BDSM Library - Historia de Corinne - Spanish

Historia de Corinne - Spanish

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Synopsis: Corinne es una chica que por amor a su pareja decide entregarse al mundo terrible, para salvarle de daños probables (La escribí bastante condicionada sobre la Historia de O, pero le añadí mis propias fantasías). Es algo que realicé desde mis fantasías propias. Es un primer relato o novela al que me lancé, antes de tener PC y en un micro me construí una especie de editor de textos. Después lo pasé a Wordperfect....y en la actualidad lo mantengo en Word.

Sitúo mi relato en el Otoño de 1.993.

Era una fría y lluviosa tarde del mes de Octubre, había terminado de cenar. Me había aseado y puesto un camisón de color naranja. Me senté en el sofá para ver el noticiario de las 9 de la noche.

En la casa hacía bastante calor. El suficiente para permitirme el permanecer en camisón por toda la casa.

Pero, antes de entrar en mi relato, os diré que mi nombre es Corinne y que vivo sola.

Mis señas personales son bastantes buenas. Mido 1.70 m. y peso 57 kg., además, poseo unas medidas bastantes buenas, según mis amigos. Tengo el pelo castaño y mi actividad profesional es la fotografía publicitaria.

Y ahora, ya prosigo con la cruel experiencia vivida, durante algo mas de los 5 años que duró. En el momento del comienzo del relato, contaba con 24 años.

***

Encendí el televisor y me estiré en el sofá. Estaban anunciando medias de señora, cuando en ese preciso instante llamaron a la puerta.

Me sentí rara, pero se pasó rápidamente. A pesar de ello, me dirigí a la puerta y observé por la mirilla. Era René. Le abrí apresuradamente y le abracé, antes de que le hubiera dado tiempo a hablar.

Al cerrarse la puerta me condujo hasta el salón de una forma, algo mas violenta que en ocasiones anteriores. Sin embargo, no le di la mas mínima importancia.

Me hizo sentar en el sofá. Y le obedecí con la sonrisa en los labios. Antes de que pudiera decir palabra, él se sentó frente a mí y dijo ...

*** Corinne. Necesito saber hasta donde llega tu amor por mí.

*** Sabes que haría cualquier cosa por tí. ¿Pero a que viene semejante pregunta?.

*** ¿Serías capaz de someterte libremente a unos amigos?.

*** Me asustas. ¿Qué es lo que sucede?.

*** Antes contesta. ¿Lo harías por mí?.

*** Sí. Lo haría por tí. Pero ésto es una tontería, ¿qué es lo que sucede?.

*** Estoy en un aprieto. Debo mucho dinero y lo necesito ya. Pero olvídate de lo que te he dicho. Debo estar loco, solo con pensarlo.

*** No. Me tienes a mí y además tengo algunos ahorros, ¿cuánto necesitas?.

*** Te vas reír. Tan solo 10 millones de dólares.

*** Dios mío, pero ¿cómo has podido perder semejante cantidad?.

*** Es muy largo de contar. Bueno será mejor que te cambies de piso durante un tiempo. Mis amigos saben quien eres, porque yo les he hablado de tí muchas veces.

*** Pero, si saben quien soy, me localizarán por mi trabajo.

*** Deberás dejar de trabajar por un tiempo.

*** No. Será mejor dar la cara y que nos dejen en paz. Me habías empezado a comentar, que si yo era capaz de someterme a otras personas. Pues bien, soy capaz, siempre y cuando a tí te parezca bien y sirva de algo.

*** Sí serviría, pero no me apetece semejante actuación.

*** No se hable más. ¿Cuándo debo presentarme a tus amigos y en donde?

*** Lo peor de todo, es que ellos se pondrán en contacto contigo en el momento en que les parezca mas oportuno. Si estás dispuesta a este sacrificio obedéceles en todo lo que te digan.

*** No te preocupes. Todo saldrá bien. Ahora vamos a la cama.

*** Lo siento, pero debo hacer las gestiones oportunas, para que no seas molestada hasta el día de la cita.

Tan solo, le vi como se levantaba, me abrazaba y me daba un beso. Luego se separó y salió de la casa.

Me quedé atónita. Recordé la cifra de los 10 millones de dólares. ¿Era posible que yo valiera esa cifra, por una sesión, aunque fuera de lo mas asquerosa?.

Aparté la idea de la cabeza y me fui a la cama. Debía olvidar y tranquilizarme.

A la mañana siguiente, me desperté con un mal sabor. Me aseé y me vestí. Luego salí de casa mirando a todas partes. A cada persona que veía y se acercaba a mí, me hacía temblar y esperaba que me dijera algo.

Durante tres días no ocurrió nada. Y cuando ya estaba empezando a sosegarme, la cuarta noche sonó el teléfono. Lo cogí y contesté .....

--- Dígame ...

--- Corinne ? ...

--- Sí. Al habla.

--- Soy amigo de René. ¿Te ha hablado de un trato?.

--- Sí. ¿Qué es lo que desea?.

--- A tí. ¿Estás dispuesta?

--- Sí. Dígame cuando y donde.

--- No te apresures muñeca. Nosotros iremos a recogerte. Por ahora, tan solo te diré como debes vestir. Para empezar, quítate toda la ropa. Ya. .......

................. Muy bien. Ahora deja preparada una maleta con los tres vestidos que tienes sueltos. Toda la ropa interior y las medias, tíralas.

De momento eso es todo. Otra cosa, mañana, cuando vayas a trabajar, no te pongas ropa interior. Además, pedirás 3 meses de permiso. Y ten en cuenta, que estarás vigilada. Ahora descansa. Adiós.

Había cortado la comunicación. Me quedé estupefacta. Cuando comencé a entrar en razón, marqué el número de René. Pero no debía estar. Por lo menos sabía que hasta la mañana siguiente, nada me pasaría.

Descansé plácidamente.

Al sonar el despertador, me incorporé y me aseé como de costumbre, pero al ir a coger la ropa interior, me acordé de la conversación de la noche.

Lo acepté y separé mi ropa interior y las medias, del resto de mis vestidos. Luego me vestí con un vestido de color azul. Me sentí algo rara, pero no le di mayor importancia y me apresuré a irme al trabajo.

Por el camino, pensé como podían ellos saber, cual era mi situación en la empresa. Llegué decidida y vi al jefe de turno de producción. Y entonces le expuse mi necesidad.

Me puso mala cara y me echó una bronca terrible, pero al final me concedió aquel permiso, que yo no deseaba en absoluto.

Desde la oficina volví a llamar a René. Quedamos para comer.

Nos vimos en su casa. Al verme me abrazó y me dio las gracias, por todo lo que estaba haciendo. Al intentar tocarme, se dio cuenta de que no llevaba ropa interior. A su pregunta le conté lo de la llamada. El asintió todo el rato en silencio y al final de mi relato, me comunicó que estaba actuando muy bien.

Pasamos una velada estupenda. Antes de que se hiciera de noche, sonó el teléfono. Contestó René. Al momento me lo pasó, diciendo que era para mí.

Lo cogí temblorosa y contesté. Entonces escuché ....

--- Corinne. Es ya un poco tarde. Debes volver a casa, sola. No te preocupes por el camino, te estaremos guardando, sin que consigas vernos.

Dentro de media hora sonará el teléfono en tu casa. Si no estás o no lo coges, me enfadaré. Adiós .---------

Me debí de quedar lívida, por la cara con que miraba René. Me levanté después de vestirme, me despedí de René. Salí al exterior y sentí una soledad gélida. Me encaminé a toda prisa hacia mi casa. Y llegué en menos de 20 minutos.

Me puse cómoda y aguardé la llamada.

Y exactamente a los 30 minutos, sonó el teléfono. Lo cogí y dije :

--- Y ahora, que desea ?

--- No te pongas nerviosa. Ahora, te desnudas del todo. Y después sales a la terraza hasta que vuelva a sonar el teléfono. .------

Me quedé estupefacta. Había colgado.

Me desnudé como me habían pedido, pero salir a la terraza no me apetecía lo mas mínimo. Además hacía un poco de frío.

Sin embargo, al final, me decidí a salir desnuda. Sentí como el frío se metía en mi interior. Sabía que desde algún sitio debían estar vigilándome, pero incapaz de saber desde donde, ya que mi casa daba al campo y por allí no se veía a nadie.

Los segundos se me hacían eternos. A pesar de mis temblores y mis castañeteos, debí permanercer mas de 5 minutos en la terraza.

Y por fin sonó el teléfono. Entré disparada en la habitación y descolgué el auricular. Y dije ......

--- ¿Diga?

--- Te has portado muy bien, aunque has tardado algo en obedecer. Pero estamos satisfechos. Ahora acuéstate. Y pon el despertador a las 5 de la mañana. Cuando suene te levantarás y asearás como de costumbre. Pero antes de vestirte, abrirás la puerta de la casa y allí encontrarás un paquete con una nota. Sigue sus instrucciones. Ahora, que tengas felices sueños. Hasta mañana. .---------

Había colgado. Mi corazón saltaba con fuerza. Nunca me había sentido tan nerviosa y agitada.

Al poco rato, me dije a mí misma, que yo había buscado esta solución por el bien de René y que debía aceptar todo lo que me pasara.

Me dirigí al dormitorio y me acosté. Antes, tuve la precaución de poner el despertador a la hora indicada.

Me dormí rápidamente. Me desperté en medio de una pesadilla, hasta que comprendí el significado de aquella sirena. Era el despertador.

Me levanté y me dirigí al baño. Abrí el grifo del agua caliente y me situé bajo el chorro de agua. Estuve largo rato. Hasta que me sentí caliente y relajada.

Después me sequé. Y antes de vestirme, recordé lo que había dicho mi interlocutor. Por tanto, me dirigí desnuda hacia la puerta. Tras escuchar un breve instante, la abrí y encontré el paquete. Lo cogí y cerré la puerta rápidamente.

Entonces, leí el papel. Decía lo siguiente ......

+++++ Corinne.

Dentro de la bolsa encontrarás un vestido. Póntelo. Permanece descalza y sin ropa interior. Pero antes, depílate y maquíllate a conciencia. Serás recogida a lo largo del día. Espera a que el teléfono suene. Contesta y ya sabrás lo que debes hacer. Ah! Y no tomes alimento alguno. Y tampoco, bebas o fumes. Adiós. +++++++

Abrí el paquete y pude ver un majestuoso vestido, aunque algo corto.

Pero antes de probármelo, me dirigí al baño y preparé la cera para la depilación.

Después de depilarme, y aunque no me lo habían indicado, me duché sin mojarme el cabello. A continuación pasé al dormitorio para maquillarme.

Tras 1 hora de maquillaje, quedé soberbia. Antes de ir a vestirme, sonó el teléfono. La voz de siempre me anunció ......

--- Me parece estupenda la forma como te has pintado. Pero es nuestro deseo que te maquilles los pezones y la vagina. Además no debes vestirte.

--- ¿Cómo saben, lo que he hecho?

--- Eso es un secreto. Ahora obedece. Y ten en cuenta de que si intentas vestirte o tomar algo, nosotros lo sabremos y entonces, habrás echado a perder todo. Otra cosa después de pintarte, permanece en pie. Si notas cansancio, siéntate en una silla, pero dejando separados los muslos. Hasta dentro de poco. ...........

Me dediqué a maquillar los pezones y la vagina. Y los dejé preciosos ambos.

Como no sabía que hacer, puse la televisión. Y antes de que me diera cuenta sonó el teléfono. Era él. Tan solo me indicaba que apagara la televisión.

Le obedecí, pero me quedé ligeramente abrumada. Me levanté y comencé a dar vueltas por la casa.

Ya estaba harta de ver las mismas cosas y me disponía a sentarme otra vez cuando sonó de nuevo el teléfono. Lo cogí ávidamente y exclamé ....

--- Dígame.

--- Preciosa. Ha llegado el momento. Ponte el vestido de la bolsa. Para los pies utiliza las botas de ante. Encima ponte el abrigo de piel de zorro azul. Pero elige el modelo largo. Coge la maleta con la ropa que te señalé en su día. Y además, prepara todo el equipo de fotografía. Y cuando llamen a tu puerta, abre y sal con todo el equipaje.

Ah! No verás a nadie. Pero tú bajarás hasta la calle. Habrá un coche de color rojo esperándote. Sube a él y aguarda.

Me sentí mas nerviosa que nunca. Me coloqué el vestido y los zapatos. Luego preparé la maleta y todo el equipo fotográfico. Y por fin me coloqué el abrigo. No tuve tiempo de nada más. En ese instante sonó el timbre de la puerta.

Cogí la maleta y la bolsa y tras abrir la puerta, salí. La cerré y bajé hasta la calle. Y en efecto había un coche rojo. No se veía nada en su interior, ya que tenía los cristales teñidos.

Abrí la puerta de atrás y coloqué mi equipaje. Después me acomodé en el asiento lo mejor que pude. Y esperé. No podía ver el puesto del conductor, ya que los asientos de atrás estaban separados por una mampara.

Antes de que me diera cuenta, el coche se puso en movimiento. Intenté abrir la puerta, pero ésta, estaba sellada. Me dejé llevar sin preocuparme de más. Al cabo de unos minutos, oí una voz que me indicaba que me quitara el abrigo.

Obedecí dócilmente y me lo quité. Y la verdad es que lo agradecí, pues el calor era bastante elevado. Aparte de no poder ver el exterior, debido al tinte de las lunetas.

Me quedé pues, con el vestido. Y así transcurrieron por lo menos un par de horas, o al menos a mí me lo parecieron.

Por fin el coche se detuvo y la puerta quedó desbloqueada. Una voz me anunció que debía salir. La obedecí sumisa y abrí la puerta. No vi a nadie y salí al exterior. Al mirar hacia atrás, vi a dos encapuchados. Uno de ellos me dio el abrigo y el otro se encargó de mi equipaje.

Me indicaron que caminara hasta un avión cercano.

Caminé hasta el aparato. Y al llegar me conminaron a que subiera.

Al entrar vi una fuerte luz de color roja. Una voz me indicó en donde debía sentarme. Después de quitarme el abrigo, me senté en donde se me había indicado. Y las compuertas se cerraron. Y la luz roja se tornó en Azul.

Noté las vibraciones del aparato. Y al poco supe que me encontraba en pleno vuelo. No se cuanto tiempo volamos. Tan solo, que se me hizo corto.

Aterrizamos sin problemas y la luz azul se tornó de nuevo en roja. La compuerta se abrió y pude ver el exterior. A la vez sentí una atmósfera mas cálida. Salí al exterior y me vi ante unos 10 hombres.

A pesar de haberme quedado ligeramente anonadada, me dirigí hacia ellos hasta que uno se adelantó ligeramente. Entonces me quedé quieta y esperé recibir las órdenes correspondientes.

Aquel hombre se limitó a darme la bienvenida y preguntarme como había hecho el viaje. Me cogió de un brazo y con suavidad me condujo hasta su coche. Me hizo entrar y él, se sentó junto a mí. Y enseguida me dijo ....

*** Corinne. En este lugar de la tierra, puedo permitirme el lujo de lo que quiera. Tengo mas de 100 jovencitas, que me hacen mas dulces mis días.

También poseo esclavas y súbditos. Esto te lo digo, para que me confirmes si aún sigues decidida a dejarte someter por tu amante. Si no quieres seguir adelante, dímelo y mandaré a mis hombres que te devuelvan a tu casa.

Pero si aceptas, firma este documento. Y al final de la prueba, recibirás 1.000.000 de dólares y además serás devuelta a casa.

No venía a cuento preguntar nada más, por el momento. Firmé y se lo di.

Entonces, el coche se puso en marcha y quedamos a solas en la penumbra.

Entonces, le pregunté .......

*** Que es lo que me van a hacer ?.

*** No es el momento de contártelo, en la recepción oficial se te explicará tu cometido y lo que se espera de tí. Ahora relájate, pero antes ponte estas sandalias. Estarás mucho mas cómoda y además realzarán tus piernas.

Llegamos en menos de media hora. El me indicó el camino y subimos las escaleras, seguidos por sus amigos. Entramos en la casa y pude ver a mas de 100 personas, que se afanaban por verme.

Mi dueño y anfitrión, se refirió a mí, con gran elocuencia y dejándome muy alta en mi dignidad. También se refirió a mi hermosura, de la que dijo que sería contemplada después de la cena.

Yo me había sentido bastante tranquila y acompañé sin reparos a mi anfitrión. Hizo un recorrido general de la casa. Después de mas de 20 minutos de estar observando salas, salimos a uno de los balcones de aquel palacio.

Entonces me entraron escalofríos, al ver a mas de 20 jovencitas, totalmente desnudas, como eran zurradas por varios de los invitados a la recepción.

Y lo peor era el ver en las manos de ellos, objetos de cuero, posiblemente fustas, con las que atormentaban las tiernas carnes de aquellas niñas.

Miré a mi dueño y le espeté .....

*** ¿A qué es debido que esas jóvenes deban soportar semejante castigo?

*** Esas jóvenes, como bien dices, son mis esclavas. Y yo las cedo a mis huéspedes para que se diviertan.

*** Pero, es injusto e inhumano.

*** Es mi forma de entender la felicidad. Por el momento, tú te encuentras al margen. Pero has de tener en cuenta que vivirás en este ambiente.

Pero por el momento, eres mi huésped. Y cambiando de tema, deberás tener un hambre feroz. Te apetece merendar conmigo ?

*** Sí. Estaría encantada.

*** Sabía que eras una mujer bien educada. Bien! Vamos a merendar. Y por cierto, el vestido te resalta todo el cuerpo de forma sobresaliente.

Nos dirigimos escaleras abajo hasta la biblioteca. Me hizo entrar la primera y pude admirar toda la belleza que escondía aquel lugar de la casa.

Me dijo que si prefería estar descalza, que a él le parecería bien.

La mesa era de cristal y a través de ella podía ver mis florecientes muslos. Y él me los miraba con descaro. Aproveché un descuido, para hacer que el vestido se me subiera.

Le contemplé como quedaba extasiado ante la muestra.

El, pareció salir de su letargo y dio dos palmadas. Enseguida aparecieron dos jovencitas de unos 16 años. Estaban casi desnudas, ya que solo las cubría un pequeño delantal de color rojo.

El, pidió por los dos. Y para beber pidió champagne.

Las jóvenes le obedecieron sin prestarme atención alguna. Y al cabo de unos minutos aparecieron con un par de fuentes de alimentos variados.

Comí con deleite. Pero no me quise pasar, para no quedar mal ante él.

Las jovencitas retiraron el servicio sin mediar comentarios. Y entonces, mi dueño me susurró ....

*** Corinne. Deseo que hayas disfrutado de la merienda. Esta no volverá a repetirse para tí. Ahora iremos a mis habitaciones y te indicaré el vestido que deberás llevar para la cena.

Se levantó de la mesa y yo lo seguí, tras calzarme las sandalias, que al final me había quitado.

Subimos hasta el último piso. Me indicó una puerta y yo pasé. Pero me quedé paralizada en el umbral. Había 3 mujeres completamente desnudas, que me sonreían.

El me animó a entrar con un ligero empellón. Y me vi ante aquellas mujeres, asustada y acomplejada.

El, ignoró mi situación y estupor y las dijo que me desnudaran y que me bañaran. Y se sentó en una butaca ligeramente elevada de la bañera.

Las tres mujeres se acercaron a mí y con suavidad y dulzura infinita, me fueron subiendo el vestido, hasta que quedé totalmente desnuda. Me hicieron meterme en la bañera. Y entonces sonó la voz de mi dueño y señor .....

*** Bañadla a conciencia. No debe quedar un solo indicio de quien era. Y si tenéis que frotar, hacedlo. Luego la maquillaréis al gusto de la casa.

Yo no llegué a comprender el significado de aquellas palabras, hasta que sentí como ellas me hacían meter la cabeza dentro del agua, que por cierto estaba bastante caliente.

Después de una ligera inmersión, me sacaron la cabeza del agua y me sentí chorreante e indigna. No sabía como habría quedado mi maquillaje después de aquel remojón, pero desde luego nada bien.

Pude ver la cara expectante de mi nuevo dueño. Vi una ligera sonrisa en su cara, pero no tuve mas remedio que dejarme bañar por aquellas mujeres.

Como el agua me llegaba hasta la cintura, él podía apreciar parte de mi desnudez. Después de varios lavados y restregones, me hicieron poner en pie.

Y entonces pude oír la voz de él, comentar .....

*** Buen trabajo chicas! A pesar del baño es lo suficientemente hermosa como para producir un infarto entre mis amigos.

Ahora, la secaréis y la maquillaréis. La espero dentro de una hora en la biblioteca.

Salió de la habitación y yo quedé sometida a la sesión de secado.

En media hora estuve seca y peinada. Entonces empezó la sesión de manicura y maquillaje. Prácticamente fui dibujada por aquellas mujeres. Pues al verme al espejo, tuve la sensación de que era otra, la mujer que veía.

Enseguida, me cogieron de las muñecas y me sacaron al pasillo. Me condujeron hasta una puerta, que yo sabía que se trataba de la biblioteca. Me dijeron que entrara sin llamar y que cerrara la puerta al entrar.

Cuando las tres hubieron desaparecido de mi vista, agarré el pomo y lo hice girar. La puerta se abrió y avancé. Me sentía nerviosa y angustiada. Y a pesar de estar totalmente desnuda, sentía un profundo silencio que invadía todo mi ser.

Avancé suavemente sobre la moqueta. No veía a nadie. Y seguí avanzando hasta llegar a un punto en que las cuatro paredes me rodeaban.

Entonces, se hizo la luz y me vi caprichosamente desnuda y desprotegida en el entorno. Enseguida escuché .......

*** Corinne. Estás preciosa. Acércate más al centro de la sala y separa tus brazos del cuerpo. Deseo contemplarte como eres.

La voz de mi dueño calló y le obedecí, aún a pesar de mis temores.

Cuando estuve en el centro de la estancia, él apareció ante mí. Me sentí temblorosa y nerviosa.

Pero el se aproximó a mí y me contempló a conciencia, circundándome repetidas veces. Por fin, se situó frente a mí y me miró directamente a los ojos. Sentí tanto pudor, que bajé la vista. Pero él me la fijó de nuevo en sus ojos.

No sabía que hacer, ni que decir. Pero no hizo falta porque él tras adueñarse de mis costados con sus manos, me susurró ......

*** Querida Corinne. Eres el ser mas voluptuoso que nunca imaginé. Serás tratada acorde a tus encantos. Sientes temor ?

*** Sí. Estoy muy asustada. Que me van a hacer ?

*** Ya te dije esta mañana que lo sabrías después. Pues bien, esta noche después de la cena, te reunirás aquí conmigo y unos amigos. Entonces te diremos lo que esperamos de tí. Ahora te indicaré el vestido que has de lucir en la cena.

Permanecí en el mismo lugar, mientras él se dirigía al armario y lo abría. Al ver que no estaba a su lado, me indicó que me acercara hasta él.

Me aproximé y entonces el me ofreció 5 vestidos para que me los probara.

Todos tenían un gran escote por delante. Y 4 de ellos carecían de espalda. Y los 5 eran tan cortos que no me cubrían la mitad de los muslos.

Al final, él, eligió el de color negro. Tenía un escote cuadrado, pero tan desmesurado, que tan solo me tapaba los pezones. Carecía de espalda y de costados. Se anudaba al cuello, pero pasando las cadenillas por debajo de las axilas, para cerrarlo en el cuello, mediante un broche, del que colgaba un brillante. Me sentía con él, más desnuda que antes de ponérmelo.

Me indicó unas sandalias de tacón alto, para realzar el modelo. Y nos preparamos para bajar a la cena.

Cuando el reloj de la biblioteca dio la 10, me indicó con un gesto que bajáramos al gran salón. Me apresuré, aunque algo nerviosa, a obedecerlo. Y descendimos las escaleras hasta la planta baja en donde se encontraba el gran salón.

Pero claro, nadie se había sentado aún y tuve que pasar con

mi dueño por entre medias de ellos, mientras sentía como me devoraban con sus miradas.

Un varón atrevido se acercó a mí y me colocó un capullo de rosa en el escote. Yo me quedé rígida y miré a mi dueño, pero éste no hizo ningún comentario y seguimos hasta la gran mesa para 300 invitados.

Cada silla tenía el nombre de su propietario, localicé la mía, junto a una que ponía Sir. Arthur.

Mi dueño era el tal Sir. Arthur. A una indicación suya me senté y él se situó a mi lado. Entonces me susurró al oído, que permaneciera con las piernas separadas, los brazos sobre la mesa y la espalda recta.

Le obedecí de inmediato. Y en ese preciso instante, alguien se acercó por detrás de mí y retiró el respaldo de mi silla. De todas formas, no podía usar el respaldo, pero por otra parte, todos los comensales que entraban, podían ver mi casi total cuerpo desnudo, ya que la faldita comenzaba en mis nalgas y además mis costados estaban desnudos totalmente.

Antes de que se sentaran todos los comensales, un gracioso me metió un bicho en el vestido, por un costado. Y yo al sentírmelo, me agité y llegué a gritar.

Mi dueño, me miró furioso y me preguntó que es lo que me sucedía. Yo me dominé como pude y saqué una rana de mi vestido. Y la cosa quedó ahí, ya que todo el mundo rió la broma. Todos, menos Sir Arthur.

La cena transcurrió tranquila y llena de malicia hacia mí, pero la bandeé lo mejor que pude.

Antes de abrir el champagne, pidieron a mi dueño que yo lo sirviera, copa por copa. El, accedió. Y yo me vi sometida a una labor de servidumbre insostenible, tal cual iba vestida.

Hasta las mujeres me metieron mano. Y alguna llegó a tanto, que estuve a punto de dejar caer la botella. Los hombres eran mas comedidos y tan solo me manosearon. Pero algunas de sus hembras, me surcaron la vagina o me tiraron del vello púbico.

Lo soporté como mejor pude y terminé de servirles a todos. Entonces una de las mujeres, se levantó y alzando su copa, dijo .....

*** Por el cuerpo mas exquisito que hay aquí. Y porque se desnude sobre la mesa para todos nosotros.

Todos corearon el brindis. Miré a Sir Arthur y éste me indicó que me subiera a la mesa y me desnudara para sus invitados.

Acepté sumisa y con ayuda de mi silla-banqueta, me subí encima de la mesa, estando a punto de caerme, debido a que uno de los tacones se me torció. Pero, por fin me puse en pie y caminé lentamente por la mesa hasta que Sir Arthur, me ordenó parar.

Lo primero que hice, fue el desabrocharme el collarín. Sin embargo, no lo dejé caer de golpe. Solté, primero una tira y después la siguiente, al tiempo que mantenía con la otra mano el corpiño de mi vestido.

Todos aplaudieron mi gesto y me animaron a seguir. Les obedecí en silencio y destapé uno de mis pechos. Y después el otro, sujetándome el vestido por la cintura.

Miré a Sir Arthur. Este, con un gesto me indicó que retirase las manos de mi cuerpo. Le obedecí y el vestido se deslizó con rapidez por mis piernas, hasta llegar a la mesa.

Los aplausos y silbidos me hicieron sentir horrible. Oí entonces la voz de mi dueño, que me ordenaba que caminara a lo largo de toda la mesa.

Le obedecí y fui pasando por delante de todos los invitados, hasta que de nuevo, estuve ante Sir Arthur. Este me dijo que me vistiera y que bajase de la mesa.

Asentí y cogiendo el vestido me lo puse con mucha mayor rapidez, que cuando me lo había quitado.

Con la ayuda de uno de los allí presentes, bajé de la mesa y me senté.

Entonces, Sir Arthur anunció ......

*** Es la hora de retirarnos. Seguid bebiendo y divertíos. Y os agradezco la visita, a todos. Adiós.

El se levantó y tocándome en el brazo, me hizo levantarme también. Los presentes nos imitaron y así abandonamos el gran salón.

Subimos por las escaleras, hasta llegar a la planta alta. Y desde allí caminamos por un largo pasillo, de mas de 50 metros de largo por 5 de ancho, hasta llegar a una gran puerta de hierro.

No se oía ruido alguno. Sir Arthur llamó al timbre y la puerta se abrió sola, sin hacer el mas leve ruido.

Entramos y la puerta se cerró de forma silenciosa, dejándonos en semi penumbra.

Caminamos en el mas profundo silencio. Tan solo se oía el repiquetear de mis tacones, sobre el frío mármol. Después de unos 25 metros, él me susurró al oído ......

*** Todo este pasillo pertenece a la clausura. Por tanto, aquí no se puede hablar. Ahora, sigue caminando hasta que yo te indique lo contrario.

Asentí con la cabeza y seguí caminando.

Este corredor debía medir mas de 100 metros de largo. Había podido ver hasta 10 escaleras distintas, que debían llevar hacia los pisos de abajo.

Al llegar hasta una gran puerta de madera maciza me detuve. Y esperé a que él, me indicara lo que debía hacer.

El, se limitó a empujar la puerta. Y entonces, pude ver a cuatro hombres sentados. Uno de ellos, sujetaba a dos grandes perros de los collares.

Al verme entrar, los soltó y los canes se aproximaron a mí, para olisquearme. Yo me quedé quieta y atemorizada.

Enseguida, los varones se pusieron en movimiento y se acercaron a mí, apartando a los canes. Mientras me sentía abstraida por ellos, Sir Arthur se había aproximado a mí y me había desabrochado el collarín, con lo que mi vestido cayó al suelo, quedando desnuda ante los presentes.

Me sentía muy agitada. Pero sobre todo tenía un gran terror en mi interior. Entonces, les vi hablar algo. Y de pronto, se acercaron a mí y me condujeron hasta el centro de la sala. Allí me dejaron de espaldas a ellos y de nuevo debieron de susurrarse algo en tono bajo, que no llegué a captar al no querer volver la cabeza.

Dos de los hombres, se pusieron cada uno a un lado mío. De reojo, pude apreciar, que cada uno sostenía una larga tira de cuero.

Uno de ellos me cogió la muñeca y circundó la tira varias veces y la anudó. El otro, enseguida repitió la operación en mi otra muñeca.

Me asaltaron todos los temores del mundo. Pero sobre todo, cuando un tercer varón, aproximándose por mi espalda, me puso una venda en los ojos.

Dejé de tener noción visual, pero no de sentir y escucharles murmurar entre sí. Me hicieron dar varios pasos hacia adelante. Y luego mis brazos fueron izados, hasta dejarme tensa y con las manos por encima de la cabeza.

Tan solo oía mi respiración entrecortada. No se cuanto tiempo permanecí en aquel silencio. El caso, es que de repente, sentí como todo mi ser se arqueba de dolor y calor. Algo me había desgarrado la espalda. No pude por menos que gritar ligeramente.

Cuando empezaba a razonar, de nuevo sentí el abrasador dolor en mi espalda. Esta vez, me descompuse y me agité y grité, desaforadamente.

Antes de que sintiera otra sensación del tipo de las anteriores, deduje, que me estaban azotando. Yo hice lo posible para desembarazarme de mis ataduras, pero no conseguí mas que hacerme daño en las muñecas. Me removí cuanto pude y grité como una loca. Pero parecía que nadie quería hacerme caso. Y poco a poco, fui relajándome y haciéndome a la idea de lo que me esperaba.

Sentía como el sudor resbalaba por mi piel, pero nada podía hacer para liberarme del castigo. Y por primera vez pensé mal de René y le maldije.

En estos pensamientos estaba, cuando cayó sobre mis nalgas el tercer azote. El dolor, fue ligeramente superior al de los anteriores golpes, ya que en esta parte del cuerpo, la sensibilidad esta mas a flor de piel.

Grité con todas mis fuerzas, hasta sentir dolor en la garganta. Y antes de que pudiera reaccionar, volví a sentir un nuevo golpe en las mismas partes.

Ya casi no me salía la voz. Pero no por esto dejaron de asestarme un nuevo azote. Esta vez en los muslos.

A pesar de mis gritos y lamentos, siguieron azotándome sin descanso, hasta que alguien lo cortó. Me sentía muy débil y además, desde hacía un buen rato, colgaba de mis muñecas.

Enseguida fui desatada y recogida por unas manos. Sentí como me transportaban unos pasos mas allá y me depositaban en el suelo, haciéndome permanecer de rodillas.

A los pocos instantes, sentí unas manos en la nuca. Alguien hurgaba en el ato de la venda. Y de repente, la venda cayó de mis ojos y pude contemplar a mis verdugos.

Sir Arthur, estaba allí y fue quien se dirigió a mí, diciendo .....

*** Corinne. Por tu propia voluntad estás aquí. Has de redimir con tu cuerpo los pecados y faltas de tu amante.

Pero lo que nos atañe ahora, es la forma y modos con los que has de vivir en esta casa.

Para empezar, te diré que desde el momento en que abandones esta estancia, pasarás a ser guardada y castigada por un verdugo.

Estás en esta casa, para que nosotros nos aprovechemos de tí. Tu cuerpo no nos importa lo mas mínimo. Y menos aún tus sentimientos, o los dolores que tengas.

Debes acatar las normas que imperan en esta casa y que te diré mas adelante. Pero sobre todo debes dejarte someter en todo.

Deberás ser humilde y agradecer cualquier cosa que se te haga, aunque no te apetezca, o sientas dolores.

Tan solo podrás hablar con tu carcelero. Y aunque aparezca aquí algún familiar, deberás guardar silencio.

Y ahora van las normas y castigos que imperan para tí. Pero antes te diré, que como has venido por favorecer a alguien querido para tí, los suplicios serán dobles.

1.- Desde este momento, tu cuerpo nos pertenece.

2.- No deberás mirarnos directamente.

El castigo por esta falta es de 50 azotes.

3.- Deberás tener en todo momento las piernas separadas.

El castigo por esta falta es de 80 azotes.

4.- No podrás hablar con nadie, salvo con tu guardián.

El castigo por esta falta es de 120 azotes.

5.- Debes favorecer a la persona que te someta, sea en lo que sea.

El castigo por esta falta es de 250 azotes.

6.- No debes oponerte a ningún tipo de petición. Ni siquiera, sentir ascos o poner malas caras.

El castigo por esta falta es de 500 azotes diarios, durante 15 días, totalmente desnuda, en un calabozo.

Ahora vamos a proceder a humillarte de una forma incruenta. Te ajustaremos un collarín multifunción y dos brazaletes. De momento te los pondremos de cuero con alma de acero. Como verás el collarín tiene una anilla y dos ganchitos por delante. Y por detrás un aro rígido. Los dos ganchitos son para que tus brazaletes puedan ser anclados al collarín.

Los brazaletes tienen la misma estructura frontal que el collarín. Estos aparatos te humillarán el tiempo que estés en esta casa, pero además servirán para atarte. Confío, en que sufras en exceso. Por otra parte, se te autoriza al lesbianismo y al masoquismo. Por último, solo deseo decirte que espero que te comportes como hembra adulta y aceptes tu actual situación y condición. Ahora, confirma que estás de acuerdo con las reglas.

*** Sí. Estoy de acuerdo en todo.

*** Estupendo. Ahora irás con tu carcelero. Te espera fuera. Pero antes te insertaremos el collarín y los brazaletes.

Me colocaron el collarín y los brazaletes, ambos de color negro. Y me ordenó ponerme en pie y caminar hasta la puerta.

Le obedecí y me incorporé. Al llegar a la puerta, me encontré con René al que abracé y lloré desconsoladamente en su hombro. Y ante una pregunta suya hablé. Enseguida, me di cuenta de mi torpeza y miré angustiada a Sir Arthur.

Entonces, con gesto benevolente, le oí decir .....

*** Corinne. Has incumplido tu promesa. Pero, dado lo raro del encuentro, te propongo que elijas una de las siguientes soluciones :

1. Aparecer en la fiesta de mañana.

2. Quedarte aquí con nosotros y recibir algunos tormentos por nuestra parte.

3. Ir a tus aposentos con tu amante y que él sea quien te aseste el castigo. Pero, en esta opción, nosotros estaremos presentes y además indicaremos la cantidad de azotes y el lugar a aplicarlos.

Ahora elige !.

*** Acepto la tercera opción.

*** Pues bien, que se cumpla. René, dispones de 2 días para azotarla. Ahora vete, Corinne, mas tarde verás a René.

Salí angustiada de aquel infierno. Pero me daba cuenta de que yo misma me iba hundiendo en el lodo.

Al salir por la puerta me encontré al que debía ser mi carcelero. Me dirigió una malvada sonrisa y me agarró las dos manos, poniendómelas a la espalda y engarzándolas. Enseguida me hizo caminar hasta llegar a una escalera. Yo me paré y le miré.

Entonces él, me indicó que hacia arriba. Le obedecí y comencé a subir nuevos escalones.

Al final de la escalera había un corredor, lleno de puertas.

Me indicó que me detuviera al llegar al cuarto marcado con el número 13. Abrió la puerta y me hizo entrar. Luego cerró la puerta y me explicó los mecanismos que debía utilizar para ponerme en contacto con él.

Estos contactos incluían, hasta el ir al baño. Después, me desenganchó los brazaletes y me los volvió a enganchar en el collarín, pero en la nuca. Y se fue y me dejó sola.

Estuve en pie mas de media hora y miraba por la ventana, el patio que viera por la mañana, en donde varias jóvenes eran golpeadas por algunos de los individuos que después había visto en la cena.

Cansada de esperar, me dirigí a la cama y me tumbé. Así era mas fácil esperar a que apareciera René.

Me sentía incómoda al tener las muñecas anudadas en la nuca, así que opté por permanecer tumbada bocabajo. Y aunque en esta postura no estaba lo suficientemente cómoda, causó el suficiente efecto, como para que me amodorrara. Y ya no recuerdo más.

Solo sé, que fui despertada de malas maneras por Sir Arthur. No sabía el tiempo que habría pasado. Me revolví en la cama y conseguí sentarme, para a continuación ponerme en pie.

Evité la mirada directa con Sir Arthur, pero fui buscando por lo bajo a René. No estaba allí y me dejó muy desconsolada.

Habría soñado lo de René ?. Me sentía desesperada, cuando de repente oí su voz. Por un momento estuve a punto de levantar la mirada, pero me corregí a tiempo.

A Sir Arthur le debió gustar aquella fuerza mía, para concentrarme en las reglas, pues me cogió la cara y la elevó hacia él. Aproveché para cerrar los ojos.

Entonces él, me correspondió con un apasionado beso, al que yo correspondí. Y el como doble agradecimiento me palpó los pezones con cierta euforia y frenesí. Luego bajó sus manos por detrás de mí y me abrazó con calor, hasta que por fin subió sus manos a mis anclajes y los soltó.

Yo no sabía que hacer con las manos. Decidí el dejarme hacer, sin intervenir activamente, salvo si alguno de ellos me lo pedía. Por otra parte me dolían los brazos por haberlos tenido que mantener en aquella postura.

Sir Arthur, decidió colocarme bocabajo. Y entonces pude respirar algo aliviada, al poder abrir los ojos. No sabía lo que estaban tramando, pero el caso es, que estando René cerca, me hacía sentir calor. Pero deseaba tanto el poder mirarle y besarle, que estuve a punto de gritar su nombre.

Entonces oí la voz de Sir Arthur ....

*** Crees, que estarás cómodo en este cuarto ?

*** No te preocupes.

Era la voz de René. Se quedaría conmigo ?. Esperé y seguí escuchando.

*** Ahora son las 2 de la madrugada. A las 7, empezaremos. De acuerdo ?

*** Lo que te parezca mas adecuado.

Oí como se alejaban todos, menos alguien que me acariciaba las nalgas. Yo rezaba por que fuera René. Cuando los pasos se perdieron en el corredor, el hombre que se había quedado conmigo, hizo girar mi cuerpo y entonces pude ver la cara sonriente de René.

Lancé mis brazos a su cuello y le abracé y le besé con verdadero frenesí. Después de un largo y apasionado beso, él se retiró de mí y me hizo meterme en la cama. Entonces le dije ....

*** Perdóname por mi comportamiento anterior. Es verdad que me vas a azotar tu ?.

*** Sí. Es lo que han decidido. Espero que lo comprendas. Pero quisiera decirte, que preferiría mil veces que me hubieran hecho algo a mí, antes que verte en tan humillante y dolorosa situación.

*** No te preocupes por mí. Solo al verte, ya me siento fuerte para soportar todos los castigos que quieran imponerme.

*** Pero es que ahora, voy a ser yo quien te haga daño. Además, ellos me van a indicar los lugares de tu cuerpo que crean mas sensibles.

*** Eso no me importa en absoluto. Es más, castígame con mayor dureza, para demostrarles que no les tenemos miedo.

*** No eso no lo haré. Yo te quiero y siento que estés en esta situación tan espantosa por mi culpa.

*** Olvídate de lo que tenga que pasar. Ahora hazme tuya y sométeme. Utiliza tu fuerza y tu amor. Pero hazme sufrir de gozo y dolor. Si lo prefieres átame y arrástrame del pelo por los suelos. Pisotéame. Soy tu esclava.

Se echó sobre mí, como un ciclón. Me besó con fuerza y me mordió los labios. Y me penetró con tanta fuerza que me hizo gritar. Antes de terminar se separó bruscamente de mí y me sacó de la cama, tirándome de los pelos.

Me asestó un par de patadas en las nalgas y otro par en el vientre. Yo le miraba asustada y llena de dolor, pero estaba sintiendo algo de él.

De nuevo se acercó a mí y levantándome del suelo, me empujó hasta la cama. Caí pesadamente seguida de él, que enseguida me separó las piernas y besándome me penetró con mayor fuerza que la vez anterior.

Después de media hora de ajetreados empellones se derrumbó sobre mí, tras haber eyaculado.

Sentí correr los flujos de esperma por mi vagina. Me quedé sin aliento para poderle agradecer, lo feliz que me había hecho.

Nos quedamos así, durante casi 10 minutos. Ya empezaba a sentir el peso de su cuerpo sobre mí, cuando el se dejó caer a mi lado, dejándome sujeta por su brazo y su pierna.

Entonces yo le besé y volví a intentar que me amara de nuevo. Ya en otras ocasiones me había dado resultado. Y una vez, pude conseguir reanimarle 4 veces.

Puse todo mi empeño en el objetivo. Le lancé miradas provocativas y besos dulces por todo su cuerpo. Luego procedí a pasar una pierna sobre él, a fin de que, mi vagina y el ano quedaran a la altura de su cara, mientras yo procedía a lamer su pene.

En algo menos de 10 minutos, logré sentir cierta consistencia en su pene, al que seguí mimando con esmero. Entonces noté su mano que me acariciaba las nalgas. Y de pronto, sentí como algo me perforaba el ano.

Era el momento para que él empezara una nueva sesión, yo entonces me volví y fui a lamer los dedos que habían penetrado en mi interior.

Los chupé con fruición, hasta que me vi pagada con un par de tirones de pelo y otro par de bofetadas. Enseguida me tumbó con fuerza en la cama y se colocó sobre mí perforándome la vagina, de nuevo, con su pene.

Me hizo enloquecer de placer. Pero antes de llegar al clímax, se desembarazó de mí y me obligó a salir de nuevo de la cama y ponerme a cuatro patas en el suelo.

Me coloqué en la postura elegida por él y comencé a caminar y hasta correr cuando el lo exigió. Mientras corría el me daba patadas y manotazos en las nalgas.

Pronto se cansó y cogiéndome del pelo me llevó de nuevo a la cama. Y otra vez me penetró sin piedad. De nuevo comencé a sentir el placer. Era tan exquisito, que hubiera repetido 10 veces mas, aún con todos los golpes que me había asestado.

De nuevo eyaculó con fuerza en mi vagina. Sentí el chorro caliente que recorría una parte de mi cuerpo.

Luego, cayó pesadamente sobre mí. Y yo le abracé con amor maternal.

Cuando me di cuenta, se había dormido. Me sentí con deseos de que se despertara, aunque se dedicara a darme golpes y malos tratos. Sin embargo, le dejé dormir. Sabía que iba a desperdiciar 3 horas de mi vida.

Después venía el castigo. Y aunque fuera él, que me lo diera, yo no podría hacer mas que llorar, gritar y debatirme. Pensaba en la cantidad de latigazos que me iban a dar.

Las reglas decían que 120 azotes. Me abrumaba pensar en semejante número. Pero, lo que mas me intrigaba, era el como me dispondrían y en donde, además de los lugares de mi cuerpo que podían elegir a su gusto.

Y el pobre René, no tendría mas remedio, que azotarme en los puntos señalados. 3 horas perdidas.

Pensé en despertarle. Aunque me castigara sin piedad. Por otra parte, el debía su libertad a que yo hubiera accedido a estar en semejante situación. Pero, y si se iba ?.

Me arriesgué y comencé a acariciarle con suavidad. Pero no respondía. Entonces lo intenté de la forma en que lo hacía, cuando estábamos libres, aunque me había costado mas de un guantazo.

Me acerqué a su oreja y se la mordí varias veces. Y entonces, tras un rugido estremecedor, se despertó y se separó de mí de un salto.

Me miró con una cara que daba miedo, durante un par de segundos. Y a continuación, me cogió de una de las muñecas y me hizo salir de la cama.

El se situó a mi espalda, manteniéndome cogida por los cabellos y me condujo hasta el baño. Entonces soltó mis cabellos, para poder enganchar mis brazaletes a la espalda. Cuando hubo terminado, me situó ante el espejo de cuerpo total y me hizo mirarme, mientras él me tiraba del pelo con fuerza. Y mientras me contemplaba, sufriendo de dolor, él me daba golpes en los pechos y en el vientre.

Enseguida me hizo caminar hasta las duchas. Había dos tipos de duchas, una de agua caliente y difusa y la otra de agua helada y que salía con gran fuerza en su máxima potencia.

Tuvo consideración y me colocó bajo la fría. Mientras me tenía sujeta por los cabellos, abrió el grifo y el agua helada cayó con fuerza sobre mis pechos. Grité de la sensación, pero el me mantuvo en esta situación varios minutos, hasta que por fin, también introdujo mi cabeza.

Después, cerró el grifo y me situó de nuevo ante el espejo. Casi no tenía fuerzas para contemplarme. Pero, obedecí y lo hice. Me vi humillada y profanada. Aunque, esto me daba igual. Al menos era René quien me lo hacía.

Ahora me tenía sujeta del pelo como si de un mechón se tratase. Estaba tan empapada que mis cabellos los tenía recogidos con una mano. Me sentía maravillosamente, mientras el me tiraba del pelo. De vez en cuando me soltaba un manotazo en el estómago o en el vientre, pero yo, a pesar de acusar el golpe y casi doblarme de dolor, se lo agradecía en mi interior.

Observé por el espejo como consultaba el reloj. Entonces me atreví a preguntarle .....

*** Que hora es ?.

*** Te importa mucho ?.

*** Si. Cuando sean las 7, dejaré de tenerte.

*** Está bien. Son las 6 de la mañana y no has dormido nada. Cuando tengas que ser azotada, no vas a poder con tu cuerpo.

*** Y que me importa.

*** A mí me importa. Yo deseo que estés fresca ante ellos. Deseo que sepan que tengo una hembra que vale.

*** En ese caso, aguantaré los azotes como pueda.

*** Cuantos latigazos van a ser ?.

*** No lo sé. Según el incumplimiento de la regla, son 120. Pero, confío en que me bajen el castigo.

*** Espero que sean pocos. Así podré darte el resto cuando estés en casa.

*** Yo misma te los recordaré. Te quiero !.

*** Yo también te quiero. Ahora, te secaré y te acostarás un poco.

Me secó con suavidad y me acostó y me cubrió con el edredón, mientras él montaba la guardia. Y me debí quedar dormida casi en el acto.

Sentí, como unas manos me zarandeaban. Abrí los ojos y vi a René. Me lancé a sus brazos, pero él me retiró y me dijo que me diera prisa, que ya era la hora. Me quedé hundida. Pero a medida que pasaban los segundos, me fui hundiendo poco a poco. Y a pesar de los besos y ánimos que René me daba no conseguía sobreponerme.

En ese instante, se abrió la puerta y apareció Sir Arthur y los otros 4 varones. Dos de ellos traían un arcón, que dejaron al lado de la puerta.

Sir Arthur al verme, comentó .......

*** Observo, que no estás presentable para el acto. Por lo que la condeno a recibir 20 latigazos extras. Y en total sumarán 80. Por tanto, colocadla en el centro de la habitación.

Los primeros 40 azotes, serán con vergajo fino.

Los siguientes 20, con fusta.

Los 20 finales, de nuevo con vergajo.

Yo me encargaré de dictar, en que parte del cuerpo de Corinne, hay que golpear.

Ahora enganchad sus brazaletes y tensad las cadenas. Y además atadla los tobillos.

Me dejaron tensa totalmente, con los brazos muy abiertos y las piernas juntas y atadas.

René, me pasó una mano por los pechos y la descendió por el vientre. Luego se situó a mi espalda y ya no pude verle. Sabía que en breves instantes iba a comenzar mi calvario. Me sentía terriblemente angustiada y no sabía que hacer. Podría gritar y debatirme, pero no podría dirigirme a ellos.

Antes de empezar, Sir Arthur se colocó frente a mí. Yo bajé la mirada, mientras el elevaba mi cara. Me acarició suavemente los pechos y de tal forma que empecé a sentir sensaciones de placer. Pero cuando mis jadeos comenzaban a hacerse audibles, alguien me cogió del pelo y tiró con fuerza hacia atrás.

Los dolores que sentí hicieron desvanecer mis pequeños indicios de placer. Sin embargo los tirones de pelo no cesaron en un buen rato.

Cuando abrí los ojos, Sir Arthur ya no estaba frente a mí. Y además no oía nada detrás de mí.

Estuve tentada varias veces de volver la cabeza, pero me reprimí y mantuve la postura encomendada.

Antes de que pudiera dar crédito a lo que allí sucedía, fui desatada totalmente. Y además me condujeron a la cama.

Creía estar soñando. No podía ser que me perdonaran el castigo. Y ante mí, apareció René, que acercándose a mi oído, me susurró ....

*** Les he convencido de que yo te puedo castigar a mi manera mejor que ellos. Y han aceptado. Bueno hay una pequeña variante. Quieres saberla?

Asentí repetidas veces.

*** Haremos el amor contigo, todos a la vez. Además yo te castigaré con severidad, bien con el látigo o con la correa. Y recibirás malos tratos de todos. Pero lo mejor de todo, es que yo empezaré contigo y que la parte de tu cuerpo que tu elijas, será la que yo posea. Animo. Y ten presente que te quiero.

Me quedé algo mejor. Pero solo por la parte de René, me poseería en donde yo quisiera. Me parecía asqueroso todo aquel plan y tuve la osadía de comentar en alta voz ....

*** René. No deseo que utilices mi cuerpo. Si quieres, pégame. Pero no te autorizaré a que me poseas en parte, si no somos libres los dos.

Vi, como René se ponía pálido. Pero el gesto que puso Sir Arthur, fue de lo mas angustioso. Y además habló y dijo .....

*** Esta joven necesita ser castigada mucho mas de lo que yo creía. Traedla a mis habitaciones. Tú, René, dispones de 20 minutos para pegarla y hacerla lo que te de la gana.

Se fueron todos y quedé a solas con René. Le vi mas enfurecido, que al despertarle. Se acercó a mí y me estrujó los pechos, a la vez que decía ...

*** Eres una puta. Yo te quería, pero me he dado cuenta a tiempo. Ojalá, sufras lo que mereces.

*** Sabes que me van a tratar muy mal. Y lo peor de todo es que posiblemente no volvamos a vernos. Y además te quiero. Pero ahora todo ha acabado para nosotros. No obstante, estás en tu derecho de pegarme. Si quieres utiliza la correa. O tus manos. Pero deseo tener de tí lo último que me puedas dar.

Se limitó a engarzar mis muñecas al collarín, en la parte de la nuca. Yo, permanecí tumbada y pasiva. Esperaba la descarga de correazos por parte de él. Pero tan solo me hizo dar la vuelta y me aporreó la espalda, repetidas veces.

Tengo que decir, que me proporcionó un placer inusitado el recibir aquella sarta de correazos. Sin embargo, René, terminó enseguida y salió de la habitación, sin tan siquiera darme un beso.

No sé el tiempo que habría pasado, pero el caso es, que dos de los hombres de Sir Arthur, se presentaron a continuación. Como yo seguía atada con las manos en la nuca, ellos se encargaron de levantarme y hacerme caminar, escaleras abajo, hasta las habitaciones de Sir Arthur.

Permanecí durante todo el recorrido, con las manos atadas en la nuca. Y por fin, llegamos hasta la antesala. Me encontré de cara con Sir Arthur, que me espetó ......

*** Aquí empiezan y terminan tus bravatas. Pero desde luego, aquí serás sometida a toda clase de escarnios. Ahora, entra por esa puerta, te está aguardando una fusta.

Me dejó totalmente idiota sus palabras. En efecto, nada mas entrar, un par de hombres se apoderaron de mí y me hicieron tumbar sobre una gran mesa llena de grasa y vino. Me hicieron apoyar los pechos en la mesa, pero mis muslos quedaron fuera.

En esta postura la fusta danzó sobre mis nalgas, con verdadero encanto. Y los dolores que experimentaba, sobrepasaban los correazos de René.

Después de que me hubieron azotado las nalgas, se decidieron por mis espaldas. La dieron un trato especial, ya que me azotaron con fustas untadas en aceite y prendidas.

Para continuar, me ataron los tobillos a cada pata de la mesa. Pero por fuera, de tal forma, que mis piernas quedaban muy separadas.

Antes de nada, uno de los hombres me cogió el pelo, mientras otro me echaba vino sobre las recientes marcas de los golpes.

Cuando todo estuvo dispuesto, se dedicaron a atormentarme las piernas, a base de cigarrillos y objetos punzantes.

En esta situación mis gritos, hacían eco en las paredes de aquella enorme sala. Aguanté este castigo como pude, ya que era inminente un desenlace, todavía mas patético. Y en efecto, cuando terminaron de atormentarme las piernas fui desatada y conducida hasta un nuevo emplazamiento. Al llegar ante él, sentí flaquear mis fuerzas. Se trataba de una especie de falo corto y estrecho.

El aparato estaba formado por una barra vertical, que se apoyaba sobre 4 brazos. En el extremo superior de la barra, estaba situada una pequeñísima barra, que sostenía el falo. Tanto la barra vertical, como el falo, se podían ajustar en longitud.

Me hicieron aproximarme a él. Y me colocaron el ano sobre la punta del falo. Luego me hicieron sentar, con lo que el falo se introdujo en mi conducto anal. Luego ataron mis tobillos con esparto basto a los extremos de los brazos que soportaban al aparato, con lo que mis muslos, quedaron excesivamente tensos y separados.

Como el artefacto no tenía respaldo, echaron mi cuerpo ligeramente hacia atrás, atando mis muñecas con sogas de esparto rugoso, hasta que formaron una gran V.

Tan solo estaba apoyada por las nalgas, sobre una barra de hierro, que portaba el falo. Y por tanto, tenía al descubierto todo el cuerpo, a excepción del ano. Pero, además, no podía moverme en el artefacto, debido al falo que me poseía.

A continuación, me fue introducido en la vagina toda serie de objetos. Desde plátanos pelados y sin pelar, hasta los mangos de las fustas y los látigos. Y así permanecieron hasta que empecé a jadear.

Cuando se percataron de mi disfrute, cesaron aquellas acometidas y siguieron con la segunda parte del tormento.

Hicieron acto de presencia las fustas. Mis muslos iban siendo marcados a pesar de mis gritos y lamentos. Al menos 20 latigazos recibieron cada uno mis muslos. Pero lo peor fue que el falo comenzaba a calentarse en mi interior. Hasta que llegó a un punto en que era irresistible el calor.

Comencé a sudar, entre mis gritos y sollozos. Tan solo, podía mover mi cabeza, ya que el resto del cuerpo lo tenía tenso y amarrado.

El falo dejó de calentar y de nuevo volvieron ellos a la carga. Ahora le tocaba el turno a la vagina. Primero fueron tanteándola con las puntas de las fustas. Pero, inmediatamente, comenzaron a soltar pequeños azotes en las ingles, para irse acercando progresivamente al centro. Y allí, comenzó mi delirio de dolor. Los golpes y los silbidos, ahogaban mis gritos de dolor.

Al término de más de 20 latigazos, cesaron de aporrearme, en semejante parte.

Era inminente, el cambio de zona de ataque. Me contemplé las marcas que las fustas, me habían dejado, tanto en los muslos como en el pubis.

Uno de los hombres se acercó a mí y sacando su pene, lo introdujo de un asalto en mi interior. Comenzó a entrar y salir con rapidez, hasta que eyaculó en mi interior. Mientras, mis dolores eran inmensos, debidos a los tan recientes azotes en esa parte.

Sin embargo, otro hombre se acercó a mí y después de lavarme con vino, también desenfundó su pene y lo metió en mi interior. El dolor, que sentí junto con el escozor, se me hicieron insoportables.

Así, procedieron los otros dos hombres, a pesar de mis gritos y mis apremiantes palabras para que me dejaran descansar. Pero, lo más que recibía por mis palabras, eran golpes en los pechos, pellizcos e incluso, arañazos entre las axilas y los costados.

Cuando hubieron terminado de correrse, Sir Arthur, dijo .....

*** Ya está bien por el momento. Ahora es el momento para tomar algo de comer. Mas tarde seguiremos con esta zorra. Ahora desatadla y traedla a la biblioteca.

Le vi situarse detrás, mientras me desataban las muñecas. Y gracias a que él me sujetó, sino me hubiera roto la espalda. Luego desataron mis tobillos y a continuación el mas fuerte y alto de ellos, me levantó y me quitó del falo, mientras Sir Arthur se alejaba.

Me sentía muy débil y excesivamente dolorida. Pero con un poco de esfuerzo, conseguir caminar hasta que llegamos a la biblioteca. Abrieron la puerta y me hicieron entrar, hasta donde se encontraba Sir Arthur.

Con un gesto, me indicó que me sentara a su lado. Le obedecí en silencio y me senté. Me sentí relajada. Pero procuré que no se notara demasiado mi cansancio. Eran capaces de traerme un asiento como el del tormento.

Sir Arthur, me indicó que comiera. Yo no me hice de rogar y comencé a comer con verdadero frenesí. Me sirvieron vino, que bebí a raudales. Hasta el punto de sentirme ligeramente mareada. Pero se me pasó en cuanto seguí comiendo.

Al terminar la comida, me inyectaron algo en un brazo. Yo me dejé hacer ya que no podía oponer resistencia. El efecto, fue casi inmediato. Me sentí renacer. Entonces, Sir Arthur dijo :

*** Bueno, ya está bien de vida de lujo. Ahora metedla en la lavadora, para que esté decente.

Dos de los hombres se levantaron y cogiéndome de los brazos, me hicieron levantarme y entrar en un cuarto contiguo. Pude ver que se trataba de una especie de bañera, de grandes dimensiones con una gran rueda giratoria en su centro. En el fondo de la bañera había como cepillos. Y en la parte alta de la rueda, otros.

Enseguida, fui atada por mis brazaletes a la gran rueda y de espaldas a la misma.

A continuación, pusieron el motor en marcha, hasta que mi cuerpo alcanzó la horizontalidad. De ese modo, me amarraron los tobillos y tensando mi cuerpo, los ataron. Mientras estaba en esta postura, comenzó a salir un gran chorro de agua caliente, que llenó la bañera en menos de 1 minuto.

Entonces del techo se abrieron unas espitas y comencé a ser enjabonada a presión. A continuación el motor se puso en marcha y comenzó a moverse la gran rueda. Giraba lentamente, mientras mi cabeza se iba sumergiendo en el agua muy caliente, que me hizo contraer todos los músculos.

Pero la rueda iba tan despacio, que pensaba, que me iba a ahogar. Pude ver a tiempo, los cepillos que giraban en el fondo y levantar la cabeza, a fin de que no me rozaran la cara. Pero no pude evitar que mis pechos y el resto del cuerpo, fueran restregados. Y de nuevo volví a la superficie. Pero a medida que iba emergiendo, nuevos chorros de jabón, me atacaron esta vez por atrás.

Al llegar de nuevo arriba, los cepillos que había bajo mi cuerpo se pusieron en marcha al tiempo, que nuevo jabón caía sobre la parte anterior de mi cuerpo. Y de nuevo vuelta a empezar. Mas de 3 vueltas debí dar en aquella moderna forma de lavar.

De repente, todo el agua y los cepillos desaparecieron. En su lugar aparecieron nuevas espitas. Esta vez de aire caliente. Antes de completar la 2ª vuelta, estaba completamente seca. Entonces pararon el motor y me desataron.

Me sentía totalmente nueva y con ganas de vivir. Fuimos de nuevo junto a Sir Arthur. Al verme, me contempló y dijo ....

*** Veo, que estás estupenda. Y hasta se te ha alegrado la cara. Mejor así, ya que pronto conseguiremos verte llorar y gritar. Pero ahora ven a tomar una copa con nosotros. Además, te voy a cambiar los brazaletes y el collarín. Y te añadiré tobilleras.

Se dirigió hacia el amplísimo sofá y me obligó a sentarme a su lado.

Le obedecí en silencio. Y uno de ellos nos sirvió copas a todos, aunque la mía con mayor cantidad de coñac. La acepté y bebí un largo sorbo. Me recorrió todo el cuerpo, haciéndome sentir mucho mejor.

Enseguida, Sir Arthur, me despojó del collarín y a continuación de los brazaletes. Y los tiró lejos de él.

Entonces se levantó y me indicó que le siguiera. Dejé la copa en la mesita y le seguí hasta una gran espejo de cuerpo entero. Pude verme las señales del látigo. Pero lo ignoré. De hecho, ya me habían prometido nuevas atrocidades.

Sir Arthur, puso un gran cofre a mi lado y lo abrió. Estaba lleno de toda clase de gargantillas y pulseras. Y enseguida añadió, que consistían en el mismo método, que el anterior. Pero que estas estaban destinadas para las fiestas. Y que yo las llevaría ya siempre.

La última palabra me hizo estremecer, pero me repuse rápidamente. Y vi como él, cogía una de las mas bellas. Se trataba de una gargantilla. Me la probó y al verme en el espejo, me di cuenta de que me quedaba perfecta.

Entonces, él al verme así, me la aseguró con el cierre de seguridad y pasó a elegir las pulseras del mismo modelo. Me las dejé poner dócilmente, mientras seguía admirando el brillo de las mismas.

Cuando tuve puestas las pulseras, pasó a los tobillos y engarzó nuevas pulseras. Me dejó un rato, a fin de que me contemplara a gusto. Tan solo, hacían un poco feos los ganchitos, pero en conjunto, hasta podía parecer de lujo.

Por otra parte, a pesar de que estaban ligeramente ajustados, no debían de producir señales, ya que carecían de bordes. Estaba ensimismada con mis nuevos adornos, cuando oí la voz de él, decir .....

*** Ahora, vuelve aquí al sofá. Y mientras disfrutamos de la copa, te iré comentando tu agenda de trabajo.

Me senté de nuevo junto a él. Y entonces, tras colocarme un brazo por detrás del cuello y dejar descansar su mano sobre mi pezón izquierdo, al que acariciaba con lentitud, comenzó con mis actividades inmediatas. Pero antes de que soltara los detalles, mi mano derecha soportaba la copa, mientras que mi brazo izquierdo era sostenido por un hombre sentado a mi izquierda. Otro se había apoderado de mi cabeza y mi cuello. Y los otros dos, cada uno de una pierna. Sir Arthur, también se encargaba del otro pezón con su mano derecha, al que acariciaba después de meter sus dedos en mi copa. Y en medio de este laberinto de brazos y caricias, Sir Arthur comentó ....

*** Corinne. Ahora son las 12 del mediodía. Dentro de media hora, te someteremos al resto del castigo. Hacia las 2, te dejaremos con las doncellas, para que te aseen y te hagan desaparecer las marcas. Luego te conducirán a una celda, en la que te servirán la comida.

Descansarás hasta las 7 de la tarde. Hora en que serás despertada para que seas bañada y maquillada.

A las 8 pasaré a verte. Te seleccionaré el vestido que deberás llevar en la fiesta, con cena incluida.

Mientras él me comentaba tan desagradable panorama, los 5 hombres, me las hacían pasar algo mal con los toqueteos y pellizcos, que estaba soportando. El que me tenía sujeta la cabeza, me hacía beber al goteo. Claro que no siempre atinaba en mis labios abiertos y el líquido bajaba veloz por mis comisuras para descender vertiginosamnete, por entre mis pechos, a los que Sir Arthur seguía acariciando y que me estaban poniendo frenética.

Los que estaban con mis piernas, me las hacían pasar canutas, ya que uno me daba manotazos en la cara interna del muslo, mientras el otro me hacía sufrir los pinchazos en la planta del pie. Estaba a punto de empezar a jadear, cuando una manotazo de Sir Arthur en mi vagina, anunció que iba a seguir el suplicio de la mañana.

Todos me soltaron, menos Sir Arthur, que me hizo levantar mientras seguía con sus manos en mis pezones, a los que ahora retorcía de tal modo, que me producía vivos dolores. Avanzamos los 6 hasta el artefacto. Entonces él, me soltó y me indicó que me sentara sobre el falo.

Le obedecí y dejé que el falo se introdujera en mi ano. Cuando estuve bien acoplada, me engancharon finísimas cadenas a los tobillos y a las muñecas. Entonces Sir Arthur me sujetó de la cintura, mientras tensaban todas las cadenillas en la parte de atrás. Con lo que quedé arqueada hacia atrás y tan solo sujeta en el ano, por el falo que tenía introducido. Pero, tanto las piernas como los brazos, me los dejaron deliberadamente muy separados.

Sentía como si me estuvieran desgarrando por el ano. Sin embargo, uno de los presentes me asestó un par de palmaditas en el vientre, a fin de ver si estaba lo suficientemente tensa.

Sir Arthur dio la aprobación y autorizó a que comenzase el castigo.

Comenzaron con una decena de vergajazos sobre mi vientre. Hasta ese momento pude soportarlo, a pesar de mis jadeos. Pero no eché ni una lágrima.

El castigo continuó en mis costados. Y ya al primer golpe, resoplé y casi grité de angustía y dolor. Y al segundo azote, el primer grito escapó de mi garganta y hasta una tímida lágrima afloró en mis ojos.

En los siguientes azotes, mis gritos se confundieron con los ecos de los látigos. No sé cuantos azotes me dieron, pero debieron ser más de 30.

Me vi impotente para aceptar tanto dolor, pero tuve que soportar todo, sin que pudiera hacer nada.

Enseguida observé como Sir Arthur, apuntaba con su fusta a mis pechos.

Me desmoroné y les supliqué clemencia. Pero lo único que recibí, fueron sus risas e ironías. De esta parte se encargaron dos hombres, cada uno armado con un finísimo vergajo. Antes de que el primer golpe llegara a tocarme el grito que solté, apagó el sordo choque de la verga sobre mi pecho. Pero el siguiente cayó antes de que pudiera prepararme. Lancé el grito ya tarde, pero si cabe de mayor intensidad que el anterior. A medida que fue avanzando el suplicio, mis gritos se iban confundiendo con el chocar de los azotes.

Por fin, cesaron los golpes. Me creía morir. Sentía tantos y tan grandes dolores en todo el cuerpo, que no sabía como podía estar todavía consciente. Lo achaqué a la inyección.

Sir Arthur, mandó que me desataran y me condujeran hasta una gran mesa de suplicio.

Y fui desatada y conducida hasta la mesa. Me hicieron tumbar bocarriba y me ataron las pulseras juntas a la cadena. Las piernas me fueron separadas de tal forma, que creía que me las iban a arrancar. En esta postura me tensaron fuertemente, hasta que mi espalda quedó ligeramente curvada.

Entonces le oí, como se refería a mis axilas. Me las querían torturar con cigarros. Pero, además me iban a torturar las ingles y los pies.

Me creí morir ante aquel salvajismo. Les imploré gracia y les pedí perdón por todas las cosas malas que había hecho. Pero ellos, simplemente, me ignoraron.

Y tras encender varios cigarrillos, se dispusieron en torno a mí.

Lo primero que hicieron fue, torturarme sicológicamente. Se limitaron a pasarme los cigarros muy cerca de los pechos. Algunos, dejaron caer la ceniza sobre mi ombligo. Mis gritos les animaban más cada vez.

Pero pronto empezó el verdadero suplicio. Me dejaron un cigarro entre los pechos. Y que yo a base de temblores y gritos, conseguí que cayera en la mesa. Pero no pude librarme de los que ellos portaban. El primer horror fue para mi axila derecha. Uno de ellos, me lo fue acercando lentamente hasta que la punta tocó mis sensibles carnes.

Me arqueé más, si cabe y grité llena de espanto y dolor. Pero ésto no había hecho mas que empezar. Pues mientras, yo estaba aturdida con la primera quemadura, otro me acercaba un nuevo cigarro a la axila izquierda.

Me quedé muda, pero al instante la voz se hizo en mí y lancé un alarido estremecedor. Nada mas vehemente, para aquellos malvados seres.

Se les ocurrió, que fuera quemada en las dos axilas a la vez, al tiempo que iban contando sus proximidades. Y de nuevo el infierno se apareció ante mí. Esta vez por partida doble.

Me aplastaron los cigarros, casi en los pechos. Mis resoplidos y gritos de terror, les agradó de tal manera, que repitieron la operación un par de veces más.

Me sentía desesperadamente mal. Notaba como mis sentidos se revelaban contra mí y notaba un gran escozor en aquellas sensibles partes.

Ellos se decidieron por bajar un poco la zona de ataque. Los vi como se colocaban a la altura del pubis. Acercaron sus cigarros a sus labios y los soplaron a fin de reavivar las puntas. Cuando éstas, estuvieron al rojo se aproximaron de nuevo al pubis y fueron acercando lentamente los cigarros a cada una de mis ingles.

Fui quemada sin contemplaciones. Lancé mis gritos de rigor, pero la verdad, era que gritaba más por inercia, que por el dolor que sentía y que no era poco.

Pasaron por fin a mis pies. Empezaron por quemarme los empeines. Aquí, tan solo resoplé. Pero ellos bajaron rápidamente de zona. Y sentí el pinchazo entre los dedos. Esto si me hizo exclamar de dolor. Cuando me hubieron quemado todos los dedos, bajaron a mis plantas.

Para entonces, tenía un llanto, acompañado de gritos tales, que ya no era capaz de controlarme.

Empezaron las quemaduras, pero yo, ya no podía cambiar el ritmo de mis gritos a pesar del intensísimo dolor que padecía. Estaba a punto de perder el conocimiento, cuando cesaron todos los males. Y me aflojaron la tensión de las cadenas, para que pudiera moverme. Pero yo me quedé ligeramente dormida.

*** Corinne. Ya son las 2 de la tarde. Confío, en que lo hayas pasado bien con nosotros. Ahora te dejamos. A las 8 te veré, que descanses.

Me dejaron atada en aquella mesa y apagaron las luces. Pasé mas de 10 minutos sola en la oscuridad. De pronto, las luces me cegaron. Cuando pude ver de nuevo, observé como 2 doncellas semidesnudas se acercaban a mí y me desataban. Me hicieron acompañarlas hasta una habitación contigua y que estaba bien caldeada.

Lo primero que hicieron, fue el darme un líquido a beber. Luego, procedieron a aplicarme un bálsamo y me hicieron poner en pie, me llevaron hasta dos columnas y en ellas engancharon mis pulseras. Era la única forma de poder aplicarme el bálsamo en todo el cuerpo. Después de que terminaron. Me dejaron así unos 5 minutos.

Enseguida volvieron y me desengancharon. Y me condujeron al baño en el que me restregaron a fondo, hasta hacer desaparecer todo el bálsamo. Me secaron y me condujeron hasta una celda bien aclimatada.

Salieron, cerrando con cerrojo y volvieron a los pocos minutos, con varios platos. Y se volvieron a marchar, cerrando tras de sí.

Me quedé sola. Miré la comida y enseguida me entró un fuerte apetito.

Comí como una loca. Cuando terminé, me dirigí a la cama y me metí bajo el edredón. Cerré los ojos, y un sopor me invadió completamente.

Me sobresalté al sentir un zarandeo. Al despejarme, vi que se trataba de las dos doncellas. Me hicieron incorporar y medio me arrastraron al baño. Fui obligada a entrar en la bañera.

El agua estaba muy caliente, pero no me dejaron tumbarme. Quedé con el cuerpo fuera, de la cintura para arriba. Entonces comenzaron a restregarme todo el cuerpo con esponjas ásperas, que me hacían ver las estrellas.

Me enjuagaron 3 veces con las duchas. Después me hicieron salir y me secaron con mimo. Me revisaron por si tenía algo de vello, pero no lo encontraron y procedieron a secar mi pelo y peinarlo ligeramente.

Luego, se dedicaron a maquillarme, pero con tonos suaves. También me maquillaron los pezones y la vagina. Y después pasaron a pintarme las uñas de los pies y de las manos.

Después de esto perfumaron totalmente mi cuerpo. Y tengo que decir, que el perfume era muy agradable y duradero.

Escuché como el reloj de mi cuarto daba las 8 campanadas. Las jóvenes doncellas, se apresuraron a retirarse y de nuevo me quedé sola y encerrada.

Pero fue por poco tiempo, enseguida apareció Sir Arthur. Y me dijo ...

*** Estás preciosa. Parece ser que te ha sentado bien la paliza. Pronto la repetiremos y con algunas novedades. Qué trato ha sido el peor para tí ?.

*** Todos.

*** Vale. Pero dime lo que mas te ha dolido, lo que desearías que no te lo repitieran jamás.

*** El tormento de los cigarros.

*** Y después ?.

*** El azote de mis pechos.

*** Estupendo. Me encargaré personalmente de hacértelos padecer. Pero ahora vamos a elegir un vestido para la fiesta. Debes estar magnífica. Ya que se presentan a la cena más de 100 personalidades, de todos los confines de la tierra.

Se acercó a mí y comprobó todo el maquillaje, dando su aprobación. Y se dirigió hacia el armario, del cual, él solamente guardaba la llave.

Lo abrió y sacó 5 vestidos cortos y de varios colores. Los colocó sobre la cama y empezó a estudiar los colores. Todos los vestidos eran mini cortos y además en mayor o menor medida, tenían la espalda al descubierto. Y todos carecían de mangas. En la cama había : De punto y negro. De ante marrón. De piel de melocotón. De raso rojo. De seda amarilla.

Sir Arthur, me hizo probarme los 5. Eran bonitos, pero tan cortos que producían una provocación de los sentidos.

Al final se decidió por el de raso rojo. Era el mas indecente de los 5. Pero además tenía la virtud de que se ataba directamente al collarín.

Entonces me interesé por el calzado que debía llevar, pero él me contestó, que a partir de aquella noche, siempre iría descalza, aún cuando saliéramos a otra fiesta y estuviera lloviendo.

Asentí en silencio y no me volví a preocupar de los zapatos. Enseguida noté la mano de él, que me conminaba a seguirle.

Salimos al pasillo y bajamos las escaleras. Me sentía mas desnuda, que si no llevara nada encima, pero me resigné y seguí bajando las escaleras y procuré no pensar en mí.

El, me rogó que me mostrara amable y agradable, con los invitados, según fueran apareciendo.

Llegamos al hall y Sir Arthur me arregló de nuevo el vestido. Y la verdad, como era tan poca cosa, al menor movimiento se me podían salir los pechos, o bien, quedárseme subido y mostrando descaradamente el vello púbico.

Mientras esperábamos, me miré varias veces. El vestido carecía de espalda y costados. Realmente era un peto con escote. Y la faldita me llegaba justo por debajo del pubis. Pero lo que era la parte trasera del vestido, se podía decir que era casi inexistente, ya que la faldita partía de la parte alta de mis nalgas. Sin embargo, dejé de preocuparme del vestido, cuando sonó el timbre.

La doncella de turno, ataviada con mucha mas ropa que yo, abrió y pude ver a la primera pareja de invitados. Eran bastante mayores, aunque de buen ver. Sir Arthur los saludó y me presentó por mi nombre.

La mujer se acercó a mí y me contempló con descaro, pero al final, me dijo que estaba preciosa. El hombre, por su parte, se acercó a mí y me abrazó, dándome un par de besos.

Sonó el timbre de nuevo y apareció una mujer, de edad media. Sobre los 40. Saludó a Sir Arthur y se acercó a mí. El, me presentó. Y ella aludió que parecía una guarra. Y se fue al salón.

Siguieron llegando invitados y yo tuve que poner las mejores caras a todos ellos. Algunos me soltaban burradas y otros me daban ligeras palmadas en las nalgas.

Había recibido a tanta gente, que ya no sabía quien era cada cual. Y entonces él, me cogió del brazo y pasamos al gran salón, en donde se estaba sirviendo un pequeño aperitivo antes de la cena.

En menos de un minuto, perdí a Sir Arthur. Y me quedé sola y desamparada, ante aquella algarabía. Pero desde luego, no estaba sola. Enseguida apareció una de las primeras invitadas. Y recordé que había dicho de mi que era una guarra. Me cogió del brazo y sonriente me hizo avanzar hasta un grupo de mujeres.

Yo debía ser la anfitriona. Pero me di cuenta que yo era un objeto de usar y tirar. Ella, lo primero que hizo fue reprimirme, por mi forma de vestir. Pero antes de que yo pudiera decir palabra, añadió .....

*** Si estuviera en mis manos, la azotaría por su descaro. Pero además la expondría desnuda, ante todos mis amigos.

Bajé la mirada y escuché a otra, decir .....

*** Estoy de acuerdo contigo. Yo la torturaría lenta y sádicamente, hasta que me pidiera que la matara.

*** Pues, para mí, sería un placer el someterla en la lavadora y después, pasarla al falo.

Sonreí para mi interior y excusándome salí del grupo. Pero en segundos caí en otro de varones. Estos fueron menos bestias, pero mas groseros. Uno de ellos, comentó ....

*** Como es posible, que la reina de las zorras, ande suelta. Debería tener un amo que la llevara a todas partes.

Seguí oyendo barbaridades contra mí, por espacio de media hora. Hasta que Sir Arthur apareció y me sirvió de protección. Pero tuve la desgracia de que nos dejamos caer en el grupo de las sádicas. Las que me habían reducido a la nada. Y entonces, la mas atrevida, dijo ....

*** Arthur. Ya te habrá contado tu zorrita, lo que siento por ella y lo que la haría si estuviera en mi poder ?.

*** Pues no. No me ha dicho nada. La verdad es que acabo de encontrarla y no hemos tenido tiempo ni de hablar. Pero dímelo tú.

*** Es de lo mas sencillo. Lo primero, azotarla delante de todos los invitados. Después, me la llevaría a mi casa y la prepararía, para una sesión refinada de látigo y fuego. Y después, la torturaría lentamente, hasta que me implorara la muerte.

*** Eso es fácil de conseguir. Aquí la tienes. Es toda tuya.

Me quedé petrificada, pero afortunadamente, las otras se picaron y una de ellas, dijo ....

*** Eso no es justo. Yo he sido la primera en verla y además los azotes los he propuesto yo. Y esta que está a mi lado, también ha dicho y ofrecido cosas.

*** En ese caso, señoras, en otro momento la tendréis. Por esta noche baste que la tengáis a la mano, pero en mi casa.

Sir Arthur y yo nos separamos de aquel grupo y nos dejamos caer en otro de hombres y mujeres. Al fin pude pasar unos minutos de charla, sin que nadie se metiera conmigo, excesivamente.

Pasaron los minutos volando, hasta que de pronto sentimos un gran desconcierto a nuestras espaldas. Nos abrimos paso entre la multitud y encontramos a una joven bellísima. De mi estatura, pero rubia y de formas magníficas. Estaba totalmente desnuda, tan solo cubierta por algunos collares y cinturillas, así como pulseras, sortijas y pendientes.

Entonces apareció la sádica, cuyo título era el de Marquesa de Sade V y se dirigió a todos los presentes, diciendo .....

*** La mayor parte de los presentes saben quien soy. Pues bien, después de cruzar una palabras con Sir Arthur, me he decidido a llamar a casa y a pedir a una de mis hijas, que se preparara y maquillara, para asistir a una fiesta. Y la he pedido que viniera desnuda. Tan solo la he azotado una vez. Os propongo, lo siguiente :

Os la cambio, por la guarra esa. Además podréis hacer de ella lo que se os antoje. Y sabe estar en sociedad. Que decís.

Se oyó un murmullo de admiración y aceptación. Yo miré a Sir Arthur, asustada. Pero éste me traicionó al decir ....

*** Si los presentes están conformes, yo acepto. Pero con la condición de que en el fin de semana, esté aquí de una pieza. Os parece bien ?.

Escuché un aplauso general y Sir Arthur, añadió ....

*** En ese caso, bienvenida sea tu hija Therese. Y ya puedes llevarte a la otra.

Me sentí morir de desesperanza y enseguida las manos de ella se posaron en mi collarín y me indujo a salir de la casa.

Una vez en el exterior, pude ver un gran coche de color negro y de lunas tintadas. El chófer abrió la puerta y ella me hizo entrar. Estaba iluminado y era muy amplio. Al volver mi cara hacia la parte de la derecha, pude ver que había una mujer. Me fijé y vestía de un modo extraño. Llevaba una gorra de oficial SS. Su vestimenta constaba de guerrera de cuero negro y un pantaloncito también de piel negra. Lucía unas magníficas botas de cuero negro, que le llegaban ajustadas hasta las rodillas. Y en sus manos portaba una fusta de color negro, con las puntas terminadas en pequeñas bolitas de espinas.

La Marquesa me la presentó como su hija Melba. Yo asentí y no dije lo mas mínimo. Solo de verla ya estaba temblando.

El coche se puso en marcha y yo a cada momento que pasaba me sentía mas atemorizada. Entonces, Melba me indicó que me arrodillara ante ella. La obedecí sin pensármelo. Y dejé mi vista baja. Tras unos minutos en esta ignominiosa postura, el coche se detuvo y Melba me ordenó que saliera, haciendo chasquear la fusta.

Me hicieron subir la escalinata. Al llegar arriba, vi a otras 4 jóvenes acompañadas de otros 4 hombres.

La Marquesa, los saludó y me presentó a ellos. Entonces supe, que se trataban todos de la familia. Melba, que estaba bastante impaciente, me cogió del collar y me hizo caminar hacia los sótanos. Mientras me alejaba de ellos, pude oír como todos deseaban ponerse sus uniformes y bajar a darme el corres-pondiente saludo.

En breve, perdí sus murmullos y me vi sola con Melba, bajando hacia el sótano. Por fin llegamos ante una espesa puerta de acero, que ella abrió, apretando un botón.

Había una pequeña salita, en la que se veía una banqueta minúscula de muy amplias patas. Y en el asiento se veía una especie de falo doble.

Melba, me hizo sentar sobre los dos falos. Uno debía entrar en mi ano y el otro en la vagina. Cuando estuve como ella quería, me enganchó los tobillos juntos y las pulseras al collar, pero en la parte de atrás. Y me conminó a que mantuviera mis brazos elevados.

Al verla sentía un estremecimiento general. Tenía la guerrera abierta, por lo que podía verla los pechos, pero, sus manos enguantadas, su gorra y sobre todo sus botas me aterraban. Y para colmo seguía con aquella fusta de piel negra. Era muy fina pero tenía todo el aspecto de un arma de suplicios indecibles.

No me quitó el vestido, pero si acercó las puntas espinosas de la fusta a mis pechos y muslos. Después se puso a mi espalda y comenzó a rozarme suavemente, con las puntas, la espalda y los costados.

Por fin apareció la Marquesa. Y vi como Melba se ponía firme y saludaba al estilo Nazi a su madre. Cuando ésta la devolvió el saludo, Melba, adoptó una figura de descanso, con las manos en la espalda.

Entonces la Marquesa me descubrió los senos, desatando las tiras del vestido. Y ordenó a Melba que me azotara suavemente los pezones, con la punta de la fusta.

Melba se presentó ante mí, como un rayo y se preparó para no fallar ni un solo golpe. Mientras, la Marquesa, se había situado a mi espalda y me sujetaba los brazos.

Me sentí aterrada, al pensar como aquellas minúsculas bolitas, iban a incidir en mis pezones. Melba, me dirigió una sádica sonrisa y levantó la fusta lentamente y hasta algo mas arriba de mis hombros. Antes de ponerse a azotarme, bajó la punta de la fusta hasta mi pezón izquierdo y la restregó con suavidad, varias veces, hasta que mi pezón comenzó a aflorar. Luego hizo el mismo juego con el otro, hasta que consiguió idéntica situación.

Entonces, viéndome a tono, levantó la fusta lentamente y enseguida, la descargó con la velocidad del rayo, sobre mi pezón izquierdo. Tan solo las bolitas me rozaron, pero sentí un atroz dolor y una sensación de lo mas desagradable en todo el cuerpo.

Antes de que me repusiera, un nuevo azote caía sobre el otro pezón. Me los miré y vi como se iban poniendo rojos.

Pero aquella malvada hembra, siguió azotando mis pezones con una precisión tal, que me hacía sufrir de modo infinito. Ya al tercer azote, había empezado a resoplar y gemir. Después del sexto azote, comencé a gritar y jadear. Intentaba contorsionarme, pero la Marquesa, reprimía mis movimientos, tirando de mis brazos hacia atrás.

Me sentía desesperada. El dolor era increíble. Yo hacía esfuerzos por sujetarme, pero la verdad es que me resultaba muy difícil.

Después del décimo azote en cada pezón, la Marquesa me soltó los brazos y cortó el castigo. Melba se separó un paso de mí y levantando el brazo, saludó, dando un taconazo.

La Marquesa, volvió a subirme el vestido y me lo enganchó en el collarín. Luego me desenganchó los tobillos y me hizo poner en pie.

En ese momento, apareció el resto del clan. Se cuadraron y saludaron con el brazo extendido.

Las jóvenes, vestían pantalón mini corto y camiseta de amplias sisas y muy ceñidas, todo ello de piel negra. Y calzaban botas altas y ceñidas de cuero negro y con espuelas. Se tocaban con una gorra de oficial SS. Y en sus manos portaban fustas muy parecidas a las de Melba.

Los hombres, vestían un uniforme completo de oficiales SS.

Entonces la Marquesa, anunció ....

*** Es la hora de cenar. Que esta porquería nos acompañe en la velada. Así sabrá lo que hacemos con las zorras judías.

Yo no me atreví a replicar, a pesar de que no era judía. Me sentía tan asustada, que no podía realizar movimiento alguno, si no era por que aquellos seres me obligaran.

Me condujeron escaleras arriba hasta el gran salón. Había una mesa preparada para 14 comensales. Al final de la mesa se veía un poste. Y yo fui conducida hasta él.

En la mansión había tres jovencitas más. Según pude comprobar unos segundos después.

Entraron momentos después de que a mí me hubieran instalado junto al poste. Las miré y eran unas preciosas jovencitas, con unos hermosos vestidos. Sus sonrisas, sin embargo, daban algo de miedo. Debían de tener entre 12 años la mas joven y 16 la mayor. Y parecían todas hermanas.

Se acercaron a la Marquesa y después de saludarla con el brazo extendido, se abalanzaron sobre ella y la besaron con dulzura.

A continuación, se acercaron hasta donde yo estaba. Y comentaron, que su tía Therese era mas guapa y elegante. A mí me dejaron estas palabras, ligeramente impresionada.

Se colocaron cada uno en sus correspondientes lugares, menos Melba, que se quedó junto a mí. Y entonces, la Marquesa sugirió que se votase, si debía estar desnuda o no.

Se votó por el SI. Y Melba, me desabrochó los cordones del vestido, por lo que éste cayó al suelo. Luego me hizo elevar los brazos y me engarzó los ganchitos a la cadena que descendía del poste. Y por último, tensó la cadena de tal forma, que quedé apoyada tan solo con medio pie.

Después de esto, Melba se dirigió a su asiento, cerca de la Marquesa. Y entonces aparecieron dos mujeres en el salón. Iban vestidas de camareras y sirvieron el primer plato, sin hacerme el menor caso.

Me sentía totalmente violenta y nerviosa. Después de que todos terminasen la sopa, la jovencita de 12 años y de largas coletas, se apoderó de una fusta de la que debía ser su tía. Y se acercó a mí. Ninguno de ellos, hizo el menor esfuerzo por reprimirla.

Me lanzó un par de golpes, que me hicieron resoplar, ya que me alcanzaron en los pechos y el costado. Vi, para mi desesperación, como las sonrisas de sus mayores aparecían en sus rostros. Y la niña volvió a las andadas. Y un nuevo golpe me alcanzó los muslos.

Entonces vi, como su tía se levantaba y se acercaba a nosotras. Hizo que la pequeña le mirara y entonces la explicó, como debía de lanzar los azotes.

La pequeña se alborozó y se volvió hacia mí. Entonces, levantó la fusta y me la estrelló en el costado. Sentí, como un fuerte pinchazo. Y debí poner un gesto exagerado de dolor, pues la niña me volvió a pegar en el mismo lugar, pero esta vez con mayor fuerza. Yo no tuve mas remedio, que volverme a contorsionar.

Antes de que la pequeña siguiera, aparecieron por la puerta las dos camareras con el segundo plato. Y tanto la niña, como su tía se dirigieron a la mesa, para dar cuenta de aquel segundo plato que debía estar apetitoso, por el aroma que me llegaba.

Después de terminar el plato, la niña volvió a levantarse y empuñó el vergajo, pero antes de que se acercara a mí, la Marquesa dijo .....

*** Pequeña Cloe. Quien te ha dado permiso para levantarte de la mesa ?.

*** Nadie. Abuela.

*** En ese caso, desnúdate y ve a ponerte de rodillas y con los brazos en cruz de cara a la pared.

*** Sí, abuela.

Observé, como nadie protestaba y como la pequeña, se desnudaba en silencio y como se dirigía a la pared y se arrodillaba, extendiendo los brazos. Entonces la Marquesa, continuó .....

*** Y tú, Sonia. Quien te dio permiso para levantarte de la mesa ?.

*** Nadie, mamá.

*** No me llames mamá. August, coge a tu esposa y desnúdala. Luego dale 40 latigazos por desobedecer.

*** A la orden. Hail !.

Entonces, aprecié la escena mas desagradable dentro del grupo. August, se abalanzó contra su esposa Sonia y la conminó a que se desnudara.

Esta, lo hizo con rapidez. Y entonces su esposo se acercó a mí y me desató. Luego llamó a su esposa y la pidió que se acercara al poste.

Sonia obedeció y se acercó hasta el poste y de cara a él, elevó los brazos apoyándolos en el tronco, pero su esposo no se los ató. Tan solo se limitó a coger la fusta y acercarse a su esposa, a la que azotó sin piedad y con una gran fuerza. Tan solo oía como Sonia resoplaba y su cuerpo temblaba violentamente, a cada sacudida de la fusta.

Veía como sus nalgas se iban cubriendo de marcas. Pero también sus caderas estaban siendo diezmadas.

Los últimos diez azotes se los repartió entre sus costados. Y por fin y sin haberla oído soltar un solo grito, terminó el castigo de Sonia. Y lo mas sorprendente era, que ella no había dejado de tener sus manos en el poste, ni un solo instante.

August se separó de ella y dejando la fusta en la mesa, se sentó en su sitio. A continuación se acercó Sonia, que pidió perdón a su madre y a continuación se empezó a vestir, para a continuación sentarse junto a su esposo y besarle con dulzura.

Yo permanecí en el suelo, sin decir nada. Y miré a la joven Cloe. La veía como los brazos la temblaban. Pero ella seguía con los brazos en cruz.

Entonces oí a la marquesa decir .....

*** Svelda. Coge a la perra judía y engárzala de nuevo al poste. Luego, coge a tu hija y ata sus muñecas al collarín de esa zorra. Después la darás 15 azotes en las nalgas y caderas.

*** Sí madre. Hail !.

Svelda, se acercó a mí y me cogió con rudeza, me hizo situarme ante el poste y engarzó mis muñecas a la cadena. Tensándola a continuación. Luego se dirigió hasta donde estaba su pequeña y levantándola con brusquedad, la condujo hasta mí. Cogió un cuero y ató las muñecas de Cloe juntas y fuertemente atadas. El extremo del cuero lo tensó en mi collar, pero en la parte de atrás. Entonces, sentí el tibio cuerpo de la muchacha sobre el mío.

La sentía palpitar. Y me sentí como una madre, cuando ella apoyó sus mejillas sobre mis pechos. Miré a Svelda y la vi fría. Sentí una gran compasión por aquella gente.

Svelda, levantó la fusta y asestó un azote en las nalgas de la pequeña que tembló sobre mi cuerpo. Sentía como me calentaba los pechos con su jadeante respiración. Un nuevo azote, vino a poner desorden de nuevo sobre nosotras. A pesar del golpe, la pequeña Cloe, seguía sin soltar un grito y ni siquiera una lágrima.

Y de nuevo cayó la fusta sobre ella, pero esta vez se desvió un poco y las dos recibimos el impacto. Pero los azotes no venían contra mí y éste había sido casual.

Svelda, siguió castigando a Cloe, sin miramientos. Pero seguía sin gritar. Nuestros cuerpos se llenaron de sudor y calor.

Al séptimo azote, a Cloe se le escapó un pequeño grito, lo que hizo que Svelda, acentuase la fuerza de los golpes.

Por fin terminó el castigo. Cloe, colgaba de sus brazos y ya no palpitaba con tanta intensidad. Me dio mucha pena, cuando la separaron de mí.

Svelda la reanimó a tortazos y la conminó a vestirse. Cuando la pequeña Cloe, estuvo vestida, se sentó cerca de su tía Sonia. Y la cena continuó.

Las camareras, como por arte de magia aparecieron en el salón y sirvieron los postres. Cloe, me lanzó una tierna sonrisa y se dedicó a su postre con verdadera fruición.

Cuando hubo terminado la cena, todos se levantaron de la mesa y pasaron a la biblioteca. Tan solo permanecieron conmigo, Melba y Cloe. tras pedir permiso a la Marquesa.

Melba se acercó a mi oído y me susurró, que estaba deseando ensayar una serie de suplicios conmigo. Agregó, que quería excesivamente a su sobrina y que por tanto me dejaba un par de minutos a solas con ella.

La vi como se separaba de nosotras. Cloe se acercó a mí y me dio las gracias por haberla dado mi calor. La dije, que la quería y que me hubiera gustado tenerla abrazada.

Rápidamente, Melba nos separó y me dejaron sola en aquel salón, mientras las camareras recogían la mesa.

Apagaron la luces y me sentí presa de un angustioso miedo. Así por espacio de 10 minutos. Y de nuevo las luces se encendieron.

La Marquesa estaba aproximándose a mí. Pero antes de llegar a mi lado, apareció Melba, con su gorra y la fusta en la mano.

Venía tan aprisa, que llegó al tiempo que la Marquesa. Entonces, ésta la dijo ....

*** Suéltala y llévala hasta mi cuarto.

*** A la orden. Hail !.

La Marquesa salió del salón y Melba, comenzó a rozarme con la fusta los costados. Me hacía sentir fatal. Y más desde lo que me había comentado, momentos antes.

Por fin me desató y me hizo poner el vestido. Luego me ató las manos a la espalda y caminamos hacia la puerta del salón.

Salimos al corredor, pero no encontramos a nadie en el camino. Y por fin llegamos ante el dormitorio de la Gran Señora.

Melba, aporreó con los nudillos y una voz nos autorizó a entrar.

Entré, seguida de ella. Avancé unos 20 pasos y de pronto me quedé como helada. Un miedo atroz se apoderó de mis sentidos. Allí estaba la Marquesa, vestida como sus hijas. Una luz roja cubría todo el ambiente. Era para que las marcas no distrajeran, lo que era una verdadera sesión de sadismo. Esto lo sabía de cuando era fotógrafa.

Pero no era la luz, lo que me había alterado de tal forma. Era la Marquesa y sus aparatos especialmente sádicos, para la tortura.

Melba me empujó y tuve que caminar hacia ella. Cuando estuve lo suficientemente cerca de ella, pude contemplar su atavío. Antes diré, que poseía un cuerpo admirable. Tan joven como el de Melba, por lo menos en apariencia. Además, no llevaba botas, sino sandalias. Y en vez del pantaloncito tenía puesta una minifalda tan corta como la mía. Llevaba un corpiño de cuero negro, cubierto de medallas. El pelo lo tenía recogido bajo la amplia gorra de General SS. Tenía los guantes puestos y portaba una fusta de color blanco luminiscente y un látigo de 5 colas, hecho con el cabello de sus hijas.

Ella, me cogió del collar y me hizo poner de rodillas. A continuación, me desabrochó el vestido y quedé desnuda ante ellas dos.

Enseguida me indicaron que me levantara y me colocara de bruces sobre una mesa de mármol. Me ataron seguidamente las manos al collar, a fin de que todo mi cuerpo quedara apoyado sobre la frialdad de la piedra. Y engancharon mis tobillos a una barra de plomo, con lo que mis piernas quedaron muy separadas e imposibilitadas para el movimiento, debido al peso que debían soportar.

Entonces Ella, se aproximó a mí y me acarició la espalda con la fusta, hasta que yo empecé a removerme. Antes de proseguir, despidió a Melba.

Cuando la puerta se cerró, empezó el tormento para mí.

Sentí el silbido de la fusta y de pronto una quemazón invadió todo mi ser. Mis nalgas eran las receptoras de aquel castigo. Me acordé de Cloe y evité el gritar. Sin embargo, a medida que los azotes iban cayendo, sobre mi cuerpo, se me hacía mas difícil el poder reprimir los gritos, no así el temblor de mi cuerpo, mis palpitaciones y mis resoplidos.

El látigo caía una y otra vez, tanto sobre las nalgas como en los muslos. Me sentía a punto de estallar, cuando los azotes cesaron.

Ella, me desató e hizo que me levantara. Yo me sentía demasiado nerviosa y dolorida, como para prestarle plena atención, pero intenté por todos los medios, que no tuviera que repetírmelo, con un nuevo castigo.

Cuando estuve en pie, ella se aproximó a mí y me dijo .....

*** Ha llegado el momento de que sufras lo que te prometí. Pero antes, servirás de acompañamiento a mis hijas y sus esposos. En cuanto a mi nieta Cloe, la atormentaré junto a tí. Pero antes, la haré confesar delante de tí. Claro que tu estarás con la boca tapada. Eso será en la madrugada. Ahora, vamos a visitar a mi hija Sonia y August. Creo que les encantará tu compañía.

Salimos del cuarto y nos dirigimos a una habitación que estaba situada al otro lado del corredor.

Llegamos hasta la habitación mas alejada de la de ella. La abrió y me hizo entrar. Después, cerró y me abandonó a mi destino.

Me sentí rara. Y al cabo de unos minutos, como no oía nada, me asomé y no vi a nadie. Me sentí desesperar. Me situé en un rincón de la habitación y me acurruqué en un rincón que quedaba oculto, de la entrada de la habitación.

Enseguida, oí como la puerta se abría y oí las voces de más de dos personas. Me entró mucho mas miedo del normal y comencé a temblar.

Las luces se encendieron y entonces pude ver por el espejo a una de las parejas y la jovencita de 16 años.

Se quedaron los tres en el cuarto contiguo al del dormitorio, pero pude saber lo que pasaba gracias al espejo y además, ellos pronunciaron sus nombres, al hablar él.

*** Rápido. Desnudaos y tú Stara, tráeme la fusta para azotar a tu tía. Por favor Sonia , desnúdate y ponte a cuatro patas.

*** Como ordenes, August. Procura hacerme cosas nuevas.

August se desnudó y vino hacia mí, pero no me vio. Me quedé muy quieta y mantuve la respiración. Enseguida salió y se dirigió al otro cuarto. Y al mirar, pude ver, como los tres estaban desnudos.

Stara, le dio el látigo y se puso a cuatro patas como su tía. A mí me entró una acuciante necesidad de ver que es lo que las hacía. Por tanto, me levanté de mi escondite y me acerqué al cuarto. Ninguno de los tres me vio, ya que me daban la espalda.

August levantó la fusta y la descargó sobre las nalgas de Stara. Esta, gimió y se quedó con el culo apuntando mas alto, a fin de recibir mas azotes de su tío. Pero éste, lanzó el siguiente azote para Sonia.

Esta, protestó, porque su azote había sido mas suave y necesitaba estar caliente. August la regaló su deseo y la azotó con verdadero frenesí, aparte de lanzarla varias patadas en la boca del estómago y en el vientre.

Pero entonces Stara, se levantó y pidió que su tío las diera una paliza, antes de seguir con los azotes. August se resignó y cogió a su sobrina y la asestó bofetadas y manotazos en el vientre y los pechos, con tal intensidad, que la pequeña cayó aparentemente sin sentido al suelo. Pero rápidamente se levantó y se acercó a su tía a la que dio varias patadas, mientras August la golpeaba.

Por fin, parecieron estar contentas y se quedaron expectantes a que la fusta las abrasara la piel.

El, las dirigió gran cantidad de azotes, hasta dejarlas exhaustas en el suelo.

Luego, se dio la vuelta y salió del cuarto, pero yo, ya me había escondido en el sitio anterior. El, se quedó de pies ante mí. Si hubiera mirado hacia abajo, me habría visto, pero no lo hizo y pude seguir disfrutando de la tranquilidad.

Se tumbó entonces en la cama y las llamó. Sonia, fue la primera en aparecer y Stara la seguía a corta distancia.

Sonia se puso sobre el pene de él, mirándole. Y Stara se sentó sobre la boca de él, a fin de que la chupara el coño. Las dos mujeres, de esta manera estaban frente a frente para poder besarse y acariciarse los pechos.

Todos resoplaban, cuando Stara al girar la cabeza, hacia donde yo estaba me vio. Pero siguió disfrutando de las caricias múltiples de sus tíos. Cuando todos explotaron, me delató diciendo ....

*** Queridos tíos. Hemos tenido a bordo, todo el rato, a una asquerosa y apestosa polizonte judía.

Les vi, como se alarmaban y todos se separaban. Rápidamente, August se acercó hasta donde yo estaba y cogiéndome por los pelos, me arrastró hasta el cuarto que habían ocupado para sus perversiones.

Y a la vez, llegaron Sonia y Stara. Pero August, ya me estaba golpeando con sus manos y preguntándome, que había visto y oído. Stara, se vistió mientras August, me situaba en el centro de la habitación y ataba mis pulseras a las dos cadenas que descendían del techo.

Sonia iba a vestirse, cuando sonó la puerta. Era Ella. Al ver a Stara, la preguntó .....

*** Stara. Que haces en el cuarto de tus tíos ?.

*** Nada abuela. Oí ruidos y entré. Y entonces vi como esta zorra quería escapar del cuarto. La perseguían los tíos, pero pude ver como esta asquerosa hembra la pegaba a mi tía.

*** Sonia. Es eso cierto ?.

*** Si madre.

*** Está bien. Stara, vuelve a tu habitación. Observo que todavía no la habéis marcado. Bueno, en otro momento será. Ahora deseo que la cedáis a Svelda y su esposo. No tardéis.

Se fue y me quedé a solas con ellos. Entonces August, me dijo ....

*** Si tan solo haces referencia a lo último que has visto, te juro que te arrancaré la piel lentamente. Y mientras padeces te iré purgando con sal.

De todas maneras, al amanecer ya tendré el permiso de mi Señora para masacrarte. Y recuerda. Ni un solo comentario de esto. Entendido ?.

*** Sí.

Me soltaron de mala gana y me acompañaron al cuarto de Svelda.

Me hicieron entrar sin llamar. Y cerraron la puerta, dejándome a solas en una habitación que no conocía. No oía ruido alguno. Por lo que decidí asomar la cabeza y ver si había alguien.

Avancé lentamente por la moqueta y llegué hasta el dormitorio. Pero no había nadie. Seguí avanzando hasta el otro cuarto y arrimé mi oído a la pared. Me pareció oír un gemido, pero no estaba segura. Atisbé por la cerradura y entonces vi un espectáculo dantesco. La pequeña Cloe, estaba atada en aspa sobre una gran mesa. Y además tenía una mordaza en la boca.

Stara y su hermana Clonia, estaban azotando a la mas joven, mientras Svelda y su marido hacían el amor de forma sodomita.

Me daba miedo llamar a la puerta. Además, como podía saber yo, si había alguien o no, en la casa ?.

Me volví de nuevo a la puerta y casi grité, si había alguien. Pasado un tiempo prudencial, volví a insistir. Pero como nadie se asomaba, me aproximé de nuevo ante la puerta y miré de nuevo por la cerradura. Ahora todos estaban desnudos menos Stara. Mientras los contemplaba, oí como la puerta se abría. Me dirigí con velocidad hasta el dormitorio principal y me encerré en el armario, desde allí pude ver como Ella, se dirigía hasta el cuarto en el que se llevaba a cabo la perversión mas ignominiosa y habría la puerta.

Pude oír, como solicitaba a Stara. La sacó del cuarto, pero antes de irse, les preguntó que si yo había aparecido y claro, contestaron que no.

Gruñó algo entre dientes y salió del cuarto con Stara, cogida del pelo. Y antes de cerrar la puerta de los aposentos de Svelda, la oí que la iba a machacar a palos por haberla mentido anteriormente. Cerró la puerta y yo me quedé sin saber lo que hacer.

Iba a salir del armario, cuando Svelda apareció en la habitación. Encendió las luces y se dirigió hacia mí. Abrió mi puerta, pero se volvió al tiempo que cogía una bata y cerró el armario otra vez.

En cuanto salió hacia el baño, abrí la puerta y salí a toda prisa de la habitación. Me asomé de nuevo al cuarto. Solo estaba Cloe, con la mordaza en la boca y colgando de los tobillos y con las manos atadas a la espalda.

Sabía a lo que me exponía, pero aún así, entré en el cuarto y la descolgué, luego la desaté y la quité la mordaza. Estaba como abotargada. La cogí en brazos y la saqué de la habitación.

No sabía a donde dirigirme. Opté por tomar las escaleras y subir al piso superior. Allí encontré un cuarto en el que no había mas que ropa de cama. La tumbé en el suelo y la besé hasta que despertó.

Cuando me vio, se echó en mis brazos y me besó. Luego lloramos juntas, hasta que un ruido en el pasillo, nos hizo ponernos en guardia.

Escuchamos atentamente. Y por las palabras y el tono empleado en las mismas deduje, que me estaban buscando. Entonces ella me dijo, que me entregara, antes de que me encontraran, y que les pidiera perdón de rodillas.

Que me iban a torturar era evidente y además con saña. Pero si no me entregaba, en cuanto me descubrieran, sería machacada lenta y cruelmente.

Yo no sabía que hacer. Y ante las palabras de Cloe, la pregunté si había alguna forma de escapar de allí.

Ella me dijo, que conocía una salida, pero que no me la diría, porque sería un acto de traición.

La rogué y la supliqué, pero la pequeña no daba muestras de agrado hacia mi propuesta y ruegos. Por fin, dijo que me ayudaría y salimos al pasillo. Me hizo arrodillar en el rellano. Pensé que nos podían ver y me arrodillé. Cloe, se puso tras de mí y me abrazó tiernamente, poco a poco fui echando mis brazos hacia atrás, hasta que en un descuido por mi parte, ella engarzó los ganchos de mis manos a mis pies.

Me sentí morir de desesperanza y temor. La miré y ella me dijo que era la mejor manera y que lo sentía.

Entonces la dije ...

*** Date cuenta, de que nos han estado buscando y no hemos dado señales. Cuando te interroguen, vas a decir que te he raptado ?.

*** No les diré nada.

*** Pero te someterán a algún tipo de tortura, o te azotarán.

*** Eso me da igual. Me gusta que me peguen. Sobre todo mi abuela. Ella es colosal. Si quieres la pido que nos atormente juntas. Si la digo, que las dos queríamos escapar, nos zurrará de lo lindo. Y además intervendrá toda la familia.

*** No. Escucha Cloe. No deseo que seas maltratada por mi culpa. Déjame libre y volvamos de nuevo al cuarto. Te explicaré toda la historia.

*** Ahora, no deseo escuchar historias.

*** Abuelaaa ! Estoy aquí arriba, he capturado a la judía.

Enseguida oí los pasos agolpados por la escalera. La primera en llegar fue Ella. Se plantó ante nosotras y nos zarandeó de los pelos. Luego me desenganchó los tobillos y pidió al resto de la familia que llevaran a la pequeña Cloe al cuarto de los tormentos y que la dejaran atada y la dejaran abandonada.

Me cogió del collar y me hizo descender la escalera. Yo seguía con las manos atadas a la espalda. Llegamos a la planta baja y me hizo entrar en la habitación en la que estaba Cloe y Stara. Las dos estaban desnudas y atadas en postes contiguos. A mí me hizo tumbar en el suelo y tras engarzar mis tobillos hizo bajar una cadena y me la enganchó en las tobilleras. Luego, lentamente me fue izando hasta quedar colgada de los pies y delante de mis jóvenes compañeras de suplicio.

Podía ver, a pesar de que mis lágrimas se agolpaban en mis ojos, a las dos jovencitas atadas de forma cruel. Sabía que a las dos las gustaba sufrir los castigos de su abuela.

A pesar de todo, sentía como la sangre se agolpaba en mi cabeza. Y esperaba todo lo peor para mí.

Antes de que pudiera pensar en mas problemas, derivados de mi mala fortuna, la puerta del cuarto se abrió y entró Melba.

Nos contempló con descaro y se acercó a Ella. Entonces, la dijo ....

*** Señora. Si queremos que esta puta judía, sea castigada como se merece, antes, deberemos castigar a estas dos idiotas, a fin de que nos dejen la sesión tranquila y sin distracciones.

*** Me parece muy oportuno el comentario. Desde este momento, te nombro como mi sucesora. Y mientras tanto te asciendo al rango de General SS.

Nos ignoraban, mientras Ella la condecoraba. Melba, seguía vistiendo igual que la primera vez que la vi. Es decir, llevaba la chaqueta de cuero abierta del todo, por lo que se la seguían viendo los pechos, cada vez que se movía.

Entonces, oí la voz de la pequeña Cloe ....

*** Tía Melba. Ahora que tienes tanto poder como la abuela, puedes torturarme personalmente. E incluso puedes ordenar a mi madre que me azote. Igualmente, puedes encargarte de mi hermana. Ella te lo agradecerá aunque no te lo merezcas.

*** Cállate estúpida. Te azotaré si me da la gana. Y en cuanto a tu hermana es cuestión de tu abuela.

*** La estúpida eres tú. No me das miedo. Y además creo, que no tienes agallas para torturarme. Todavía me consideras una cría.

*** Desde hace pocos momentos, poseo la suficiente autoridad, como para hacer azotar a vuestra madre, por vosotras mismas. Ahora cállate.

*** Bertha. Con tu permiso, voy a reunir a toda la familia. Nos veremos en el patio.

Melba, salió de la sala y nos quedamos a solas con Bertha. Que era el nombre de Ella. Nos dimos cuenta de que se había dejado comer el terreno. Y además, por lo menos yo, creía que Melba sería capaz de hasta hacer detener a Bertha.

Fuimos desatadas las 3 y Bertha nos ordenó que saliéramos del cuarto y bajáramos las escaleras hasta el patio interior, que siempre estaba muy iluminado.

Cuando llegamos, ya nos esperaba el resto de la familia. Y Svelda dio un paso hacia adelante, como para interponerse entre sus hijas y la nueva directora.

Pero Melba, hizo chasquear la fusta y la ordenó que volviera a su sitio. De esta forma, comprendimos el inmenso poder que poseía la persona mas malvada de la familia.

Melba, como para darse importancia, pero por otra parte conocedora de los vicios de su familia, expuso .....

*** A continuación paso a exponeros las nuevas jerarquías y nombramientos de la familia, por parejas ....:

August Sonia ... August. Comandante SS.

Sonia. Auxiliar de Orgías.

Alex Katia ..... Alex. Capitán SS.

Katia. Auxiliar de Sótanos.

Paul Svelda..... Paul. Capitán Gestapo.

Svelda. Auxiliar de Orgías y Sótanos.

A continuación, me referiré a las hembras de esta familia.

Bertha. Gran Marquesa de Sade. Comandante en Jefe General.

Clonia. Auxiliar de Sótanos.

Stara. Auxiliar Masoquista al servicio de Orgías.

Cloe. Ayudante Masoquista al servicio de Orgías y Sótanos.

Y ya tan solo queda esta repugnante hembra, a la que considero como al ser mas detestable y con menos derecho a la paz. Por tanto, la declaro como perra judía, a la que hay que castigar y atormentar.

Las vestimentas consistirán en los trajes correspondientes a cada rango. A excepción de las auxiliares, que vestirán con un chaleco de piel negro y de sisas y escotes pronunciados.

En cuanto a las de rango masoquista, vestirán según las necesidades, pero en la mayor parte de los casos, llevarán sus pechos al descubierto. Además, aparecerán en las Orgías con al menos 5 latigazos, sobre sus espaldas.

Y ahora, citaré los castigos ....

Sonia. Recibirás 50 azotes en este patio de manos de Clonia.

Stara. Recibirás 35 azotes en tu habitación de manos de tu padre.

Cloe. Recibirás 100 azotes en la cámara de los horrores de manos de tu abuela.

La perra judía, pasará a habilitar la cámara de los tormentos y será castigada con más de 600 azotes, en los diferentes aparatos. Así mismo será torturada totalmente en 3 aparatos. Además, asistirá a las orgías que mañana dan comienzo.

Ahora bajaremos Alex, August, Paul y Yo con esta miserable, a la que haremos sufrir hasta la saciedad.

Katia y Svelda, bajarán cuando yo lo ordene.

Me vi en el suplicio, sin tener nada que ver. Si acaso, el no mostrarme ante mis torturadores. Por otra parte me lo tenía merecido. Nunca debí de confiar en la pequeña Cloe.

Bajé seguida de todo el grupo. Las escaleras parecían interminables. Y por fin llegamos hasta el sótano elegido.

Melba, abrió la puerta y me encontré en un escenario escalofriante, ya que allí se encontraban los aparatos mas modernos para el suplicio.

Habían muchos mas aparatos que en la casa de Sir Arthur. Y de un rápido vistazo, descubrí el falo sujeto por una mínima plataforma, que la soportaba un eje que se anclaba en el suelo. Y alrededor de dicho poste, había varios anclajes disimulados en el suelo, formando varios triángulos concéntricos.

Seguro que estaba destinado a mí. Pero antes, me hicieron ir hacia un poste de metro de altura. A él me ataron las pulseras y me obligaron a separar las piernas.

Cuando ya estaba lista para los primeros azotes, Melba puso una música lenta y angustiosa. Luego apagó las luces y varios focos de color rojo me iluminaron totalmente.

Alex, Paul y August levantaron las fustas y me las fueron descargando una tras otra al ritmo de la música, mientras Melba se acercaba a mí por delante y me hacía caricias con sus manos en la cara o me cogía del pelo.

Me retuve todo lo que pude para no soltar ni un solo quejido. Pero era angustioso el verme tan mancillada a base de golpes. Todos me eran dirigidos a las nalgas.

Aguanté estoicamente el castigo. Y por fin los azotes cesaron y las luces se encendieron. Y Melba personalmente me desató y me hizo dirigirme hasta el aparato del falo. Entonces vi como Alex lo engrasaba para mí.

Al llegar ante él, un sudor frío me invadió. Observé como una vez engrasado, el poste descendía hasta medio metro del suelo.

Melba, me dio un empujón fuerte y nervioso en dirección al aparato.

Me moví con un miedo atroz. Las manos de August y Paul se apoderaron de mis brazos y me hicieron caminar con mayor rapidez hasta que mis nalgas estuvieron en la vertical del falo. Entonces me obligaron a abrir las piernas.

Mientras me tenían sujeta por los brazos, Melba colocó sus manos sobre mis hombros y me obligó a que fuera descendiendo mis nalgas hasta llegar a tocar el falo. Alex me cogió entonces las caderas y me hizo sentarme violentamente sobre el falo.

Este se introdujo con frenesí en mi interior. Y me produjo tal dolor a pesar de estar engrasado, que un grito salió de mi garganta.

Alex me separó las nalgas a fin de que el falo se incrustara en mi conducto anal, mientras Melba seguía haciendo fuerza sobre mí. Me sentía morir de desesperación y dolor. Además la postura era de tal incomodidad que no sabía si podría resistirlo.

Alex me cogió de los tobillos y elevó mis piernas a fin de que sentir el dolor del falo en el ano. Me sentí morir de dolor y miedo. Grité varias veces, pero tan solo escuché sus risas y burlas hacia mí.

La peana era tan pequeña que prácticamente estaba sujeta por mi ano.

De nuevo me dejó los pies en el suelo, pero me separaron las piernas excesivamente, a fin de que experimentara nuevos dolores. Luego me engarzaron unas finísimas cadenillas a las tobilleras.

Melba, se situó frente a mí y me volvió a acariciar el cabello y mis lágrimas, que en aquellos momentos eran intensas. A un gesto suyo, August y Paul me elevaron los brazos y Alex engarzó mis pulseras a otras cadenillas.

Fueron tensando las cadenillas hasta que mis brazos quedaron firmes, sin que me hubiera levantado de mi trono.

Y entonces comenzó al ascensión. Mientras el poste se elevaba, mis brazos seguían quedando tensos. Cuando estuve a una altura en la que mis pies colgaban y mi dolor había aumentado en dos puntos, comenzó el tensado de las cadenas que me sujetarían al suelo, pero me di cuenta, de que los amarres estabas detrás del eje de mi cuerpo.

En un momento, quedé tensada de las piernas. Increíblemente abiertas y hacia atrás, con lo que mi dolor aumentó bastante más.

Enseguida corrigieron la tensión de las cadenas que aguantaban mis brazos y las tensaron pero algo hacia atrás, a fin de que les dejara mi cuerpo arqueado para sus sucios fines.

No gritaba y había dejado de llorar, pero sentía una sensación de dolor tal, que hubiera preferido que me enviaran al otro barrio.

Pero mi sino era el sufrir. Esperé con toda la calma que me fue posible reunir.

Melba, me circundó con la fusta en la mano y restregándomela por diversas partes del cuerpo. La veía como sonreía maliciosamente y al llegar a la altura de mi vientre se detuvo. Alzó la fusta hasta mis pezones y restregó las bolitas espinosas en los mismos.

Cuando comencé a resoplar, soltó una fuerte carcajada y me agarró la vagina con su mano enguantada. Intenté revolverme, pero solo podía mover mi cabeza y si acaso, tensar los músculos ligeramente.

Melba, se separó de mí y al poco las luces se apagaron para dar paso a unos focos de luces verdes. Una música vibrante, comenzó a inundar el sótano. De repente, una luz blanca intermitente y de alta intensidad surgió del techo e iluminó alguna parte de mi cuerpo. Casi en el acto, recibí 3 descargas de fusta en mis caderas.

Me quedé tan impresionada, que no solté ni siquiera un murmullo. Pero, ya otros chorros de luz, apuntaban de nuevo a una parte de mí. Y acto seguido, 3 nuevos azotes me recorrieron de nuevo las caderas. Sentí una sensación amarga. Pero lo que mas nerviosa me ponía, era el ver a los tres hombres como bailaban a mi alrededor, hasta que se encendía el flash.

Los azotes seguían infligiendo mis partes mas carnosas. Me sentía desesperar por momentos.

Melba se aproximaba de vez en cuando y me azotaba los pechos con su fusta. Pero lo peor era el suplicio de los 3 látigos al unísono, cada vez que la luz blanca aparecía sobre mí.

De repente cesó la música y las luces se encendieron. Melba se plantó ante mí y oí como ordenaba a los hombres, que me azotaran con toda clase de látigos.

Se decidieron por azotarme los muslos y las nalgas. Así, mientras uno me azotaba las nalgas, cada uno de los otros me azotaría un muslo.

Se apropiaron de látigos de 6 cueros terminados en un nudo retorcido y de lo mas basto. Y se acercaron a mí, ocupando cada uno su posición.

En breve comenzó de nuevo el calvario para mí. Los golpes caían acompasados y fuertes, pero no había respiro por su parte.

Me sentía abrasada por los cueros. Y aunque me seguía controlando para no gritar, se me hacía tan cruel y doloroso, que no sabía hasta donde sería capaz de soportar.

Después de una serie de 20 azotes por torturador, cesaron los azotes. Enseguida se dispusieron a una nueva serie de tormentos con los cueros.

Ahora tocaba el turno a mis costados y a la espalda. Me creí morir de angustia, ante la severidad de los golpes que me esperaban. Pero que podía hacer para evitar semejante infierno. Por tanto aguanté en silencio mis temores y aguardé a que ellos quisieran comenzar el castigo anteriormente nombrado.

Antes de que empezaran, me miré los muslos, ahora, totalmente violáceos debido a las marcas de los látigos y me sentí angustiada.

Antes de que pudiera prepararme, comenzó la lluvia de azotes. Y me vi impotente para guardar la serenidad que había mostrado hasta entonces.

Comencé a resoplar con fuerza. El dolor era tan insoportable, que ya no podía contener por mas tiempo mis jadeos y contorsiones, aunque estas últimas, eran poco menos que simples vibraciones de mi cuerpo, debido al gran tensado de mi cuerpo.

A los pocos azotes, comencé a lanzar pequeños gemidos, que se fueron convirtiendo en tímidos gritos y lamentos. A pesar de los mismos, ellos siguieron golpeando con frenesí mi cuerpo sin tener en cuenta mis lamentos y sufrimientos.

Sentía como mi piel se iba desgarrando poco a poco. Y los golpes caían cada vez con mayor intensidad sobre mi desnudo e indefenso cuerpo.

A los pocos minutos, y entre mis grandes gritos, cesaron los azotes a mis costados y la espalda.

Melba acababa de aparecer. Me sentí mas hundida que bajo la presión de los azotes. Era una hembra tan cruel y despiadada, que la temía más que al mayor de los castigos.

Entonces, se acercó a mí y me comentó ......

*** Sucia judía. Estás maravillosa con estas marcas. Pero te faltan las mas importantes. Es decir, tu vientre en el que va incluida tu vagina, así como, tus axilas y hombros. Y por supuesto tus pechos. Pero de estas partes me encargaré yo personalmente.

Me dejó tan asustada, que ni siquiera pensé en el significado real y mucho menos cuando despidió a los hombres, quedándonos a solas ella y yo.

*** Empezaré por tus hombros y axilas. Luego me lanzaré con tu vientre y tus asquerosos pechos. Después te bajaré de tu cómodo asiento y te azotaré la vagina y el ano. Todos los castigos los recibirás con la fusta espinosa.

Me quedé perpleja y muy asustada. Tanto lo estaba ya, que me sentí desvanecer.

Y me debí desvanecer, ya que no recuerdo nada de lo que pasó. Aunque si tengo que decir, que todas las partes de mi cuerpo estaban surcadas por largas tiras violáceas.

Además me sentí algo mas libre en mis movimientos. Y para cuando fui capaz de reaccionar, me di cuenta de que estaba tumbada sobre una cama en algún lugar.

Sentí como alguien abría una puerta a mi espalda. Y antes de que pudiera reconocer de quien se trataba, me colocaron una venda en los ojos y me pusieron bocabajo. Luego me ataron las manos a la espalda y de nuevo fui puesta bocarriba.

Enseguida me hicieron levantar y caminar hasta un aposento desconocido para mí. Una vez en él, me ataron en aspa y me aplicaron algo en todo el cuerpo. Después de lo cual, sentí como me dejaban y abandonaban la estancia.

No habrían transcurrido mas allá de unos minutos, cuando de nuevo oí pasos detrás mío. Alguien me quitó la venda de los ojos y me desató. Era Bertha. Me hizo sentar en la cama y me explicó ........

*** Esta noche hay una fiesta de camaradas. Es muy importante que estés despejada y fuerte. Ahora descansa un par de horas. Y después vendrán a buscarte para la fiesta.

Me dejó sola y cerró la puerta. Me dormí enseguida.

Me despertó el ruido de la puerta al abrirse. Era Melba a quien tenía ante mí. Me quitó el edredón que me cubría y me ordenó que me levantara de la cama y la siguiera. Me percaté de que no llevaba la fusta consigo, lo cual me tranquilizó.

Bajamos hasta el gran salón. Allí Bertha me indicó que me pusiera el vestido. La obedecí rápidamente y las seguí hasta la mesa en donde se servía la cena.

Me hicieron sitio entre Cloe y Stara. Para mi sorpresa vi a la cuarta hija de Bertha, la que me había sustituido en la casa de Sir Arthur.

Therese, estaba preciosa. No se la apreciaba ninguna huella de látigo en el cuerpo. Era evidente, que la habían curado como a mí.

La cena fue servida sin diferenciar a nadie, incluida yo.

Estaba deliciosa. Y comí con tanta vehemencia que empecé a sentirme un poco mejor. Hasta tal punto llegó mi recuperación que creí que los tormentos habían sido una pesadilla.

Cuando hubimos terminado de cenar, fui conminada a arreglarme para la fiesta. Me acompañaron Svelta, Katia, Therese y Melba, así como, Stara, Clonia y Cloe.

Todas fuimos atendidas con las mismas cortesías y cuidados. Y cuando estuvimos resplandecientes, pasamos a los vestidores.

A mí evidentemente, me tocó la ropa mas lujuriosa que pueda imaginarse, pero todas vestiríamos de negro.

Después de que todas estuvimos vestidas, aunque he de decir, que a pesar de mi vestido estaba mas desnuda que antes, bajamos al gran hall.

Allí nos esperaban los hombres. Y por supuesto Bertha comandada por la ahora General SS.... Melba.

Todas las mujeres estaban calzadas menos yo. Además todas portaban vestidos largos, menos yo. El mío era tan minúsculo, que me daba verdadera vergüenza el estar presente.

Antes de nombraros las posiciones que ocupábamos en el Hall, os detallaré mi atuendo.

Era de una tela de raso negra y pesada. Además tenía unas mini cadenillas en los bajos, a fin de que en caso de que se subiera, bajara por su propio peso.

Por otra parte, la faldita era tan corta, que me cubría tenuemente el vello púbico y las nalgas. Y la parte superior era aún mas ridícula que la faldita, ya que al ser transparente en su mayor parte, tan solo me cubría los pezones. Y me dejaba al descubierto, los brazos, costados, espalda y la mayor parte de los senos.

Cuando Bertha nos dio el visto bueno, nos hizo colocar a cada una en nuestro sitio.

Cloe, Stara y Clonia fueron situadas al lado derecho de la puerta.

Svelda, Sonia y Therese se colocaron en la entrada al gran salón.

Paul, August y Alex se situaron al fondo del gran salón.

Yo me quedé entre Bertha y Melba, pero de tal forma, que todo el que pasara, debería hacerlo ante mí.

Para abrir la puerta había dos doncellas, pulcramente vestidas y calzadas.

Al sonar el primer timbrazo y tras abrir una de las doncellas, apareció la primera pareja.

Apareció un General SS acompañado de su esposa. Hicieron el saludo ante Melba, que también iba vestida de General SS y se adentraron en el gran salón.

La mujer antes de entrar se fijo en mí y tras quitarse uno de sus guantes me cruzó la cara un par de veces.

Yo me contuve y me quedé quieta y en la postura que me habían indicado. Esta era en la posición de descanso, pero con los brazos caídos.

El siguiente timbrazo anunció a un Teniente Gestapo. Este pasó a mi lado y me ignoró totalmente.

Siguieron apareciendo invitados. Y tras media docena de sobeos, me vi ante el que sería uno de mis mortificadores.

Iba vestido de General Gestapo y condecorado. Se interesó por mí y al ser anunciada como una agente ruso-francesa me dedicó una de las mas diabólicas sonrisas que había visto antes.

Cuando hubo entrado el último de los invitados, pasamos al gran salón y nos dirigimos cada uno a nuestro lugar.

A mí me retuvo Melba en el centro y anunció en voz alta mi condición de agente ruso-francés y que había sido capturada por ellos.

Entonces, anunció ............

*** Dada la condición de nuestra anfitriona, me he molestado en prepararla como asiento, la silla del doble falo. Pero la instalaré en el centro del gran salón. Además me he permitido que la silla sea giratoria. Y además carecerá de respaldo y sus manos y pies serán atados, a fin de que no pueda levantarse. Durante el primer plato, permanecerá con el vestido. En el segundo, yo misma la descubriré los pechos. En los postres, le será arrancado el vestido del todo. En el café, permanecerá ante las mujeres. En las copas, pasará a disposición de los hombres.

En ese mismo instante y ante un aplauso de emoción, que me dio grandes escalofríos, fui llevada por Melba ante la silla, a la que ya habían quitado el respaldo y en la que se veían dos grandes penes de goma maciza y lubricada.

Me hicieron sentar sobre los dos al mismo tiempo, pero me ayudaron a que se introdujeran en mi interior. Luego me fueron atadas las manos juntas a un hierro que caía sobre mí. Y por último me ataron los tobillos con las piernas muy separadas, a dos argollas que había en el suelo.

No sabía a donde dirigir mi mirada, ya que todos la tenían fijada en mi.

Antes de que me diera cuenta, la silla comenzó a rotar con lenta velocidad. Y en ese momento me di cuenta, que se servía el primer plato.

En una de las vueltas, me dio por contar el número de personas que habían asistido a la cena. Había 15 mujeres y 13 hombres.

Vi también a la pequeña Cloe. Hablaba con un teniente SS. Y a Stara que mantenía una animada conversación con un General SS, a pesar de que su esposa estaba algo contrariada y molesta.

La silla se paró de golpe. Se iba a servir el segundo plato. Y vi, como Melba se levantaba y se acercaba hasta mí. Se limitó a desengancharme el vestido del collarín. Este cayó por su propio peso, quedando yo, ante los demás, desnuda de medio cuerpo.

Melba antes de irse, me dio un par de manotazos en los pechos, los cuales se movieron doloridos, ante los presentes.

Realmente, era la estrella de ellos. Aunque lo mas indicado, sería el decir que era el payaso de turno.

El segundo plato transcurrió tranquilo, mientras yo, daba vueltas, esta vez hacia el lado derecho.

Se anunciaron los postres. El giro de la silla cesó y pude ver como un par de mujeres se levantaban y se aproximaban hacia mí.

En cuanto estuvieron a mi lado, asieron mi mini-vestido y tiraron con todas sus fuerzas, cada una en una dirección.

En seguida, el vestido se rasgó y quedé desnuda totalmente ante todos los presentes.

La que se había quedado con el vestido, lo agitó en el aire y me azotó con él, unas 5 veces los pechos. La otra al no tener nada a mano, mas que su collar, se lo desabrochó y me azotó varias veces los pechos y sobre todo el vientre.

Luego se sentaron y yo permanecí sin movimiento ante ellos.

Cuando se anunció el café pensé que iba a ser mi fin, pero sucedió de un modo raro. Tan solo las dos hembras que se habían levantado la vez anterior y otras dos que se añadieron, acudieron hasta mí.

Me pusieron al rojo a base de manotazos. Desde la cara hasta, pasando por los pechos, los muslos.

El tiempo del café terminó y se anunciaron las copas. Y yo pensé, que en ese momento empezaba el peligro para mí.

Melba se acercó a mí y me desató. Luego me hizo incorporarme de mi silla y poco a poco los dos penes fueron saliendo de mis cavidades.

A continuación me hizo acompañarla hasta la biblioteca en donde ya aguardaban los hombres.

Al entrar nos hicieron un hueco, quedándome yo en el medio de todos ellos.

Me di cuenta de que todos estaban uniformados y con la gorra puesta.

Melba al vestir como un hombre, permanecía ante ellos. Ella pasó como uno más, pero yo en cambio, fui el centro de atención de todos ellos.

Uno de los tenientes propuso que podían intentar calentarme un poco con las fustas u otros objetos.

La mayoría de los presentes se abstuvieron y siguieron bebiendo su copa, pero Melba increpó a los otros a que me azotaran con sus cinturones.

Y los otros se enardecieron ante la propuesta. Rápidamente, se quitaron los cintos y se acercaron hasta mí.

Me sentí perdida. Pero no dije nada y tampoco hice movimiento alguno.

Cuando vi venir el primer golpe, lo paré afortunadamente con las manos ya que me venía directo a los pechos.

Pero antes de que me diera cuenta el siguiente golpe se estrelló en mi espalda. Y otro en los muslos. Y mientras yo me debatía por tocar y calmar las partes doloridas, otro azote me cayó en el vientre.

Fue tan terrible ese último azote, que me eché las manos al vientre y así de esa forma me cayeron dos azotes consecutivos en las nalgas.

Gemí y exclamé ante el dolor. Y cuando iban a caer nuevos golpes sobre mi cuerpo, oí la voz de uno de ellos, que imploraba el poder tomarse la copa tranquilo.

Los castigos cesaron de inmediato. Había hablado uno de los Generales SS.

Como me habían dejado aislada, el General me hizo un gesto para que fuera a sentarme junto a él. Obedecí y me acurruqué a su lado, dejando que me acariciara y pellizcara ligeramente.

El, me tenía abrazado con su brazo izquierdo por encima de los hombros.

Y yo mantenía las manos sobre mis muslos marcados por los cintos.

Así permanecí durante algunos minutos. Pero al término de este tiempo, uno de ellos me cogió las manos y me hizo alzar los brazos, con lo que mi cuerpo se arqueó, dejando una postura de lo mas provocativa.

El general, me miró a los ojos y sonriendo me arrimó el vaso con hielo a los pechos.

Sentí tal escalofrío que todos los presentes rieron. Enseguida uno de los oficiales, me arrimó la punta de su cigarrillo a la axila izquierda.

Me estremecí de terror. Y aunque ya había pasado por ese suplicio, era superior a mi.

Hasta el momento el joven tan solo había amagado, pero no me había aún tocado físicamente. Entonces el General, como si fuera mi protector, dijo ......

*** Querida. Has de comprender tu posición. Eres una espía y nosotros somos tus verdugos. Estarás de acuerdo en que no debemos tratarte nada bien. Por tanto, déjate hacer, o nos veremos obligados a maltratarte como mereces.

Me produjeron mas terror sus palabras, que las intenciones del joven, que había intentado asustarme con el cigarrillo.

Como mi temor no cesaba, ellos se dieron cuenta del temblor de mi cuerpo y procedieron a colocarme de la forma mas salvaje para sus intenciones inmediatas.

Por tanto me hicieron abandonar el sofá y me condujeron hasta una banqueta minúscula, forrada de cuero.

Una vez ante la banqueta, me hicieron colocar mis caderas sobre ella.

Luego echaron mi cuerpo hacia atrás, dejándome los brazos y piernas muy separados. Y a continuación me ataron, tensando los anclajes.

Melba, aprovechó para sentarse sobre mi vientre, lo que me hizo exclamar de dolor. Y ahí comenzó la primera parte de mi tormento.

Tras levantarse Melba, comenzaron a azotarme con sus cintos. Y tanto, mis muslos como mi vientre fueron salvajemente azotados.

Después de los azotes, vino la ducha. Esta consistió en regarme con alcohol las heridas. Lo que me produjo tal malestar, que de mi garganta escaparon jadeos y lamentos, confundiéndose con mis gemidos.

Melba, se decidió a azotarme los pechos con su fusta espinosa. Y ante mi dolor y lamentos, propuso ......

*** Creo, que es el momento oportuno de bajarla a los sótanos y montarla en sus aparatos favoritos. Ella dirá que no la gustan, pero es en los que mejor está. Además, gana belleza en los mismos.

*** Pues vamos a los sótanos. Estoy deseoso de verla montar y galopar esas cabalgaduras.

Había hablado el General. Y enseguida fui desatada y puesta en pie.

Me dejaron atadas las manos a la espalda. Dos fuertes manos, asieron mis brazos y nos encaminamos hacia la puerta exterior de la biblioteca. Esta puerta comunicaba directamente con las escaleras interiores que descendían a los sótanos.

Me sentía fatal. Y además sentía como mi cuerpo temblaba, después de la reciente zotaina. Cada vez que me miraba la parte delantera del cuerpo, me entraba un afligimiento atroz. Estaba totalmente marcada por los cueros, pero lo que mas ensombrecía mi ánimo era el verme los pechos tan golpeados.

Como Melba y el General se habían rezagado, junto a los dos hombres que me acompañaban, se decidieron por limpiarme las heridas y bajar virgen al tormento.

Por tanto me hicieron entrar en un cuarto que había a mitad del descenso. Enseguida fui untada por la crema milagrosa y me dejaron atada, hasta que me hiciera efecto.

A los cinco minutos, uno de los hombres vino a por mí y me condujo hasta el lavadero. Este consistía en una cadena que caía del techo, en medio de una especie de desagüe. Y muy cerca una manguera de presión.

Me colgaron de los tobillos y con las piernas ligeramente separadas, a fin de que el agua limpiara todas las partes de mi cuerpo.

Me sentí morir de impresión y dolor, ante aquel fuerte y helado chorro de agua. Pero en breves segundos cesó y fui descolgada.

Me secaron a fondo y yo pude contemplar de nuevo, que no había señal alguna en mi cuerpo. El pelo me lo dejaron húmedo, pero que mas me daba si dentro de unos instantes caerían sobre mi nuevas atrocidades.

Me hicieron levantar y me volvieron a atar las manos a la espalda. Entonces dos de los hombres me cogieron cada uno de un brazo y me obligaron a andar hacia la puerta. Y salimos de nuevo a las escaleras.

Descendimos lentamente. Y ni una sola vez me atizaron con las fustas.

Tan solo me increpaban y me insultaban descaradamente. Y por fin apareció el largo corredor, que conducía a la cámara de los suplicios.

Después de andar unas 50 yardas, llegamos ante la maciza puerta blindada. Y melba la abrió y yo fui empujada bruscamente al interior. Di un traspié y estuve a punto de caer, pero ya unas grandes manazas me contenían de un brazo y un pecho.

Di una rápida ojeada y descubrí a todos los hombres, allí presentes. Me condujeron hasta una minúscula banqueta de cuero. Y me hicieron sentarme en ella dejando ligeramente separadas las piernas.

A continuación todos me rodearon. Melba y el General se pusieron frente a mí y uno de los hombres que tenía a mi espalda, me hizo levantar la cabeza a fin de que les mirara directamente a los ojos.

Melba con una vara de caña señaló sobre la parte superior de mi cuerpo en donde debería ser tratada. Esta parte señalada, incluían los pechos y los hombros.

Rápidamente uno de los hombres se puso a mi derecha y comenzó a descargarme ligeros y suaves vergajazos a la altura de mis clavículas. Yo, tan solo hacía guiños y gestos de dolor. Sentía un escozor raro y picante.

Y antes de que pudiera darme cuenta, él ya estaba azotándome los hombros, esta vez sin ningún tipo de delicadezas. Además del ritmo, que había aumentado, también la fuerza de los golpes era mayor.

Cuando me hubo azotado los hombros, se situó a mi espalda y fui recibiendo los azotes, que me invadían desde atrás y en los que la punta del vergajo y a veces mas de un palmo de verga, se incrustaban en mis pechos.

Las lágrimas habían aflorado en mis ojos y descendían a gran velocidad, cayendo sobre los vestigios del castigo. Pero de momento, todavía no había lanzado un grito.

Mis jadeos por otra parte eran intensos y prolongados. Al igual que el removerme en mi asiento, pero las manos fuertes de quien me sujetaba, no me permitía hacer grandes movimientos. Y por supuesto no dejar de mirar a sus dos jefes.

Enseguida se dio paso a otra tanda de castigos. Me hicieron levantar y me condujeron hasta una pilastra de un metro de altura. Me hicieron doblar el cuerpo hacia adelante, hasta que mi cuello se apoyó en la parte superior de la pilastra. Había una anilla que unieron a la de mi collar. Las manos me fueron atadas a otras anillas que había en los lados de la pilastra.

Luego me hicieron separar las piernas al máximo y anclaron los engarces de mis tobillos a dos anillas disimuladas en la moqueta del suelo.

Se me prohibió expresamente, el doblar las piernas y el gritar. Y como en esta posición solo podía ver a Melba y al General que estaban sentados frente a mí, me sentí tan mal, que comencé a jadear de miedo.

Pero antes, de que empezara todo, me colocaron en el suelo y ante mis ojos dos monitores, a fin de que pudiera ver lo que pasaba a mi alrededor.

Uno estaba orientado a mis nalgas y muslos abiertos. El otro debía ser manejado por uno de ellos, pues cada vez veía algo distinto de mí.

Observé que todos los detalles de mi cuerpo se veían magníficamente. Al parecer tenía varios focos apuntando a todo mi cuerpo.

En uno de los enfoques de la cámara móvil, observé, que ya un par de ellos se habían desnudado y que otros dos se aproximaban hacia mis nalgas con la fusta en la mano. Vi, como la mostraban a la cámara y pude apreciar que se trataba de una fusta muy flexible y fina. Y terminaba en 5 ramificaciones de cuero, de unos 2 cm. de largo, con una bolita de pinchos en sus extremos.

Estas visiones me hacían estremecer. No había nada mas sádico que una visión directa de lo que te iban a hacer o te estuvieran haciendo.

Sentí algo en mis nalgas y miré al otro monitor. Era uno de ellos que había posado una de sus manos en mí, para a continuación colocar la otra y abrirme las dos medias lunas. Enseguida, observé como el mango de una fusta era colocado en la entrada al ano.

Una mano la empujó y yo solté una exclamación de dolor. La sacó con fuerza y este acto me causó mas dolor que el anterior.

Se estaba preparando el asalto. Y no se hizo esperar. Vi en el monitor una mano que alzaba la fusta y la lanzaba contra mí. Cambié la mirada de monitor instintivamente y tuve el horror de contemplar la fusta caer sobre mi nalga izquierda. Casi al instante, resoplé y me removí en mis ataduras.

Pude contemplar nuevos ataques, todos ellos a las nalgas. Me sentía de un modo infernal, todo mi cuerpo estaba temblando, a causa del enorme dolor que estaba recibiendo. Pero en breves minutos cesó. Una cámara estaba siendo situada debajo de mi pubis. Cuando estuvo dispuesta, pude contemplarme con todo detalle. En los dos monitores era exhibida por mis partes íntimas.

Entonces sentí abrirse sobre mí, todos los infiernos del mundo. Una fusta había sido lanzada sobre la cavidad de mis nalgas y la había visto curvarse hacia en interior, yendo a chocar contra mi pubis. Y antes de que pudiera resoplar, ya que me estaba prohibido el gritar, una segunda fusta, fue a clavarse en el mismo sitio.

En ese momento sentí que se me doblaban las piernas y que no iba a poder contener el grito, pero me armé de valor y no hice ninguna de las dos cosas, pero eso sí, me contraje y resoplé con todas mis fuerzas.

Eso debía de ser lo que ellos andaban buscando en mí, pues a partir de ese momento, los golpes arreciaron. Y con mayor rigor, cuanto mas resoplaba y me contorsionaba.

Después de unos 15 azotes a esta zona, el castigo cesó y vi como ahora en un monitor aparecía tan solo mi cara, inundada de lágrimas y sudorosa. Y en el otro monitor, tenía un primer plano de mis nalgas atormentadas.

Las imágenes desaparecieron de los monitores y a continuación plasmaron mis dos laterales. Pude verme los pechos colgando flácidamente. Y enseguida uno de ellos apareció y se acopló en mi ano. Lancé un fuerte resoplido, debido al escozor que tenía en aquel momento, ya que la fusta me había dejado esa zona muy sensibilizada.

El hombre entraba y salía de mí con tanta fuerza que mi cuerpo se movía frenético y hacía que mis pechos parecieran como cencerros. Pero también me cogía de los pelos y me daba fuertes palmadas, tanto en las nalgas, como en los costados.

Terminó éste y ocupó su lugar otro. La misma historia.

Después de una media hora de soportar aquellos cuerpos, estaba mas sudorosa que dolorida.

Por fin parecía que todo había terminado. Me estaban desenganchando las anillas de los tobillos. Luego, fue mi cuello el que quedó liberado y a continuación mis muñecas.

Me sentía sucia y cansada, pero no quería dejarme caer al suelo. Sabe dios, lo que hubieran sido capaz de hacerme.

Entonces oí al general decir ....

*** En vista de lo asquerosa que está, la sacaremos a dar un paseo por la playa y de paso la bañaremos. Iremos en el todo terreno.

Entonces, subimos de nuevo las escaleras. Como a mí me costaba bastante trabajo, debido a lo cansada que estaba, de vez en cuando me asestaba un azote en los muslos.

Salimos a la calle. El aire fresco de la noche me sirvió de alivio.

Pero enseguida me hicieron andar hasta el garaje. Allí esperaban ya dos coches en marcha. Los dos todo terreno.

Los dos hombres que me llevaban de los brazos, me desataron las manos y me hicieron sentar sobre el capó del primero.

Sentía vibrar la chapa bajo mis nalgas y además estaba muy caliente.

De inmediato, me hicieron recostarme sobre el capó y me abrieron los brazos, atándome las cadenillas a unas anillas que había en cada retrovisor.

A continuación tiraron de mis piernas, hasta que quedé tumbada y tensa sobre el capó. Luego me las abrieron y anclaron mis tobillos a los extremos de los paragolpes.

En esta postura me sentí algo nerviosa, pero más, cuando el que estaba al volante hacía acelerar el motor.

Arrancó sin mediar orden y avanzó por el terreno adyacente a la gran mansión con gran velocidad.

En breve nos adelantó el otro vehículo y se colocó delante del que iba yo. La tierra que despedían sus ruedas, caía hiriente sobre mi cuerpo.

Se dieron cuenta de que una china podía abrirme la cabeza y pararon, para colocarme un casco integral. Y así prosiguió la marcha.

De pronto el primer vehículo, se desvió a la derecha y se metió por un terreno muy accidentado. Yo botaba sobre el capó y además recibía toda clase de materiales que despedía en coche precedente.

Por fin enfilamos la playa. Estaba totalmente iluminada, pero no había nadie más en ella a parte de nosotros. Cuando nos adentramos en la luz, me di cuenta de que el viaje había sido filmado.

El coche se detuvo con tanta brusquedad, que, salí impulsada hacia adelante, arqueando mi cuerpo y clavandóseme las pulseras en las muñecas y en los tobillos.

Fui desatada y tirada al suelo y de nuevo atada de manos, a la vez que unían de igual forma mis tobillos. Uno de los hombres enganchó una cuerda a mis pulseras y se dirigió hasta el coche que había delante, al que ató el otro extremo.

Me sentí morir de terror. Pero que podía yo hacer para remediar aquella situación.

El coche al que estaba amarrada, arrancó despacio. Me vi tirada y arrastrada lentamente hacia el agua. Hasta el momento iba sobre mi vientre y al ser la velocidad tan pequeña, apenas sentía nada.

Al llegar al agua el coche se detuvo y me desataron los tobillos, y me hicieron poner en pie.

Me indicaron que caminara o corriera, según las circunstancias. Pero que si me caía, seguiría así hasta que ellos pararan.

El coche arrancó despacio y yo me puse a caminar, sin esperar a que la cuerda se tensase. Me sentía algo cansada, pero tenía que hacer aquel esfuerzo para evitar el ser arrastrada.

El coche fue incrementando su velocidad, hasta que ya no tuve mas remedio que empezar a correr. Y cada vez corría a mas velocidad y ya con la cuerda tensa. Para colmo el coche se metió por el agua y el salpicar del agua me cegaba y creía que en cualquier momento caería. Pero no ocurrió tal cosa, ya que el coche se detuvo en seco y yo pasé corriendo a su lado hasta que la cuerda quedó tensa y me hizo caer a mi lado izquierdo de forma violenta, dejándome sin fuerzas.

Me levanté como pude, entre las carcajadas de aquel asqueroso grupo.

Uno de ellos me fue atrayendo hacia él, tirando de la cuerda que me sujetaba. Seguía oyendo las carcajadas cada vez mas sonoras y desagradables y por fin estuve ante el hombre que tiraba de la cuerda.

Me quedé con la mirada baja ante él. Pero, éste dio un fuerte tirón del último medio metro de cuerda y al dar yo el traspié, me quedé apoyada sobre él. Entonces me cogió del pelo y me dio un par de bofetadas. Luego me hizo girar a fin de que mirara al resto de ellos.

Entonces me di cuenta de que todos estaban desnudos.

Pero Melba no estaba entre ellos. Me quedé un poco desconcertada. Pero enseguida sentí su efecto negativo. Me acababa de echar un cubo lleno de sus orines por encima de la cabeza.

Ahora las carcajadas eran mayores que antes. Dispusieron que era una sucia perra y que debía ser tratada con un poco de mano dura, pero antes se me daría la oportunidad de dar un paseo lleno de calor.

Todos se subieron a los coches. Y al que estaba yo enganchada comenzó a deslizarse por el agua, haciéndome correr tras él, hasta que ya no pude seguir su marcha y caí al agua.

Fui arrastrada por el agua, algo mas de 50 metros. Por fin se detuvo y yo me icé a fin de poder respirar un poco. Pero antes de que me diera cuenta arrancó de nuevo con dirección a la arena. Y de nuevo me vi arrastrada por el agua, hasta que llegamos a la orilla.

Creía que iba a parar, pero fue todo lo contrario, aceleró mas todavía y a mí me obligó a arrastrar mis pechos, vientre y muslos por la arena.

En uno de los virajes di varias vueltas y seguí siendo arrastrada, pero esta vez de espaldas. No podía casi gritar. El dolor me atenazaba con su mano negra y no me soltaba en ningún momento.

Me dieron un par de viajes por la arena, hasta que por fin pararon.

Yo lo veía todo borroso y todo me daba vueltas. Debí de perder el sentido, ya que no recuerdo nada más.

Cuando la luz volvió a mí, me vi medio cubierta de agua. Estaba atada en la orilla en forma de aspa a 4 estacas.

Cada dos minutos mas o menos, una ola mas larga me cubría entera y yo debía contener la respiración para no tragar agua. Pero el intervalo entre ola y ola cada vez eran mas pequeños. Y de esta forma estaba casi constantemente cubierta por el agua.

Antes de que quedara sepultada permanentemente por el agua me desataron y me hicieron caminar hasta donde estaban los demás. Tenían una hoguera en la que se calentaban un poco, mientras reían y bebían.

Me recibieron con carcajadas y me hicieron un hueco entre ellos.

Me senté entre ellos y agradecí el calor del fuego. Uno de ellos me preguntó si deseaba dar otro paseito. Debí poner una cara tal, que todos se carcajearon de tal forma que alguno hasta se revolcaba por la arena.

Entonces el General dijo ......

*** Bueno. Ya es hora de volver a casa. Colocad a la princesa en su trono y salgamos pitando. Tenemos que continuar con el trato de esta jovencita.

De nuevo fui conducida hasta el coche y atada como la vez anterior y cubierta con el casco protector.

Pasé los mismos infiernos, pero llegué helada, debido a que todavía estaba mojada.

Parecía una pesadilla. Las escaleras se me hacían interminables y sentía un pánico brutal a entrar de nuevo en aquella sala de escarnio.

Llegamos sin más dilación a la gran sala. Fui conducida hacia el falo.

Melba con un gesto me indicó que me aproximara. Y yo la obedecí sin rechistar. Un par de manos me abrieron las dos medias lunas y me hicieron sentar sobre el aparato. Me empujaron bien las nalgas y me separaron mucho los muslos, a fin de que entrara a tope. Los dolores eran increíbles y más, debido a que estaban recientes las huellas de hacia un par de horas.

Ataron mis manos por las pulseras a dos cadenillas, que al tensarlas me dejaron los brazos ligeramente separados. Y los muslos me los tensaron muy abiertos hasta llegar a la horizontal.

Entonces Melba, anunció ......

*** Ha llegado el momento de tratarla mal. Azotadla las piernas. Y ya después nos encargaremos del resto. Y sobre todo, que la filmación no pare ni un instante.

A pesar del dolor que me causaba el permanecer en aquella postura, teniendo como único apoyo el falo clavado en mí, me faltaba el aliento para aguantar todo lo que se proponían hacer conmigo.

Dos hombres se situaron a ambos lados de mí con sendas fustas, del tipo de las muy flexibles.

Y comenzó el tormento. Los dos primeros golpes cayeron sobre las rodillas. Aguanté y soporté el escozor repentino. Pero los dos siguientes golpes cayeron algo por encima y no tuve mas remedio que resoplar del daño que me habían causado.

Siguió otra serie al centro de los muslos. Me picaban los mordientes látigos, pero seguía sin gritar. Para mi interior sabía, que no tardaría mucho en desgañitarme, debido a los terroríficos dolores que me iban a causar.

Los azotes ahora caían en el nacimiento de las piernas. Me enloquecían de dolor. Y aunque no gritaba, si resoplaba y gemía. Las fustas mordían mis tiernas carnes, a la altura de las ingles. Era el sitio mas frágil de las piernas.

Cuando tuve las dos piernas marcadas, decidieron que era el momento de azotarme la parte trasera de los muslos, las corvas y las plantas de los pies.

Para conseguirlo, hicieron elevar mis piernas bastante, a fin de dejarlas preparadas para sus propósitos. Para que les fuera mas cómodo el azotarme, hicieron elevar mi asiento hasta una altura de unos 120 cm.

El dolor que me producía el tener que mantener aquella postura era insufrible.

Mis pies sufrieron los primeros ataques, que dejaron en 4 azotes. Y se prepararon para asestar a mis nalgas otros golpes.

Llovieron los azotes y me vi temblando y llorando de dolor. Ya no me sentía con ánimos de callar y mis gritos llenaban toda la estancia. Después de 8 pares de azotes, se pasaron sin previo aviso a los muslos.

Me azotaron a fondo y cuanto mas les suplicaba que me dejaran descansar, tanto mas arreciaban los azotes.

Perdí la cuenta del número de golpes. Me sentía con la garganta dolorida de tanto gritar.

El General se levantó y anunció .....

*** Señores. Es ya muy tarde para andar con mas juegos. Debido a que son las 6 de la madrugada y nuestras mujeres están abandonadas, propongo el aplazar los tormentos para el mediodía.

Paul y Alex, me sacaron de mi asiento y me desataron. Y Melba se hizo cargo de mi custodia. Como casi no podía andar, me ayudaron dos varones y me hicieron subir las escaleras, hasta llegar al cuarto de Melba.

Melba nos alcanzó en el momento justo de llegar a su habitación y se despidió de los demás hasta el día siguiente.

Llevo 2 minutos en la habitación de Melba. Me encuentro tan cansada, que a pesar de la postura en la que me ha dejado atada, siento como un profundo sopor se apodera de mí.

Antes de que me duerma, Melba me desata y me hace seguirla hasta el baño.

Se desnuda delante de mí y se mete en la bañera. Me ordena que la lave la espalda suavemente. Cumplo, obediente, la orden y paso a frotarla con suavidad la espalda. Y enseguida me ordena que deje la esponja y la bañe con mis propias manos.

Me indica sus pechos y su pubis. Me pongo a tocarla los pechos con las manos enjabonadas y veo como ella se deleita con mis caricias.

Como se ha puesto de pie, ahora puedo hacer lo mismo en su pubis. Paso mis manos suavemente por su vello y llego hasta los pliegues de la vagina. La recorro con temor, pero ella se estremece de gusto. También paso por su ano al que acaricio sin mas preámbulos.

Y de nuevo subo a sus senos. Ella se vuelve a estremecer y me toma de la mano y me hace entrar en la gran bañera. Me hace sentar y comienza a salpicarme todo el cuerpo. Luego es ella la que cogiendo jabón comienza a lavar mis pechos. Y acto seguido baja sus manos hasta mi vagina y la acaricia suavemente.

Así seguimos varios minutos, hasta que por fin me indica que la seque, después de salir de la bañera. Y luego lo hace ella conmigo.

Por fin nos dirigimos a la cama. Se acerca a mí y me acaricia los senos y me besa en los labios. Lo hace tan dulcemente, que me hace estremecer de placer.

Y yo por mi parte, hago lo mismo con ella.

Gemimos al unísono y en un momento estamos enzarzadas en el mas enervado y profundo de los placeres. Nos acariciamos mutuamente con la lengua todas las partes de nuestros cuerpos.

Y al cabo de casi 2 horas, nos quedamos rendidas de placer y cansancio tumbadas una junto a otra.

Melba por su parte sigue acariciándome, mientras yo la beso en la boca pero poco a poco me va entrando el sopor. Esta vez mas profundo. Me acurruco en su pecho y ella poniendo un muslo encima de los míos, tira del edredón y quedamos tapadas.

No se cuanto tiempo había pasado desde que me quedé dormida, pero Melba me estaba despertando a base de besos en mis pezones y en la boca.

Cuando vuelvo en mí, me acerco a sus labios y la devuelvo el beso. Me siento fresca y con ganas de vivir.

Antes de que me dé cuenta, estamos enzarzadas en nuevas sesiones de placer. Pero éstas duran breves minutos.

Melba se separa de mí y me indica que me dirija al cuarto contiguo.

Cuando llegamos, me indica que la ate y que la azote a conciencia, desde los pechos hasta la vagina, pasando por todas las zonas. Y que lo haga con todas mis fuerzas.

Tras pensarlo detenidamente, me encaro con ella y cogiéndola las manos se las hago elevar y la ato a un par de grilletes que caen del techo.

La tenso hasta que queda apoyada por algo mas que la punta de sus pies.

Luego cojo la fusta y me pongo a su espalda. La levanto y la descargo varias veces consecutivas sobre sus nalgas. Pongo todo mi esfuerzo en conseguir que los azotes sean lo mas efectivos posibles, así como los mas salvajes.

La oigo entre azote y azote, jadear y resoplar. Luego paso a sus costados. Y en esta parte, incido con mayor rigor. Ahora ya está gritando de dolor.

Paro de inmediato, pero ella me ordena que siga hasta el final y que la amordace, para que no pueda gritar.

La amordazo con esparadrapo y sigo con los azotes en sus costados.

Cambio de zona y comienzo a fustigarla las axilas y los pechos. Veo como ella se retuerce de dolor. Y además como su cuerpo va quedando marcado por la fusta.

A partir de aquí lanzo los azotes, a los muslos o a la vagina según me da. Cuando creo, que ya es suficiente tormento, me pongo ante ella y la desato. Y a continuación la quito el esparadrapo de la boca.

La cojo en brazos y la llevo hasta la cama. Siguen unos momentos tensos para mí. Pero, cuando ella abre los ojos, me sonríe y me acerca para besarme en los labios. Y me abraza con pasión hasta hacerme perder el control.

Al cabo de media hora de sobeos y caricias, se levanta y me dice que he de untarla la crema para hacerla desaparecer las señales.

Vuelvo a atarla por las muñecas y comienzo a untarla la crema. Y cuando termino, me separo de ella y la veo como todavía se debate en su escozor.

Antes de que me de cuenta, observo, que sus marcas han desaparecido.

Enseguida me ordena que la desate. Yo la obedezco ciegamente y en breve está libre como un pájaro.

Hace conmigo la misma operación. Y a continuación nos dirigimos al baño, en el que ordena que la masajee todo el cuerpo.

Después de unos minutos de sobeos, que llegan a ser impúdicos, me ducha a conciencia con agua helada.

Por fin, nos secamos y me dice ....

*** Corinne. Ya es hora de que continuemos con tu castigo. Los varones, deben de estar impacientes con tu ausencia. Por tanto, salgamos al gran salón. Y no hace falta que te vistas.

En breves minutos, Melba, se ha colocado su traje y me conmina a salir a la escalera. Desde allí nos dirigimos al salón.

Antes de llegar ante la gran estancia, me sujeta las manos a la espalda, a fin de que entre desprotegida, ante los invitados.

Al entrar, observo como todas las mujeres se levantan y se encaminan hacia mí. Y entonces, Melba, anuncia .....

*** Es vuestro turno. Podéis atormentarla como prefiráis. Pero, no se permite la sangre y fracturas.

Dos de ellas, me cogen de los brazos y me hacen caminar hasta la puerta de la calle. Me sacan al patio y tras desatarme, me rodean, formando un círculo ante mí.

Se quedan observándome. Parece como si quisieran ponerme nerviosa.

Enseguida, una de ellas indica que nos dirijamos al gran jardín.

Me obligan a caminar hasta la parte trasera de la gran mansión. La rodea una amplia extensión de terreno de césped finamente tamizado, separado por paseos de arena de no mas de 2 metros de anchura.

Como se que me espera un gran tormento, todo lo que veo, me produce temor a pesar de lo hermoso y cautivador del entorno.

Lo primero que me toca soportar es el ser regada . Para lo cual me atan a dos estacas bocarriba y ponen las regaderas automáticas y giratorias.

De esta forma, a la vez que riegan la pradera, yo me veo obligada a soportar entre espasmos, la frialdad del agua que cae sobre mí.

Cuando ya estoy empapada, me desatan y me hacen poner en pie. Y me conducen hasta donde está Stara.

Se halla subida en un pequeño buggy. Me atan las muñecas juntas y las enganchan a una soga. Y ésta, al buggy.

Cuando quedo enganchada al buggy. Stara lo pone en marcha y arranca suavemente, hasta que la cuerda queda tensa.

Tengo mis brazos extendidos hacia adelante, soportando la tensión de la cuerda.

Entonces Stara me ordena que camine o corra según las circunstancias así lo exijan. Y a continuación comienza la marcha.

Al principio es bastante suave y solo debo caminar lentamente, aunque de vez en cuando alguna de ellas me asesta algún azote en la espalda.

El camino se hace eterno, aunque tranquilo. He recorrido una distancia de unos 100 metros y todavía no hemos completado la vuelta al gran jardín.

Tras pasar una elevación del terreno, vuelvo a ver la casa ante mí.

Pero Stara al llegar junto a la casa no para. Aumenta el régimen del motor y me obliga a correr.

Pasamos por los mismos lugares que antes, pero ahora algunas de las mujeres se han situado en puntos estratégicos del camino y cuando paso ante ellas me asestan estremecedores azotes a la parte de mi cuerpo que mejor las viene.

Y de nuevo y ante el jadeo y la respiración entrecortada, aparece de nuevo la casa ante mis ojos.

Cuando de nuevo pasamos ante la casa, Stara aumenta la velocidad de tal forma, que ya no puedo seguirla con mi carrera y caigo al césped de bruces.

Pero ella no se detiene y sigue avanzando llevándome arrastras.

A pesar de lo inútil de mis intentos de ponerme en pie y el gran dolor que siento en mis pechos, vientre y muslos, puedo ver los látigos que me aguardan y que caen sobre mis nalgas y muslos de una forma mucho mas cruel que las veces anteriores.

Tras un angustioso paseo lleno del mas terrible de los castigos, llegamos ante la casa. Y el coche se para. Me quedo quieta en el suelo.

Me siento angustiada y reventada. Nadie me obliga a ponerme en pie.

Consigo recuperar algo la respiración y controlar mis jadeos y palpitaciones.

Al cabo de unos segundos, siento que alguien hurga en mis ataduras y me deja las manos libres.

Y enseguida soy izada y puesta en pie. Es entonces, cuando descubro que también en estas escenas he sido recogida en vídeo.

Al parecer, estoy poco marcada para su gusto. Y deciden, el azotarme de la forma mas cruel posible.

Para conseguir este fin, me conducen hasta los primeros árboles y allí me atan por las muñecas.

Me dejan de cara al árbol. Y mientras las oigo como se preparan para asestarme nuevos golpes.

Pero, antes de que empiece mi suplicio, se deciden por practicar conmigo el tiro al blanco.

Tanto Stara, como las demás, se presentan ante mi desnuda y desprotegida espalda, armadas con trozos de tierra. Y deciden que la primera que me atice en las nalgas, será la que primero me azote.

Y comienza la competición. Las pelotas de barro llueven sobre mi cuerpo desnudo y desprovisto de defensas.

Los golpes que recibo, son tan dolorosos como los azotes. Pero, ellas siguen afinando su puntería, hasta que Stara, acierta en mis nalgas.

Oigo el júbilo de ella, mezclado con la decepción de las demás.

Entonces un gran estruendo de aplausos, me apabulla. Son los hombres, que han presenciado toda la escena y se disponen a contemplar el castigo que Stara me tiene que dar.

Pero antes de que se de comienzo con el castigo, uno de los hombres se adelanta y exclama.....

*** Querida niña !. Si nos lo permites, no es necesario que esta zorra sea amarrada. Nosotros la sujetaremos de las muñecas, mientras tu la escarmientas.

Stara, dio su aprobación y fui desatada del árbol y conducida hasta los hombres.

Una vez ante ellos, me sujetaron por las muñecas y me hicieron extender los brazos.

Quedé pues, con los brazos en cruz y las piernas ligeramente separadas y expuesta a la joven Stara.

Me miró con una cínica sonrisa, pintada en sus labios y me descargó la fusta en el vientre. El golpe aunque suave, me hizo exclamar de dolor, ya que no esperaba aquel ataque todavía.

Después, se situó a mi espalda y comenzó a descargar golpes aislados y sin control sobre mis partes traseras. Pero, lo peor de todo era, que los que me sujetaban y el resto, me anunciaban cuando Stara hacía un amago de asestarme un nuevo golpe.

El golpe, siempre llegaba cuando, yo menos lo esperaba.

Stara se estuvo divirtiendo un buen rato a mi costa. Y cuando, creyó que ya estaba cansada de azotarme, me entregó al resto de las mujeres.

Y entonces Melba intervino y dijo .....

*** Queridas amigas !. Ya que estáis deseosas de esgrimir el látigo, os entrego a Stara. Azotadla hasta la saciedad, porque la perra judía está destinada a nuevos servicios.

Tanto Melba como los hombres me hicieron caminar hasta el interior de la mansión. Y según andábamos, logré enterarme, de que se me destinaba a la escuela de educación NAZI.

Cuando estuvimos en el interior de la gran mansión, fui saneada de las marcas de los látigos y de los arañazos que la hierba habían producido en mi cuerpo. Después pasamos al gran salón en donde me sirvieron de cenar.

Cené de maravilla. Y lo aproveché porque sabía que me esperaban momentos difíciles.

Después me colocaron un vestido de fiesta, bastante feo y unas sandalias de tacón bajo y de aspecto mas bien pobre.

Y por fin fui encaminada al coche que me esperaba en el patio. Subí, al mismo por orden de mis acompañantes. Melba y el general SS, se sentaron a ambos lados míos. Y el coche arrancó en dirección desconocida para mí.

Después de algunos virajes inesperados, llegamos ante unas grandes verjas, en las que figura el letrero siguiente ....

ESCUELA DE LAS JUVENTUDES NAZIS

( 15 a 25 años )

Cuando las grandes puertas se abrían, el coche arrancó y nos adentramos en el interior de aquella suntuosa escuela.

El coche se detuvo ante unas escalinatas descomunales.

Nos apeamos del coche y me hicieron subir las escaleras, hasta que llegamos a un enorme hall. Allí fuimos recibidos por dos tenientes femeninos, que se cuadraron ante sus superiores.

Luego me cogieron de los brazos y me obligaron a caminar hasta la sala de identificaciones.

Allí, solo había mujeres. Dos sargentos se ocuparon de mí y me hicieron entrar en un cuarto pequeño y mal iluminado. Y enseguida dos jóvenes medio desnudas, pero provistas de fustas y porras, se unieron a nosotras.

Lo primero que hicieron, fue el desnudarme totalmente. Luego me contemplaron a conciencia y por último me indicaron el largo corredor.

Caminé en silencio por aquel corredor, seguida de mis dos últimas acompañantes y por fin, llegamos hasta una gran puerta, en la que se podía leer ..... "Administración".

Abrieron la puerta y me dieron un fuerte empujón, a fin de que entrara de una forma convencional para ellas.

Pude ver otras 3 jóvenes, que al parecer estaban en la misma situación que yo.

Rápidamente, me engarzaron mis pulseras al collarín, pero en la parte de la nuca.

Una mujer gorda y de horrible aspecto, se dirigió a mí y me indicó que me aproximara al mostrador.

Obedecí y me planté ante ella. Al llegar al mostrador, observé que tan solo la parte baja del pubis quedaba oculta, por lo que mi desnudez era patente ante aquella especie de diablo. Sin embargo, me mantuve tranquila.

La gorda, con una fusta negra y fina en la mano, recorrió la totalidad de mi desnudez, visible ante ella.

A continuación, me midieron el contorno de los pechos, la cintura y las caderas.

La gorda, salió del mostrador y se colocó tras de mí. Me hurgó en las nalgas y luego, haciéndome girar, me palpó la vagina, haciendo separar los labios mayores.

Me sentía tensa, pero me mantuve serena, ya que todo esto ya lo había vivido en numerosas ocasiones.

Oí, como la gorda, comunicaba a mis dos guardianas mi nuevo destino.

Me entregó a ellas y estas me condujeron hasta una gran sala, en donde se hacían las depilaciones y maquillajes.

Fui bañada completamente y secada con rigor, después de haber sido depilada, por lo que me dejaron la piel enrojecida y sensible.

A continuación me maquillaron a conciencia, incluidos los pezones y la vagina.

Luego me rociaron con fragancias tan deliciosas, suaves y aromáticas, que llegué a pensar en que la vida estaba cambiando para mí.

Y por fin, me vistieron. El vestido era largo y de seda. De color azul turquesa. Con un amplio escote. La espalda y costados quedaban desnudos. Y se ataba con una fina cadenilla dorada a la parte trasera de mi collarín.

El escote me llegaba hasta el ombligo y se abría suavemente hasta llegar a la altura de mis pechos, de donde partían las dos cadenillas sujetas al collarín, por lo que la mayor parte de mis senos estaban desnudos, aunque de una forma armónica y agradablemente sensual.

Sin embargo, era muy poco transparente y eso me ayudaba a mantenerme algo mas tranquila, ante ellas y a cualquier mirada ajena.

Se complementaba con unas sandalias de tacón alto y una capa de raso, ambos del mismo color que el vestido.

Cuando estuve dispuesta, fui conducida hasta una amplia estancia, en donde estaban el general y Melba, acompañados de otros oficiales de ambos sexos, pero totalmente inmaculados en sus negros y aterradores uniformes.

Mi destino, consistía en ser parte en las recepciones, de los rectores y sus esposas, cuando venían a ver las evoluciones de sus hijas en sus distintos tipos de educación.

Tanto Melba como el General Strauss, se quedaron maravillados con mi presencia. Vi los gestos de asentimiento y pronto se acercaron a mí para contemplarme más a fondo.

Entonces pude sentir las deliciosas fragancias que de sus cuerpos emanaban hacia mis pituitarias. Me sentí enloquecer de placer, a la vez que me sentía admirada.

Pero en seguida, descarté aquellas sensaciones, para volver a la realidad y darme cuenta de lo crudo y malvado que era mi porvenir. Sin embargo, hasta llegué a sonreir a los presentes, cuando sus adulaciones llegaron a un nivel extremo.

Cuando ellos terminaron en sus contemplaciones ante mí, se dispersaron por el amplio salón y se formaron varios grupos.

Yo permanecí junto a Melva y Strauss, a los que se habían añadido una mujer y su distinguido esposo.

Este, era de cuidado, ya que se había situado a mi lado y no paraba de rozarme, aunque, de forma disimulada.

Observaba a su esposa, mientras el me daba algún codazo disimulado, pero ella parecía no darse cuenta de nada, o no quería dársela.

Todas las mujeres que había en el salón eran de una belleza patente y sublimes. Tan solo había un par de mujeres que vistieran con cierto atrevimiento y sus vestidos, aunque descaradamente escotados, no llegaban a las dimensiones del mío.

Antes de que mi situación se hiciera insostenible, Strauss al percatarse de lo que el varón intentaba, anunció ....

*** Caballeros, Señoras !. Antes de empezar con las vituallas, he pensado en hacer una subasta de esclavas. Aparecerán en unos instantes. Por favor, acerquémonos al fondo del salón y preparen sus inversiones.

Pero aquel varón no se despegó de mí ni un solo instante y más cuando su esposa se mezcló en otro grupo, lo que Melba aprovechó para indicarme por señas de que lo siguiera, al parecer estando de acuerdo los dos.

Salimos de la estancia, tranquila y serenamente. Y al parecer nadie se percató de nuestra retirada, ensimismados en las primeras hembras que iban siendo atadas a base de latigazos a los postes de exposición.

Atravesamos el hall y subimos hasta una habitación bien surtida de mobiliario, pero no nos quedamos en ella. Pasamos a un cuarto contiguo en el que se apreciaban algunas huellas de violencia.

El hombre me quitó la capa y me indicó una pequeña pilastra de 1 metro de altura.

Cuando estuve ante ella, él me obligó a doblar el cuerpo hacia adelante y ancló mis pulseras en los garfios laterales de la pilastra. Luego, llevó sus dedos hasta mi collarín y soltó el anclaje de mis tirantes.

Suavemente, me quitó el vestido y me hizo separar las piernas. Y rápidamente me sujetó el collarín a la parte superior de la pilastra.

Podía ver colgados de la pilastra varios cueros y un par de fustas. El, cogió una fusta y se colocó detrás mío.

Y comenzó un nuevo suplicio para mí. Me descargó la fusta en las nalgas con un vigor terrible y después de unos 25 azotes, paró para arrimarse a mí con su pene al aire.

Me penetró con brutalidad. Gemí ante el impacto y él se agitó en mi interior. Pero algo, no debió gustarle, ya que se separó y me azotó otras 25 veces más. Luego volvió a entrar en mí.

Y esta vez, si pareció estar todo conforme para él.

Yo procuraba no soltar la más mínima exclamación y pronto la ponzoña se derramó en mi interior. Después de realizado el acto, se separó de mí y volvió a azotarme las nalgas, otras 10 veces más.

Tenía la suerte o desgracia de que el maquillaje era indeleble y por tanto no se desvanecía o corría con el sudor o las lágrimas.

Antes de desatarme, me aplicó el bálsamo mágico y cuando mis huellas hubieron desaparecido, me soltó y me pidió que me vistiera.

Cuando de nuevo me situé a su lado, él me hizo sentar en el sofá y me refirió una pequeña historia. Toda ella referente a él y a sus calamidades.

Conseguí relajarme y sonreírle en varias ocasiones, que él aprovechó para contarme historias sarcásticas y muy subidas de tono, mientras me pellizcaba o me daba un manotazo en la parte del cuerpo que él prefiriese.

Supuse, que esto solo me iba a conducir de nuevo a los azotes, pero intenté desviar su monólogo hacia otros temas.

Al no conseguirlo y como además me estaba dando una verdadera paliza, sin control alguno, me decidí y le sugerí el si quería azotarme de nuevo.

Le vi, como se quedaba lívido, pero solo fue un instante. Enseguida le volvieron los colores y la risa sardónica. Y entonces me susurró ....

*** Parece ser, que no lo pasas tan mal conmigo, eh ?. Te gusta esto del cuero, eh ?. Todavía tenemos mas de una hora antes de que nos puedan echar en falta. Y desde luego no será mi mujer quien lo haga y tampoco Melba. Levántate y desnúdate. Y luego ve a por la fusta y traémela aquí.

Me levanté y me desenganché los tirantes, por lo que el vestido cayó a mis pies. Lo recogí y lo doblé, colocándolo encima del respaldo del sofá. Luego, me dirigí al cuarto, que había ocupado momentos antes y cogí la fusta que no había sido utilizada. Era de color rojo fosforescente.

Me acerqué a él y se la entregué. Me separé un poco y esperé sus órdenes.

Me enganchó las pulseras al collarín, por la nuca. Luego me invitó a que me sentara de nuevo, pero esta vez, en una banqueta frente a él.

Le obedecí sumisa y me senté. Y el siguió con sus historias sádicas y tediosas, mientras me lanzaba algún azote en los muslos o en los costados.

El tiempo pasó rápidamente y entonces él, al darse cuenta de que podían empezar a preocuparse de nosotros, me aplicó el bálsamo. Cuando los dos estuvimos dispuestos, nos encaminamos de nuevo al gran salón.

Parecía ser que nadie nos había echado de menos, según le informaba su sobrina Melba. Además, todavía quedaban dos jóvenes a las que estaban subastando, con sus cuerpos desnudos mientras permanecían atadas a los postes de subasta y algunos azotes caían sobre sus vientres.

Melba, se acercó a mí y me sonrió y me dijo ...

*** Estás preciosa. Pero pagarás cara tu belleza muy pronto. Procura no separarte de mí.

Me dejó algo confusa, pero debido al miedo que la tenía, me apresté a seguir sus consejos.

En pocos minutos se anunció la cena. Todos los invitados se fueron sentando en los lugares que les estaban reservados.

A mí me tocó entre Strauss y el que me había azotado momentos antes.

Descubrí, que las sillas de las mujeres no tenían respaldo, ni brazos. De esta forma, al parecer, se podían admirar las desnudas espaldas de todas las asistentes.

Cuando todos nos hubimos sentado, comenzó la gran cena.

El que estaba a mi lado me susurró disimuladamente, que me lo iba a hacer pasar mal durante la cena, pero que me avisaría de lo que pretendiera, a fin de que yo no diera un grito, ya que ello me supondría el ser salvajemente tratada.

Me dejó bastante mal. Y antes de que tuviera tiempo para serenarme y acostumbrarme a la idea, él me dijo, que me iba a dar un pellizco en el costado.

Tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para no derramar la sopa y tampoco lanzar un chillido.

Lo miré y pude contemplar como me sonreía maliciosamente.

Miré al resto de invitados y tan solo descubrí la sonrisa de Melba. Enseguida me anunció otro pellizco, éste en el seno izquierdo. Esta vez, me pilló con las manos sobre la mesa esperando el segundo plato. Me contorsioné disimuladamente y tan solo apreté mis manos.

Miré a Melba y la vi que estaba feliz, sonriendo de la persona que me había tocado. Miré también al hombre y lo vi disimuladamente feliz.

Entonces me susurró, que aguantara todos los pellizcos y demás abusos que hiciera sobre mí, a partir de aquel instante.

Lo primero que le vi hacer, fue el pincharme con el tenedor en el costado. Me quedé rígida, pero no hice movimiento alguno.

Entonces vi como Melba, se levantaba y se dirigía a mí. Esto coincidía con el descanso que había entre el segundo y tercer plato.

Melba, me pidió que la acompañara.

Me levanté y la seguí. Subimos a la habitación en la que su tío me había azotado momentos antes.

Me sentí llena de temores. Y antes de que pudiera saber de que se trataba, apareció él, acompañado de su esposa.

Esto, era más de lo que podía soportar. No entendía nada de nada. Pero, lo que me dejó mas perpleja, fue cuando ella me espetó ...

*** Querida, desnúdate y ven a la cama conmigo, me has puesto muy cachonda.

Me quedé de una pieza. Miré a su esposo, pero éste y Melba se estaban acariciando de la forma más impúdica.

Por tanto, me desnudé y me metí en la cama con aquella hembra.

He de decir, que su cuerpo era tan hermoso como el mío y además estaba muy bien conservado.

Hicimos el amor ante las miradas de Melba y su esposo. Y cuando ya comenzaba nuestro frenesí, Melba anunció ......

*** Mientras Corinne acaricia con la lengua la vagina de tu esposa, tú la sodomizas. Yo me sentaré sobre la boca de tu esposa para que me acaricie la vagina y así de esta manera, nos podremos besar todos.

Se arreglaron las posiciones sobre la mesa de mármol de la habitación.

Después de una larga sesión de toqueteos y, para mí, de penetraciones violentas, nos arreglamos y bajamos al salón.

Nos sentamos en silencio y nos preparamos para el tercer plato.

Antes de empezar Strauss me miró y me susurró, que no me volviera a mover de su lado, sin previo aviso.

Le asentí en silencio y esperé a que él, desviara su mirada de mí. Y cuando lo hizo, respiré aliviada.

El tercer plato transcurrió tranquilo. Y cuando iban a empezar los postres, se propuso el elegir a la mujer mas sensual que hubiera en la cena.

Para el título, había que pasar tres pruebas. La primera era servir los postres con tal gracia, que todos se sintieran atraídos. La segunda, consistía en besar a una estatua de bronce. Y la tercera, en dejarse acariciar por cualquier varón con exclamaciones de placer.

Y de esta forma tan tonta, todas las mujeres nos vimos sirviendo los postres a los varones. Bueno !. Melba, se libró. Parecía ser que, o ya su rango, o bien su forma de ser, la excluían del grupo de mujeres.

Serví en la parte opuesta al asiento que ocupaba y de esta forma tan absurda, mi compañero y verdugo podía verme a sus anchas.

Terminados los postres, que no probamos ninguna de las mujeres, se pasó a la prueba del beso de la estatua.

Y por último, y después de haber babeado la estatua, nos presentamos ante los varones para ser sobadas.

Después del ignominioso cuadro de jadeos e impudicias, se decidieron a dar la merecedora del premio.

Este, recayó sobre la esposa de un Directivo de la Gestapo del colegio.

La mujer era mas joven que yo y además muy bonita y excelentemente proporcionada.

Entonces Melba, se levantó y dirigiéndose a todos, dijo :

*** Yo, propongo una apuesta con los que quieran aceptarla. Se trata de adivinar, quien está siendo azotada y quien sodomizada.

Oí exclamaciones de júbilo y ya varios hombres, se aprestaban a presentar a sus esposas, para cualquiera de las dos actividades.

Melba se acercó a mí y ante todos, me nombró testigo ocular de la prueba. Y además anunció, que el ganador o ganadores de la apuesta, pasarían la noche conmigo sometiéndome a los rigores y castigos que ellos consideraran oportunos.

Como las imágenes iban a ser grabadas en vídeo sin voz, tan solo se colocó una alta mampara, con 6 orificios, por los que sacarían las cabezas las mujeres que iban a ser sometidas.

Pude contemplar como, 6 de las mas bellas hembras, que allí estaban fueron desnudadas y conducidas hasta los agujeros y obligadas a introducir sus cabezas en ellos.

Había una, que tenía huellas de látigo sobre sus nalgas. Y Melba, al darse cuenta, procedió a realizar el cambio.

Eligió a una mujer de unos 35 años. Era muy hermosa. La desnudó y pudimos admirar que era de carnes rollizas y sonrosadas.

Melba decidió que las del centro fueran penetradas en el ano. Y que se empezara a grabar cuando ella lo autorizara.

Las dos mujeres del centro comenzaron a ser sodomizadas rigurosamente.

Cuando sus jadeos empezaron a ser mas vivos, Melba indicó a los hombres que comenzaran con los azotes de las otras cuatro.

Los azotes se hicieron con fustas de extremo acerado. Y en un momento las 6 mujeres resoplaban y gritaban. Unas de placer y las otras de dolor.

Se terminó con la sesión en menos de 10 minutos, cuando empezaron a desplomarse las mujeres.

Y luego en el gran salón, Melba hizo pasar a los apostantes y se proyectó la película.

Todos aplaudieron por la nitidez de las imágenes. Tres de los apostantes, tenían a sus esposas en las pruebas.

Después de pasado el vídeo, Melba indicó a los hombres que pasaran a la sala. Allí seguían estando las mujeres asomando sus cabezas por los agujeros de la gran mampara.

Y se pidió que los apostantes indicaran, las que habían sido azotadas y las que habían sido sodomizadas.

Las azotadas, recibirían una bofetada. Las sodomizadas, un tirón de pelo. Para colmo de males para mí, los 6 hombres acertaron totalmente.

Entonces Melba, anunció ....

*** Caballeros !. Lo prometido es de justicia. Nuestra joven compañera Corinne, será para uso de los seis. Os la entregaré en los sótanos, pero antes debe de realizar unas tareas. En tres horas estará con los afortunados. Corinne !. Sígueme.

Subimos a su habitación en silencio. Yo, me sentía bastante mal, pero me había hecho a la idea de sufrir de forma escandalosa.

Cuando estuvimos dentro, Melba se acercó y me dijo ....

*** Corinne. Se van a emplear a fondo contigo. Además en el sótano, están todos los tipos de aparatos. Por otra parte, me encanta la idea, de que te ultrajen hasta los límites. Ahora deseo, que me atormentes tú a mí. En el cuarto de al lado hay casi los mismos aparatos que en el sótano.

*** Señora. Yo no puedo azotarla de nuevo. Yo soy la que debe ser castigada, aunque no tenga culpa de nada.

*** Tonterías. Vamos al cuarto y pégame fuerte. Además, átame a donde te parezca y como te parezca. Es una orden.

No hacían falta mas palabras. Nos encaminamos a la habitación contigua, mientras Melba se iba despojando de sus ropas.

En el destino, terminó de quitarse la almidonada blusa y la braguita y se quedó totalmente desnuda ante mí. Yo, seguía con mi traje de fiesta. Y Melba me aconsejó que me desnudara, a fin de no mancharlo, pero que antes la atara al aparato elegido por mí.

Entonces, me atreví a decirla ....

*** Señora. Voy a obedecerla en todo lo que no atente sobre mí, en el aumento de los castigos, que me esperan en el sótano.

*** Corinne. Si yo te ordeno que me azotes. Tú, me azotas. Si te digo que me ates, tú me atas. Y así todo. Y si decido en el sótano el doblarte los castigos, tú los aguantas. Además te diré, que si no consigues el hacerme gritar en el plazo de 5 minutos, en el sótano te someteré a pruebas de alto grado de sadismo. Ahora, átame. Coge una fusta, una correa o una cadenilla y azótame desde el cuello hasta los pies, tanto por detrás como por delante. Y no te olvides de mis pechos.

Melba, tenía la condición de ser una de las mas hermosas mujeres que hubiera visto antes. Tenía las medidas justas en cualquier parte de su cuerpo.

La até a dos columnas, con los brazos separados, pero las piernas se las dejé juntas y atadas en los tobillos.

La azoté con todo tipo de útiles, pero esto os lo relataré en uno de mis descansos del sótano.

Cuando terminé de curar a Melba, la vestí y ella se encargó de mí. Me aseó ligeramente, ya que iba a sufrir, sudar y hasta oler mal.

Como vestido me puso un trozo de saco lleno de suciedad y que me punzaba el vientre y los senos. Después me ató las manos a la espalda y nos encaminamos a la puerta. Luego, enfilamos las escaleras y me dirigí, sin una sola indicación por parte de Melba, al sótano.

Melba abrió la puerta y entré sin mirar. Me encontré de frente con los 6 hombres que me esperaban para dar cuenta de mi, en base a sus ferocidades.

Sus mujeres habían sido enviadas a casa. Y el resto de invitados también se habían retirado momentos después.

Ahora, tan solo estábamos Strauss, Melba, los 6 apostadores y yo. Uno de los presentes dijo ...

*** Creo, que lo mejor para empezar es desnudarla. Luego comenzaremos a vestirla, según nuestros gustos. Y mi gusto es, que posea una braguita de espino, Pero antes me gustaría azotar la zona receptora de tal prenda.

Y se acercó a mí y me despojó del saco, lo cual agradecí. Pero, sabía que me esperaba un infierno mucho peor.

Me hizo colgar de los tobillos con las piernas muy separadas, a fin de que mi vagina estuviera lo suficiente abierta para recibir el cuero en su interior.

Me largó varios fustazos al interior de la vagina. Y siguió con unos cuantos golpes en las ingles y las partes internas y próximas del pubis.

Luego me descolgó y mientras cuatro de ellos me sujetaban, los otros dos, incluido él, me colocaban la braguita espinosa.

Cuando la tuve colocada, a pesar de los gritos y contorsiones que hice, me obligaron a sentarme a caballo, sobre un madero curvo, a fin de que el espino se apoderara de mis partes mas indefensas y ahora mortificadas por la fusta.

Lancé nuevos gritos, mientras el resto de los hombres, me sujetaban de brazos y tronco.

Entonces oí al segundo torturador decir ....

*** Mi propósito, es ponerla un sostén. Que también será de espino. Y antes necesito el azotarla los pechos y quemarla las aureolas de sus pezones con un cigarro.

Me separaron de la barra, entre terribles dolores. Casi, no era capaz de andar, ya que cada paso era un suplicio en mis partes íntimas.

Me ataron a una columna de manos y pies. Y después me pasaron una soga a la altura de mis clavículas y otra por la cintura y las tensaron a fin de que no pudiera moverme.

Mi atacante y verdugo, se armó con una fusta muy fina y elástica y se acercó a mí.

Me azotó los pechos suavemente, pero repitió varias veces el acto, hasta que por fin, yo, no pude más y comencé a gritar.

Entonces encendió un pequeño puro y dio varias caladas seguidas. A continuación sopló la ceniza y vi una punta viva de fuego que me la iba acercando al pecho derecho.

No se fue por las ramas y me acercó el cigarro a la aureola y me la quemó en la parte superior.

Lancé un agudo grito y resoplé, pero esto no hizo mella en aquel hijo de mala madre. Acercó la brasa, tras avivarla, a mi otro pecho. Y de nuevo quemó la parte elegida.

A pesar de los gritos que daba y las contorsiones que intentaba hacer, no era capaz de desembarazarme de mis ataduras. Y aquel ser volvía de nuevo a la carga.

En las dos ocasiones siguientes, me quemó las partes inferiores de las dos aureolas. Y fue entonces, cuando satisfecho del estado en el que me tenía, decidió que ya era el momento oportuno de ponerme el sostén.

Se aproximó a mí, con un gran conjunto de espinosos tejidos entrelazados. Y sin pedir permiso o avisar, me lo colocó sobre los pechos.

Sentí como el espino entraba en mis pezones y en las partes torturadas de mis pechos. Y grité, grité y grité.

Pasó sus enguantadas manos por mis costados hasta llagar a la espalda y tras haberme soltado la cuerda que me sujetaba las clavículas, me anudó la prenda en la espalda.

Aquel tejido, me cubría casi todo el pecho. Además él, me apretujó el sostén contra mí a fin de que los espinos se apoderaran de mis carnes.

Para entonces lloraba desconsoladamente. Sentía tal desazón, que no podía creer que aquello pudiera ocurrir.

Entonces el tercer torturador, dijo ....

*** Camaradas. Lo siento, pero yo deseo azotarla las nalgas y los pechos, así que tendré que desnudarla.

Me entró un pánico atroz. Entre mis lágrimas pude ver como varias manos me desataban y me conducían hasta el lugar indicado por mi nuevo torturador.

Era un aparato distinto a todos los que había experimentado. Consistía en una barra que estaba doblada a la altura de las corvas de una mujer. Y en su parte terminal había un falo de goma rígida.

Me obligaron a que me introdujera el falo en la vagina, después de que me hubieran desposeído de mis ropajes de tormento.

Lo hice sin más. Y rápidamente y mientras el falo estaba en mi interior, un par de aquellos monstruosos seres, me hicieron doblar las piernas y anclaron mis tobillos a la base de la barra.

Luego cogieron mis brazos y me los hicieron extender en cruz, atándome a las pulseras dos cuerdas que me tensaron ligeramente hacia adelante.

Mi tercer torturador, cogió un látigo de 4 colas, delgadas y terminadas en bolitas de acero espinosas y se situó detrás de mí.

Como preámbulo, me lanzó cinco golpes en las nalgas suaves, pero haciendo coincidir las bolitas en mis carnes.

Lo aguanté como mejor pude. Pero, rápidamente pasó a efectos mas grandiosos. Se separó algo mas de mí y me asestó con todas sus fuerzas 20 latigazos en las nalgas y la mayor parte de ellos de abajo hacia arriba, con lo que las sádicas bolitas estrelladas se incrustaron en el interior del ano.

No os puedo contar aquí los dolores que experimentaba, pero a pesar de mis gritos y súplicas, los golpes arreciaban con mayor fuerza sobre las partes señaladas.

Pronto se cansó de esta zona y se dispuso a azotarme los pechos. El lugar de ponerse delante de mí, lo intentó desde atrás. Según él, era mas efectivo, ya que primero, no se veía llegar el látigo y segundo las bolitas incidían más directamente sobre los pechos, a la vez que azotaba los hombros.

Después de terribles dolores y mientras continuaba con mis alaridos y mi llanto, él, anunció .....

*** Ya he terminado. Ahora y para que no digáis la volveré a poner la ropa que llevaba puesta.

Y sin más, cogió el sostén espinoso y me lo colocó brutalmente sin mirarme siquiera a mis ojos. Me lo apretó a conciencia y antes de atarlo me lo ajustó del todo.

A continuación me retiró del falo y me colocó la braguita con la misma intensidad de mala fe.

Me sentía morir de sensaciones. Por fin lo vi apartarse, dejando paso a mi 4º torturador. Se aproximó a mí y dijo .....

*** Yo no necesito que esta zorra esté desnuda. Mi meta consiste en azotarla los costados y los muslos. Y la azotaré con la fusta roja y trenzada.

Esa fusta era la más terrible de las que Melba solía llevar. Era muy fina, pero sus trenzados proporcionaban unas sensaciones de lo mas odiosas.

Me ataron las manos a una cadena que caía del techo y me obligaron a separar las piernas. Luego engarzaron mis tobillos a unos anclajes disimulados en el suelo.

Mi torturador se colocó frente a mí. Alzo la fusta y me la descargó en un costado. Sentí como todo mi ser se estremecía. He de decir, que era la tercera zona de mi cuerpo en intensidad de sensaciones.

Antes de que pudiera recuperarme, recibí otro azote en mi otro costado, el derecho, a la altura media de las costillas y por debajo de aquel maldito sostén.

Me contengo todo lo que puedo, pero ellos deben de apreciar las palpitaciones de que soy presa.

El siguiente azote y sin dejarme respirar me lo envía a la cintura. Y como en esta zona no hay hueso que lo proteja, el azote arranca gritos de mi garganta, a la vez de dejarme un gran dolor.

Pero el castigo prosigue como si yo fuera de piedra. Nuevos azotes me van marcando, tanto en la cintura como en las costillas. Y ahora, sí, mis gritos son algo mas estremecedores.

No por esto dejan de azotarme con mas rigor las mismas partes, para al final seguir con la parte anterior de mis muslos.

Los latigazos caen con fuerza, pero en esta zona se defenderme bien y puedo controlar mi estado de ánimo. Y después de unos 30 azotes, mi torturador se coloca a mi espalda, para seguir con las partes mas sensibles de mis muslos. Y tanto en la parte trasera como en el interior descarga la fusta con gran potencia, haciéndome enronquecer con mis gritos.

Siento que las fuerzas me abandonan y entre dos latigazos me desplomo, quedando sujeta tan solo, por mis muñecas.

El grupo al darse cuenta de mi estado, para el tormento y tras desatar me dejan tendida en el suelo a fin de que me recupere.

Todo esto, os lo puedo relatar por haber sido capaz de verlo en vídeo, durante mi estancia con aquellos monstruos.

Mi cuarto torturador, según me desvanecía había anunciado el término de la sesión.

Comienzo a despertarme. Me remuevo en el suelo y siento las terribles punzadas del sujetador y la braguita.

Melba, que ha estado esperando el momento en que yo diera muestras de querer seguir con los suplicios, anuncia .....

*** Caballeros. Esta zorrita se está recuperando, pero como aún faltan muchos suplicios, he decidido el quitarla estas porquerías del cuerpo y que sea saneada totalmente.

Todos acatan su decisión y yo soy conducida hasta mi anterior anclaje, en el que Melba me separa los tormentosos espinos, tanto de los pechos, como del pubis.

Al cabo de unos 10 minutos, estoy como si acabara de bajar al sótano.

Me han desaparecido las marcas de los látigos, pero además se me han borrado las quemaduras en los pechos. Y Melba, aprovechando un descuido de ellos me ha dado a beber un líquido, que me ha reanimado enormemente.

Cuando Melba anuncia mi recuperación, el quinto torturador se acerca a mí. Yo, bajo los ojos. Pero tengo tanta fuerza en el cuerpo, que creo poder aguantar cualquier suplicio.

Anuncia, que tan solo desea quemarme con cigarrillos el pubis y las nalgas. Y después, darme 30 azotes en ambas partes. Pero que debo ser colgada bocabajo de manos y pies, pero atada en aspa y con las piernas lo mas separadas posibles.

Soy colocada en el suelo bocabajo y abierta de brazos y piernas. Me enganchan las cadenas y comienza mi ascensión. Y cuando estoy a la altura de 1.20 metros, mi ascensión queda detenida.

A pesar del líquido que he tomado, los dolores que siento en las extremidades, son de tal magnitud, que pienso en que mi cuerpo se va a desgarrar.

Ya en otras ocasiones, he sido colgada de esta misma manera, pero cada vez cuesta más.

Y lo peor de esta postura es, que a cada movimiento o contorsión los dolores se multiplican.

Mi torturador enciende un cigarrillo, junto a mi cara. Me echa el humo y me da unas palmaditas en la cara. Luego se aleja de mí y se coloca a la espalda.

A partir de ese momento, mis temores aumentan considerablemente. Espero con pavor el momento en que el cigarrillo, roce la frágil piel de mi pubis.

Antes de que me dé tiempo a prepararme, el primer quemazón lo siento en mi ingle derecha. Y casi a continuación y sin que haya tenido tiempo de gritar, me quema en la parte izquierda.

Para entonces, y a pesar de que ha sido solo un ensayo, mis dolores son de tal magnitud, que mis gritos llenan todo el sótano.

Pero mi atormentador, prosigue en su empeño de martirizarme semejante parte. Lo intenta, ahora ya con mayor profundidad, en las caras internas de ambos muslos. Y sigue con los labios mayores de la vagina.

Yo mientras tanto, siento como se desgarran mis músculos, según me remuevo en las ataduras. Y el dolor es tan alto, que mis gritos terminan por dejarme afónica.

Mi torturador, termina con su sesión de cigarrillos. Y pasa directamente a coger la fusta negra. Es la mas fina de todas las que he visto y además es de las mas dúctiles.

Comienza con media docena de azotes entre las dos medias lunas que conforman mis nalgas. Y sigue de inmediato con las caras internas de los muslos.

Como mis lamentos no parecen escucharlos y además mi voz casi es imperceptible, los azotes se escuchan con una gran intensidad. Y el choque emocional es, si cabe, mayor.

Aquel infame, invade el interior de mi vagina y la fusta penetra como una serpiente enloquecida en mi interior, tantas veces que llego a perder la noción de las cosas y me desvanezco de nuevo.

Cuando consigo recobrarme, me veo en pie atada por las muñecas a una cadena que cae desde el techo. Parece ser que es mi último torturador, el que me ha exigido esta figura.

Anuncia, que tan solo me azotará de forma tradicional, pero que lo hará con el látigo de cadenillas doradas.

Yo las conozco, pues las he visto en el dormitorio de Melba. Y además las he visto utilizar contra otras jóvenes. Son odiosas y desagradables. Y desde luego, si a una persona le gusta el sentir verdadero dolor y quedar muy marcada, las cadenillas son el arma apropiada.

Antes de empezar, me tensa la cadena que sostiene mis manos, hasta que mis pies están totalmente en reposo en el suelo. Y a continuación engarza mis tobilleras, a fin de que no pueda separar las piernas, aunque si doblarlas.

Entonces se pone ante mí y deja reposar las frías cadenillas en mi pecho izquierdo, después de haber introducido el mango entre mi cuello y mi hombro izquierdo. Las cadenillas son muy finas y son 5 en total.

Mientras me remuevo al contacto de aquellos metales sobre mi seno, él me pellizca ligeramente los dos pezones, hasta que estos cogen consistencia.

Cuando los pezones brotan del interior de los senos, el me los retuerce suavemente, hasta que me los pone al rojo vivo. Cuando ha conseguido su objetivo, se apodera de nuevo de las cadenillas y me las hace rozar por los pechos y el vientre.

Enseguida se separa y ensaya un par de golpes en mi vientre. Yo lo soporto como mejor puedo, pero él ya se ha apoderado de mis costados, a los que lanza una docena de azotes.

Ahora ya las lágrimas han aflorado en mis ojos y mis contorsiones son también más violentas.

Enseguida se decide por mis caderas a las que golpea como enloquecido.

Rápidamente se sitúa a mi espalda y me la azota con el máximo de los rigores. Y prosigue con mis nalgas a las que también azota con verdadero sadismo.

Yo, entre las difusas imágenes que soy capaz de ver, puedo contemplar las marcas sobre mi vientre, que aparte de dolorosas son de un oscuro color rojizo.

Mi torturador, detiene el castigo sobre mis nalgas y se coloca ante mí. Me seca las lágrimas y me acaricia y consuela en mi llanto interminable y desconsolado.

Mientras me consuela, me roza con las cadenillas y hasta me da unos pequeños toques en los pechos con las mismas. Me coge del pelo y acercando sus labios a mi oído izquierdo, me dice que estoy encantadora con las marcas de un látigo.

Se separa de nuevo y levantando las cadenillas, me las descarga en los muslos, en su parte delantera. Los azotes caen con tanta intensidad, que solo puedo preocuparme de llorar. Me los marca profundamente, a fin de hacerme sufrir el máximo posible.

Luego repentinamente se coloca a mi espalda y prosigue con sus azotes a mis muslos, pero en la parte trasera. En esta zona se hacen más poderosos y desastrosos los golpes.

Me los martiriza con verdadero frenesí. Y como mi voz es incapaz de articular palabra alguna, me veo obligada a jadear, gemir y sollozar.

Antes de que pueda recuperarme de un azote, ya me ha dado el siguiente. Llegan tan rápidos como violentos.

Por fin siento un descanso en aquellas carnes torturadas. Y le veo que se coloca ante mí y me dice, que me va a azotar los pechos y con eso quedará terminado el castigo.

Yo, le hago señales negativas de mi cabeza, indicándole que no lo haga. Pero a él, parece no importarle lo que yo piense.

Y me los azota varias veces, aunque estos golpes son de menor intensidad que el resto de los que han caído sobre mi cuerpo.

Aún así, las marcas son profundas y rabiosas. Y por fin Melba anuncia el final de los castigos. Pero como debo ser curada, me hace desatar de la postura que mantengo y colgarme de los pies con las piernas separadas.

Los hombres se despiden. Y cuando estamos a solas Melba y yo, ésta, me aplica un bálsamo apestoso y tosco. Me lo deja aplicado, durante 20 minutos, mientras yo tengo que soportar aquella postura. Al término de ese tiempo, me hace descender y después de obligarme a ponerme en pie, me indica que subamos a su habitación.

Me ayuda a subir las escaleras y cuando entramos en la habitación, me conduce al baño y me hace entrar en la bañera.

Primero suelta el agua fría sobre mí, luego, ella misma se introduce desnuda en la gran bañera y me va quitando los restos de la pomada mágica.

Cuando ya casi han desaparecido, cambia el agua a templada y las dos comenzamos a disfrutar las delicias del agua sobre nuestros desnudos cuerpos.

En el mío, ya no aparecen las marcas de los látigos, aunque todavía siento el dolor en todo mi cuerpo.

Por fin nos secamos y nos vamos hacia su cama. Ella me sonríe. Y yo sé inmediatamente que es lo que desea. Que por otra parte estoy deseosa de dárselo, por el favor que me había hecho en el sótano.

Antes de entrar en la cama, me hace beber un líquido y abrazándose a mí me dice ....

*** Corinne. Estoy enamorada de tí. Te amo febrilmente. Pero por otra parte, me encanta el verte sufrir. Y a la vez yo, sufrir por tí.

*** Melba. A pesar del miedo que siempre te he tenido, yo también estoy enamorada de tí. Y además te agradezco todo lo que has hecho por mí.

*** No te burles. Anda !. Vamos a la cama.

Nos metimos entre las sábanas y después de besarnos larga e intensamente, Melba me dijo ....

*** Corinne. Con lo que voy a decirte, lo más seguro es que te pierda para siempre, pero tengo que hacerlo. Hay una persona esperándote en el hall.

*** Y quien puede esperarme ?. De quien se trata.

*** Es tu amante René. Ha venido para llevarte con él. Te espera una vida mejor que conmigo. Pero yo me quedaré triste sin tí, a pesar de los dolores que te he hecho experimentar.

*** No te preocupes Melba. Habrá alguna forma de que podamos vernos.

*** Si tu lo deseas, sí.

*** Lo deseo con todo mi ser, amor mío. Estaremos en contacto en todo momento. Y además si me necesitas para algo, aunque sea para una tarde de tormentos, y siempre que pueda evitar a René, cuenta conmigo.

*** Así lo haré, amor. Apréndete mi teléfono de memoria.

*** Melba me lo sé de memoria, me lo aprendí, cuando tú me azotabas sobre la mesa.

Volvimos a besarnos apasionadamente. Luego lloramos juntas y por fin, Melba haciéndose la fuerte me indicó que ya debíamos arreglarnos para bajar.

Melba me enseñó sus vestidos y escogí uno que era una maravilla y además cumplía con las reglas de sumisión. Me puse unas sandalias a juego con el vestido y las dos salimos unidas de la mano.

Al llegar al salón y ver a René, corrí hacia él y le abracé con tal ímpetu, que casi caemos al suelo.

René, me apartó de él y saludó a Melba. Luego sin decir más, me cogió de la mano y me sacó de aquella mansión de sufrimientos.

Me condujo hasta el coche que tenía aparcado frente a las grandes escalinatas. Entré en el coche y me senté como sabía que a él le gustaba. René me sonrió y el coche arrancó, dejando atrás la maldad y mi amor secreto.

La mansión de René, de reciente construcción, constaba de dos plantas y un enorme sótano.

Entramos en la casa y por fin se abrazó a mí y me pidió perdón por las cosas que me había dicho semanas atrás.

Nos besamos profundamente y después de tomar un refresco él y yo un brandy, me dijo ....

*** Corinne. Deseo, que sigas portando el collarín, las pulseras y tobilleras el resto de tus días. Deseo también, que jamás lleves ropa interior. Y por último, que acates cualquier orden mía aunque ello conlleve para tí humillaciones. Estás de acuerdo ?.

*** Haré todo lo que me exijas. Y cuenta conmigo para todo. Y si deseas azotarme, hazlo. No tienes que pedirme permiso alguno.

*** Está bien. A partir de ahora, asistiremos a fiestas y reuniones. Y el tiempo que pasemos juntos, espero de tí una obediencia ciega y llena de amor.

*** Confía en mí, René. No te defraudaré.

*** Primera prueba. Desnúdate, mastúrbame con la boca y yo mientras te azotaré con la correa.

Le obedecí ciegamente. Quedé desnuda en un segundo. Y mientras le bajaba la cremallera del pantalón, él se quitaba la correa y la alzaba.

En un momento sentí el cuero entre mis nalgas. Era un cálido goce, que a él no pensaba confesárselo. Le dejé que creyera que me hacía morir de dolor, para lo cual yo me removía ligeramente, sin dejar de masturbar su pene entre mis labios.

René, cesó de darme correazos y esperó el momento de correrse en mi interior. Me lo tragué casi todo. Dejé que algo resbalara por las comisuras de mis labios y algo que cayera en el suelo y en mis pechos.

Tenía que averiguar, si a él le bastaba, con que hubiera tragado algo, o por el contrario deseaba que todo me lo tragara.

Y si era lo último, que haría ?. Me obligaría a lamer el suelo ?. O a lo mejor me daba unos azotes.

René, se decidió por amonestarme y me recriminó por mi mal proceder. Y rápidamente le vi, como cogía mis manos y las colocaba a mi collarín, en la parte trasera.

Luego cogió un trozo de cable eléctrico y me azotó los pezones con pequeños golpes, hasta que los puso al rojo vivo.

Yo le imploraba, piedad, pero sin demasiado descaro, a fin de que no se diera cuenta del engaño.

En pocos minutos me dejó de pegar y me desató las manos. Luego se abrazó a mí y nos fuimos a preparar la cena.

Cuando terminamos de cenar, me condujo hasta el dormitorio.

Era inmenso, precioso y además confortable. A pesar de las cadenillas que descendían del techo y que estaban indicadas para mí. Me quitó la prenda que me había puesto para cocinar y me indicó que me aseara. Mientras él, iría al otro baño.

Cuando estuve lista y preparada, salí y vi que René hablaba con otro hombre.

Prudentemente, me di la vuelta y ya me dirigía al baño, cuando la voz de René, estalló en mis oídos ....

*** A donde vas ?. Ven acércate, te voy a presentar a un amigo.

*** Pero, no estoy presentable. Espera un momento.

Ya me dirigía de nuevo al baño, cuando .......

*** He dicho, que vengas. Y es ahora. Y además, yo soy quien decide como debes de estar. Ya lo has olvidado ?.

Me aproximé a ellos y bajé la mirada al situarme a su lado.

René, siguió hablando con su amigo, mientras alababa algunas partes de mi cuerpo y en algunas ocasiones le indicaba que mirara tal o cual zona.

Yo me sentía aturdida y humillada. En un momento, René me dijo ....

*** Corinne. Acuéstate, pero antes despídete de este amigo y de mí.

Me aproximé a aquel hombre y le tendí la mano. René me asestó una sonora bofetada, mientras me explicaba, que un amigo suyo, debía recibir los mismos tratos que él.

Entonces no me quedó mas remedio que besarle en la boca. Luego, me separé algo bruscamente y me acerqué a René al que besé algo más vehementemente.

René me besó ardientemente, mientras ponía sus manos de forma obscena por todo mi cuerpo. Me sentía muy violenta al tener que soportar aquello a la vista de su amigo.

René se separó bruscamente de mí y me indicó la cama. Yo le obedecí y me acosté, pero cuando iba a cubrirme con el edredón, él me ordenó que me quedara desnuda bocarriba y con las piernas y brazos ligeramente separados.

Ante tal situación, le obedecí, pero cerré mis párpados para no ver al hombre que me humillaba de forma tan inesperada en mi primer día de unión.

Sentí a alguien que manipulaba las cadenas. Al abrir los ojos, me vi cara a cara con René. Me estaba enganchando la cadena al collarín, para a continuación pasar a engarzarme también las pulseras al collarín.

Su amigo, le pidió excusas y abandonó el dormitorio. Y entonces René se puso frenético conmigo, pero no llegó a mas la situación.

Tuve que dormir atada de semejante manera.

Al despertar, me vi desatada y con una nota en la cocina.

La nota decía ......

! Corinne. Estaré fuera todo el día. Volveré hacia las 4 de la madrugada. Sal y diviértete. Tienes dinero en la caja !.

Me incorporé y revisé a la luz del día la habitación.

Me sentía apesadumbrada. Pensé en los días de tormento, que había pasado en la mansión e inmediatamente pensé en Melba.

Me levanté y cogí el teléfono. Marqué rápidamente el número de Melba. Me respondió una voz que no reconocí y pregunté por Melba.

Era ella !!!. Me explicó que se había acostado tarde y que estaba con dolor de cabeza. La dije que tenía el día libre y que deseaba verla.

Melba, después de estar callada un rato, me respondió ...

*** Corinne. Amor mío. Hoy tengo una fiesta. Pero el caso es que me encantaría verte.

*** No te preocupes Melba, ya nos veremos otro día.

*** Espera. Puedes hacer una cosa.

*** El qué.

*** Puedes ir a la casa negra. Pregunta por Skoda. El te llevará a un sótano lleno de fotos gigantes mías. Luego, él te azotará en mi nombre. Te parece buena idea ??.

*** Prefiero que nos veamos otro día.

*** Como quieras. Cariño, me ha encantado que me hayas llamado.

*** Adiós.

Colgué y me sentí hundida. Me fui al aseo y me di un baño en condiciones.

Y cuando estaba en el agua, oí que alguien entraba al dormitorio. Pensé que se trataría de alguna de las doncellas, por tanto, me relajé y empecé a experimentar gratas sensaciones.

Cuando ya el agua, se estaba quedando tibia, me dispuse a salir de la bañera y secarme, pero en ese preciso instante un hombre apareció en la puerta del cuarto de baño.

Me asusté y le pregunté quien era y que quería.

La única respuesta que obtuve, fue la de que saliera del agua y le siguiera.

Me dejaron confusas sus palabras y lo intenté de otra forma, sin asomar mi cuerpo del agua.

Volvió a repetirme, esta vez acercándose a mí, que saliera del baño y le siguiera, sin rechistar.

Me sentí de lo más angustiada. Quien era aquel intruso y como había podido entrar en la casa ?.

Aquel ser me cogió de los cabellos chorreantes y tiró hacia él. Mas de medio cuerpo me hizo sacar del agua. Y mientras me tenía cogida de los cabellos, lo que me producía un pequeño dolor, me conminó a salir por mis pies o bien a ser arrastrada de los cabellos.

Me decidí por lo primero. Me levanté y salí al exterior. Y cuando me iba a secar, aquel ser me dio un manotazo en la cara y me dijo, que iría así.

Por tanto, le acompañé chorreante y desnuda por toda la casa. Pero, al final salimos al jardín y un coche se acercó a nosotros.

Yo, ya estaba pensando en un rapto, para pedir rescate por mí a René.

El hombre me obligó a introducirme en el coche. Y después él, se sentó a mi lado, sin pronunciar ni una sola palabra.

El coche arrancó y circuló por parajes inhóspitos.

Yo todavía estaba mojada, pero la temperatura en el interior del vehículo era de lo mas confortable.

El coche se adentró en un subterráneo y perdí de vista la luz del sol.

En breves minutos, se detuvo ante unas grandes compuertas. Allí me apeé a la fuerza. Me quedé sola y preocupada.

En breves segundos y cuando el coche ya había desaparecido de mi vista, observé como un par de mujeres se acercaban a mí.

Las mujeres me condujeron hasta la casa en la que entré y me encontré de cara con René.

Me quedé muy sorprendida de verle, pero a él parecía que no le importaba en absoluto el verme de aquella manera. Me cogió del cabello y me empujó hacia una gran puerta que había en el lateral del hall.

Cuando estuvimos dentro me comunicó .....

*** Corinne. He decidido ofrecerte en pública subasta, esta noche, al mejor postor. Y lo mas probable es, que ya no nos volvamos a ver.

*** Pero, porqué ?. Me he comportado mal contigo ?.

*** No. Es simplemente una cuestión de negocios. Además, casi no tengo tiempo para tí. Y es mejor que otras personas se aprovechen de las magníficas posibilidades que posees.

Me quedé aturdida, confusa y triste. Me deje zarandear y casi arrastrar por él, hasta un cuarto adyacente. Allí estaban las dos mujeres que me recogieran momentos antes.

Sin decirme una palabra, me asearon y maquillaron. Luego, me pusieron una capa de color rojo y me condujeron hasta una habitación en donde habían otras 3 jovencitas.

Se alejaron y nos dejaron a oscuras. No hablamos entre nosotras y además cada una permaneció en el mismo lugar en que nos habíamos visto.

Al cabo de un par de horas, comenzó a oírse una escandalera al otro lado de la reja que había en la pared. Esta quedaba un poco alta, pero, nos ayudamos unas a otras para ver que era lo que sucedía al otro lado.

Fui la primera en ver que es lo que allí se estaba fraguando. Las indiqué que me bajaran y ayudé a otra a que se asomara. No tardó en bajar con la cara demudada y lágrimas en los ojos.

Se trataba de un mercadillo de esclavas. Cada jovencita, era anunciada por sus rasgos personales, en los que iban incluidos el color de su piel y sus medidas corporales, así como su peso.

Después de un par de horas mis tres compañeras, fueron anunciadas a la vez. Vinieron a por ellas y se las llevaron. Y me quedé sola y aturdida. Fueron vendidas, aunque no me preocupé de averiguar a quién.

En menos de media hora fui solicitada para acceder a la pasarela. En todo momento fui acompañada por dos robustos varones. Y cuando estuvimos ante los presentes, me dejaron a merced del subastador.

Mi capa roja seguía protegiéndome, pero a cada movimiento que realizaba, se me abría por delante y una parte de mi cuerpo desnudo era ofrecida a los presentes.

El subastador, por fin se acercó a mí y tras descubrirme por delante, dejándome la capa por encima de los hombros, anunció a los presentes que la subasta comenzaba ....

*** Compradores!!!. Os expongo a una bella y agradable hembra para los placeres que queráis hallar en ella. La puja comienza en 100.000 $$$.

La puja subió de golpe hasta los 250.000 $$$. Me quedé algo asustada y aturdida, ya que era un valor en dinero al que yo no había soñado todavía poseer.

Pero la cosa no quedó ahí, ya que varios árabes estaban pujando hacia mí y en breve las pujas comenzaron a elevarse por encima de los 500.000 $$$.

Entonces uno de los pujadores preguntó ......

*** Por la cantidad a la que está esta perra, al menos resistirá la caricia de los cueros, porque si no es así, me retiro de la puja.

*** En efecto excelencia. Esta hembra es capaz de soportar toda clase de castigos y por supuesto una zurra a base de cuero.

Entonces saltó el otro árabe ....

*** En ese caso, me comprometo a ofrecer por cada golpe 50.000 $$$, si mi hermano en Alá deja de pujar. En caso contrario, se la dejaré.

Ante semejante propuesta, fui desnudada totalmente y amarrada a un poste dando la cara a todos los presentes.

Pude ver como uno de los múltiples varones que pululaban en mi entorno, se armaba con una cincha y se situaba a mi espalda.

Sin mediar palabra, me descargó un golpe en las nalgas. Y aunque no era muy fuerte, no tuve otra opción que la de dar un respingo.

El árabe que había hecho la propuesta, guiñó los ojos y un nuevo latigazo cayó, esta vez, sobre mi espalda.

Volví a respingar y esto gustó a todos los presentes. Los veía odiosos, con sus asquerosas sonrisas y babeantes de emoción.

Y de nuevo el látigo cayó sobre mi cuerpo, pero esta vez en las corvas, por lo que casi bailé de sensación. Y a lo que los presentes aplaudieron a rabiar.

Y ya no recibí ningún latigazo más. Había sido comprada por aquel árabe que me hacía estremecer de terror, cada vez que lo miraba.

Fui conducida por un lateral hasta la salida en donde me aguardaba un furgón en el que me obligaron a entrar.

Al subir al interior, encontré a una joven, que estaba amarrada a una de las paredes del furgón.

Fui atada desnuda, en la pared opuesta a la de la joven.

El furgón arrancó y traqueteó por diversos caminos, hasta que llegamos a un lugar en donde fui desatada y obligada a caminar con los ojos tapados por una venda.

Cuando fui liberada de la venda, me encontré en una especie de salón, de amplias dimensiones. Y por el balanceo, que sentía, supuse que me encontraba en una embarcación de grandes dimensiones.

El suelo estaba formado por una extensa piel de pelo largo y suave. Ante mí, estaba aquel odioso ser que me había comprado y que me repugnaba en exceso.

Vi como sonreía ante mi impotencia. Y esto determinó mi pensamiento, de que una amarga experiencia me aguardaba junto a él.

Se limitó a mostrarme mi nuevo hogar. Me enseñó mi habitación, tan solo separada del resto de la gran sala, por unas cortinas totalmente transparentes. El baño estaba en el mismo dormitorio, bajando unos escalones.

Entonces me anunció lo que deseaba de mí ....

*** Querida Corinne. Has de saber, que te he comprado para que me proporciones placer y además mucho dinero. Estarás desnuda la mayor parte del tiempo, tan solo deberás cubrir en cada momento tu nariz y labios con un pañuelo de seda, sin importar el color. La falta de esta regla determinará un gran tormento para tu cuerpo. Por otra parte, podrás relacionarte con hombres y mujeres, a tu gusto, salvo en las circunstancias de que seas cedida a alguien que te alquile por horas. Para mí, bailaras desnuda todas las mañanas. Si te cuesta trabajo te ayudaré con un látigo.

*** Señor, porqué he de seguir padeciendo toda clase de ignominias en mi persona ?.

*** Es tu promesa, querida Corinne. Quizá, ya la has olvidado ?. Espero y confío en que no.

*** No la he olvidado. Pero hasta cuando tendré que soportar esto ?.

*** Pues, quizá, para siempre. Pero eso a mí no me preocupa. Pero lo que si me importa es el que estés disponible y encantadora para mis huéspedes.

*** Señor, es usted un ser miserable. Disfruta viéndome sufrir y además me entrega a otras personas para que disfruten, abusando en mi cuerpo. Y ahora, hasta es posible, que decida darme unos cuantos azotes.

*** Te equivocas. Yo no deseo el mal para tí. Lo que si deseo es que todas mis posibles amistades, se sientan a gusto en mi casa.

Ahora, prepárate para danzar ante mí. Se acerca la hora del amanecer. Tan solo utiliza el velo que te cubra la parte inferior de tu cara.

Me dejó a solas, mientras yo me cuestionaba mi presencia en aquel antro y las vejaciones que iba a tener que soportar, por la estúpida promesa que una vez le hice a mi amante René.

Antes de que me diera cuenta, el tiempo había transcurrido a tal velocidad que ya era la hora de danzar ante mi nuevo amo. No sabía que es lo que debía hacer, pero en cualquier caso aprendería, aunque me tuvieran que ayudar con el látigo.

Vinieron a buscarme un par de hombres. Para entonces yo, ya me había colocado un velo en la parte inferior de mi rostro.

Subimos a cubierta y no vimos a ser alguno durante el trayecto. Pero al llegar a proa, mi amo estaba sentado y rodeado de más de 7 mujeres, tan desnudas como yo.

Nada más llegar ante su presencia una música comenzó a sonar.

Al principio no supe que hacer, pero poco a poco, la música se fue colando en mi interior y en breves segundos empecé a menearme, al principio sin seguir el son, pero en seguida comencé a vibrar con la melodía y a dejar que mi cuerpo se contorsionara con armonía y sensualidad.

Cuando la música cesó, me sentí como ausente en un mundo irreal.

Enseguida mi nuevo amo, me indicó que me aproximara a él.

Cuando estuve a un metro escaso, me agasajó con fluidas y finas palabras que me hicieron estremecer de gozo. Pero mi estupor llegó, cuando ordenó que fuera instalada en la proa.

Dos hombres se acercaron a mí y agarrándome con brío me hicieron caminar hasta el mascarón. Allí, me aguardaba una especie de sillón.

No tenía respaldo. Además el asiento era minúsculo y para colmo, me ataron los tobillos a las patas traseras de aquel sillón. Y por último mis muñecas fueron sujetadas firmemente a dos salientes laterales.

Aunque, la postura no era la mas incómoda que había tenido que soportar, sí al estar en la parte mas pronunciada de la proa, me producía fuertes elevaciones y descensos, a la vez que tenía que soportar el agua que llegaba a mi cuerpo, al romper la proa las olas.

Pero había otra cosa más, que me iba a aturdir. Era el sol implacable, que caía sobre mi desnudo cuerpo.

Así permanecí por espacio de dos horas, hasta que sentí las manos de mis verdugos y guardianes que me liberaban.

Fui conducida de nuevo a mis aposentos. Al entrar, pude ver a un hombre que me miraba de la forma mas impúdica que imaginarse pueda.

A su lado estaba mi amo, que indicaba algo sobre mi cuerpo.

El invitado, asintió y se decidió a sacar un fajo de billetes y entregárselos a mi amo.

Entonces éste, indicó con un gesto a sus hombres que desaparecieran y nos dejaran a solas.

Mi amo y su huésped se aproximaron hasta mí. Y entonces le oí decir :

*** Allub, puedes llevártela por dos días, espero fervientemente que disfrutes con ella. Pero recuerda, no quiero ver rastro alguno de la orgía.

Ante mi estupor, contemplé como mi nuevo amo, abría un baúl de gran tamaño y me hacía señas para que entrara en él.

Me conmina a que me introduzca en un baúl. Le obedezco y pronto el cierra la tapa y la oscuridad me invade totalmente.

Siento los traqueteos de los que me conducen a no se sabe que lugar, pero estoy segura de que voy a ser ultrajada de forma mas miserable que con Melba.

Cuando abren la tapa, me encuentro en una especie de mazmorra. Al ojear mi entorno observo, que está lleno de jovencitas de todas las razas. Y están totalmente desnudas, como yo.

Me abandonan junto a ellas sin atarme. Me acurruco en un rincón, al lado de una joven negra, que tiene el cuerpo surcado por el látigo y que llora desconsoladamente.

Me dan ganas de acariciarla y consolarla, pero me abstengo. Es casi mejor la ignominia.

Antes de que pueda reaccionar se abre la puerta y arrojan a dos jovencitas. Una es de tez blanca y la otra amarilla. Han sido febrilmente azotadas como lo demuestran las marcas en su piel.

Nadie las presta ayuda. Y para colmo, una de las jóvenes, aparta a una de las recién llegadas a patadas.

Viendo los malos tratos que están recibiendo las pobres chicas, me decido en ir en su ayuda. Y apartando a la que la patea las hago incorporarse y las acompaño hasta mi rincón.

"" Es lo peor que podía haber hecho ""

Cuando estoy terminando de acoplarla, observo que varias piernas me rodean. Y al levantar la vista, observo a 5 mujeres de tez blanca ante mí.

Todas están tan desnudas como yo, pero siento un escalofrío en mi interior. Y enseguida una de ellas, me ordena .......

*** Levántate y acompáñanos, debemos cuidarnos de tí.

Sé que lo que ha querido decir no es nada bueno para mí, pero aún así me levanto y mezclándome entre ellas, las acompaño.

Caminamos por un pasillo de cuerpos que se ha establecido al instante y llegamos a un recodo de la mazmorra, en donde hay otras 6 mujeres.

Además puedo ver que todas están armadas de cueros y además hay una pequeña pilastra de ruda madera, en donde se notan aún las señales de los cueros fallidos.

Comienzan por atarme a la pilastra, tanto las muñecas como mi cuello. Una vez en la postura indicada, se aprestan a castigarme rudamente con los cueros que portan.

Me descargan varios cueros a la vez, pero sobre diversas partes de mi cuerpo. Me contengo, a pesar del dolor y la quemazón. Pero, antes de que pueda recuperarme, una nueva tanda cae sobre mi espalda.

Esta vez, resoplo y me agito ligeramente en mis ataduras.

Al parecer me han observado, pues en un momento, cae una lluvia de azotes que me hace temblar de dolor y a la vez agitarme y hasta gritar.

Me siguen azotando entre risas y murmullos, pero ante la sorpresa de todas, oímos la puerta y la voz de uno de los carceleros que me llama por mi nombre.

Rápidamente me desatan y me conducen hasta el centro de la sala. Me veo enfrentada a mi posible torturador y me entra miedo.

Salgo de la mazmorra y me dejo guiar por él. Camino sin mirar atrás. Presiento que mi futuro inmediato no va a ser nada bueno. Por fin, llegamos hasta el que parece ser el punto de destino. Veo a dos mujeres y un hombre que me miran atentamente.

Siento como el rubor me sube por todo el cuerpo, al permanecer desnuda ante aquellas personas. Antes de que sea capaz de pensar en algo, una voz me anuncia ......

*** Corinne. Pareces una maldita zorra. Vístete rápidamente y ve con ellos. Mas tarde hablaremos de este asunto.

Me quedo algo perpleja con esa voz en off. Pero rápidamente obedezco y coloco unos trapos sobre mi desnudez.

Y enseguida me sitúo al lado de aquellos tres seres, que parecen mudos. Sin dirigirme la palabra, me conminan a que camine hacia una gran mansión que se ve frente a nosotros.

Pero antes de llegar, me obligan a girar a la izquierda hacia una especie de palacete en mal estado y de aspecto cochambroso y escalofriante.

Llegamos ante la puerta y nos recibe una mujer de aspecto desagradable y de edad aproximada de unos 50 años. Los tres que me acompañaban, dan media vuelta y sin pronunciar palabra me dejan a solas con aquella mujer.

Esta, me hace entrar en la casa y tras cerrar la puerta me anuncia...

*** Desnúdate.

Me quedo algo retraída y ella me asesta un manotazo en la cara y me repite lo mismo.

La obedezco y entonces ella dice ........

*** Observo, que has sido azotada recientemente. Mejor!!!. Así te será todo mas fácil. Y ahora te contaré algo de lo que te espera. De aquí es imposible que puedas huir. Vas a ser destinada a la sala de exposición y prueba de productos. Debes obedecer todo lo que te indiquen. Ahora camina hacia la puerta negra, te han de bajar los humos.

Me dirigí sin más, hacia la puerta negra. Y al llegar junto a ella, se abrió sola, franqueándome el paso.

Entramos en aquella estancia y me entraron escalofríos, al ver la cantidad de aparatos de tormento que había.

Mi nueva ama, me susurró .......

*** Si obedeces en todo y no ocasionas quejas, nunca visitarás esta sala.

Por fin, conseguimos atravesar aquel salón maldito y llegamos a otra estancia totalmente desnuda de muebles. Solo había una cadena que caía desde el techo y dos varones armados de cueros.

Cuando llegué a su altura, se limitaron a cogerme las muñecas y engarzar mis pulseras en la cadena, que tensaron poco después. Y a continuación procedieron simplemente a azotarme todo el cuerpo. Me dejaron exhausta y sudorosa. Tenía todo el cuerpo cubierto de las rabiosas huellas de los cueros.

Sin dejarme descansar, me descolgaron de la cadena y me hicieron caminar hasta una nueva salida. Tras recorrer un largo corredor, llegamos hasta una puerta blindada.

Mi ama apretó unos botones y la puerta se abrió y pude contemplar el interior. Me disgustó casi más que la sala de los tormentos. Uno de los más de 10 varones que había por allí se aproximó hasta mí.

Mi ama, dándome un empujón, le dijo ....

*** Aquí tienes una nueva zorra para el negocio. Espero, que ésta te dure algo más.

Caí sobre las rudas manos de mi nuevo poseedor, mientras ella se iba y me dejaba a merced del nuevo destino.

Me contempló durante unos segundos y luego, sin pronunciar palabra, me ató las manos a la espalda y me conminó a caminar.

Llegamos ante una especie de despacho. Había 3 hombres y una mujer, que al parecer era la jefa de aquel antro.

La mujer me miró maliciosamente, al tiempo en que se volvían los 3 varones. Quedé enfrentada a todos ellos, sin saber que hacer, ni que decir.

No hizo falta, unas manos me obligaron a sentarme en una banqueta de cuero rojo. Todos los varones me rodearon, mientras la mujer seguía sentada en su aparente trono.

Entonces, la mujer levantándose se acercó a mí y tras acariciar mi sudoroso cabello y pasarme sus dedos por mis pechos, me preguntó :.....

*** Corinne. ¿Qué edad tienes?.

Me atreví a mirarla al rostro y la respondí ....

*** Tengo 32 años.

*** ¿Has sido azotada alguna vez, exceptuando la de hoy ?

*** Sí.

*** ¿Cuántas veces y porqué?

*** Han sido muchas y sin ninguna razón.

*** Sí lo que dices es cierto. ¿Porqué estás aquí?

*** No lo sé, Señora.

*** Da igual. ¿Eres masoquista?

*** No. Nunca lo he sido.

*** De acuerdo. Mejor así. Has de saber lo que se espera de tí. Estás aquí por varias razones.

1ª. Eres joven, bonita y sensual.

2ª. Eres el tipo de hembra que vale para este negocio.

3ª. Ya has probado el látigo mas de una vez.

4ª. Me pareces muy adecuada para este ambiente.

Confío en que disfrutes de tu estancia con nosotros. Bien es verdad, que lo pasarás mal algunas veces y que sufrirás castigos incontrolados, pero eso a nosotros nos da igual. Por otra parte, podrás ir a donde quieras, dentro del recinto. Y hasta es posible que puedas visitar el mundo exterior, si te portas bien.

Y ahora, te comentaré por encima tu trabajo....

Esta casa se dedica a la venta de artículos de castigo.

Desde los grilletes, cadenas, látigos y demás artefactos necesarios para producir dolor en el sujeto y alegrar la vida de cada uno de nuestros clientes.

Nuestros clientes, la mayor parte de ellos, compran el material que necesitan, después de haber visto alguno de los vídeos que les mostramos. Pero hay otros, que necesitan el probarlo ellos mismos, sobre mujeres como tú.

Si el cliente sabe lo que quiere, la mujer objeto no suele recibir mas de 25 azotes.

Pero si es un cliente indeciso, el castigo puede llegar hasta los 300 o incluso 500 azotes. Hemos tenido mas de un caso.

Para terminar, te comentaré, que aquí se dan pequeñas fiestas en las que algunas de vosotras estáis y no precisamente para divertiros, sino todo lo contrario.

Y ahora,..... Gus, es toda tuya. Límpiala y llévala a su nuevo aposento. Debe estar dispuesta para la sesión de esta noche.

El tal Gus, me cogió de los cabellos y medio me arrastró por el suelo, hasta que pude afirmar mis pies en el suelo y seguirle de forma normal.

No os contaré aquí, lo que sucedió, pues sería repetirme. Desde, quitarme las marcas del látigo, hasta maquillarme, todo.

A las 12 de la noche, volvía a estar frente a Solara, que era el nombre que tenía la dueña de aquel antro.

Observé como sonreía, mientras nos acercábamos a ella.

Y entonces dijo a Gus .....

*** Me parece un trabajo estupendo, Gus. La pondremos en la fiesta del fin de semana. Ahora, llévala a la exposición de posibles actrices de la casa.

Esta vez, Gus, no tuvo que cogerme del pelo. Al oír aquellas palabras di media vuelta y esperé a que él me indicara el camino.

Nos encaminamos a través de grandes corredores hasta un lugar en no sé que número de sótano, en donde me encontré con otras 6 jovencitas tan desnudas como yo y que se las veía tensas y agitadas.

Gus me dejó atada con un grillete en el tobillo en mitad de la sala. Y se retiró hasta el rincón, en donde había otros 6 varones. Y ahora ya no tenía las manos atadas. Todas las jóvenes se tapaban sus partes íntimas con las manos, pero yo, pasé de semejante actitud.

Al cabo de unos 30 minutos de espera apareció un grupo por el fondo de la sala.

Nos miraron y nos toquetearon a su gusto. Mis compañeras, intentaban eludirlos, pero ellos eran superiores en número y métodos.

Con respecto a mí, me dejé hacer de todo. Sabía por experiencia, que no valía para nada el resistirse.

Me pellizcaron los pezones y la vagina. Pero, quitando los hurtos y contorsiones lógicas, no les intenté apartar de mí.

No pasó lo mismo con mis compañeras. Una de ellas se puso tan frenética, que acabó siendo condenada a 200 azotes. Que se los dieron, inmediatamente, con lo que las demás quedaron mansas y asustadas.

Después de discutir unos momentos entre ellos, llamaron a nuestros respectivos amos. Les informaron de algo y a continuación se dirigieron a nosotras.

Al llegar Gus a mi posición, me dijo .....

*** Has tenido suerte. Te han seleccionado para 3 películas.

En la 1ª interpretarás a una dama cruel y voluptuosa.

En la 2ª serás la mártir de un sádico y raro inquisidor.

Y en la 3ª serás la esclava de un malvado conde.

Me quedé callada, pero sabía que ésto, solo significaba el peor de los tratamientos, en donde la crueldad se desborda y la única que sufre soy yo.

Entonces, me atreví a preguntarle .....

*** Señor. ¿En cuánto tiempo cree Vd. que se podrán rodar cada una de las películas?

*** Querida. Este tipo de películas se ruedan en un día.

*** ¿Y que días me han asignado para rodar cada una de ellas?

*** Pareces una estúpida. Rodarás las 3 películas en el mismo día. Y claro, en la 2ª y 3ª habrá que curarte varias veces y volverte a dejar como estuvieras, para continuar el rodaje de cada una.

Me callé, aunque estuve tentada de decirle, que eran unos miserables hijos de puta.

Tan solo le pregunté, cuando empezaba. Y me contestó, que dentro de 2 horas.

Me quedé estúpida y totalmente violentada. A pesar de ello, me atreví a hacerle otra pregunta.......

*** ¿Y quiénes van a ser mis compañeros de reparto?

*** Es una pregunta un poco tonta. Estarán todas las hembras que ves aquí y alguno de nosotros. Yo espero estar contigo, al menos, en la de inquisidor. Pero es casi seguro que sea tu amable esposo en la que tu interpretarás a una dama cruel.

*** De acuerdo. ¿Cuantas veces cree, que tendré que cambiar de papel?

*** Normalmente, se hace en 3 sesiones. Pero tienes la suerte de que en la 1ª película no tienes que desnudarte y por tanto, no tienes que estar en la situación anterior. Con respecto a las otras dos, mejor lo averiguas tú, pero no creo que sean menos de 800 azotes. Date cuenta de, que si en una toma has recibido 100 azotes, en la siguiente, deberás partir con esa cantidad. Pero, consuélate, ya que para no perder vigorosidad, te aplicaremos un estimulante.

Me imaginaba el panorama. Y se me hacía muy cuesta arriba. Los 800 azotes los podía soportar. Pero sí tenía que actuar a la vez, me sentía morir de miedo.

Entonces Gus, me dijo ....

*** Creo que lo mejor es que vayamos a los platós. De todas maneras no vas a poder descansar, así que visitemos el escenario, antes de que comience el rodaje.

*** De acuerdo. Pero ¿quién es el director?

*** Pues quien va a ser. La Gran Señora. La Diosa Solara.

Llegamos hasta los platós. Había una gran algarabía, pero no del equipo técnico, sino de los participantes.

Al parecer, los varones que intervendrían no estaban de acuerdo con los papeles asignados. Por otra parte las jóvenes que iban a actuar, se resistían a dejarse tocar o a ponerse en ciertas posturas.

Se trataba de una cinta con frases excesivamente subidas de tono y que duraría una hora aproximadamente. Luego venía la primera de las mías.

Y sí, era verdad que la directora de todas las películas era Solara.

Observé que, trataba a los varones con dulzura, mientras que a las mujeres las trataba de mal talante, llegando en mas de una ocasión a abofetearlas delante de todos.

Gus, me informó que se trataba de una película de sexo, con algo de sadismo. Y su título era : "Salvaje posesión".

La fase de la película, se realizó, al parecer, como estaba previsto.

Las mujeres sufrieron lo indecible, con la repetición de escenas, pero finalmente se dio por concluida la cinta.

Y ahora me tocaba a mí.

Gus, me indicó que bajáramos al plató, a fin de que la directora nos viera.

Cuando llegamos, la directora tras mirarme escabrosamente, dijo ...

*** Corinne. Se bien venida. Parece ser que vas a estar en las 3 películas que me quedan por rodar. Procura hacer el papel bien y a la primera. Ya sabes que los fallos lo único que hacen es el repetir escenas.

Tienes en la 1ª película el papel de anfitriona de doncellas a las que deberás causar la mayor cantidad de tormentos posibles. También en esta parte de la cinta tendrás amores lascivos con tus dos lacayos.

Ahora, sigue a Gus. El te indicará el vestido que debes ponerte y el monólogo que debes interpretar.

Seguí sin más a Gus y llegamos a una especie de camerinos, en los que había gran cantidad de vestidos de época.

Gus eligió para mí, uno de la edad de Luis XV.

Después de ponérmelo, descubrí que me sentaba de maravilla.

Me puse a leer el guión que Gus puso en mis manos y me di cuenta, que era muy fácil el interpretarlo, ya que se trataba de unas 5 frases maestras y el resto exclamaciones.

La trama se desarrollaba de la siguiente forma ....

"Yo, era la dueña de una mansión. Estaba viuda y necesitaba a alguien cerca para que me consolara. Pero, por otra parte era una déspota. Sobre todo con las sirvientas, a las que hacía azotar todos los días por mis mayordomos. Por mi parte debía azotar a una jovencita. Esta, que era la sobrina de uno de mis lacayos, no tenía los 15 años cumplidos. Y mientras los castigos iban tomando cuerpo, yo, mientras me entretenía con los varones a los que pedía que me penetrasen por vía oral, vaginal o anal."

Por fin subí al plató con mi gran vestido de época. Solara, al verme, se quedó encantada con mi atuendo y tras acariciar mis cabellos, me susurró al oído, que me relajara y disfrutara de las escenas.

Yo por mi parte, estaba deseosa de que saliera a la primera de cada una de las tomas. Sin importarme el daño que pudiera causar a las jovencitas que actuaban conmigo. Y por otra parte estaba dispuesta a aprovecharme del placer que pudieran regalar mis compañeros de reparto. Sin rechazar nada en absoluto.

Mas adelante os comentaré algunas escenas. Sólo os diré que las 10 tomas salieron a la primera y además fui felicitada por Solara.

Y además tuve la suerte de que se aplazaran las otras dos películas para la madrugada.

Me dejaron descansar unas 2 horas en el mismo plató. Y me quedé dormida casi en el acto ante todos los presentes.

Terminado el tiempo, Gus me despertó a fin de que pudiera asearme y así prepararme para la siguiente película. Se titulaba "El inquisidor benigno".

En esta película no tenía guión. Tan sólo, mis lamentos y gemidos eran las frases que se esperaban de mí.

Gus me acercó unos restos de saco y me indicó que me los colocara a la altura de los pechos. Los sacos eran punzantes y sentí una sensación de desasosiego al colocármelo.

Cuando lo tuve colocado, Gus, se aproximó a mí y me zarandeó a fin de tener la vestimenta a su propósito.

He de decir que me cubría ligeramente los pechos y me llegaba hasta la mitad de los muslos.

Gus se vistió de monje, con unas túnicas completamente blancas.

Antes de que Solara, diera la orden de filmar, aparecieron dos hombres vistiendo unos minúsculos slips y se colocaron a ambos lados de mi cuerpo. En el momento en que Solara iba a dar el visto bueno para rodar, sonó un timbre, que anunciaba que se iba a proceder a rodar.

Cuando se dio la orden de rodar, se oyó una voz en off, que decía ...

*** Traed a esa ramera a mi presencia.

Fui conducida a presencia de Gus, que ahora era el inquisidor jefe de aquella pantomima.

He de decir, que se le veía flamante y hasta encantador, pero había algo en su mirar que me atemorizaba. Y ya sabía que me iba a torturar según indicaba el guión, que por otra parte no había leído. Pero, que más daba. Yo debía ser la víctima de aquella película.

Cuando estuve ante él, dijo ....

*** Pequeña has de saber que has incurrido en una falta muy grave y que por lo tanto vas a ser castigada. Pero, mi generosidad es tan grande, que te reduciré la pena, si me dices quienes son tus cómplices.

Mantuve silencio y la mirada baja, como indicaba el guión.

El efecto, debía de ser inmediato. Y así fue.

Su voz, lo anunció claramente ........

*** Desnudad a esta golfa, para que podamos enseñarla como tratamos a las perdidas en esta casa. Es posible, que a continuación quiera cantar todo lo que sabe.

Una vez estuve desnuda, su voz indicó que fuera conducida a una pilastra de 1 metro de altura y que fuera atada por el cuello y muñecas.

Quedé en una postura ya conocida por mí. Pero me sentía nerviosa y algo asustada. La voz me anunció 50 latigazos en las nalgas, antes de volverme a preguntar.

Y así sucedió. Aguanté como mejor pude los primeros latigazos, pero al rayar el vigésimo, comencé a jadear y pronto empecé a patalear, gritar y agitarme con verdadero frenesí.

Cuando los 50 azotes hubieron concluido, observé ante mí la túnica de aquel ser, ya que no podía levantar mas la cabeza.

Sentía como palpitaban mis piernas. Me sentía mas alterada incluso que los castigos que había recibido hasta entonces.

Y rompiendo el silencio, oí de nuevo su voz ...

*** Ahora sé que nos dirás todo lo que queramos saber. Habla.

Yo me mantuve callada.

Sabía, que la escena se tenía que desatar de una forma mas malvada aún.

Y así ocurrió. Me condenó a otros 50 latigazos en los muslos.

Soporté el castigo entre gritos y contorsiones. Y cuando por fin terminó aquel tormento, se paró el rodaje.

Me quedé lívida al escuchar, el mensaje por los altavoces.

Se anunciaba el comienzo de la próxima película. Se titulaba algo así, como "El Conde y sus esclavas".

Fui desatada y conducida hasta lo que llamaban el pilón. Se trataba de los vestuarios en donde se despojaba de las marcas a jóvenes que actuaban en las películas de aquel apestoso antro.

El procedimiento era, colgarlas por los tobillos y aplicarlas una crema rápida y curativa. Y mientras hacía efecto la crema, se les inyectaba en las nalgas un estimulante.

Al parecer el estimulante, tenía grandes propiedades en las jóvenes al estar colgadas cabeza abajo.

En menos de 5 minutos, mis marcas habían desaparecido totalmente y además me sentía fresca y fuerte.

Me descolgaron y fui conducida hasta los vestuarios, que estaban detrás del plató principal.

Me encontré con otras 5 mujeres tan desnudas como yo y que al parecer iban a actuar en el rodaje.

Había un pequeño vestuario lleno de vestidos de todos los colores y tamaños, pero al parecer no estaba destinado para nosotras. Los varones que nos acompañaban nos indicaron unos vestidos raídos que había en un perchero.

Cada uno era de un color diferente, pero eran tan cortos, que se estaba mas decente desnuda que con ellos puestos. Me recordó enseguida los que me puse en la casa de Sir Arthur y los que llevé con Melba.

A mí me tocó uno casi idéntico que el de la gran recepción en la mansión de la Marquesa de Sade. Era de color blanco y totalmente transparente, por lo que se me apreciaban con todo detalle los pezones y el pubis. El escote era muy abierto y llegaba hasta el comienzo de la faldita. Carecía de espalda y costados y se sujetaba al cuello con una cadenilla dorada. La faldita, por llamarla de alguna manera, eran dos piezas separadas y mínimas de longitud. Me cubrían ligeramente las nalgas y el vello púbico.

Mis compañeras de rodaje lucían parecidos atuendos, todos ellos transparentes.

En menos de 10 minutos, cada una de nosotras habíamos ocupado nuestras posiciones para el rodaje.

Nuestro papel consistía en atender en todo momento al Conde y de servir las cenas y comidas, así como los licores y aperitivos. Por otra parte, debíamos saciar cualquier tipo de apetitos sexuales de él mismo y sus invitados.

El guión, como tal, no existía. Los varones se comportarían en el rango de sus papeles, pero lo que se hiciera o se dijera carecía de guión. Y por supuesto los castigos y malos tratos a los que nos quisieran someter.

Me tocó actuar en primer lugar. El Conde acababa de recibir la visita de 3 amigos. Debía servir unas copas en el salón. Acudí al salón con la cabeza baja y pregunté que es lo que deseaban tomar. Tras recibir el encargo abandoné el salón y uno de los ayudantes de rodaje puso en mis manos una bandeja con 4 copas, una botella de whisky y un cubo con hielos y pinzas.

Volví a entrar en el salón y me aproximé por el centro hasta la pequeña mesita que había entre ellos. Como era tan baja, tuve que doblar mi cintura para dejar la bandeja y poder servir las bebidas.

En esta postura enseñé a uno de los invitados las nalgas desnudas. Enseguida noté un pellizco en la vulva y estuve a punto de dejar caer las bebidas, pero por suerte me contuve y sólo di un pequeño respingo.

Al servir al siguiente, esperé una nueva acometida. Miré a un lado y pude apreciar varias fustas por entre los sillones. Y me esperé un azote en cualquier momento. Pero éste no se produjo.

Cuando terminé de servirles, el conde me ordenó que me arrodillara entre sus piernas. Yo asentí sumisa y esperé nuevas órdenes.

El conde arrimó el vaso a mis labios y me indicó que bebiera. Acaté la orden y bebí un sorbo. Luego bajé de nuevo mi mirada.

Alguien tocó una campanilla y escuché unos pasos desnudos sobre el parquet. Alguna de mis compañeras se acercaba al grupo. La pidieron que se sentara entre dos de ellos.

Yo no sabía de quien se trataba, ya que estaba situada a mi espalda. El conde, sacó su pene de la bragueta y me lo presentó. Sabía lo que tenía que hacer y no perdí ni un solo segundo. Abrí mis labios y dejé entrar a aquella prodigiosa masa de carne. Sentía como se iba hinchando en mi interior, hasta que llegó un punto en el que me obligó a separar mas aún mis dientes.

Sentía como se apoderaba de mi boca y como me ahogaba cuando llegaba hasta dentro de mi garganta, lo que me provocaba que las lágrimas afloraran a mis ojos.

Llevaba unos 5 minutos en este menester, cuando sentí que alguien me desabrochaba la faldita y los tirantes. Sentí la total desnudez y esperé sin dejar mi labor, algún golpe por parte de ellos.

Pero no eran golpes lo que se avecinaba. Alguien me cogía del vientre y me hacía poner en pie con las piernas separadas, mientras el conde asía mis cabellos, a fin de que no abandonara mi labor.

En breves instantes, sentí algo caliente y duro, abriéndose paso entre mis nalgas. Ya no me cupo la menor duda de sus intenciones.

En dos ataques estuvo dentro de mí. Yo no pude gritar debido al pene que me poseía por la boca, pero si parte de mi saliva se derramó por las comisuras de mis labios. Cada vez que el pene en mis nalgas se hundía en mí, el que tenía en mi boca hacía lo mismo, causándome dolorosas sensaciones.

El conde se apoderó de mis dos pezones, retorciéndomelos sin piedad y mi atacante trasero, después de cada sacudida, me azotaba varias veces los costados o la espalda.

Cuando los dos, casi al unísono, se derramaron en mi interior, se separaron de mí y me hicieron poner en pie.

Enseguida una mano me asió por los cabellos y me condujo hasta el centro del salón, en donde se habían montado unas columnas para la ocasión.

Entonces pude ver a mi compañera. Era la mas joven del grupo.

Cuando me estaban atando las manos a ambas columnas, aparecieron las otras 4 jóvenes con una fusta cada una.

Creí que las 4 me iban a azotar, pero estaba muy equivocada. Sólo era una maniobra de distracción, a fin de darle algo de suspense.

Me desentendí un poco y me fijé más, si cabe, en la cámara que tenía ante mí. Lo peor no era la cámara, sino la cantidad de gente que me miraba de la forma mas obscena, que imaginarse pueda.

Debido a la trascendencia sádica que se quería dar a la cinta, los hombres se fueron levantando lentamente de sus asientos, mientras cada una de mis jóvenes compañeras les iba entregando una fusta.

Cuando llegaron ante mí, se dedicaron a realizar una parodia de mis debilidades. De como me comportaría cuando el cuero cayera sobre mi desnudez.

Las fustas danzaron sobre mis pechos y costados con una rudeza desmesurada. Parecía que querían partirme en dos, a base de latigazos. Después de unos 100 azotes, el rodaje se paró para comer.

Fui curada de mis señales y enjaulada posteriormente.

Por unos altavoces anunciaron, que se iba a proceder a la continuación del "Inquisidor benigno". Se anunció a todos los participantes, que adquirieran el grado de animosidad y sensación que cuando se había cortado.

Todos los participantes, se prepararon de una forma u otra. A mí me colocaron en la pilastra y me dieron 50 latigazos en las nalgas y otros tantos en los muslos.

Cuando estuve acorde con el guión, se procedió con la continuación de la película. No creo que sea necesario el referiros los tormentos a los que fui sometida.

Por otra parte tuve la suerte de que esa cinta concluyera con mas de una hora de sesión sádica. Y según las exclamaciones de los expertos, había resultado un éxito total.

Me dejaron descansar un par de horas. Tiempo que aprovecharon para hacerme desaparecer la gran cantidad de marcas que surcaban toda mi anatomía.

Y cuando las dos horas pasaron, la directora de grabación anunció la continuación de la cinta "El conde y sus esclavas", por lo que fui amarrada a las dos columnas de horas antes y flagelada brutalmente en los pechos y costados.

Cuando quedé, mas o menos, como antes del descanso de la cinta, se dio el visto bueno y continuó el sádico tratamiento.

No os voy a cansar con historias que serían repetitivas. Lo importante es significar, que aquellas tres cintas se vendieron mejor de lo que esperaban y que los clientes se triplicaron en menos de un mes.

A mí me habían asignado el trabajo de firmar las cintas que los clientes se llevaban. He de decir, que mas de uno se sobrepasaba conmigo, pero yo aguantaba todo.

Un buen día, me percaté de que a ciertas horas, no había gran vigilancia. Además por medio de algunos clientes a los que me había ofrecido para visitarles en secreto, me habían compuesto pequeños planos del lugar en donde residían y de lo que debería hacer para llegar ante ellos.

Con todo aquel material, me hice una composición de lugar y pude enterarme de la localización en la me encontraba.

Tramé un plan, pero no se lo conté a compañera alguna. La verdad es que ya no confiaba en las personas.

Y dos semanas después, en un amanecer lluvioso, conseguí escapar de aquella vida miserable.

Después de múltiples peligros y vicisitudes conseguí llegar hasta un lugar seguro. Se trataba de la clínica de un buen amigo.

Me ayudó a cambiar de fisonomía y de actividad laboral. También se las ingenió para construirme un nuevo nombre.

Ahora vivo feliz. No tengo descendencia y nunca la tendré, debido a la gran cantidad de barbaridades que me hicieron. Ya les he perdonado a todos. A todos menos a René.

Me he cruzado ante él varias veces. En una ocasión intentó un contacto conmigo. Me limité a ridiculizarle ante todos sus amigos y ya, no volví a saber nada de él.

Confío en que nunca me vuelva a ver metida en ese mundo cruel. Y no es que me de miedo el látigo o cualquier otro tormento, simplemente es La degradación total .

Espero no haberos molestado. Me despido de todos mis posibles lectores con afecto y sencillez.

Un cálido beso,

Corinne.

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