que le daba igual en donde tuviera que servir, siempre y cuando fuera bien acogida y debidamente pagada por sus tareas.
El Barón asintió complacido y la citó para la mañana siguiente en las afueras de la ciudad. Debería llevar todas sus pertenencias consigo, ya que quedaría alojada en aquella morada durante todo el tiempo de prestación de sus servicios.
A la mañana siguiente, se dirigió al punto de cita convenido y allí encontró al Barón que ya aguardaba, junto a un carruaje.
El Barón, cortésmente, la ayudó a subir, mientras un lacayo colocaba su equipaje. Cuando estuvo arriba el Barón, tras cerrar la puerta, se sentó frente a ella y la dijo :
- Señorita, antes de comenzar sus servicios, he de explicarla sus condiciones. Igualmente he de informarle de sus derechos y obligaciones durante su estancia. Se dará cuenta de que ha sido una decisión, si me lo permite, un tanto apresurada y despreocupada. ¡No hay mayor problema!. Paso a explicarle todos los pormenores de su misión.
Inicialmente deberá pasar un periodo de prueba, ya que no tenemos constancia de su capacidad para este tipo de actividades. Del mismo modo, sí una vez superado tal periodo estamos conformes con Ud. se lo haremos saber y firmaremos un contrato atemporal. En el supuesto de que debiéramos prescindir de sus servicios, será acompañada a la localidad mas próxima y será instalada en una pensión, con un mes pagado de renta y 10 sueldos extras de salario.
Durante el periodo de prueba recibirá un sueldo mensual.
¿ Está conforme con estas apreciaciones ?
- ¡Lo estoy! y además le quedo muy agradecida por su cortesía.
- Entonces, firme estos papeles. He de desearla todo tipo de venturas.
Angélica firmó aquellos papeles, que representaban para ella un comienzo gratificante de su vida en la sociedad. Lejos estaba aún, de comprender los reveses y mal entendidos que le iba a deparar su destino.
Durante el recorrido, hicieron una parada para reponer fuerzas.
Ya al atardecer, el Barón me indicó que continuaríamos el viaje y que llegaríamos bien entrada la noche. Asentí y tras asearme lo mejor posible, subí al carruaje en donde ya me aguardaba mi bienhechor.
Le ofrecí mil excusas por mi tardanza, a las que él restó importancia. Y continuamos la marcha.
Cuando la noche estaba bien entrada, el carruaje se metió por un bosquecillo, obligado en su recorrido para alcanzar la mansión.
El Barón la explicó que en los últimos tiempos se habían sucedido asaltos en aquella zona y que aunque no creía que tuviéramos contratiempos, la dijo que si algo pasaba le siguiera la corriente en todo y procurara guardar la calma.
Angélica, se sintió algo angustiada, pero a medida que iban atravesando el bosque se fue sosegando.
El bosque estaba a punto de ser traspasado, cuando unas voces hicieron detener bruscamente el carruaje.
Un asaltante, cubierta la cara con un pañuelo, abrió la portezuela y les conminó a apearse, apuntando su arma contra ellos.
La primera en descender fue Angélica, ayudada por el Barón. Pero antes de que tuviera los dos pies en tierra, el bandido la asió del cabello y la lanzó contra el suelo por el que rodó, mientras unos gritos escapaban de su garganta.
No pudo saber que es lo que sucedía, ya que uno de aquellos malvados colocó una de sus botas sobre su espalda, aprisionando su pecho y cara contra el suelo. Tan sólo podía escuchar algunas voces inconexas.
Uno de los bandidos, cogió sus dos muñecas y se las ató a la espalda, mientras otro le ponía una venda en los ojos y la rasgaba el vestido con un cuchillo y otro la descalzaba.
Se sintió perdida sin remedio. Un miedo atroz se apoderó de todo su ser, máxime cuando la pusieron en pie y sintió como sus ropas resbalaban por su piel, hasta sentir el frescor de la noche en toda su desnudez.
La hicieron caminar, sin que fuera capaz de saber en que dirección. Después de una agitada caminata, en la que no habían faltado las obscenidades y mucho menos, algún que otro manotazo contra su desnudez, comenzó a oír algunas voces que se acercaban hacia ella.
Desconocía, lo que habría podido ser del Barón y del cochero, pero en ese instante tan sólo pensaba en su angustiosa situación.
Fue conducida hasta el centro de una pequeña explanada en la que se reunía toda la banda, incluido el Barón que dictaba órdenes escritas a aquellos bandidos, a fin de que su voz no fuera detectada.
Cuando el Barón, estuvo atado como había ordenado, la quitaron la venda de los ojos, mientras ellos seguían ocultos con pañuelos.
Entonces, Angélica pudo ver como aquellos bárbaros daban una soberana paliza a su protector. Este, lanzaba exclamaciones sordas de dolor, mientras se retorcía en sus ataduras.
Dos de los bandidos, la desataron las manos y se las volvieron a unir adelante. Luego unieron un largo cabo que portaba uno de ellos, subido en un caballo. Y comenzó su suplicio. Fue arrastrada por toda la explanada y recibiendo patadas y todo tipo de golpes cuando pasaba cerca de uno de ellos.
Cuando el arrastre terminó, quedó tendida en el suelo. Su respiración era entrecortada y se podían ver rastros de la crueldad en todo su cuerpo.
La dejaron unos minutos en el suelo, a fin de que se repusiera. Tiempo que aprovecharon para seguir con el Barón, al que volvieron a golpear, hasta que pareció perder el sentido.
Entonces volvieron sus pasos sobre ella y la izaron como a una pluma. La llevaron hasta un par de árboles en donde la ataron por las muñecas.
Angélica, pudo ver como uno de ellos se armaba con un látigo y se acercaba frontalmente.
No hubo aviso previo. El látigo surcó su desnudez, cogiéndola la parte baja de los pechos y enroscándose en sus costados.
Lanzó un terrible alarido, que tan sólo sirvió para acrecentar más los golpes contra su cuerpo.
Después de unos 30 latigazos, fue desatada y conducida hasta una especie de mesa montada con troncos de árbol.
Y sin más, allí fue violada por toda la banda, hasta que perdió el sentido.
Los bandidos aprovecharon aquel momento, para conducirla hasta un árbol cercano al del Barón y dejarla atada de una manera excesivamente insolente. De rodillas, de espaldas al tronco, con las piernas a ambos lados y atados su pies juntos, mientras sus brazos elevados, estaban unidos por las muñecas también al otro lado del tronco. Su cabeza inerte y sus cabellos desgreñados, acompañados por las marcas sanguinolentas del látigo, daba una imagen de terrible desolación.
El Barón aguardó a que ella despertara y fuera consciente de la situación.
Cuando lo hizo quedó horrorizada al ver en la situación en que los habían dejado. Pudo contemplar como el Barón hacía intentos desesperados por zafarse de sus ligaduras. Y como cada cierto tiempo se desplomaba de cansancio. Pero al cabo de una par de horas, lo consiguió y cayó al suelo como muerto.
Angélica imploró con todas sus fuerzas el que el Barón consiguiera salir de su letargo y pudiera liberarla. Y al parecer sus preces debieron ser oídas, ya que minutos después, observó que hacía un ligero movimiento de cabeza y la miraba con los ojos turbios.
Se arrastró por el suelo, sin perderse detalle de lo que contemplaba. Los chicos habían hecho un buen trabajo. La muchacha rebosaba hermosura por cada poro de su piel y además era mas que grato la contemplación de las huellas de la ferocidad en su desnudez jadeante.
Tardó cerca de 5 minutos en arrastrase hasta donde ella se encontraba y cuando se irguió para poder liberarla las manos se desplomó de nuevo, cayendo su cabeza contra uno de los pechos y quedando en esta postura por espacio de otros cinco minutos. Tiempo que aprovechó para sentir de cerca los latidos de su corazón.
Y transcurrido el tiempo que se había marcado, en un supremo esfuerzo, consiguió desatarla las manos, para volver a caer de una forma mas violenta sobre la desnudez de aquella hembra.
Angélica se sintió llena de conmiseración y acurrucó la cabeza de aquel hombre contra sus senos, acariciando cada una de las partes que tenía mas a mano. Pero seguía estando amarrada al árbol y era incapaz de llegar con sus manos a desatar sus tobillos.
De nuevo el Barón consiguió recobrar el sentido y pudo llegar hasta las ataduras y liberarlas al fin. Y esta vez no se desvaneció. Volvió a arrastrarse, hasta quedar junto a ella.
Angélica se encargó de acomodarle en su cuerpo, a fin de que pudiera descansar y recuperarse.
Cuando el Barón hubo recobrado algo de fuerzas, consiguió sentarse junto a ella y ofrecerla su camisola, hecha jirones para que se cubriera.
Angélica le dio las gracias y tras reposar una media hora, decidieron regresar en dirección al carruaje, para ver que encontraban que les pudiera servir.
Anduvieron dando tumbos, pero por fin reconocieron el carruaje y para sorpresa de ellos, también estaban los caballos. Entonces el Barón se acercó a Angélica y la dijo :
- Creo que va a ser difícil el poder capturar a esos pillos. Sí se hubieran llevado los caballos, la justicia y mis hombres les hubieran podido seguir la pista. En esta situación tan sólo me resta la denuncia, pero ya no corre prisa alguna. Ahora pensemos en recuperar algunas ropas decentes e intentar comer algo.
Angélica se limitó a asentir y esperó a que él, la dijera algo.
El Barón consiguió reunir un vestido que pudiera ponerse ella y el se vistió con algunos ropajes encontrados en diversos lugares. Angélica subió al carruaje y allí se vistió y avisó del hecho a su salvador.
Este, subió al asiento del cochero y arreó a los caballos. Iniciando el final del viaje.
El carruaje entró a toda velocidad por las puerta de aquella fortaleza. Tan sólo dos criados se acercaron hasta su señor. El Barón bajó y abrió la portezuela del carruaje haciendo descender a la joven.
La acompañó personalmente hasta sus aposentos, mientras ordenaba a uno de sus criados que avisara a los gendarmes.
Estos tardaron una media hora en acudir. Les expuso los hechos y les presentó a su nueva sirvienta, a la que los agresores habían maltratado brutalmente.
Los gendarmes quisieron conocer la extensión de las perversiones, según explicaron, para intentar compararlas con las de otras denuncias y ver si podían conseguir alguna pista.
Angélica se sintió ruborizada cuando el Barón la pidió que enseñara todas las señales a los gendarmes. Esto significaba el que debería desnudarse ante todos aquellos varones. Pero su ingenuidad terminó por acceder a tal pretensión.
La estuvieron observando durante mas de una hora, midiendo las marcas y el sentido de las mismas. Por fin, la pidieron excusas y la ofrecieron su ropa para que se vistiese. Entonces uno de los gendarmes, el que parecía ser el jefe la dijo :
- Señorita. Creemos saber quienes pudieran ser los asaltantes, pero he de manifestarla, que de ser así y al no conocer todo el conjunto de la banda, Ud. quedaría en un serio peligro si procedemos a la detención. Salvo, si Ud. accede a cambiarse de nombre, de este modo la podríamos dar por víctima de la agresión y se comunicaría a todas las gendarmerías próximas.
- Gracias Señor. Si Ud. y el Señor Barón opinan que es lo mejor, lo aceptaré encantada.
El Barón se acercó a ella y tras abrazarla la convenció de que era lo mejor. Cuando Angélica pareció quedar algo mas sosegada, el gendarme jefe la dijo :
- Bien señorita. A partir de este instante, es una huérfana recogida por el Señor Barón y al que se debe en cuerpo y alma. Pasará a tomar el nombre de Aline. Todo lo demás le será explicado por el Señor Barón.
Cuando los gendarmes se hubieron retirado, el Barón volvió al lado de la ahora Aline. y la dijo :
- Aline, querida. Te he nombrado así a fin de que te vayas acostumbrando a tu nuevo nombre. Si alguna vez lo olvidas y utilizaras el tuyo propio, podría ser la perdición para tí. Ahora sígueme, a fin de que pueda curar esas heridas y después te podrás bañar en mis aposentos. Has de comprender, que por el momento no podrás recibir incentivo económico alguno, para evitar sospechas. Realmente pasarás como mi dama de compañía, mejor incluso como una hija adoptiva. De este modo no habrá lugar para las maledicencias. Otra cosa, puedes llamarme por mi nombre. Me llamo André.
Aline se dejó preceder por André, su padre adoptivo. La llevó hasta su aposento en donde la pidió el que se desnudara completamente. Aline, no sintió el más mínimo reparo en hacerlo, aunque sí sintió que un rubor se apoderaba de todo su ser.
Se fue desprendiendo de todas sus ropas, ante la mirada impasible de André. Se sentía un tanto azorada, pero nada debía de temer de su salvador y ahora protector.
Cuando estuvo completamente desnuda, André se acercó a ella y la condujo hasta un extremo de la habitación en donde la indicó el que elevara sus brazos a fin de poder amarrarla, ya que el bálsamo que iba a aplicarla, la produciría escozores y era necesario que nada rozase su piel mientras hacía efecto.
Normalmente el bálsamo para hacer desaparecer las marcas de látigo, no escocía y además actuaba en pocos minutos. Pero André, había agregado una fórmula especial, de tal modo que las sensaciones que sentían las receptoras, podían llegar a ser peores que las del propio tormento. André la explicó :
- Aline. Normalmente estos bálsamos son de acción inmediata y además no escuecen. Pero esta situación tuya es distinta a las normales. Han pasado ya muchas horas desde el encuentro con los bandidos y las heridas se han podido infectar. Así que es necesario el empleo de éste. Si necesitas gritar puedes hacerlo, por ese motivo he atado tus manos.
André la aplicó el bálsamo lenta y caprichosamente. Se recreaba, viéndola agitarse en sus ataduras. En las zonas mas sensibilizadas por el látigo, aplicaba mas presión con sus manos con el fin de verla debatirse de angustia y desasosiego.
Pudo escuchar sus lamentos y jadeos, casi continuos. Permaneció cerca en todo momento, pero no osó tocarla.
Al cabo de una media hora, los escozores habían cesado y de igual modo las marcas, pero Aline se encontraba en un estado indescriptible. Grandes surcos de sudor resbalaban por su total desnudez.
Entonces André la desató y la hizo caminar hasta la enorme bañera, que había preparado minutos antes. La indicó el que se introdujera en ella.
La lavó a conciencia, restregando la áspera esponja en los lugares en los que sabía que la producirían mayores sensaciones. Pero agregó su calidez y don de palabra a cada acto, por lo que la pobre Aline, cayó en la trampa y se dejó hacer agradecida.
Cuando el agua comenzaba a enfriarse, André la tendió una mano para que saliera del agua. Aline, la aceptó y se encontró de nuevo desnuda y chorreante ante él, pero ya no sentía vergüenza de su desnudez ante él.
La secó con verdadero amor y pasión y hasta tal punto llegó su comedia, que ella se sintió cálidamente agradecida.
Salieron de nuevo al dormitorio y él la indicó que debían descansar un poco antes de prepararse para asistir a la cena.
André que se había bañado antes que ella, se despojó de sus ropas y la invitó a meterse en las sábanas junto a él.
Aline se sintió algo preocupada, pero a la vez gratificada y emocional. Se metió en la cama junto a él, sin importarla que la mano de él descansara sobre su vientre, a escasos cm. de su pecho, que había quedado al descubierto.
Se quedó profundamente dormida, momento que aprovechó André para destaparla del todo y observar mas a sus anchas aquella conquista tan fácil y a la vez tan estimulante.
Después de un buen rato la volvió a tapar y se acurrucó a su lado, pero haciendo que los brazos de ella lo abrazaran estrechamente.
Dejó que despertara y el simuló hacerlo a continuación. Pudo observar el estupor de ella y como se ruborizaba totalmente, al tiempo que separaba uno de sus brazos de él, mientras el otro permanecía aprisionado por su cuello. Momento que aprovechó él, para susurrarla :
- Aline. No imaginaba ésto de tí, pero me agrada y me alegro por ello. He de confesarte, que sentí algo profundo desde el primer momento en que te vi. Ahora creo que es la hora de que te enseñe algunas formas de comportamiento, para poder superar todas las pruebas de esta casa. Levántate y sígueme.
André se dirigió hacia un gran armario y lo abrió de par en par. A la vista de Aline, aparecieron a un lado todo tipo de maravillosos vestidos y al otro una colección de látigos, cueros y cadenas.
Se quedó algo extrañada pero no le dijo nada, tan sólo se limitó a que él le fuera enseñando el vestuario, mientras le daba la primera regla de educación social :
- Aline, todos estos vestidos te valdrán perfectamente. Quizá, te preguntes, que hay de la ropa interior. Pues bien, quitaré ese problema de tu mente. Entre la clase alta, ese tipo de prendas no es utilizada. Es más, se considera insultante una mujer con ropa interior. Y yo deseo que desde el comienzo seas tratada como una verdadera dama. Mañana empezarás a recibir clases particulares de compostura y bien estar. Ahora creo que es llegado el momento de que te pongas este precioso vestido azul, con el cual harás muy grata la velada a cuantos te podamos contemplar.
Lo primero que hizo fue el asearse y maquillarse, según las indicaciones de André. Luego, procedió a colocarse el vestido.
El vestido era realmente una maravilla. Al ser muy entallado, se ajustaba perfectamente a su busto, dejando al descubierto un amplísimo escote que resultaba de lo mas fascinador.
La hizo colocarse un portaligas de color blanco y unas medias del mismo color. El calzado era especialmente agradable y daba un toque de distinción al conjunto.
Cuando estuvieron dispuestos, André la ofreció el brazo y se dirigieron hasta el gran salón.
Había poca gente, tan sólo 3 parejas. Todos los presentes eran jóvenes, pero de bastante mas edad que ella. Se fijó en las mujeres y pudo comprobar que lucían unos espléndidos escotes, al igual que ella.
Fue presentada a todos, como la nueva acompañante de André. Recibió las sonrisas de todos y le resultó muy grata la velada.
Cuando todos los invitados se hubieron marchado, Aline y André subieron de nuevo a la habitación y éste último le indicó el que se quitara sólo el vestido y saliera a la terraza con él.
Aline, asintió. Pero cuando se encontró desnuda, tan sólo con las medias y el calzado se sintió terriblemente violenta. No se atrevía a quitarse el resto, pero la verdad es que estaba demasiado procaz, para que la viera André. Al final se decidió y salió a la terraza.
Vio la expresión de André y sintió una profunda vergüenza. Este, la preguntó, si acaso no había visto un salto de cama.
Aline, se justificó como pudo, pero ya era tarde. André la dijo que se sentara con semejante atuendo, junto a él.
Permanecieron largo rato conversando de mil cosas sin importancia, mientras el brazo de André la rodeaba. En un momento determinado Aline, dijo :
- André, estoy empezando a sentir frío, ¿puedo ir a por el salto de cama?.
- De ninguna manera querida. Tu has optado por salir así, aguanta el frío y continúa a mi lado.
Cuando André estimó, que Aline estaba lo suficientemente incómoda por los temblores que recorrían su desnudez, se levantó y dijo :
- Aline, es ya la hora de acostarse. ¡Vamos!, levántate de ahí, debes de sentir algo de frío.
Y entró en la habitación, sin mirarla. Sabía de sobra que ella se habría quedado perpleja con sus palabras.
En efecto, Aline entró en la habitación aterida de frío. No dijo nada. Se limitó a quitarse el portaligas y las medias. Pasó al baño y se aseó convenientemente. Cuando regresó a la habitación, André ya estaba dentro de la cama.
Aline, prudentemente se instaló a su lado y aguardó las caricias de André, pero como estas no se producían, optó por subirse la colcha y mantenerse bocarriba, hasta que se quedó dormida.
Fue en aquel momento cuando André, se incorporó de la cama y retiró la colcha que cubría la desnudez de Aline. Se quedó contemplándola largo rato y luego volvió a taparla y salió a la terraza a fumar una pipa.
Cuando despertó a la mañana siguiente, André no estaba a su lado. Se sintió algo preocupada y optó por asomarse a la terraza, pero tampoco estaba allí. Decidió que lo mejor era asearse y estar lista para lo que tuviera que acontecer.
Mientras se enjabonaba en el baño, pensó en lo que le había dicho André, sobre la educación que debería recibir. ¿De que se trataría?. No importaba, ya lo sabría a su debido tiempo.
Terminó de bañarse y tras secarse, se enfundó en un salto de cama de amplio escote y se calzó unas chanclas bajas. Y después de arreglar convenientemente la habitación, salió a la terraza y se sentó a contemplar el maravilloso sol de la mañana.
No habrían transcurrido ni 20 minutos, cuando oyó pasos en la habitación. Se apresuró a entrar y se encontró frente a un hombre extraño y de aspecto siniestro.
Le preguntó quien era y que hacía allí. El hombre, se limitó a sonreir y dejó algunos libros y una pequeña maleta sobre la cómoda. Luego, se acercó a ella y tras contemplarla unos minutos, la dijo :
- Aline, soy su educador. Es posible que tarde en aprender, pero lo conseguirá. Ha empezado Ud. mal, debería haber saludado y luego preguntado. Apuntaré un castigo para después de la clase. Ahora, le ruego que se siente y me escuche atentamente.
Voy a enseñarle dos materias necesarias para su vida social. La primera es como debe comportarse y la segunda como estar bien con sus invitados. No son fáciles, pero creo que lo conseguiremos. Ahora, la expondré las penas a que se verá sometida por cada falta, error u omisión que cometa. De nada la valdrá el que vaya con el cuento al Señor Barón. Aparte, de que es mi forma de ser, él está de acuerdo con mis métodos.
Y ahora, los castigos. ¡Bueno!, creo que será mejor no nombrar los castigos por el momento, confío en que no tenga que soportar muchos.
No la dio ni siquiera tiempo a contestar. Lo primero que la indicó fue el que se desnudara totalmente y se colocara de rodillas con los brazos en cruz.
Aline, le obedeció con una gran vergüenza en todo su interior.
El Maestro, la contempló durante unos cinco minutos para al fin exclamar :
- Aline, la anoto un segundo castigo, por no estar apropiadamente aseada.
Aline protestó y le contó su actuación de hacía unos minutos. El Maestro, anotó un tercer castigo por hablar sin permiso, pero por deferencia, le explicó que debía estar totalmente depilada, salvo la zona púbica.
Quedó algo angustiada, pero se resignó y bajó la mirada, mientras sentía un pequeño dolor en los brazos. No se atrevió a decir nada más, por temor a ser reprendida.
Antes de que pudiera darse cuenta, el Maestro dijo :
- Querida, ha terminado la clase por hoy. Es llegado el momento de cumplir los castigos, ¿será tan amable de traerme la cartera?
Aline, tardó algo en reaccionar, pero enseguida asintió y se acercó hasta la cartera que estaba a pocos metros de él. La cogió y se la entregó.
Entonces él, la vendó los ojos y la ató las manos a la espalda y con una presión de sus manos la hizo caminar. Salieron de la habitación y se introdujeron en otra que había al final del largo corredor.
Cuando estuvieron dentro, el Maestro saludó a dos varones que había en aquella cámara de tormento. Aline, temblaba de miedo. No sabía quienes habría en aquella estancia, además sentía un calor bastante desmesurado para la hora del día. Varias manos hurgaron en sus ataduras y sintió como tensaban sus brazos, atando sus muñecas.
Entonces el Maestro se acercó al oído de Aline y la susurró :
- Querida, por ser este el primer día, le rebajaré cada castigo a tan sólo 25 azotes, que recibirá ahora mismo y en presencia de mi autoridad.
Y dichas estas palabras, los dos varones, ya armados de látigos los izaron y los fueron descargando, uno por delante y el otro por detrás, hasta completar la primera serie de 25 azotes.
Nadie se preocupó por los dolores, gritos y lamentos de Aline, como tampoco sintió el mas mínimo pudor el Maestro en anunciar, que comenzara la siguiente ronda.
Los varones, habían pasado a los vergajos finos. Y procedieron sin más a atropellar el cuerpo de aquella joven.
Aline se sentía casi sin fuerzas y ya colgaba de sus ataduras, cuando se dio por concluido el segundo castigo.
Todo su cuerpo presentaba huellas de una alta violencia, pero el Maestro levantando la voz, dijo :
- Que estos últimos 25 azotes, sean dados con todo el rigor posible. Adelante.
Los dos varones, se armaron de una finísima fusta cada uno y sin mas espera, se lanzaron a flagelar el cuerpo de Aline.
Esta, saltó con frenéticos gritos, cuando la fusta la alcanzó en las nalgas y en los costados. Eran al parecer las zonas marcadas para este instrumento. Aline no llegó a perder el sentido, pero quedó colgada de las muñecas cuando terminó el castigo.
Los dos varones la descolgaron de las ataduras y volvieron a unírselas a la espalda. A base de manotazos en el vientre y en los pechos, consiguieron que se mantuviera sobre sus pies.
Luego, el Maestro la dijo que caminara. Aline obedeció en silencio, pero todo su ser se estremecía y convulsionaba de dolor.
Cuando llegaron a la habitación, el Maestro la desató y la quitó la venda de los ojos. Tan sólo se limitó a decirla :
- Mañana vendré a la misma hora, quiero que esté depilada como debe ser. Adiós.
Y se fue sin más. Aline se echó sobre la cama y lloró desconsoladamente, rodeada de sus grandes dolores.
A los pocos instantes apareció André y la encontró sollozando en la cama. La hizo incorporarse y la abrazó tiernamente.
Cuando ella, comenzó a calmarse un poco, él le dijo :
- Me apetece dar un paseo por el campo, ¿quieres venir? o prefieres quedarte a solas. Si lo deseas, puedo encargar a alguien que te atienda.
- André, agradezco tu ofrecimiento, pero no tengo fuerzas para caminar. Además el Maestro, me ha dicho que debo ser depilada.
- En ese caso, deberás dejarte depilar por nuestros expertos. Además ellos se encargaran de curarte las marcas. Daré las órdenes.
Y se fue sin más.
Pasaba el tiempo y nadie aparecía en mi habitación. Hacía largo rato que me había colocado el salto de cama.
Sin darme cuenta, vi a un hombre joven junto a mí. Me asusté y retrocedí, pero el me cogió de uno de mis brazos y me hizo seguirlo.
Bajamos hasta el sótano, en donde tras abrir una puerta me vi ante otros 2 hombres y una mujer. Esta última, se acercó a mí y me quitó el salto de cama, quedando desnuda ante los presentes.
Sin mas comentarios, dos de los varones se acercaron a mí y me hicieron colocar mis muñecas en una argollas enclavadas en sendas columnas. Y procedieron a aplicarme el bálsamo.
Aquella vez, Aline no sintió los escozores y en menos de 10 minutos estaba indemne. La colocaron en una gran mesa y la dieron a beber un ungüento, lo que provocó el que se desvaneciera.
Y comenzaron una operación superficial, aunque muy dolorosa, de la que Aline no se enteró, consistente en hacer desaparecer el vello para siempre.
Cuando Aline, despertó estaba en su habitación. Se sentía fresca y fuerte. Fue a mirarse ante un espejo y se quedó admirada de la magnífica figura que veía ante sí.
No había rastro de vello y mucho menos de azotes.
Se puso el salto de cama y aguardó feliz a que André regresara.
Aquella noche, André encargó que la cena les fuera servida en la terraza.
Cuando toda la cena estuvo dispuesta, el servicio desapareció y André la pidió que cenara con tan sólo el portaligas, las medias y el calzado.
Aline, aceptó encantada y la cena transcurrió feliz durante largas horas. Comieron y bebieron hasta hartarse. Después André se levantó y cogiéndola por los hombros la condujo hasta la cama.
Comenzó con pequeños roces, a los que Aline contestó con recíprocas caricias, altamente estimulada.
Aline, al haber estado recluida en el convento durante toda su adolescencia, desconocía cuales debían ser las correspondencias en el amor. Se sentía algo recluida y le molestaba sobremanera, los azotes a que la sometía su maestro. Pero realmente, desconocía, sí ésto es lo que normalmente pasaba con las jóvenes como ella.
Por lo tanto Aline, daba libertad a sus instintos, siempre temerosa de que pudieran ser castigados, pero estaba en la idea de que debía aprender de algún modo.
Se dejó hacer de todo, incluidos algunos malos tratos. Aline los achacaba al frenesí del momento y había conseguido ser feliz, a pesar de los dolores que tuvo que soportar.
Simplemente, se enamoró perdidamente de André. Y cláro, éste, se dio cuenta y a partir de aquella noche comenzó a urdir abusos sexuales y corporales, contra su inocente pareja.
Aline, durmió placentera rodeada por los firmes brazos de André. Al despertar, se encontró sola en la habitación.
Se quedó algo apesadumbrada y cuando consiguió volver a la realidad, escuchó dar las campanadas de las 10 de la mañana.
Rápidamente se tiró de la cama y pasó al aseo. Rogó con fervor el que su maestro, no hubiera llegado.
Se metió en el baño y se enjabonó con mucha rapidez, evitando mojarse el cabello para abreviar tiempo.
Pero el destino jugaba en su contra y el Maestro apareció en el baño.
Ella se sintió atemorizada y salió del baño, chorreando agua y pidiendo mil excusas. No sólo no la sirvió, sino que el Maestro, la conminó a quedarse mojada durante la clase, asignándola previamente un castigo de 50 latigazos por no estar levantada y aseada a tiempo y otro segundo castigo de 30 latigazos por hablar sin permiso.
La clase fue una verdadera tragedia para la pobre Aline. Y le fueron apuntados otros dos castigos más. Uno por 23 azotes y el otro por 44, por diversos motivos.
Aline estaba desecha, ya que el Maestro la había indicado el que debería acompañarle a su casa para recibir el castigo, pero ella no debía abandonar la mansión, según lo que le dijera André.
Por lo tanto, no tuvo mas opción que denegar su aparición y el Maestro, dijo :
- De acuerdo, vendré esta noche. Pero redondea toda la cantidad a 200 azotes.
El Maestro se fue y Aline quedó algo angustiada por lo que la esperaba por la noche. Además, ella se había despertado con la idea de amar a André, que tan feliz la había hecho la noche anterior.
Cuando André apareció en el dormitorio, ella le contó todo lo sucedido y él, tan sólo exclamó :
- No me importan los azotes que recibas. Lo que me importa es que no seas capaz de acatar órdenes. La pena es, que pensaba llevarte a una fiesta esta noche, pero sí va a venir tu tutor, lo arreglaré para otra ocasión.
- André, me he negado a ir a su casa por lo que me dijiste acerca de mi seguridad, pero si tú me acompañas ahora, podría estar libre para tí el resto del día.
- ¡Ah!, en ese caso cambian todas las circunstancias. Ahora mismo voy a llamarle y quedaré con él.
André, se puso en contacto con el Maestro y éste accedió a regañadientes, pero puso la condición de que los azotes aumentasen a 250, siempre que ella estuviera en ayunas, o bien a 300 si había almorzado.
André le expuso la cifra a Aline y ésta accedió a que fueran lo más pronto posibles.
Por tanto salieron los dos de la casa y se dirigieron hacia la del Maestro. Aline, tan sólo vestía un portaligas y medias rosas y una capa blanca, por la que asomaba parte de su desnudez y sobre todo unos zapatos, también blancos.
La casa del Maestro, era casi mas lujosa que la de André, aunque menos grande. Nos recibió con una amplia sonrisa y nos llenó de atenciones.
El Maestro habló con André, tras haberse apartado de Aline. La verdad es que su plan estaba dando unos frutos extraordinarios. Se rieron a carcajadas ante ella, mientras les miraba algo aturdida.
Mientras su maestro y su amor, reían, pudo observar a varias criadas deambular por aquella estancia. Vestían algo indecorosas, ya que llevaban al descubierto todas sus partes traseras, mientras que las delanteras estaban tenuemente camufladas.
Pensó, que debía ser lo normal en aquella casa. En estos pensamientos se encontraba, cuando la mano de André la hizo volverse para escuchar :
- Cariño, es la hora. Acompaña a tu Maestro y haz todo lo que él te diga. Te esperaré aquí. Pórtate bien.
Aline, miró a su Maestro y se dirigió hacia él, mientras André la quitaba la capa, con lo cual quedaba desnuda ante todo el servicio.
No se preocupó en exceso de su desnudez y sí del castigo que la esperaba.
Bajaron hasta el tercer sótano. Hubiera sido, hasta confortable, si no fuera porque allí iba a ser castigada.
Había 2 encapuchados semi desnudos, que portaban vergajos. Mi Maestro, me dio un fuerte empellón, por el que salí disparada hacia ellos, dando traspiés. La verdad es que estuve a punto de caer. Pero, fui capaz de mantenerme en pie en todo momento, hasta llegar a la altura de aquellos dos varones. Tan sólo, se limitaron a cogerme de un brazo cada uno de ellos y obligarme a caminar hasta unas cadenas que caían en el centro de la estancia.
Fui amarrada a ellas y entonces el Maestro, dijo :
- Volveré dentro de un par de horas. Ha de ser flagelada con 250 azotes. Vosotros deberéis elegir las zonas de su cuerpo.
Y sin más, abandonó la estancia, dejándome a merced de aquellos dos individuos.
Aline, vio como cada uno de ellos se posicionaba. Uno al frente y el otro a su espalda. Cerró los ojos, como no queriendo ser testigo del daño que la iban a infligir.
El castigo comenzó con excesiva brutalidad para una hembra tan joven, por lo que perdió la consciencia, tras los primeros 100 azotes.
Fue despertada por medios poco recomendables. Y cuando fue consciente, siguió recibiendo el castigo, hasta que de nuevo se desvaneció tras el azote nº 170.
Como todavía faltaba algo más de una hora para la aparición del Señor, la dejaron reanimarse, tras despertarla con un cubo de agua helada y otro de sus orines. Hacía ya rato, que la habían desposeído del resto de prendas que llevaba.
Aline, no daba crédito al horror que la tocaba vivir. Odió al Maestro y a aquellos varones que tan vilmente la castigaban.
Cuando Aline, estuvo algo mas reanimada, los azotes volvieron a atentar contra su cuerpo. Y en esta ocasión recibió el lote completo hasta el total.
Sus quejidos, lamentos, lágrimas y gritos fueron presenciados por André, que agradeció al Maestro el deferente trato que llevaba a término con su pupila. Ambos, realmente, estaban en las nubes al presenciar el rigor del castigo y las marcas que iban quedando en el cuerpo de Aline.
Cuando apareció el Maestro, Aline colgaba de sus ataduras sin fuerzas para sostenerse. Su cuerpo eran todo marcas y grandes manantiales de sudor y lágrimas.
A una orden suya, los varones se retiraron y el Maestro se aproximó frontalmente a su alumna. La cogió el mentón y la dijo :
- Aline. Su castigo ha terminado, pero he sido ofendido por su debilidad. La creía mas dura y pura. No deseo causarle mayores males, pero le será aplicado el bálsamo especial, para que aprenda a ser fuerte y respetar a su maestro.
Aline, se sintió excesivamente agobiada para poder tan siquiera mirar al Maestro y se dejó hacer todo sin replicar.
Sufrió grandes espasmos por espacio de una hora.
Al término de los tormentos, fue André quien la ayudó a ponerse las medias y el portaligas. Luego la calzó y le colocó la capa sobre los hombros. Y sin más, partieron hacia casa.
Aline, se sentía tremendamente débil y daba traspiés casi continuamente. Cuando llegaron a la casa, André la condujo hasta el baño para que terminara de quitarse los restos del bálsamo.
Aline, casi no tenía fuerzas para enjabonarse, por lo que André se desnudó y se metió con ella en la bañera. La apretujó contra sí y la pasó con fuerza la esponja con fuerza por todas las partes mas sensibilizadas de su cuerpo, mientras escuchaba con agrado sus gemidos y lamentos.
Cuando lo creyó oportuno, salió del baño y la indicó el que le siguiera, mientras el se iba secando.
Aline obediente, sacó fuerzas y le siguió empapada y chorreante hasta la terraza, en donde él se echó en una tumbona y la pidió que le masajeara todo el cuerpo. Realizó todas las peticiones, haciendo grandes esfuerzos por mantenerse en pie.
André pensó, que ya era hora de almorzar y pidió la comida para tres.
Aline, se quedó algo desconcertada, pero se animó de golpe, cuando André le explicó que 2 raciones eran para ella.
Comieron con frenesí y bebieron, quizá en demasía. Pero Aline, al sentir que las fuerzas volvían a ella, se sintió renacer y consiguió engatusar a André, que cayó en las redes inequívocas del amor.
Aline, se dejó llevar en todo momento por su protector. Creyó enloquecer de placer, cuando él la penetró lenta y profundamente. Produciendo entradas y salidas que la hacían variar a otras dimensiones.
La sesión duró mas de 2 horas, en las que Aline, consiguió tener tres orgasmos, o cómo ella lo llamaba tres felicidades.
Después de tanto ajetreo, el cansancio invadió sus cuerpos y dormitaron muy unidos hasta el anochecer.
Fue André, quien despertó a Aline, diciéndola :
- Querida, debes levantarte. Tenemos que acudir a una fiesta.
Pero ella se enroscó en él y consiguió tener otro orgasmo, con lo que se sintió feliz y contenta de pertenecer a él.
Consiguieron llegar a la fiesta y se divirtieron mucho, a pesar de los lances mal intencionados, que recibió ella.
Cuando volvieron a la casa, estaba amaneciendo. Aline, se acurrucó en el hombro de André y le dijo :
- André, he de ponerte al corriente de mi situación con el Maestro. Me condena con un castigo por lo más mínimo. ¿Habría alguna forma de que me respetara algo más?.
- Querida mía. Es posible que ahora no entiendas nada de esto, pero todo está hecho por tu bien. Si el Maestro decide que debes recibir 50 latigazos, tan sólo es por tu bien, aunque a tí te duelan y sufras la humillación. Has de obedecerle en todo. Y si te atormenta durante la clase, agradéceselo. E incluso pídele más. No creo que llegues a comprenderme, pero ésta es la mejor solución para tí.
Aline, quedó algo deshecha y entristecida. Se armó con algo de valor, al pensar que quizá André la poseería, cuando llegaran a casa.
Pero, no sucedió tal cosa. André se acostó y la encomendó el que permaneciera despierta y desnuda junto a él.
Aline, pudo ver el dulce dormir de su amado, mientras ella tiritaba de frío, desnuda ante él.
Cuando las campanas anunciaron las 8 de la mañana, André se despertó y viendo a Aline junto a él, la abrazó y la poseyó, aunque algo brutalmente. Cosa que Aline no percibió.
Al dar las 9, Aline se dirigió al baño y se aseó a conciencia. André, hacía ya mucho rato que se había ido.
Salió del baño, seca y perfumada. Esto último se lo había indicado su maestro el día anterior.
Pasó el tiempo y dieron las 10. Era la hora de la angustia. El día anterior el Maestro la había tenido con los brazos en cruz, sujetando un libro en cada mano.
El Maestro apareció y la vio de rodillas y con los brazos en cruz.
Ella, nada mas verle, le pidió permiso para hablar, sin levantar su vista del suelo. Y él, tan sólo la dijo, habla :
- Maestro. Creo estar como me ordenásteis, pero desearía que me asestárais vos el primer castigo personalmente.
- Señorita Aline. Tendré mucho gusto en azotar vuestro hermoso cuerpo, pero la sesión de hoy será terrorífica para vos y creo que sería mas conveniente el que conservárais las fuerzas.
- Como creáis mejor para mí. Ordenadme y enseñadme.
Aline soportó toda clase de arrebatos por parte del Maestro durante la clase. La mayor parte de ellos a base de fusta. Cuando la clase concluyó, él la dijo :
- Aline, la clase de hoy continuará a las 12 de la noche en mi casa. No os preocupéis de más, he hablado con André y habéis sido cedida a mí. Seréis humillada ante todos mis invitados. Hoy no hay castigos. Adiós.
Aline, no consiguió ver a André en todo el día, por lo que tuvo que comer sola y pasar toda la tarde temblorosa.
André apareció a las 10 de la noche. Aline estaba en su cuarto tumbada en la cama. André al verla la dijo :
- Aline, ponte el portaligas y las medias rojas. Llévate la capa negra y los zapatos del mismo color. Y apresúrate, por favor. Te queda menos de una hora para llegar hasta la casa del Maestro.
- André, ¿No vas a llevarme tú?.
- No. Irás sóla. Aquí nadie puede atacarte. Pórtate bien y aguanta todo. Ahora, prepárate.
Aline se vistió las prendas descritas y tras cubrirse con la capa, dio un beso a André y salió al exterior.
La noche era cálida y apacible. Caminó con paso enérgico y consiguió llegar a la casa del Maestro a las 10,45.
Lo encontró sentado en una terraza próxima a la escalinata. Se fue hacia él y le presentó sus respetos. El, siempre atento, le quitó la capa y pudo admirar su cuerpo a la luz de la luna. La ofreció un licor, que ella agradeció. Y entonces él, la explicó el plan :
- Aline. Esta noche es la ideal para atormentarte sicológicamente. Van a acudir muchos invitados, que verás con el tiempo en tu casa. Vas a estar con la ropa que llevas ahora, ante ellos. Serás insultada, abofeteada, golpeada y sobre todo humillantemente vejada. Y tú lo vas a aceptar todo en silencio. Serás presentada como mi pupila, a quien se interese por tí. En momento alguno, debes evitar a los invitados y además deberás obedecerlos en todo. Y he dicho todo, por muy mal que te parezca. Espero y confío en no tener quejas de tí.
- Haré cuanto pueda, Maestro, pero ¿no podría estar algo mas decente ante los invitados?.
- No me has entendido. Harás todo sin rechistar. Además, quiero presentarte así, para que no haya dudas de ellos con respecto a tí. Ahora, vamos al hall. Allí recibiremos a los primeros invitados, que ya no tardarán en llegar.
El Maestro se levantó y tendió su brazo a Aline, que le imitó y le acompañó hasta el hall. Pudo observar como algunas doncellas y parte del servicio, hacían comentarios sobre su desnudez.
El primero de los invitados, llegó a los pocos minutos. Tras saludar al Maestro, se acercó a Aline y la palpó los pechos descaradamente ante la presencia de todos. La retorció los pezones, mostrando sadismo en sus actos, hasta que ella exclamó, mientras se retorcía de dolor.
Cuando el invitado fue acompañado al gran salón, el Maestro se acercó a Aline y la recriminó por su debilidad. Y la pidió que para el resto de los invitados, mantuviera los brazos en cruz.
El siguiente invitado, apareció a los pocos minutos y se quedó admirado al contemplar la desnudez de la joven. Saludó al anfitrión y pidió una fusta a una doncella que estaba próxima a Aline.
Cuando lo tuvo en la mano, lo alzó y lo cruzó repetidas veces en los pechos de Aline. Esta, bien por temor a nuevas reprimendas, o por obediencia, tan sólo gesticuló tras los impactos, que la dejaron ligeras marcas.
La siguiente aparición la constituyeron dos varones, altos y fuertes como robles, que tras saludar al anfitrión se propasaron con la joven a la que agredieron algo brutalmente, llegando a golpearla en el vientre y la boca del estómago repetidas veces, por lo que Aline no tuvo mas remedio que soltar exclamaciones de dolor y doblarse por la cintura, pero manteniendo los brazos en cruz.
El maestro se acercó a Aline y la enderezó, mientras la sermoneaba por su debilidad y de vez en cuando la abofeteaba, tanto en los pechos como en las mejillas.
Y por fin apareció el último de los invitados. Era el mas inhumano de todos los presentes. Su sadismo no conocía límites, aunque aquella noche se comportara conforme a las reglas del Maestro.
Se enfrentó descaradamente con Aline. La insultó brutalmente, mientras la abofeteaba y la retorcía los pezones.
Entonces, el Maestro se acercó a la pareja y les pidió que pasaran al salón, pues ya no se esperaban mas invitados. Aquel hombre tendió su brazo al que Aline se enganchó y juntos, los tres, pasaron al salón.
Los otros 4 individuos se quedaron admirados al presenciar la entrada de la joven. Realmente, formaban el peor grupo que pudiera imaginarse para la integridad de una jovencita.
Todos eran amigos de André y sabían de antemano, que aquella joven tenía bastantes posibilidades de convertirse en su futura esposa, por lo que les cabía la alegría de prepararla para futuras visitas.
Cada invitado tenía su fijado su puesto en la mesa.
Aline, quedó entre el último barón y el Maestro.
Las doncellas habían sido seleccionadas de entre las que estaban siendo castigadas. Era una forma de conmutar su pena. Debían actuar con oídos sordos y ser mudas durante toda la velada.
Aline, tenía la cabeza baja y los ojos tristes. Su compañero se dio cuenta y la hizo levantar, paseándola ante todos los invitados, de forma que cada uno de ellos la hiciera una perrería.
Fue pinchada con tenedores, golpeada en los pechos y en el vientre. La introdujeron objetos por su vagina y por el ano. En fin, un verdadero calvario para la joven, a la que tan siquiera habían atado las manos.
Cuando fue devuelta a su asiento, se encontró terriblemente humillada y afligida.
Durante el transcurso de la cena, el sadismo fue subiendo de tono. La dijeron mil burradas y barbaridades, que ella aceptó como mejor pudo. En momento alguno intentó huir o evadir un tormento.
El propio Maestro, estaba admirado del comportamiento de su pupila.
Aline, soportó con verdadero estoicismo, los sarcasmos, burlas, insultos y hasta acciones mas o menos dolorosas, como el vertido sobre su cuerpo de salsas calientes y punzamientos con tenedores u otras herramientas.
Lo único negativo, fue el que se negó a probar bocado durante la cena, aunque aceptó el vino y los licores, por lo que terminó algo mareada.
No se llegaron a mayores actos vandálicos, salvando los acontecidos. El último invitado en aparecer, se ofreció en acompañarla hasta la mansión de André y lo hizo así :
- Queridos amigos, es ya bastante tarde y esta jovencita debe regresar a su casa. La acompañaré personalmente, pero os prometo agredirla salvaje y sádicamente durante todo el trayecto. Ahora nos vamos. ¡Buenas noches!
El anfitrión se levantó y con él, todos los asistentes, incluida Aline, que salió acompañada por aquel varón.
Caminó en silencio durante todo el trayecto, mientras soportaba toda clase de impertinencias y malos tratos por parte de su acompañante.
Pararon en una llanura llena de plantas parásitas, la mayor parte zarzas y cardos silvestres. La luna iluminaba todo el conjunto algo fantasmagóricamente.
Y en aquel lugar, Aline, tuvo que soportar el que su compañero la atormentase con las púas punzantes de los cardos, sobre todo en sus pechos y la vagina.
Cuando por fin, Aline vio su casa, respiró aliviada. Pensó que allí terminarían sus males, pero lo que no pensó era la hora en la que regresaba. Quedaba algo menos de una hora para el amanecer.
Entró en la casa, acompañada de aquel detestable varón y subieron hasta la habitación de André.
André al despertarse, de aquel modo se llenó de ira y lo primero que hizo, fue el abofetear a Aline, ante aquel hombre por lo tardío de su regreso.
Cuando la dejaron tranquila, se metió en la cama y lloró todo lo que no había podido hacer días atrás.
Pero no la dejaron en paz, ya que la pidieron que les llevara el desayuno a la terraza. Comenzaba a amanecer y Aline, sentía un profundo cansancio para enfrentarse al Maestro en pocas horas.
Para colmo de males, André la había pedido el que se desnudara del todo y sirviera de compañía a su invitado.
Aquel amigo de André, no se cortó lo más mínimo y arremetió en varias ocasiones contra alguna de las partes mas sensibles de ella, mientras André le reía las gracias.
Acababan de dar las 9 de la mañana, cuando aquel hombre dijo:
- Creo André, que esta joven debería bañarse y prepararse para el Maestro. ¿Sería posible el que la calentara un poco, para que le recibiera de forma más cálida?.
- Claro que es posible. ¡Aline!, báñate y sécate. Luego regresa aquí con la fusta, para que nuestro amigo te caliente.
Aline, cada vez mas perpleja y confundida, asintió con la mirada y se dirigió al baño. Volvió al cabo de los pocos minutos con la fusta en la mano.
Y fue azotada brutalmente, ante la mirada impasible de André.
André paró los azotes y comentó :
- Querido amigo. Es la hora del Maestro. Yo debo atender unos asuntos, pero si lo deseas puedes quedarte en la habitación, mientras se departen las clases.
- Voy a aceptar tu proposición. Me quedaré a ver como esta joven se comporta ante un miembro más en el aula.
André, se levantó y tras asearse se marchó. Quedaron a solas, aquel hombre y Aline. Esta se propuso ignorarle, pero no era nada fácil aquella situación.
Cuando apareció el Maestro, Aline se arrodilló y extendió sus brazos en cruz, mientras oía las risas de aquel despreciable ser.
Aline, hacía inauditos esfuerzos en concentrarse e ignorar los comentarios de aquel hombre. Se sentía terriblemente cansada y le dolían los brazos, pero se aferró a la idea de mantenerlos en aquella postura, a fin de evitarse castigos innecesarios. Sentía además, un gran dolor en sus costados y los pechos, por los azotes que acababa de recibir de aquel monstruo.
La clase fue un verdadero suplicio para la joven, ya que aquel hombre no cesaba de meterse con ella. Unas veces la asestaba un azote y otras la insultaba.
Cuando la clase terminó, aquel hombre dijo :
- Maestro, André no está. ¿Cree que sería interesante el que esta joven nos acompañara hasta su casa?. Prometo traerla después sin malos modos.
- En vista de que André no está, que nos acompañe. Pero deberá adecentar su imagen, parece una puta barata.
Se la indicó el que se vistiera. Y se puso un vestido de paseo, cómodo y a la vez práctico. Salieron los tres hacia la casa del Maestro.
El camino transcurrió apacible para los tres seres, que se habían lanzado a una verborrea intranscendente. Lo curioso es que Aline, entraba a fondo en toda la conversación y a ellos parecía agradarles la idea de tener un contertulio más.
Cuando se despidieron del Maestro, Aline pensó que a partir de aquel instante comenzaban los tormentos para ella. Pero no sucedió así. Simplemente, llegaron hasta el río y aquel hombre la propuso el que se bañaran los dos juntos.
Hacía un calor tan axfisiante, que Aline accedió agradecida.
Cuando llegaron a un lugar prefijado, Aline se desnudó ante él con toda naturalidad. El la imitó igualmente y ambos, entre risas y chapoteos se introdujueron en el agua.
Nadaron, bucearon y se pelearon como dos buenos amigos. Al cabo de unos 30 minutos, salieron del agua y se tumbaron en la fresca hierba.
Aline, pudo comprobar el buen porte de su compañero, mientras él se quedaba admirando de nuevo su desnudez.
En un momento determinado, él la dijo :
- Aline, me ha encantado conocerte. No me verás en mucho tiempo, pero deseo que conozcas mi nombre. Me llamo Gustave y soy primo hermano de André. Ahora debemos regresar a la casa. ¡Promete, no revelar a André, que has intimado conmigo!, y no te reportará problemas.
- Gracias Gustave. ¡Descuida!, no le diré nada a André, pero si por una casual está en casa y me pregunta este retraso, ¿qué crees que debería explicarle?.
- Aline, tienes razón. Se nos ha escapado el tiempo. Una solución podría ser el que te atormentase, de esa forma todo quedaría claro. Pero sinceramente, no me apetece hacerlo. ¡Tu decides!.
- Gustave, no me importa si André me castiga por no poderle explicar el retraso, pero no quisiera inmiscuirte y ser causa de desdicha por mi culpa.
- Entonces solucionado. Volvamos a la casa y si André está allí y me pregunta, le contestaré que te retuve a la fuerza. Y si te pregunta a tí, actúa como creas conveniente. Lo mas seguro es que lo pague contigo. Pero, ¡Es posible que no esté en casa!.
André llevaba esperando algo enfurecido, la vuelta de Aline. Hacía una hora que había regresado y su jovencita no daba señales de vida por parte alguna. Realmente, estaba enfurecido.
Cuando los vio les hizo señas de que se acercaran. Gustave, le pidió a Aline, que aguardara en el hall hasta que el se marchara.
Estuvieron juntos unos minutos. Gustave pasó al lado de Aline sin hacer comentario alguno, ya que André estaba cerca.
Aline, se propuso explicarle que la había retenido a la fuerza, pero sin utilizar la violencia.
Cuando quedaron solos, subieron a la habitación y tras pedirle André que explicara su retraso, ella le contó lo acordado.
André pretendió engañarla y confundirla, pero ella se aferró a la misma idea y de esa forma quedó zanjado el asunto, ya que André se tragó el cuento.
El tiempo transcurrió deprisa y con cierta monotonía, sobre todo para Aline. Hacía meses que había terminado las clases y ahora era considerada una mujer respetable. Se acercaba el día de su cumpleaños y André había previsto el celebrar una fiesta por todo lo alto.
Aline estaba en todo su esplendor. Los ataques indiscriminados contra su cuerpo habían cesado por completo, salvo los que André la proporcionaba.
El Maestro la había educado adecuadamente y sobre todo la había dado a entender la vergüenza y la humildad.
Y hasta tal punto habían dejado huella en Aline, que hasta se sentía ruborizada cuando se debía desnudar ante André. Actos que la habían acarreado variadas palizas, pero que no conseguían hacer mella en su forma de pensar.
La víspera de la fiesta llegó. André había dispuesto todo, para que su pareja se sintiera cómoda y feliz, durante aquel gran día.
Aline, se sentía muy alborozada por las muestras de cariño que recibía por parte de todos.
Y la fiesta llegó. Se daría una gran cena y baile para los más de 100 invitados. Estarían presentes, muchos de los que había conocido tiempo atrás, incluido su Maestro.
Los regalos se entregaban en privado a la persona agasajada, por lo que desde primeras horas de la tarde, Aline había ido recibiendo todo tipo de detalles.
Los regalos habían sido de lo mas variados y excéntricos.
Había recibido de manos de su Maestro, un estuche alargado. Al abrirlo, se quedó perpleja. Se trataba de un juego de fustas de variados colores y formas.
Y el Maestro la había exigido probarlos con ella en aquel preciso instante. Aline se quedó desconcertada y angustiada. No es que sintiera vergüenza de desnudarse ante él. Quizá fuera la única persona ante la que se podía desnudar sin más, pero no sentía ganas de ser azotada en aquel día.
Tuvo que aceptar ante la insistencia del Maestro. Se quitó el vestido, dejándose el portaligas, medias y zapatos. Pero el Maestro la conminó a que se desnudara completamente.
Cuando Aline quedó totalmente desnuda ante él, extendió sus brazos en cruz y aguardó a que el Maestro la probara las 3 fustas en la parte del cuerpo que eligiera.
Cogió una fusta finísima de color amarillento y se acercó a ella. Aline estaba nerviosa y excesivamente agitada, ante la presencia de su castigador principal. Sabía que la haría enloquecer de dolor. De hecho había tenido que soportar mas de 2.000 azotes de sus manos y otros tantos de sus servidores.
La azotó los pechos con cierto rigor, ante las exclamaciones de dolor y contorsiones que Aline se veía obligada a hacer, sin bajar los brazos. Después de 30 latigazos, cogió una segunda fusta, algo mas ruda y la azotó las caderas y los costados con redoblado vigor.
Tuvo que parar los azotes varias veces, para obligar a que Aline se incorporara y extendiera los brazos. En estas zonas la asestó uno 50 azotes, antes de cambiar a la tercera fusta.
Cuando la tuvo en sus manos, se la enseñó y la explicó las grandes sensaciones que iba a sentir.
Aline, tenía el rostro cubierto de lágrimas, su respiración era jadeante y entrecortada. Sus pechos se elevaban y descendían con gran velocidad. Realmente, aquella visión estaba impregnada de una alta voluptuosidad, que hacía mas interesante el momento.
El Maestro no parecía inmutarse, por los dolores y los sofocos de su pupila, a la que trataba del modo más sádico que podía. La había educado acorde con las necesidades de André y de él mismo.
Al fin, se posicionó frente a ella y comenzó con media docena de latigazos a su vientre, para seguir después por la parte anterior de los muslos, mientras Aline se retorcía y exclamaba de dolor.
Tras 20 latigazos en estas partes, se situó a su espalda y comenzó a descargarla golpes entre las nalgas y los muslos. A partir de aquellas odiosas sensaciones, Aline ya no pudo aguantar mas la situación y además de bajar los brazos, mientras se retorcía extenuada, intentó zafarse de los azotes. Aún así el Maestro, consiguió asestarla 30 latigazos en estas zonas.
Cuando lo creyó conveniente, paró el castigo y se plantó ante ella, sujetándola por los dos brazos y la dijo :
- Aline. Te has portado muy mal conmigo. Me he enfadado y deberás ser castigada. Esta noche, después de la fiesta te vendrás conmigo a casa. Allí serás castigada como mereces. Ahora, te voy a dar el bálsamo, pero sólo en las partes visibles.
Después de que el bálsamo hubiera actuado en las partes que el vestido no tapaba su desnudez, el Maestro la dijo que se bañara y después se volviera a vestir. La esperaría abajo con el resto de invitados.
Aline le obedeció y se bañó, entre numerosas sensaciones de dolor. Se secó suavemente y se vistió. Luego se arregló un poco la cara y bajó con los invitados.
Encontró a André con el Maestro conversando. Los saludó como si no hubiera pasado nada y entonces André la dijo :
- Aline, el Maestro me ha pedido permiso para que le acompañes a su casa. He accedido, máxime cuando salgo esta noche para un viaje de varios días. Me sentiré mas seguro, si estás protegida por él. Ahora, ve a divertirte por ahí.
Aline, no dio muestras de rechazo. Sabía que de nada iba a servir, así que se separó de ellos y deambuló por la casa, siendo felicitada por todos los presentes.
La cena transcurrió en una gran algarabía y se bebió champán en exceso, principalmente ella, con lo que se alegró algo mas de la cuenta y rió escandalosamente con los invitados.
Cuando los invitados, comenzaron a irse, el Maestro se acercó a Aline y la dijo :
- Querida, sube a tu cuarto, quítate toda esta ropa y ponte el portaligas, medias, zapatos y capa azules. Luego ve a la entrada de servicio. Allí te estaré aguardando en un carruaje. Y date prisa, hemos de llegar pronto a casa y comenzar por aplicar algunos tratamientos correctivos.
Aline, sabía que de nada valdría protestar, así que se apresuró a cumplir aquella orden. André hacía rato que se había marchado.
Se vistió como el Maestro la dijera y bajó por la escalera trasera hasta la puerta de servicio. Salió al exterior y vio un coche que aguardaba. El Maestro estaba dentro. Subió y se sentó frente a él.
A una indicación suya, echó la capa hacia atrás a fin de que su desnudez y las marcas de los látigos quedaran patentes ante el Maestro.
Este, sonrió mientras con su fusta la recorría los costurones del látigo y Aline jadeaba y se contorsionaba ligeramente.
Llegaron en menos de media hora y el Maestro descendió y la ayudó a bajar. Aline ahora, se cubría con la capa. Ambos se dirigieron hacia la casa, en donde un mayordomo y dos sirvientas, con uniformes lascivos les aguardaban.
Se dirigieron al 2º sótano, en donde el Maestro pidió a una de las sirvientas, que le trajera los licores y el estuche rojo.
La otra sirvienta procedió a limpiar aquel sótano, a instancias de su amo. El mayordomo por su parte desapareció para encargarse de otros menesteres.
Cuando la sirvienta apareció con los licores y el estuche, los dejó en una mesita cerca del sillón en el que se había echado el Maestro y se fue hacia su compañera para ayudarla en las faenas de limpieza de diversos aparatos.
A una indicación del Maestro, Aline se acercó a él y se dejó acariciar sin oponer la más mínima resistencia.
El Maestro la pidió que le sirviera algún licor. Cuando Aline se lo entregó, él con una mirada insinuante la indicó que abriera el estuche.
Aline descorrió los cerrojos y levantó la tapa. No dio muestras de gran sorpresa, pero un escalofrío la recorrió por todo su ser.
Había una fusta roja y una azul. También había un látigo de cordones con nudos y otro de cadenillas muy finas.
Se atrevió a mirar al Maestro, mientras éste hacía lo mismo con ella y bebía un largo sorbo de licor. Cuando dejó la copa, dio una palmada y una de las sirvientas acudió presta a la llamada. A una indicación suya, retiró la capa de Aline, quedando ésta desnuda ante sus miradas.
La sirvienta se retiró con la capa, mostrando la total desnudez de sus partes traseras. Tenía marcas recientes de látigo en las nalgas y los muslos. Aline pensó que aquello debía ser un infierno para todas las sirvientas. Consiguió fijarse en la otra y se dio cuenta de que estaba marcada de la misma manera que su compañera.
Observó cómo, aquellas dos hembras se acercaban a ella y cogiéndola por los brazos la conducían hasta una plataforma poco elevada, haciéndola extender los brazos y aprisionando sus muñecas con sendos grilletes, que colgaban de un par de cadenas ancladas en el techo.
El Maestro no se había movido de su asiento, lo cual parecía significar que aquellas dos jovencitas se encargarían de atormentar a Aline.
Una de ella se acercó hasta el Maestro y recogió las dos fustas que le entregaba, diciendo en voz alta :
- Que sea azotada desde las axilas hasta las caderas en ambos flancos. Quiero el máximo rigor en los azotes, hasta que mande parar el castigo. Proceded.
Aline estaba mas asustada que de costumbre y su respiración era entrecortada.
Cuando las dos jóvenes estuvieron situadas, procedieron a descargar las fustas con todas sus fuerzas. Aline sintió dos desgarros abrasadores que la hicieron rugir de dolor.
Los azotes iban cayendo con todo rigor. El ruido sordo de los cueros al chocar contra la piel, se confundían con los gritos de Aline.
Era un castigo terrible y sádico. Aline, se encontraba al borde de la histeria. Los dolores eran tan profundos que no podía soportarlos.
Después de 50 latigazos en cada flanco, el Maestro paró el castigo y Aline fue desatada y obligada a dirigirse hacia él.
Tan sólo se limitó a palpar las marcas, lo que produjo unas sensaciones escalofríantes. Entonces la pidió el que le sirviera de beber y que volviera con las jóvenes para el siguiente castigo.
Aline se encontraba muy mal y sus manos temblaban, cuando le servía la copa. Dio media vuelta y con paso poco seguro se acercó a sus torturadoras. De nuevo fue atada, lo que agradeció internamente, pues estaba a punto de dejarse caer. Quedó ligeramente colgada por las muñecas.
Una de las jóvenes la desabrochó el portaligas y la bajó lentamente las medias, hasta dejarla totalmente desnuda.
Todo el cuerpo de Aline estaba surcado de sudor. La otra joven se había apropiado del látigo de cadenillas y esperaba la sentencia del Maestro, que dijo :
- Aséstala 100 latigazos desde el cuello a los muslos, pero solamente en su parte trasera. Incide principalmente en las nalgas y procura que no se desmaye. Procede.
Aline se sintió en el infierno ante la crudeza de aquel tipo de látigo. Era lo mas doloroso que había sentido, pero cuando llegó a sus nalgas, unos fuertes temblores se apoderaron de todo su ser. Los azotes eran contundentes y cada uno de ellos dejaba 3 marcas violáceas, pero no se aplicaban con la misma velocidad que las fustas, a fin de que Aline no perdiera el conocimiento.
Después de aquel infernal castigo, Aline colgaba totalmente de las cadenas. Había dejado de llorar hacía ya rato, tan sólo sus convulsiones, el sudor y sus jadeos hacían patente el tormento.
De nuevo fue desatada, cayendo en la tarima sin fuerzas. La hicieron ponerse en pie, a base de azotes y dirigirse hacia el Maestro, que la contempló durante unos minutos y al final dijo :
- Aline, estoy empezando a calmarme un poco del feo de esta tarde. Convendrás conmigo en que era necesario todo ésto. Pero, ahora que me doy cuenta, ¿qué hacemos con tus pechos?.
Aline, bajó la mirada mientras él gritó :
- Venid una de vosotras. Azótala los pechos sin piedad, hasta que yo crea conveniente. Utiliza las cadenillas. Y tú Aline, mantente de rodillas y con los brazos en cruz.
Aline se colocó en la postura elegida y predilecta del Maestro y soportó los latigazos sobre sus senos. Azotes que la hicieron aullar de dolor, mientras el Maestro reía los gestos y exclamaciones de ella.
Después de unos 15 azotes, paró el castigo y la palpó los pechos, retorciéndola los pezones con saña, mientras Aline rugía de dolor, envuelta en estertores de lo mas violentos, pero sin haber bajado sus brazos un solo instante.
Entonces el Maestro, dijo :
- Vosotras dos, retiraos y dejadnos a solas. Ella se encargará de poner orden en la estancia.
Cuando quedaron a solas, el Maestro la encomendó :
- Aline, recoge las fustas y los látigos. Límpialos y guárdalos en su estuche. Luego friega la plataforma y los alrededores de este sofá. Te estaré observando y si descubro que trabajas mal, yo, personalmente te volveré a azotar. Ahora, trabaja.
Aline, se apresuró a acatar las órdenes del Maestro y cogiendo un cubo y una balleta, se puso a fregar la plataforma. Sentía frenéticos espasmos, producidos por los dolores que padecía.
El Maestro la miraba admirado por su voluntad y se dijo para sí mismo, que era necesario volverla a maltratar.
Aline, terminó de fregar la plataforma y se aproximó al Maestro portando las dos fustas que habían quedado en la plataforma. Dejó el cubo a un lado y se dispuso a limpiar con verdadero mimo aquel odioso material que la había atormentado.
Guardó las fustas y la cadenilla en el estuche y lo cerró. Y sin decir palabra alguna, se dispuso a fregar los alrededores del sillón en el que permanecía el Maestro. Este, tuvo la delicadeza de subir sus pies sobre la banqueta que tenía ante sí, por lo que Aline, pudo terminar la tarea, sin tener que pedir permiso.
Cuando terminó, recogió todos los enseres y se plantó ante el Maestro, quien la indicó el que se mantuviera de rodillas y con los brazos en cruz, hasta que el decidiera lo contrario.
Al cabo de 15 interminables minutos, el Maestro plantó los pies en el suelo y la obligó a incorporarse, tras hacerla bajar los brazos.
Aline, a una indicación del Maestro, se colocó toda la ropa que había traído y se situó frente a él.
Se encaminaron juntos hacia la habitación del Maestro. Aline llevaba los licores y el estuche, mientras él la seguía.
Ascendieron las escaleras y recorrieron el largo pasillo, hasta llegar a sus aposentos.
Cuando entraron en la habitación, Aline dejó los licores sobre una mesita preparada al efecto y el estuche lo depositó en una vitrina.
El Maestro, la quitó la capa y la condujo hasta los pies de la cama. Engarzó sus muñecas a los grilletes que portaban unas cadenas colgadas del techo y tras tensar ligeramente las cadenas, la abandonó para asearse ligeramente.
Aline, pudo contemplarse en el enorme espejo que había a la cabecera de la cama. Se sintió incómoda al visualizar todas las barbaridades cometidas sobre su cuerpo.
El Maestro regresó a los pocos minutos y la dio unos cachetes en las nalgas. Se dirigió a la cama y se metió en ella estirándose de gusto y placer.
La corta noche fue un tormento aumentado para la pobre Aline.
Cuando amaneció, colgaba de las muñecas desvanecida.
El Maestro al despertar, la descubrió en esta pose que le hizo sonreir. Pensó que la mejor forma de activarla era a base de azotes, por lo que se dirigió a la vitrina y cogió una fusta espinosa y se situó cerca de ella.
Sin más contemplaciones, la descargó azotes muy rápidos, consiguiendo reanimarla, totalmente aterrada, al cuarto azote. Aún así, la asestó otros 20 azotes más.
Cuando terminó se acercó a ella y la dijo :
- Aline, hueles mal. Parece que se te han olvidado mis enseñanzas. Pronto te castigaré por ésto. Ahora, vendrán a aplicarte el bálsamo especial y luego te bañarás. Mientras, voy a desayunar.
Aline volvió a quedar sola, sumida en una tristeza amarga.
A los pocos minutos apareció una sirvienta que la aplicó el bálsamo especial, según las indicaciones del amo, tras haberla desnudado del todo.
Aline, tuvo que soportar aquellos escozores terribles, hasta que las marcas comenzaron a desaparecer y con ellas aquella sensación.
Luego fue desatada y conducida al baño. Se sumergió en el agua y se adormiló placenteramente. Tuvo la suerte de despertarse a tiempo y terminar de asearse y secarse. Se dirigió de nuevo al dormitorio y aguardó la presencia del Maestro.
Este, no tardó en aparecer. Aline al verle entrar, se postró de rodillas y elevó sus brazos, aguardando órdenes.
El Maestro, sonrió complacido al verla y la dijo :
- Me encanta verte de nuevo. Hueles bien y estás muy apetecible. He dispuesto para el día de hoy, una excursión al campo. Irás tan desnuda como estás ahora y prepárate para ser sometida por las dos sirvientas que nos acompañarán. Tú, te encargarás de llevar el estuche.
Salieron de la habitación y bajaron al hall. Aline portaba el estuche, mientras que las dos sirvientas, una llevaba una cesta de comida y la otra una bolsa con mantas y productos de higiene.
Recorrieron un largo camino y por fin el Maestro decidió instalarse en un paraje solitario y a la vez muy hermoso y agradable.
Indicó a las jóvenes el que colocaran todo lo necesario y después que atendieran sus órdenes, mientras descansaba un par de horas.
Cuando todo estuvo dispuesto, las reunió a las tres y dijo :
- Deseo que hagáis correr a esta perezosa. Debéis conseguir que sus pechos se agiten constantemente, mientras trota. Si la tenéis que zurrar, hacedlo. Pero debo encontrarla exhausta cuando despierte de mi siesta. No debe parar de correr en momento alguno. Ahora coged las fustas y situaros al otro lado de la explanada con esta pécora.
Aline, se dejó conducir por aquellas dos mujeres, al extremo opuesto de la explanada. Por el camino la fueron indicando el recorrido que debía hacer y además el que se ajustara en todo momento a las necesidades del amo.
Aline, asintió y comenzó a trotar lentamente. Como sus pechos habían crecido algo en los últimos meses y además se habían vencido debido a los excesos y al látigo, principalmente, a cada paso ascendían y descendían voluptuosos. De esa manera se evitó azotes innecesarios, cosa que por otra parte el Maestro ya había previsto.
De cualquier forma, aquellas jóvenes encontraron justificaciones para asestarla numerosos latigazos, cada vez que pasaba por el lado de alguna de ellas, o bien si corrían a su lado.
Cuando pasaron las dos horas, Aline estaba empapada en sudor y totalmente agotada. Tenía ligeras marcas de látigo en su espalda y alguna en los pechos y nalgas, pero eran poco significativas.
El Maestro las mandó llamar y las tres volvieron a la carrera, hasta llegar a su presencia. Indicó a Aline el que se tumbara en la manta junto a él y a las otras jóvenes que fueran a corretear hasta que el las llamara.
Las jóvenes se apresuraron a obedecer, mientras Aline se echaba bocarriba en la manta. Se dejó palpar y poseer por él incontables veces, mientras las otras hembras parecían a punto del agotamiento total.
Aline, a pesar de extenuación se había sentido dichosa al poder mantener en su interior el pene de aquel hombre que tan mal la había tratado.
Cuando lo creyó conveniente, las llamó y les indicó el que prepararan algo de comer.
La comida transcurrió tranquila para los cuatro. Luego dormitaron hasta que la tarde anunció su huida. El Maestro decidió que era el momento de volver a la casa.
Regresaron tranquilos, aunque las mujeres estaban casi agotadas.
Cuando llegaron a la casa, el Maestro despidió a las sirvientas, mientras se dirigía con Aline a sus aposentos. Nada más entrar, la preguntó :
- Deseas, que te cure esas pequeñas marcas o sigues con ellas.
- Puedo seguir con ellas, salvo que os moleste verme así.
- Nada mas lejos de mi ánimo. Sirve unas bebidas para los dos y ven a la terraza conmigo. ¡Ah!, tráeme de paso una fusta, la que mas miedo te cause.
Aline, preparó las bebidas y acto seguido se puso a buscar una fusta que la aterrara el verla. Sabía que iba a ser para ella. Miró en la vitrina y descubrió una de aspecto terrible. Era muy fina y tenía unas bolitas espinosas en la punta. Sin pensarlo más, la cogió y la colocó bajo su axila izquierda, para poder coger las dos bebidas. Y con todo el conjunto se dirigió hasta donde la esperaba el Maestro.
Dejó las copas en la mesa y le entregó la fusta por el mango. El Maestro sonrió y dijo :
- Aline, hacía mucho tiempo que no utilizaba esta fusta. Me trae recuerdos gratos y te lo agradezco. Ahora, siéntate cerca de mí y disfrutemos de este rato de calma.
Hablaron de cosas intrascendentes, mientras el Maestro la rozaba los pezones con las bolitas. Aline por su parte, le dejaba hacer sin inmutarse y conseguía responder a las preguntas, a pesar de las odiosas sensaciones que sentía.
Cuando la noche cayó, el Maestro la dijo :
- Aline, es hora de cenar. ¿Querrás acompañarme?.
Aline asintió y ambos entraron en la casa. El Maestro la indicó el que se bañara y se perfumara. Debía bajar al salón con un portaligas, medias y zapatos de color rosa que encontraría en su cuarto.
Se bañó y acicaló convenientemente. Luego entró en el dormitorio y localizó aquellas prendas. Se las puso y fue a mirarse al espejo. Se vio altamente provocativa, pero a la vez hermosa y apetecible. Bajó al salón en donde la esperaba el Maestro. Pudo observar como asentía con un gesto y se sentó cerca de él a una indicación suya.
La cena fue servida de inmediato. Comieron lenta y apaciblemente, aunque en las pausas entre plato y plato, el Maestro la incordiara con sus manos o bien, con la fusta. Pero no llegó a darla mas de 2 golpes consecutivos, por lo que Aline estaba en la gloria.
La cena duró algo mas de 2 horas. La conversación era poco interesante y el Maestro dio muestras de sueño, entonces la cogió de la mano y tras levantarse de la mesa, la preguntó :
- Aline, estoy algo cansado y me voy a dormir. ¿Qué prefieres, pasar la noche atada a las cadena, después de que te haya dado 50 latigazos, o bien, dormir en un cuarto después de haber sido azotada por una de las sirvientas?.
- Maestro, prefiero estar cerca de Ud.
- Entonces, sígueme. Te azotaré cuando estés encadenada.
Llegaron a la habitación y Aline le pidió permiso para ir al aseo, cosa que le concedió.
Cuando regresó a la habitación, comenzaba a desnudarse, cuando el Maestro la dijo :
- No, Aline. Pasarás la noche así. Sólo te voy a azotar las nalgas, los costados y los pechos. ¡Por favor!, sitúate.
Aline obediente, se colocó entre las dos cadenas que descendían del techo a los pies de la cama y elevó sus brazos para que pudiera engarzarlos.
El Maestro, alzó la fusta y comenzó azotándola las nalgas. Aline procuró contenerse y no gritar, pero se contorsionaba ante las electrizantes sensaciones que producían aquellas malditas bolitas.
No había contado los golpes, pero sabía que debían estar en torno a los 40, por lo que dedujo, que iba a ser azotada mas de la cuenta. El Maestro, dejó de atormentar sus nalgas, para pasar a zonas tan sensibles como la anterior.
Cuando el 4º azote la incidió en los costados, sus resoplidos dieron lugar a un pequeño grito, que aumentó en intensidad y duración. Las marcas que dejaba la fusta eran tenues, pero las sensaciones eran peores que las de las cadenillas. Ante los gritos que lanzaba, el Maestro paró el castigo y la dijo :
- Aline, ya me he cansado con tus gritos. O te callas o mañana te bajo al sótano para que seas sometida a tormento.
Aline cesó sus gritos de inmediato, pero no dejó de jadear y colvulsionarse ante cada nuevo golpe. Cuando el Maestro cesó de atormentar sus costados, se situó ante ella y ésto la produjo un sobresalto, que involuntariamente la obligó a exclamar :
- Maestro, ya os habéis pasado de los 50 azotes. ¡Por favor!, perdonadme los pechos.
- Observo, que no aprendiste bien las lecciones. ¡No hay problema!, se volverán a repetir. Ahora te azotaré los pechos, hasta hartarme. Y mañana, personalmente, te bajaré a uno de los sótanos para que seas sometida a todo tipo de escarnio.
Aline, quedó llorosa y angustiada. Mientras recibía los terribles azotes, le imploraba gracia, mientras sus lágrimas caían vertiginosas por los vestigios de la rabia del látigo.
Cuando el Maestro, lo creyó oportuno, cesó el castigo y la dejó llorando y con todo su cuerpo en continuas convulsiones.
Se acostó sin inmutarse del padecimiento de su pupila. Y se durmió rápidamente, mientras la joven seguía agitándose y resoplando en sus sensaciones. Aline hizo un esfuerzo y bajó el nivel sonoro de sus gemidos para no molestarle.
Al amanecer, el Maestro encontró a Aline colgando de las cadenas. Se aseguró que estaba bien y la flageló durante 5 minutos con la misma fusta, hasta que los gritos de su pupila alcanzaron el nivel de la noche pasada.
Después de los azotes, se acercó a su cara y la espetó :
- Voy a desayunar. Daré aviso para que te pongan el bálsamo normal. Cuando suba, iremos a visitar tu lugar de tormento. Y haré elogios de tus debilidades. A ellos les encanta.
Se fue, dejándola completamente angustiada. Al cabo de unos minutos, apareció una de las sirvientas. La quitó el resto de ropa y la esparció el bálsamo. Y sin más abandonó la habitación.
Aline pudo comprobar en el espejo que tenía frente a sí, como las pequeñas marcas desaparecían de su cuerpo con gran velocidad.
Al cabo de unos 15 minutos, apareció el Maestro. La desató y la condujo al baño.
Cuando Aline apareció en la habitación, el Maestro se limitó a atarla las manos a la espalda y entonces la comentó :
- Ha llegado tu hora. Serás escarmentada por todas tus faltas. Ahora camina y nada de flaquezas. Quiero tu mirada altiva y espero que ellos se sobrepasen contigo.
Aline alzó su mirada y nada dijo. Se dejó empujar por el Maestro en todo instante. Descendieron hasta el 4º sótano. Nada mas entrar, el hedor que despedía aquel antro la echó para atrás. No se le permitió y entonces pudo ver a 3 varones casi completamente desnudos. Tan sólo portaban un minúsculo tanga, lo que hacía la visión más patética, debido a sus brillantes musculaturas.
El Maestro, la entregó como si fuera una criminal y les rogó el que fuera salvajemente tratada. Dichas estas palabras varias manos asieron los brazos de Aline y medio la arrastraron hasta su nuevo enclave.
Aline, se debatía e intentaba zafarse de las manos de sus torturadores, aunque sabía que todo era inútil. Fue conducida hasta una pilastra, en donde fue atada por las muñecas a una argolla. La hicieron beber un líquido, que tenía la propiedad de que la víctima no perdiera el sentido. A continuación, la ataron una soga al cuello y éste a la misma argolla que las muñecas, por lo que quedó indefensa y mostrándoles sus partes posteriores.
Los primeros tormentos comenzó a encajarlos con bastante crudeza, ya que comenzaron por flagelarla los muslos y las nalgas.
Aline saltaba a cada azote que recibía. Casi no podía gritar, debido a la tensión de las ataduras, pero sus espasmos hacían patente sus sufrimientos. Aquellos seres parecía que quisieran destrozarla, pues no dejaban de azotar aquellas zonas con un sadismo desmesurado. Desde el látigo hasta las cadenillas, todo era usado contra ella.
Después de más de 100 azotes, la soltaron el cuello y las muñecas y la condujeron a rastras hasta unas cadenas que colgaban del techo. Aquella estancia era la más asquerosa de cuantas tenía la mansión. El suelo era de arena y la humedad se respiraba en el ambiente. Además los olores a orines, combinado con los olores de los braseros, hacían casi insoportable la estancia en aquel lugar.
Aquellos 3 hombres parecían estar acostumbrados a aquel ambiente y Aline era la víctima. Realmente aquel hedor no la molestaba, tan sólo estaba pendiente de los tormentos que la infligieran.
Después de que fuera tensada convenientemente, se armaron de látigos y cadenillas. Procedieron de modo poco natural, ya que no avisaron el primer golpe. Aline se debatió entre gritos y contorsiones, cada vez que los cueros y las cadenillas se estrellaban en su piel.
La marcaron completamente los pechos, costados, vientre y muslos. Aline sentía un profundo dolor en todo el cuerpo, pero no se desvanecía por muy rudos que fueran los ataques.
Fue desatada, después de más de 120 azotes y arrastrada de nuevo por la arena, hasta llegar a un potro de tormento, en donde fue atada bocarriba y tensada sádicamente.
En este aparato, la realizaron punzamientos y quemaduras menores, tanto en sus pechos como en las axilas, vientre y vagina.
De nuevo fue desatada y arrastrada a otro lugar de la sala. Fue introducida en un cilindro enrejado, que hicieron rodar sobre ascuas y cenizas, distribuidas previamente.
Con el mismo aparato la hicieron rodar, lentamente, sobre un lecho de cardos silvestres. Repitieron este paseo 10 veces.
Los gritos de Aline se habían hecho histéricos, sobre todo a partir de las brasas, pero ahora en los cardos, cuando las púas se clavaban en sus pechos lentamente, eran ensordecedores y dramáticos.
Aline fue liberada del cilindro y conducida hasta una especie de urna gigantesca. Había toda clase de asquerosos bichos. Antes de introducirla en la misma la rociaron con un líquido que hacía el que aquellos seres se volvieran locos y picotearan o corrieran con mayor energía.
La introdujeron en la urna, pero dejándola la cabeza fuera, mientras que sus manos y pies eran anclados en las dos paredes de la urna.
Mientras los animales hacían su función se dedicaron a jugar una partida de naipes. De vez en cuando miraban a la joven y se reían de los gestos y la agonía que reflejaba todo su ser.
Así la tuvieron durante una hora. Al término de la misma, la liberaron de aquel infierno para conducirla a otro mas agresivo.
Aline, no podía dar crédito a sus vivencias. Jamás había experimentado tan maléficas sensaciones.
Fue llevada de nuevo a las cadenas, pero esta vez la colgaron por los tobillos, con las piernas muy separadas y la dejaron en esta postura por espacio de 10 minutos.
Cuando regresaron a ella, estaban armados con látigos de cuerdas enceradas y con nudos cada 3 pulgadas y un nudo mayor en el extremo de cada cuerda.
La escarmentaron la vagina, con rigurosos azotes.
Aline, sintió las mordeduras de las cuerdas en su interior, ya que al estar muy abierta en la postura que la mantenían, los nudos se introducían con toda facilidad, causándola vivísimos dolores.
Después de asestarla unos 50 latigazos en dicha zona, la desataron y la condujeron hasta el potro. Allí fue atada como la vez anterior, pero esta vez se limitaron a azotarla con los látigos de nudos, tanto los pechos, como el vientre y los muslos.
Después de unos 100 azotes, apareció el Maestro. Ordenó parar el castigo y que la desataran.
Aline, no se sostenía en pie, por lo que fue arrastrada a presencia del Maestro.
Este, la ayudó a ponerse en pie y la acompañó hasta su estancia. Aline sufrió lo indecible con las escaleras. Había perdido la noción del espacio y era incapaz de articular los pies.
Consiguieron llegar, tras duras penalidades y con la ayuda de dos sirvientas.
La noche transcurrió llena de horribles pesadillas para Aline. Las sirvientas se fueron relevando durante las horas que estuvo inconsciente, a fin de asistirla.
Cuando despertó, se encontró sola en la habitación. No sabía quien era ni que hacía allí.
Tardó mas de 2 días en recuperarse. El Maestro la atendió personalmente en todo momento o estuvo enterado de sus progresiones.
Cuando fue consciente de quien era y que hacía allí, fue el Maestro quien la interrogó y la situó en su lugar, preguntándola :
- Aline, has visto lo que pasa por desobedecerme. A partir de ahora te conducirás con mejor concentración. De lo contrario volveré a enviarte a ese lugar.
Aline, se quedó aterrorizada al escuchar la amenaza. Y se prometió a sí misma, enmendarse y aceptar los castigos sin incumplir los mandatos de su Maestro.
Pasaron unos días tranquilos. El Maestro de vez en cuando la ponía a prueba. Pero Aline, siempre conseguía salir airosa de la misma, a pesar de que los azotes fueran agobiantes. Simplemente, le pertenecía. El lo sabía y hacía de ella lo que quería. Era como si la tuviera hipnotizada.
Y llegó el día en que regresaba André. El Maestro acompañó hasta la posta a Aline, para recibir a André.
Aline, salió disparada cuando vio a André. Le abrazó y le besó apasionadamente. André quedó algo perplejo ante semejante recibimiento, pero muy agradecido a la vez.
Saludó al Maestro y le pidió informes de Aline. Este, le respondió que podía confiar en ella plenamente, ya que era una mujer en toda regla y que en los últimos días se afanaba en ser mas coherente con el mundo que la había tocado vivir.
André sonrió a Aline y tras pasarla el brazo por el hombro, los tres se encaminaron hasta la casa de André.
Cuando se hubieron acomodado, Aline les sirvió refrescos y algún aperitivo.
André, la envió a dar un paseo, ya que debía hablar con el Maestro de asuntos de negocios.
Cuando vieron pasear a Aline por la explanada, se rieron y entonces el Maestro le relató todo lo sucedido. André se sintió gozoso y le dijo al Maestro :
- Creo que ésta es la mujer que me conviene. ¿Qué te parece?.
- Estoy de acuerdo contigo totalmente. Debes empezar a tratarla bien y darla el amor que necesita. Yo siempre estaré presente en su pensamiento, y para nosotros, será un secreto entre los dos.
André al fin se decidió y una buena noche en la que paseaban por el parque, la hizo la propuesta de matrimonio.
Aline, se quedó estupefacta al oír semejante proposición. Pero un gozo interno se apoderó de ella y dio el sí, sin la mas mínima duda.
Dos meses mas tarde, se casaban ante numerosos testigos e invitados.
La luna de miel, fue realmente de miel. Y en toda la campiña no se comentaba otra cosa que la maravillosa sensación que esparcía aquella pareja.
Los meses pasaron y Aline, tuvo el primer vástago de la estirpe. La felicidad era completa en la pareja. A tanto habían llegado en sus relaciones de amor, que André y Aline, se habían cambiado a otra de las mansiones del Barón.
El Maestro, les había visitado en varias ocasiones, pero cuando se decidieron a cambiar de residencia, les perdió de vista para siempre.
Habían pasado 7 años de su unión y ya contaban con 2 varones y una hembra, a la que habían puesto por nombre Angélica.
André había cambiado tanto, que ya era irreconocible para sus amigos, aunque seguían respetándole todos y el les correspondía en la misma medida.
Aline y André, se beneficiaron del amor que floreció en sus corazones y por tal motivo, fueron felices y pudieron hacer frente, desde un panorama distinto al que habían empezado, a sus hijos y todas las dichas de la familia.
Review This Story || Email Author: Sandra Raquel